Después de tanto preparativo y de leer todo lo que caía en mis manos sobre Etiopia, al fin llegó el gran día de todo viajero que se precie. Ese en el que coges las maletas y cierras la puerta de tu casa para no volver en un mes, o eso pensábamos nosotros….
El 3 de octubre cogimos el vuelo Madrid-Cairo-Addis, de Egytair, que teníamos comprado desde el mes de mayo, siguiendo el consejo de una amiga que trabaja en este mundo, para conseguir un buen precio. Es un vuelo cómodo, con apenas tiempo de tránsito en los aeropuertos. El único problema es la hora de llegada, un poco intempestiva, a las 3:30 de la madrugara. Pero Wondo, no puso problemas, así que allá fuimos.
04 de Octubre.
A nuestra llegada nos alojamos en el Ghion, muy bien situado, cerca de la calle Churchill, estupendo para los estándares Etíopes, pero nada que ver con un 4 estrellas europeo. Después de dormir unas pocas horas y de concretar los últimos detalles con nuestro guía de cómo hacer la parte del Danakil, salimos a descubrir Addis.
En general la ciudad tiene poco atractivo, llena de edificios de organismos oficiales, tiene algunos lugares de interés, como el Museo etnográfico, donde tienen expuesto el famoso esqueleto de Lucy, la montaña de Entoto, desde donde se ve una estupenda panorámica de la capital y sobre todo el merkato, uno de los mercados al aire libre más grandes de toda África.
Aquí se puede encontrar de todo, desde artilugios para el coche, chatarra, especias, ropa y es uno de los mejores sitios para comprar artesanía de todo el país a buen precio.
No obstante, para los amantes de las compras Etiopía no es su mejor destino. Se recomienda tener especial cuidado con los cacos por aquí, aunque nosotros no tuvimos sensación de inseguridad en ningún momento.
Comimos en un restaurante de comida tradicional “Addis Abeba restaurant”, fantástico!. Probamos el kitfo, carne picada muy especiada que los etíopes suelen tomar medio cruda, muy buena y varios cuencos de carnes de cabra y ternera cortada en trocitos y cocinadas de distintas maneras, todo ello sobre la injera, omnipresente en la cocina etíope. Consiste en una torta redonda y de consistencia blanda hecha con el tef, un cereal autóctono de la zona, cuyos cultivos cubren una gran extensión de los campos del país, de un sabor ligeramente amargo. Se come con la mano derecha tomando los trozos de carne ayudándose con la injera, al estilo indio.
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