Tras finalizar el día de ayer, no dejábamos de tener una sonrisa en la boca. Nos levantamos temprano y subimos a desayunar.
Nuestro tiempo en Pamukkale había terminado, pues ya habíamos cumplido con lo que fuimos a hacer allí. Así que cargando de nuevo con nuestras mochilas nos dispusimos a coger el mismo minibus que cocimos a la ida hacia el pueblo y que nos llevaría hasta la estación de autobuses de Denizli para ir hasta nuestro próximo destino.
Una vez en la estación compramos el ticket hasta Antalya. Nos costó unos 6€ y tardaba poco más de 3 horas.
Nos dejó en la terminal de Antalya y de ahí teníamos que coger otro autobús que nos llevara hasta el aeropuerto, pues habíamos reservado un coche, y ahí irían a recogernos para dárnoslo. El precio es muy económico y por menos de 0.50€ cada uno y en poco más de 10 minutos ya estábamos allí.
Nuestro rentacar estaba fuera del aeropuerto, por lo que vinieron a recogernos y nos llevaron a la oficina.
Una vez en nuestro coche, que estaba bastante bien para lo que nos había costado, todo fue genial. Ya teníamos hotel reservado así que despreocupados por ese tema, decidimos aprovechar lo que quedaba de día, comprarnos unas cervezas, bastantes caras por cierto el alcohol en Turquía, e ir a ver el mar que ya lo echábamos bastante de menos.
Llegamos a la playa de Lara. Es bastante larga y no sabíamos por donde parar. Está llena de lugares donde poder aparcar el coche e ir hacia los pequeños bares que hay detrás de la playa. Cuando encontramos un hueco paramos y fuimos hacia el ansiado mar.
La primera impresión que se tiene es de glamour, las instalaciones, los baños, los restaurantes... pero nosotros decidimos almorzar en uno de ellos y no nos resultó caro. La playa es muy normal: de arena pero agua cristalina. Lo realmente interesante es la música que proviene de los bares cercanos. Una total fiesta en la playa.
Fuimos hasta las cascadas Duden, muy cerca del centro. Es por ello que había bastante gente paseando y admirándolas. Son realmente hipnóticas tanto de noche como de día.
Después de eso, nos sentamos tranquilamente en el césped a tomarnos la cerveza y brindar por todo lo que habíamos vivido en lo que estaba siendo ese gran viaje. No teníamos muy claro si se podía tomar alcohol en la calle, por eso estábamos medio escondidos.
Cuando había anochecido pusimos en el GPS la dirección del hostal y fuimos hacia allí. Nuestra sorpresa fue que al entrar nadie sabía nada de nuestra reserva, o por lo menos no le quisieron hacer caso y darle la habitación a otras personas. El problema es que ya estaba pagada. Lo que nos propuso el chico fue mandarnos a otro hotel donde nos darían una habitación para nosotros, obviamente sin ningún coste.
Muy malhumorados nos dirigimos hacia allí. Obviamente el señor de recepción quiso cobrar el hotel, haciéndose el que no sabía de qué le hablábamos, cuando el chico del otro hotel había llamado delante de nosotros.
Después de imponernos, y haber perdido mucho tiempo nos llevó hasta nuestra habitación. No sabemos cómo sería el otro hotel pero este estaba bastante bien: tres camas, baño incluido y hasta balcón.
Nos duchamos y nos dirigimos a buscar dónde cenar. Las calles estaban desiertas y los pocos comercio que habían estaban cerrados. Cuando llegamos a una de las carreteras generales había más movimiento. Nos sentamos en un bar, o mejor sitio, comida callejera que había mucha gente, o por lo menos más que en cualquier otro sitio de la ciudad que hubiéramos visto.
En Antalya se notaba que la gente era más abierta. Pero también observamos que nadie hablaba inglés y mucho menos español.
Cenamos y fuimos a descansar que mañana tocaba conocer la costa turquesa.
Últimos comentarios al diario: