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El trayecto fue bastante cómodo, y después de unas cuantas horas de sueño y unas cuantas paradas para comer, ir al baño o fumar, habíamos llegado a Capadoccia.
Toda nuestra ilusión estaba puesta ahí. Era un sueño cumplido.
Cuando bajamos del autobús, aún medio dormidos, vimos frente a nosotros una calle desierta de gente y coches, todo con una tonalidad de piedra que lo hacía todo muy peculiar.
Traíamos reservado de España coche y hostal, porque era temporada alta y no nos gustaban las sorpresas.
Así que, cargando con la mochila buscamos el rentacar. Para no gustarnos las sorpresas nos sirvieron dos platos. Al llegar nadie sabía de la existencia de la reserva y no nos daban ninguna solución.
Nos echamos a caminar, preguntando en cada agencia que veíamos, pero nadie tenía coche para alquilar. Hasta que vimos a nuestro salvador. Finalmente conseguimos uno, que aunque viejito, para nosotros, mientras funcionara nos valía. Después de explicarnos cómo funcionaba, suponemos porque era una mujer quien iba a conducirlo, y recomendarnos que si no tenía mucha fuerza en las subida quitásemos el aire acondicionado, pusimos camino hasta el hostal.
Conducir en Capadoccia es muy sencillo, no hay mucho tráfico y las carreteras están bien delimitadas.
Nuestro hostal era precioso. Es verdad que no era una de las famosas casa cueva, ni estaba en el mismo centro, pero nos encantó igualmente. Dormíamos en unas pequeñas cabañas y el baño compartido estaba fuera. Además teníamos desayuno incluido. Nos costó unos 15€ la noche de los tres.
Al ser el primer día y estábamos cansados del trayecto, decidimos tomárnoslo con calma y visitar solamente lo más cercano. Por eso nos dirigimos al castillo de Uchisar. La entrada nos costó unos 0.80€ y es espectacular. Después de entrar hay que subir unas escaleras a unas de las mejores vistas de Capadoccia, unos vistas 360º coronada por la bandera turca.
Cuando decidimos bajar del castillo fuimos caminando por los alrededores mucho menos transitados. Al lado del castillo hay una especie de barranco donde las vistas no envidian a las de arriba. Podíamos ver las famosas chimeneas de las hadas, esas piedras en forma puntiaguda además de esas especies de ventanas que se hacen a las piedras convirtiéndolas en habitables.
Durante el camino observamos bastantes arboles con los famosos ojos turcos tan característicos de la zona.
Con el castillo y los alrededores iba terminando el día. Así que fuimos hasta el centro para poder cenar algo y volver a casa que al día siguiente tocaba madrugar para ver las maravillas de Capadoccia.
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