Llegamos a las 7 de la mañana aproximadamente a la estación de autobuses de Denizli. Nos dirigimos a la planta baja desde donde, habíamos leído salían las minibun que llevaban al centro de Pamukkale. Hasta que no estuviese llena no salía, pero al costar unos 0.50€, era bastante rápido, eso sí, íbamos muy apretados, incluso de pie o sentados en los escalones del minibus.
Con ayuda de Google Maps llegamos al hostal, donde ya nos estaban esperando. Lo llevábamos reservado desde España y nos costó unos 15€ para los tres por noche. La habitación era muy sencilla, con baño y desayuno incluido.
Después de que el dueño nos diera toda la información que necesitábamos, nos pusimos el bikini y nos dirigimos a las famosas termas de Pamukkale. De camino, en un bar, compramos unos bocadillos para almorzar luego en el recinto. Vivíamos a dos calles de la entrada de las termas, así que, al poco comenzamos a ver ese bonito color blanco que nos cegaba.

La entrada nos costó unos 5€ y nos obligaban, desde el principio a descalzarnos. La sensación era muy extraña, aunque pareciera suave pinchaba mucho los pies, incluso habían sitios donde resbalaba, así que íbamos con mucho cuidado.
Parecíamos niños pequeños tocando cada pared, metiendo los pies en los charcos y sacando fotos a todo. Comenzamos a subir y cada vez la cosa mejoraba más. Las famosas piscinas eran preciosas, donde destacaba el color azul.

No aguantamos más y en una de las últimas piscinas, nos quitamos la ropa para bañarnos. El tacto del fondo de las piscinas daba un poco de grima, ese barro. Por lo menos al principio porque luego nos los pusimos por la cara y el cuerpo.

Después de esto, subimos a la parte alta para almorzar. Nos sentamos en los escalones con vistas descendientes de las mejores vistas que hemos tenido nunca. Por esta zona hay un restaurante y algunas mesas y bancos, pero no sabemos el precio.
Una vez secos, nos cambiamos de ropa y nos dirigimos hasta el anfiteatro dentro del recinto. Es un pequeño paseo para llegar hasta él. Nos pareció increíble tanto el sonido que se proyecta dentro como la construcción del mismo. Además no había casi nadie, a diferencia de las piscinas que, por momentos, era un poco agobiante.

Cuando el sol comenzaba a caer comenzamos la vuelta. El descenso era un poco más complicado, pues habían zonas que resbalaban muchísimo y había que tener cuidado. Vimos a mucha gente caer.
Lo bueno, es que ya no había esa cantidad de gente que vimos por la mañana, y si antes nos habían sorprendido las vistas ahora estábamos boquiabiertos, además estaba el agregado de la puesta de sol.

Luego, al salir del recinto, dimos un paseo por los alrededores, por el pequeño lago que se encuentra cerca y el mercadillo.
Después de esto cenamos con vistas a las piscinas y fuimos al hostal donde poder descansar.