Este ha sido un viaje improvisado y en familia. Mi madre, mi hermana y yo buscábamos hacer alguna escapada para visitar algún mercado navideño. Algún lugar cercano al que pudiéramos llegar en coche o en tren para pasar un fin de semana, como, por ejemplo, Perpignan.
No sé cómo acaba pasando que, cuando queremos hacer alguna escapada, la cosa se nos va de las manos y acabamos rebuscando entre las ofertas de vuelos.
Empezamos a pensar en el sur de Alemania, en nieve, en montañas y abetos, en Papa Noel y en los cuentos infantiles con los que hemos crecido, pero aparece Venecia a un precio tan tentador que no se puede ignorar.
Adiós a los abetos, a las cumbres nevadas, a las cabañas de madera y a los elfos. Nos vamos a la laguna.
Y tenemos una semana para buscar hoteles, restaurantes, información sobre el acqua alta, las temperaturas, y para hacernos a la idea de que, en unos días, vamos a estar en la ciudad más bonita del mundo.