Esa mañana dejamos nuestro alojamiento en Salento. Habíamos reservado un tour para intentar ver el mono aullador en la reserva Barbas Bremen. Lo contratamos con “El Palacio del Barbas” y nos costó 70mil COP cada uno. Fuimos con nuestro coche hasta la finca, y el camino fue un horror, aunque el dueño me había dicho que se podía llegar en coche normal. El caso es que llegamos, aunque nos perdimos y en un momento no sabía si podríamos pasar.
Nuestro guía fue Mauricio, un muchacho tímido, pero que conocía muy bien la zona y fue muy amable en todo momento. Nos echamos repelente de mosquitos, nos pusimos botas pantaneras y con un bastón nos adentramos en la selva andina del Barbas Bremen con Mauricio.
No vimos monos, aunque sí sus cacas y los oímos a lo lejos. Mauricio se iba adelantando a veces por si los veía y volvía a buscarnos. Como solo íbamos nosotros dos, hicimos un camino un poco más largo que el habitual, que nos propuso el guía, apenado porque nos fuésemos sin verlos. Pero no hubo manera. Ese día hacía mucho calor, y parece que los monos se ocultan en las hojas grandes del yarumo.
Aun así, y a pesar de lo duro del “paseo” y el calor, mereció la pena. Caminar por la selva y por el río en aquel entorno increíble nos gustó mucho. Además, vimos dos cascadas y muchas mariposas, incluidas varias mariposas cristal, que no pudimos fotografiar.
Mauricio nos ofreció seguir un poco más, pero ya estábamos cansados y no creíamos que alargar el paseo fuese a resultar en ver el mono aullador. De vuelta a la finca, nos sirvieron limonada casera, muy rica, para reponer fuerzas.
Para comer, habíamos reservado en el restaurante Helena Adentro, el más famoso de Filandia. La verdad es que la comida estaba buenísima, el trato fue muy amable y las vistas fantásticas. Era comida un poco más elaborada que la tradicional, nos encantó. Fue el restaurante más caro del viaje, con bebidas, postre y café pagamos unos 36 euros al cambio los dos.
Después dimos un paseo por Filandia, otro de los pueblos imprescindibles para visitar en el Eje Cafetero. Tan colorido como Salento, aunque los edificios son más grandes, y más dedicado al turismo, con un mirador de pago sobre la película Encanto.
Antes de marcharnos, nos acercamos al mirador de Filandia (8mil COP), una gran torre con vistas panorámicas, donde según subes te vas encontrado paneles con datos de Filandia y la región del Quindío.
Ya solo nos quedaba llegar hasta nuestro hotel en Santa Rosa de Cabal, pero pillamos un atasco horrible en Pereira y tardamos muchísimo. Llegamos al hotel Vísperas, que está a la salida del pueblo hacia termales, ya de noche.
Cenamos en unos puestecitos que había allí en la carretera, un ajiaco y unos chorizos santarrosanos, típicos de Santa Rosa de Cabal.