Es nuestro quinto día en Siem Reap. Nos despertamos más tarde de lo habitual. Lo único que nos urge es ir a una lavandería y a parte de esto no hay más planes. Tenemos el autobús nocturno rumbo a Kampot reservado y le hemos pedido al conserje del hotel que llame a la agencia de transporte para verificar los datos que salen en el email de confirmación (todo bien, nos dice: a las 11PM desde la Terminal x).
Salimos a pasear por el barrio. De casualidad nos encontramos de frente con nuestro tuktukero de Battambang que ha venido al hospital de la ciudad a llevar a su hijo. Seguimos dando vueltas buscando un cargador para el móvil (¿dónde están las tiendas de telefonía cuando se las busca?). Resistimos la idea de hacernos otro masaje. Volvemos al hotel. Volvemos a salir. Volvemos al hotel. Volvemos a salir... Aburrido tenemos al conserje con tanta entrada y salida. Ya no sabemos muy bien qué hacer, este día en Siem Reap nos sobra totalmente, no lo hemos calculado bien.
Para comer regresamos a nuestro restaurante favorito y después volvemos a la piscina a pasar la tarde. Obviamente en algún momento se pone a llover así que se acaba la piscina. Nos refugiamos donde podemos mientras vemos pasar las horas, lentamente. A las 8 de la tarde salimos a cenar al mismo restaurante donde fuimos el primer día. Es un restaurante muy bonito y muy de postín, con muchos camareros, quizás demasiados. El primer día comimos poco porque era muy tarde pero esta vez tenemos tiempo así que pedimos un plato de calamares fritos y un plato de noodles con sea food. Algo extraño parece suceder con el pedido, los camareros se miran entre ellos y no atinan. Repetimos la comanda a un segundo camarero. Y luego a un tercero. Finalmente nos traen un plato de aros de cebolla en tempura y otro de noodles con huevo frito. Nos entra la risa tonta porque realmente es todo muy absurdo. Además no nos apetece en absoluto ni la cebolla ni el huevo frito, así que ahí lo dejamos en los platos. Como se dan cuenta que algo no va bien, después de pagar nos invitan a un postre: flan de coco. Y resulta que nos traen un boniato asado. Salimos de ahí muertos de risa.
A las 21h45 pillamos un tuk tuk para ir a la Terminal. Enseguida vemos que eso no es una terminal ni es nada, eso es una agencia de paquetería, que pertenece a la compañía de autobuses (VET). Como no tenemos pinta de paquetes, el conductor se cosca que algo pasa y se queda esperando en un rincón como quien no quiere la cosa. Mientra, yo intento aclararme con el chico de la agencia que llama a un teléfono y me pide disculpas, pero sin darme muchas explicaciones convincentes. Yo le insisto que no es nuestra culpa, que la información está mal, pero de repente me dice muy serio, ya sin sonrisas ni excusas: "Madam, you need to leave. Now!" En ese momento nos damos cuenta que todo lo que ponía en el billete está mal y que seguramente salimos desde otra estación y lo que es peor, a otra hora, probablemente a las 22. Y son las 22h. Y 05. Nos subimos al tuk tuk que se lanza como un cohete por las calles de Siem Reap. Subidos al tuk tuk los dos pensamos para nuestros adentros: por favor no, otro día más aquí no!!! Por suerte en poco más de 10 minutos nos plantamos en la terminal correcta, donde nos espera el autobús con todos los pasajeros dentro pelín mosqueados por la espera de estos dos payasos. Subimos a toda prisa y nos asignan una "cabina para dos" que en realidad es un cubículo para dos personas donde por desgracia no cabemos ni en broma, ni sentados ni estirados (digamos que no está pensado para gente alta). Además tenemos las mochilas, los zapatos, los cojines, y mi bolso. Pero como hemos llegado por los pelos, y a punto hemos estado de quedarnos, no decimos ni mú. Al fin y al cabo, solo nos esperan 8 horas de trayecto en posición fetal.