Un día estupendo. Tercer día de moto por la zona de Kampot. Salimos rumbo a Kep (otra vez con los trajes de baño, las chancletas, la crema de sol y la toalla). Son muchos kilómetros para esta caquita de moto. pero allá que vamos. Paramos a desayunar a Kampot porque estamos un poco hartos de lo lentos que son en el hotel y el día anterior localizamos un sitio que se veía perfecto para un desayuno, de esos
healthy que en Barcelona no haría ni harta de vino pero claro, en Barcelona te cobran 12 Euros y aquí ni la mitad.
Llegar a Kep nos toma una horita, que se me hace largo la verdad. No solo porque la carretera es en parte la misma que el primer día sino porque hace muchísimo viento, y los cascos estorban más que protegen. Y no llevo guantes. Y hace sol, mucho sol. Llegamos a Kep y nos metemos primero al Parque Nacional (previo pago de 1$ por cabeza). Damos una macro vuelta por el parque sin bajar de la moto pero disfrutando de las fantásticas vistas. Al llegar a la parte superior subimos a una torre-mirador (hay unos letreros que advierten del peligro de no sé qué bestia salvaje). Bajamos por la otra parte del Parque y nos saltamos Kep pero continuamos varios kilómetros por la orilla del mar. No sé quién nos dijo que esa parte es la más bonita porque te permite ver los barcos rojos y las playas de arena blanca. Bueno, más o menos. En esta carretera sí que no hay nadie, no hay construcciones, no hay coches, no hay motos, no hay nada. En cierto momento decidimos dar media vuelta, porque sino llegaremos a Vietnam y tampoco es eso.
Llegamos a la playa de Kep y como ya llevamos varias horas en la moto, paramos y nos vamos de cabeza al mar. Dejamos las cosas debajo de una especie de sombrilla y nos metemos al agua. Yo digo que es el Mar de China pero luego veo en el mapa que es el Mar del Golfo de Siam. Da igual, muy exótico. Junto a nosotros, familias enteras en camiseta chapotean en el agua, yo soy el bicho raro en bikini. Salimos y una señora nos viene a cobrar por la sombrilla, pero le decimos que ya nos vamos y desiste. Un poco mojados nos vamos hacia el mercado de cangrejos, que al final es a lo que hemos venido hasta aquí. Con el calor que hace, el olor es fuertísimo y nos tira un poco para atrás pero entramos. Es un mercado bastante caótico, una auténtica explosión de olores y sabores. Los puestecillos están bajo una lona bastante baja (a veces ni cabemos) y tienen de todo y más: pescado, sepia, gambas, langostinos, ostras, cangrejos, calamares, cocinados, crudos, fritos, en pinchitos, en ensalada, en fin toda una variedad. Como no me quiero ir sin probar algo, al final compro una bandejita de pescadito frito y una cerveza y nos sentamos en un banquito a comer. Una señora me regala un pastelito de arroz, como los que vimos en Battambang, y me encanta. Debería haberlo probado mucho antes.
Como todavía no es hora de comer para nosotros, volvemos a la moto y vamos a ver qué hay en el pueblo de Kep que está a unos kilómetros. De hecho habíamos pasado justo por delante sin fijarnos y no tiene mayor interés así que regresamos a la zona del mercado a ver si encontramos un hotel con piscina para comer. El que había localizado está cerrado así que decidimos volver y esperar a encontrar uno de camino. Y poco después encontramos el mejor de los mejores. Es un resort que no se ve desde la carretera, tenemos que ir hasta una rotonda y volver otra vez hacia Kep. Entro con la moto no muy convencida de que nos vayan a dejar pasar, pero no. El vigilante me dice que adelante, que si gastamos un mínimo de 15 $ podemos disfrutar de la piscina. Me dice donde aparcar y entramos en el resort. Es realmente precioso. No vamos muy elegantes que digamos (con el traje de baño mojado, el pelo aplastado y nuestro equipo de motoristas cutres) pero nos reciben como si fuéramos pachás. El restaurante es una maravilla (creo que ahí hice la mejor comida de todo el viaje: una ensalada de cangrejo con pomelo, lima y cilantro, espectacular y una pasta con cangrejo también buenísima). El Samanea Beach Resort además es muy bonito. Una piscina prístina, con tumbonas mega cómodas. Tienen un acceso a la playa y una instalación con un enorme sofá redondo para contemplar la puesta de sol en plan chill-out fantástico. Luego vi los comentarios en Booking y eran maravillosos. Intentamos estirar la estancia lo más posible pero de nuevo, empieza a amenazar lluvia y como nos queda una hora de camino no tenemos más que remedio que irnos.
La lluvia nos atrapa unos 10 minutos antes de llegar a Kampot y nos tenemos que refugiar en una gasolinera y esperar un rato. Llegamos a Kampot sanos y salvos. Paseamos un rato por las calles que vimos unos días antes en moto. Vemos de nuevo a los tipejos en los bares del centro. Compramos más pimienta en una tienda de la zona y unos panes, por si queremos cenar más tarde en la habitación. Nos tomamos una limonada que son buenísimas en Camboya y me recuerdan a las de México. Volvemos al hotel y como al día siguiente salimos muy temprano tenemos que pagar antes todo lo que debemos (el extra de la habitación, las comidas, los desayunos, las bebidas y los tickets a Sihanoukville). Y resulta que no se puede pagar con tarjeta. No llevamos suficiente cash y volver a Kampot no es plan. Al final rascándonos los bolsillos y dando euros como si fueran dólares (o sea mal cambio) logramos saldar la cuenta pero nos ha costado un buen rato y alguna que otra discusión. Quizás nos habían avisado al hacer la reserva pero no nos lo habían recordado (nos enseñan un papel que nos deberían haber dado al llegar y que no nos dieron). Después para hacerse perdonar el encargado nos invita a unas cervezas. Menos mal que habíamos comprado los panes porque no nos queda ni un riel.