Último día de nuestro pequeño periplo mochilero. Nos despertamos con la inesperada compañía de una cierva que pastaba tranquila cerca del campamento, ajena por completo a nuestra rutina matinal. Con el café calentando el cuerpo y unas galletas para abrir el apetito, desmontamos la tienda y preparamos las mochilas por última vez.
Volvimos por el mismo sendero que habíamos recorrido el día anterior, hasta alcanzar el cruce que nos llevaba hacia el enlace con el Fawn Pass Trail. Allí nos esperaba una subida corta pero intensa: kilómetro y medio de loma, suficiente para sacarnos el aliento y hacernos sudar desde primera hora, pero también para regalarnos unas vistas cada vez más amplias. Con cada paso ascendíamos hacia un nuevo valle, y el horizonte se abría mostrando una sucesión interminable de praderas y colinas onduladas.
En la parte alta tomamos el Fawn Pass Trail en dirección oeste, hacia su trailhead. El sendero, fácil de seguir, iniciaba un descenso progresivo a través de praderas enormes, casi inabarcables, donde el paisaje volvía a esa estética abierta y luminosa que tan característica resulta del valle del Gallatin. El silencio era profundo, interrumpido solo por el viento y por algún pájaro que se cruzaba sobre el sendero.
Hicimos una pausa para comernos unas chocolatinas y dejar que los ojos se empaparan de naturaleza. A cada rato echábamos miradas largas al paisaje, por si algún animal distraído se dejaba ver. Pero nada: solo praderas, aire limpio y el sonido constante del viento.
Hicimos una pausa para comernos unas chocolatinas y dejar que los ojos se empaparan de naturaleza. A cada rato echábamos miradas largas al paisaje, por si algún animal distraído se dejaba ver. Pero nada: solo praderas, aire limpio y el sonido constante del viento.
Al retomar la marcha, el trail nos llevó hasta el cruce con el Fan Creek Trail, a partir del cual el arroyo comenzó a acompañarnos valle abajo. Lo seguimos hasta su unión con el Gallatin River, punto donde el sendero desemboca prácticamente en la carretera. Allí no quedaba más remedio que afrontar los 2,5 kilómetros finales por asfalto, un tramo tan aburrido como inevitable, hasta llegar a nuestro coche alrededor de las 12:45.
Con 16 kilómetros más en las piernas, dábamos por terminado el mochileo: 41 kilómetros en total, un recorrido variado, hermoso y muy disfrutado.
Enlace de la ruta
Tras un merecido Gatorade, regresamos por la 191 hasta West Yellowstone. Paramos en un supermercado para hacer acopio de víveres de lujo: leña —más barata que en los campamentos—, hamburguesas, queso, salchichas… Teníamos claro que estas dos últimas noches merecían homenaje gastronómico. También pasamos por el visitor center para conectarnos al wifi, escribir a la familia y ponernos brevemente al día.
Llegamos a Madison Campground, nuestro hogar para los dos últimos días. Volvieron a mencionarnos el tema de los osos: ya llevaban nueve avistamientos ese verano. Y nosotros sin ver uno de cerca… Empieza a asomar la ironía de que nuestro primer grizzly real pueda ser, precisamente, en el propio campamento.
Después de comer, nos fuimos hacia el Grand Prismatic. Antes, repetimos la Firehole Canyon Road: queríamos ver si las ospreys seguían por allí para sacarles unas fotos, pero no hubo suerte. El aparcamiento del Grand Prismatic estaba completamente desbordado, así que fuimos al de Fairy Falls Trail, también saturado pero donde, por fortuna, encontramos un hueco.
Llegamos a Madison Campground, nuestro hogar para los dos últimos días. Volvieron a mencionarnos el tema de los osos: ya llevaban nueve avistamientos ese verano. Y nosotros sin ver uno de cerca… Empieza a asomar la ironía de que nuestro primer grizzly real pueda ser, precisamente, en el propio campamento.
Después de comer, nos fuimos hacia el Grand Prismatic. Antes, repetimos la Firehole Canyon Road: queríamos ver si las ospreys seguían por allí para sacarles unas fotos, pero no hubo suerte. El aparcamiento del Grand Prismatic estaba completamente desbordado, así que fuimos al de Fairy Falls Trail, también saturado pero donde, por fortuna, encontramos un hueco.
Desde allí caminamos en auténtica procesión junto a decenas (quizá cientos) de personas por el ancho sendero hacia el mirador panorámico del Grand Prismatic. Hoy ya hay camino acondicionado y una plataforma —muy diferente de aquel 2013 en el que cada uno subía como podía por la ladera y buscaba entre los árboles un hueco aceptable—. Aunque la vista es preciosa, el cielo estaba nublado y los colores menos intensos, y la masificación hacía difícil disfrutarlo. Aguantamos un rato y volvimos por donde habíamos venido.
Después fuimos a la zona de Old Faithful, decididos a ver al fin la erupción que días antes se nos había escapado. Llegamos con cincuenta minutos de margen, así que aprovechamos para ducharnos en el Old Faithful Lodge. Una vez aseados, compramos un helado y fuimos a buscar un asiento algo alejado del tumulto, desde donde esperar tranquilos. El geyser cumplió, aunque sin demasiada energía: una erupción flojita, muy lejos de la que vi en 2013, e incluso menos espectacular que la de Beehive Geyser que disfrutamos días antes.
Con la sensación de haber cerrado el capítulo de “lo imprescindible del parque”, regresamos al campamento.
Encendimos el fuego y, cuando ya había una buena cama de ascuas, empezamos a preparar las hamburguesas y tostar los panes. Comimos como auténticos glotones, celebrando el fin del esfuerzo mochilero. Luego pasamos el resto de la tarde jugando al póker, hasta que cayó la noche.
Encendimos el fuego y, cuando ya había una buena cama de ascuas, empezamos a preparar las hamburguesas y tostar los panes. Comimos como auténticos glotones, celebrando el fin del esfuerzo mochilero. Luego pasamos el resto de la tarde jugando al póker, hasta que cayó la noche.
Antes de meternos en la tienda fuimos a dar un paseo hasta el río Madison, al que se accede directamente desde el campamento. Allí, en la penumbra, alumbrando con los frontales, escudriñábamos la vegetación en busca de cualquier sombra sospechosa que nos dijera que no estábamos solos. No vimos nada… pero la sensación de misterio estuvo ahí, perfecta para cerrar el día.