![]() ![]() Islandia 2015: Cataratas, volcanes, cráteres y glaciares en campervan ✏️ Blogs de Islandia
Vuelta a Islandia en sentido antihorario en dos semanas en agosto-septiembre 2015.Autor: Lou83 Fecha creación: ⭐ Puntos: 4.9 (37 Votos) Índice del Diario: Islandia 2015: Cataratas, volcanes, cráteres y glaciares en campervan
01: Introducción
02: Día 0: De Mallorca a Keflavik pasando por Barcelona
03: Día 1: Reykjavik y Círculo Dorado
04: Día 2: El día de las cataratas
05: Día 3: Skógafoss, trail junto al río Skógar y Kvernufoss
06: Día 4: Playas negras, Vík y Fjadrárgljúfur
07: Día 5: Skaftafell, Jokursálón y Fjallsárlón con sorpresa incluida
08: Día 6: De Fjallsárlón a Hengifoss pasando por Vesturhorn
09: Día 7: De Seydisfjördur a Mývatn pasando por Dettifoss y más auroras
10: Día 8: Viti, Dettifoss por el este y los Mývatn Nature Baths
11: Día 9: Visita a la zona de Myvatn
12: Día 10: Hverfjall, Godafoss, Fabrikkan y Kolugljufur
13: Día 11: Hvítserkur, Grábrók, Glanni y llegada a Snaefellness
14: Día 12: Recorriendo la península de Snaefellsness
15: Día 13: Kirkjufell, Hraunfossar y la cegadora aurora de Akranes
16: Día 14: Regreso a Reykjavik y despedida
17: Presupuesto
18: Coordenadas para el GPS
19: Vídeos útiles
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Etapas 10 a 12, total 19
6 de septiembre de 2015
![]() Mapa de la etapa 8 El clásico despertar de las seis de la mañana sufre esta vez un bis que se alarga hasta las siete. ¿El motivo? El maravilloso nórdico que compramos ayer. Nos ha mantenido calientes toda la noche pese a no disponer de un sistema de calefacción en condiciones, ya que a los pocos minutos de encenderlo antes de dormir comenzó a escupir aire frío y nos vimos obligados a apagarlo. Lo encendemos ahora para comprobar que el aire vuelve a ser caliente, y aguanta lo suficiente como para calentar el interior del vehículo y poder vestirnos con comodidad. Recorremos a pie los 200 metros que separan nuestra camper del edificio con las duchas del camping, y quizás no sea la opción más inteligente. El viento sopla con muchísima fuerza y casi nos impide poder levantar la mirada para disfrutar ya de un primer vistazo al cráter de Hverfjall al que ascenderemos mañana. No tenemos que esperar mucho para que sea nuestro turno de ducha. Solo hay dos platos disponibles, pero son amplios y el agua sale muy caliente aunque cueste un poco regularla para no morir de frío o abrasado. Huele intensamente a los huevos cocidos -para otros, podridos- característicos de las aguas geotermales. Mi "teoría Quechua", por la cual todo turista equipado con ropa de dicha marca es español o francés, queda desmontada. Saliendo de las duchas nos cruzamos con un candidato a verificarla que resulta ser argelino. Sin embargo, al salir del edificio vemos a un grupo de españoles cumpliéndola a rajatabla saliendo de uno de los edificios de habitaciones que también ofrece el recinto. Nos ponemos en marcha alejándonos de Mývatn por el este en lo que será finalmente una variación de los planes originales que teníamos para hoy. Y todavía iban a cambiar más, ya que cuando pasamos junto al corral que anoche alojaba a cientos de ovejas ya han empezado los preparativos para "la gran esquilada". Lo que inicialmente iba a ser tomar un par de fotos desde el coche se convierte en una parada en el arcén junto a otros tantos turistas y gente de paso que han decidido hacer lo mismo. Y nada más abrir la puerta, nos partimos de risa. La atípica reunión provoca un parlamento de balidos en lo que parece una tertulia de Telecinco o el Congreso de los Diputados cuando saben que están las cámaras enfocando. No somos los únicos incapaces de contener la carcajada cuando alguna oveja descarriada -literalmente- suelta un berrido casi humano. ![]() La invasión ![]() ¡Sonría! ![]() Una de las folloneras... ![]() No me gusta esa mirada... A dos pasos de aquí una valla nos separa de una pequeña manada de caballos a los que nadie parece hacer caso. No podemos evitar pasar también un rato con ellos, ofreciéndoles hierba e incluso acariciando a los que parecen más mansos. El día ha empezado con temática animal sin tenerlo previsto. ![]() Los Bee Gees han vuelto ![]() Eran un poco recelosas... ![]() ¡Rubita! Nos despedimos de la fauna autóctona para recorrer los escasos 17 kilómetros que nos separan del cráter de Viti. Para alcanzarlo nos adentramos en la zona termal de Krafla, que nos da la bienvenida con un curioso arco formado por las tuberías que canalizan el vapor y permiten el paso de la carretera por debajo. La zona es más vistosa de lo esperado, con iglús metálicos por aquí y por allá conectando tuberías y más propios de una misión de colonización en un planeta remoto. ![]() Obteniendo energía en Krafla ![]() El puente más raro que he cruzado nunca Llegamos en pocos minutos a un parking de Viti donde nos esperan bastantes coches, aunque viendo la cresta del cráter desde aquí no parece que esté especialmente abarrotada de excursionistas. Comenzamos nuestro recorrido sobre ella por la derecha, donde un primer tramo de subida nos ofrece las primeras vistas al inundado interior del cráter. Más adelante debemos desviarnos ligeramente a la derecha para sortear una fuerte caída y de paso contemplar otra pequeña piscina de agua caliente junto a zonas de tierra en ebullición. ![]() Viti, vidi, vinci. Perdón ![]() Una hermana pequeña y acomplejada de Viti ![]() Bajar para volver a subir Cuando completamos medio recorrido alrededor de Viti, nos topamos las mejores vistas por ahora a su interior. Siempre acompañados por un viento que en este tramo elevado vuelve a ser intenso y molesto. Completamos la otra mitad del perímetro con una nueva subida y otro pequeño desvío a una última piscina pequeña, quizás la de colores más vistosos, junto a otra pared de raras formas y colores provocados por la actividad geológica. Nos gusta mucho la larga hora que pasamos aquí, con mucho más por ver de lo que anticipábamos. ![]() Nada mal... ![]() Un asequible rodeo a todo el cráter ![]() La tercera piscina y una paleta de colores Nos quedan ahora 79 kilómetros hasta el aparcamiento en el lateral este de Dettifoss. Paramos antes brevemente en un último mirador hacia la zona de Krafla. A 28 kilómetros del destino tomamos la carretera 864 y enseguida nos despedimos del asfalto para dar la bienvenida al temido suelo de gravilla. Pero por favor, esto no es nada. La carretera está en muchísimo mejor estado que otras en las que nos adentramos en días anteriores, como por ejemplo la que nos llevaba a Háifoss. L, que se ha atrevido a llegar hasta aquí al volante, se propone hacer un tiempo récord respetando siempre los límites de la prudencia y la velocidad. Incluso se aventura a adelantar algún pequeño convoy de turismos, cosa comprensible cuando comparamos la diferencia de velocidad entre nosotros y ellos. El velocímetro oscila entre los 50 y los 70 kilómetros por hora. ![]() Krafla desde las alturas ![]() Carretera 864 a Dettifoss Mientras tanto, en el asiento de copiloto escribo el diario que estás leyendo ahora mismo. Me siento como Casco Oscuro en Spaceballs, cuando revisan la grabación de la película y ahora es ahora, pero eso era antes, en cambio pasa a ser ahora, pero luego. Saludo con la mano y apago el portátil. Quedan cuatro kilómetros para llegar a Dettifoss. Los últimos 700 metros tras un giro a la izquierda claramente señalizado dan lugar a un tramo de carretera algo más divertido. De haber sido así todo el camino desde el sur, jamás lo hubiéramos recorrido en los 30 minutos que hemos tardado. Nos recibe un aparcamiento muy poblado de coches, algo inesperado cuando ahora es el otro lado del río el que tiene mejor acceso. Tal es la aglomeración que debemos esperar unos minutos a que quede libre una plaza suficientemente grande para la furgoneta. ![]() Elige tu propia catarata ![]() Esto, junto a Dettifoss, no deja de resultar irónico ![]() Un poco de lectura antes de empezar Una vez estacionados comemos un poco, ya que nos han dado las 12:30 y no será hasta dentro de un buen rato cuando regresemos a nuestra casa móvil. Empezamos a caminar a la izquierda del aparcamiento, y al contrario que ayer desde el otro lado, el gigante de agua aparece ya desde poco después de comenzar a andar. A medio camino el spray nos deja claro que el viento ha cambiado desde ayer, volviendo a ser los agraciados de una inesperada ducha. Si giramos la cabeza hacia la derecha según nos aproximamos, el arco iris más grande que jamás hayamos visto luce intenso gracias al agua en suspensión. ![]() La madre de todos los arco iris Seguimos adelante y en unos diez minutos alcanzamos lo más parecido a un mirador oficial en este lateral del río. Y vaya mirador. Tardamos muy poco en dictaminar de forma unánime que el lateral este es mucho más recomendable que el oeste -siempre que estés dispuesto a recorrer la peor carretera-. La ausencia de medidas de seguridad hace que puedas colocarte donde tu prudencia te lo permita. Si te quieres matar siendo un irresponsable, allá tú. La consecuencia es disfrutar de una vista totalmente libre de obstáculos instalados por el hombre, y podemos literalmente mojar los pies en las aguas de esta exageración de la naturaleza. La catarata no cabe siquiera en nuestra propia vista, no digamos ya en el objetivo de una cámara fotográfica por mucho angular que tenga. Nos contempla en las alturas un sol de justicia que convive con un fuerte viento que nos brinda fuertes golpes cada cierto rato. ![]() Dettifoss salvaje ![]() Menos arriesgado de lo que las fotos dejan entrever ![]() Agua, y más agua, y más agua... ![]() El este le gana al oeste Superado -es un decir- Dettifoss, iniciamos el sendero hacia el sur de 1,4 kilómetros para ver nuevamente Selfoss, esta vez también desde el lado contrario. Tras unos pocos cientos de metros nos topamos nuestra propia playa privada: un rincón de apenas cinco metros de largo que alberga una orilla de arena negra, una roca casi hecha a medida para tumbarse, el inmenso arco iris al fondo y las aguas del río desplazándose a gran velocidad hacia la gran cascada. Dedicamos unos maravillosos minutos a algo que parecía impensable: tomar el sol junto a Dettifoss. ![]() No hay mejor bronceado que el islandés El camino a Selfoss se hace algo más largo que por el lateral oeste. La primera mitad del recorrido consiste en una serie de rocas con un estrecho sendero de tierra abriéndose hueco entre ellas, obligándote a reducir el ritmo para controlar donde pisas. La segunda mitad es ya mucho más sencilla, con un claro y amplio sendero de tierra compacta delimitado por piedras a lado y lado. Llegamos a las cercanías de la catarata y desde este lado nos impresiona mucho más que ayer, aunque también puede ser una opinión condicionada por haber llegado con mejores condiciones de luz. Precisamente esa luz es la que nos anuncia que hemos llegado ligeramente tarde, ya que el sol ha superado el punto en el que ilumina ambas paredes y la que queda frente a nosotros, sitiada por agua cayendo por todas partes, ya permanece en la sombra. El viento sigue queriendo jugar con nosotros y brindarnos con más agua procedente de la gran caída que tiene lugar al fondo de nuestra vista. En cualquier caso merece la pena llegar hasta aquí solo por ver como el agua marcha errática en todas direcciones cuando procede de múltiples saltos que se originan por todas partes. ![]() Selfoss y el caos en el río ![]() Agua y basalto Regresamos al coche tras un camino de vuelta que se hace especialmente pesado, puede que en parte debido al sol que ya lleva demasiados minutos seguidos golpeando nuestras cabezas. Comemos algo en el interior de la camper cuando ya se acercan las 16:00 y estudiamos las posibilidades de alcanzar Hafragilsfoss, una tercera catarata al norte de Dettifoss de la cual solo habíamos estudiado cómo llegar por el otro lateral. Toda la información de la que disponemos es la del GPS, que nos asegura que con solo tres kilómetros podríamos alcanzarla. Por lo que pudimos ver antes de tomar el desvío a Dettifoss, la carretera a tomar conservaba un estado muy similar al de hasta entonces, por lo menos hasta donde alcanzaba la vista. Teniendo tan cerca la posibilidad de visitar esta tercera atracción del lugar parece lógico por lo menos intentarlo. ![]() Regresando desde Selfoss Efectivamente la carretera conserva un estado casi idéntico, permitiéndonos recorrer la distancia a una velocidad más que aceptable. Solo los últimos 150 metros tras volver a girar a la izquierda son problemáticos, pero no tanto por el terreno -que es de tierra compacta- como por las muy pronunciadas subidas y bajadas plagadas de baches. Con calma, lo superamos en poco tiempo y alcanzamos el parking. Y ya desde aquí, tras apearnos del coche y caminar literalmente diez metros, la vemos. En esta ocasión tenemos el agua cayendo varios metros por debajo de nuestra posición, ofreciéndonos una magnífica panorámica general donde todavía queda visible el spray despedido por Dettifoss dos kilómetros de río más al sur. El agua que ha sobrevivido a las anteriores caídas de Selfoss y la mencionada Dettifoss aquí se enfrenta a otro considerable salto a cuyo nacimiento se puede llegar por algún sendero en el otro lateral, ya que vemos en la lejanía pequeños puntos de senderistas que están muy cerca de él. ![]() Hafragilsfoss, la gran ignorada Tras dedicar varios minutos a contemplarla, no queda mucho más que hacer en el mirador de Hafragilsfoss. Creemos que ha llegado el momento de dar por finalizada nuestra visita al río Jökulsá á Fjöllum y regalarnos una tarde de relajación y recompensa por el esfuerzo acumulado, empezando por unos baños termales. Para ello seleccionamos en el GPS la dirección de Mývatn Nature Baths, pero el aparato pretende que demos un enorme rodeo continuando hacia el norte para luego regresar por el otro lado del río todo el camino de nuevo hacia el sur. Lo castigamos con unos minutos apagado hasta que nos hayamos acercando ya tanto a la carretera 1 deshaciendo nuestros pasos que no pueda plantear de nuevo ese sinsentido. El camino que nos aleja definitivamente de Dettifoss viene acompañado de una temperatura de 17 grados. Seguimos sin caber en nuestro asombro por la suerte que estamos teniendo con la meteorología. Es durante este trayecto cuando llegamos a la cifra de 1.500 kilómetros recorridos. Teniendo en cuenta todo lo vivido y lo variado de lo visitado, se nos antoja una cifra pequeña. Pasamos de largo la zona de Hverir, al sur de Krafla y en la que se pueden recorrer una serie de pasarelas de madera alrededor de fenómenos geotermales. Si no has estado recientemente en las muy similares instalaciones del Parque Nacional de Yellowstone, puede ser una parada muy recomendada. Alcanzamos los Mývatn Nature Baths. Los islandeses tienen entre sus sanas costumbres el bañarse al aire libre en aguas muy calientes cuya temperatura se mantiene gracias a la energía geotérmica. Prácticamente todo pueblo tiene una o varias piscinas convencionales calentadas mediante este sistema, y en algunos lugares concretos van un paso más allá y disfrutan de "baños naturales" como los que encontramos aquí. Los más famosos son los de Blue Lagoon, a escasos kilómetros de Reykjavik y de dimensiones monstruosas. Pero también monstruosa es la afluencia de público que los visita así como el elevado precio del acceso, por lo que nosotros ya teníamos decidido que experimentaríamos este tipo de instalaciones en, a nuestro juicio, la segunda opción más popular: en Mývatn. El precio de la entrada es de 3.200 coronas islandesas por persona, algo más de 20 euros al cambio. De haber venido en temporada alta antes del 1 de septiembre, el coste sería de 3.700 coronas. Es posible alquilar bañadores y toallas a razón de 700 coronas la prenda, pero nosotros venimos ya preparados para la ocasión. Accedemos a los vestuarios y, como nos había asegurado la investigación previa, son grandes, muy bien equipados y mantenidos en perfectas condiciones. Tras almacenar nuestras cosas en una taquilla cerrada con una ficha especial incluida en el acceso -en lo que parece más una medida contra turistas que contra posibles robos de locales - debemos ducharnos a conciencia antes de acceder a la zona de baños. Salimos del vestuario por una puerta en el extremo opuesto que da acceso directo a los baños, y nos esperan diez metros antes de poder meternos en las turbias aguas. Y claro, son los diez metros más largos de nuestra vida. Pero cuando llegas a la orilla, dejas tus zapatillas y te zambulles en ese manto color turquesa cuya temperatura oscila entre los 30 y los 60 grados, que el termómetro exterior marque 12 grados centígrados deja de ser un problema. ![]() El reto de los diez metros Invertimos y disfrutamos una hora paseando por los baños, que si bien son de dimensiones mucho más reducidas que los de Blue Lagoon bastan y sobran para acoger a lo que hoy parece un público numeroso. Estudiamos de primera mano qué zonas mantienen una mayor temperatura, haciéndonos una idea de cuál es el circuito por el que se mantiene el agua caliente. Según salimos del vestuario, a mano izquierda vemos varias pasarelas de tablones expulsando vapor, junto a las cuales el agua parece alcanzar su temperatura máxima. Esta circula de izquierda a derecha, llegando a la tercera de las grandes piscinas en la que el agua es más fría que en ninguna otra parte. Junto a esta tenemos la gran caldera con avisos de peligro ya que su interior está a 100 grados, por lo que imagino que es la encargada de alimentarse con el agua enfriada, volverla a calentar y ponerla de nuevo en circulación. Observamos en nuestros compañeros de baño comportamientos de todo tipo, desde más tranquilos a más ruidosos pero siempre reinando cierto ambiente de relajación. Dos de cada tres personas que entran en el agua van acompañados de un vaso de cerveza en la mano. El montón de conversaciones en la lengua de Cervantes que capturamos son un indicativo de que coincidimos con bastantes españoles. Las cervezas, previo pago, las sirve un "camarero" abrigado hasta los dientes como si estuviera a punto de marcharse de expedición al Everest. El perímetro de los baños está en su mayoría ocupado por bancos escondidos bajo el agua y cubiertos de algas. Lo suave que resultan al tacto hace que sea muy agradable posarse en ellos. El suelo de los baños es de pequeñas piedras que pasan a ser más grandes en algunas zonas, por lo que hay que pisar con precaución. Lo más divertido de esta relajada hora es observar las caras y el sufrimiento de la gente cuando sale al exterior por primera vez en bañador. En los escasos metros que separan los baños de los vestuarios, un pequeño edificio parece alojar un par de saunas cuyo interior no llegamos a descubrir. Son las 19:00 cuando regresamos a las duchas, la potencia y temperatura de las cuales aprovechamos cuanto podemos. Existen dispensadores de gel a disposición de los clientes, pero es de tipo espuma y cuesta bastante enjabonarse debidamente con él. Los vestuarios incluyen también secadores para el pelo, así como multitud de retretes en distintas zonas del recinto. Al salir hacemos unas fotos a las instalaciones desde la terraza exterior, previo paso por la tienda y el restaurante del edificio que, nada sorprendente, anuncian precios tremendamente caros. ![]() Un vistazo desde la terraza exterior Son las 20:30 cuando estamos de vuelta en el camping de Vogahraun, en lo que será la segunda de nuestras tres noches en Mývatn. Hoy aparcamos en la superficie de césped del extremo opuesto de las instalaciones, frente a la pizzería y las duchas y mucho menos concurrida ya que aquí no hay postes de electricidad que en cualquier caso no podríamos utilizar. Una de las cosas que descubrimos ayer es que el camping ofrece servicio de lavandería, comprometiéndose a lavar y secar tu ropa por un módico precio. La comodidad de no tener que preocuparnos por todo el proceso es demasiado tentadora, así que cogemos nuestras bolsas de ropa sucia y las entregamos en el mostrador de la pizzería que hace las veces de recepción del camping. Pagamos 3.000 coronas en total -1.500 por el lavado y 1.500 por el secado- y la chica se sorprende cuando le entregamos hasta cinco bolsas de la compra repletas de prendas. Ya que estamos aquí, nos han dado las 21:00 y acaba de terminar el apasionante partido de Islandia clasificatorio para la Eurocopa -provocando que algunos comensales dejen libre su mesa-, decidimos que es hora de cenar. Sendas pizzas de tamaño mediano -12 centímetros de diámetro-, una cerveza grande de barril y un refresco suben la cuenta hasta 7.400 coronas, 52 euros al cambio. Sí, es caro, y por eso es solo la cuarta vez en todos estos días en la que no estamos comiendo productos de supermercado preparados en la camper. Y además, tiene el añadido de que nos sobra pizza suficiente para el desayuno, y no porque no esté buena -que lo está y mucho- si no porque el tamaño es más del que podemos ingerir en una noche. ![]() ¡Me da igual el precio! ¡Dame! Regresamos a nuestra casa -es lo bueno de vivir en una furgoneta, que llegas a casa enseguida- y son las 22:00 cuando tras comprobar un poco las redes sociales nos disponemos a preparar nuestra octava noche en el interior de la Happy Camper. Ha sido un día algo menos denso en actividades ya que nos hemos dedicado a relajarnos y cenar como reyes a partir de las 17:00, pero incluso así ha dejado grabados a fuego un buen puñado de momentos inolvidables. Cuando estamos ya a salvo bajo ese maravilloso nórdico que vamos a sentir mucho no poder llevarnos a España, empiezan a sonar gotas de lluvia golpeando el techo de la furgoneta. Es increíble lo poco que nos ha llovido durante nuestras excursiones y como por la noche la isla parece saber que ya estamos a cubierto y no nos supone un problema que empiece a diluviar. Etapas 10 a 12, total 19
7 de septiembre de 2015
![]() Mapa de la etapa 9 Segunda mañana consecutiva que no arrancamos hasta las 7:00, y no a las 6:00 como venía siendo habitual. La comodidad y calidez del nórdico sigue causando ese efecto "cinco minutos más, mamá" que está aplazando el momento en el que arrancar el día. En el exterior, toda la noche ha soplado un fuerte viento que zarandeaba la furgoneta pero sin llegar nunca a suponer un problema para conciliar el sueño. Arrancamos el sistema de calefacción para poder salir de la cama, y a los pocos minutos vuelve a comportarse erráticamente y expulsar aire frío. Sin embargo, anoche funcionó sin problemas durante una hora antes de que lo apagáramos para ir a dormir. ¿Quizás la batería de la que se alimenta esté averiada y pierda carga durante la noche? ![]() Adoro este nórdico ![]() Amanece un nuevo día en Vogahraun Hoy afrontamos un día al que no le faltarán cosas para visitar, pero deberíamos poder tomarnos con mucha calma gracias a la poca distancia a recorrer entre punto y punto. Tras pasar dos noches junto a él, nos dedicaremos al fin a visitar lo que el Lago Mývatn y sus alrededores tienen que ofrecer. Nos esperan cuevas, cráteres, paseos junto al lago y otros atractivos que provocan que este suela ser un punto de parada extendida para muchos de los turistas que recorren el país. Una asignatura que tenemos pendiente antes de marcharnos de Islandia es conectar con la gastronomía local. Hasta la fecha no es que hayamos comido precisamente mal, ni cuando lo hacemos en la furgoneta ni cuando esporádicamente visitamos algún local, pero es cierto que solemos apostar sobre seguro con platos conocidos como pizzas o hamburguesas. El otro miedo que tenemos es que probar algo no tan universal nos vaya a costar un riñón y medio, sabiendo como es el coste de la vida en Islandia. Por eso, cuando durante el desayuno estudiamos la oferta gastronómica de la zona, el hallazgo del Vogafjós Restaurant, sus opiniones en Foursquare, su carta de menú y sus precios, decidimos modificar ligeramente el plan del día para darle una oportunidad durante el horario de comidas. Pero de eso ya hablaremos cuando llegue el momento. En lo que a alimentación se refiere, empezamos el día del mismo modo que terminamos el anterior: con pizza. Desayunamos las sobras de la pasada cena y nos ponemos en marcha comenzando por el punto de la agenda situado más al noreste del lago: la cueva de Grjótagjá en la que la salvaje Ygritte convertía a Jon Snow en un hombre. La alcanzamos alrededor de las 9:30. Se puede acceder tanto por la carretera que pasa frente al camping como desde el acceso por el este a Mývatn, ya que se encuentra junto a una vía que ataja entre estas dos. El desvío desde dicho acceso está perfectamente señalizado, pero no se puede decir lo mismo del aparcamiento concreto en el que hay que parar para visitarla, aunque con un poco de sentido común no cuesta deducir que ese gran apartadero con unos carteles imposibles de distinguir desde la carretera debe ser lo que andamos buscando. Tras apenas 100 metros a pie desde el coche estamos ya en la grieta que se adentra unos pocos metros bajo la tierra. Y ahí mismo, tras descender por unas pocas rocas en forma de peldaño, tenemos la piscina subterránea. Unas aguas preciosas de colores intensos, cristalinas y que emanan vapor ya que su temperatura se mueve entre los 40 y los 45 grados. Desgraciadamente está prohibido el baño, y digo desgraciadamente porque el calor que la cueva retiene incita a quedarse en ropa interior y zambullirse en ella. Somos capaces de rodear el agua por la derecha asegurando el paso a través de varias rocas. Tomamos fotos, decenas, cientos de fotos, de quizás uno de los lugares más preciosistas que nos hemos topado durante el viaje hasta la fecha. ![]() Bienvenidos a Grjótagjá ![]() Me meto, no me meto... ![]() Los impresionantes colores de la cueva Cuando ya nos disponemos a pasar al próximo punto de la agenda, vemos a mano derecha del aparcamiento lo que parece otra grieta por la que acceder a las aguas. Y efectivamente, lo es. Todavía más fácil de descender para literalmente dar con los pies en ella, aquí tenemos una vista todavía más amplia de los calmados tonos verdes y azul turquesa iluminados por rayos de sol que entran por pequeños agujeros en la roca. Es posible que por mero azar hayamos venido en el mejor momento del día para retratarlo. Un lugar mágico en el que me cuesta imaginar a todo el equipo de rodaje de Game of Thrones rodando las desventuras de Jon Snow. ![]() Nos esperaba el mejor mirador ![]() Acceso al mejor mirador de Grjótagjá Nuestra próxima parada es Hverfjall, un cráter negro visible desde prácticamente cualquier punto de la zona. Está a unos escasos 1.500 metros de nuestra posición, pero el rodeo que debemos hacer en coche hasta el aparcamiento en su base nos supone seis kilómetros más que sumar al marcador. El estado de los dos últimos, sobre un camino de oscura grava bastante suelta, hacen que debamos tomárnoslo con calma al volante. Llegamos junto a unos cuantos más vehículos a lo que se anuncia como el acceso más fácil hasta la cresta del negro cráter al este del Lago Mývatn. La otra subida permitida es por el extremo opuesto y tiene fama de ser muchísimo más dura, tanto por su algo mayor longitud como por su más pronunciada pendiente. Viendo que el viento amenaza con no irse a corto plazo, nos equipamos bien para resistir su empuje y empezamos a subir. El primer tramo no es tan fiero como parecía desde abajo pero la segunda mitad aumenta el desnivel, lo cual sumado a que ya llevas ascendidos metros suficientes como para que tu coche sea un pequeño juguete en la distancia hace que se haga algo duro. Dosificando esfuerzos, llegamos hasta arriba. ![]() El ascenso asequible a Hverfjall Es grande, mucho más que el cráter de Viti y obligándote a mover la cabeza para observarlo entero. Quedan tras nosotros buenas vistas al lago, presididas al fondo por la cima del monte Vindbelgjarfjall que quizás, solo quizás, subamos antes de que termine el día. Recuperados del esfuerzo de la subida, nos disponemos a rodear el cráter por completo en lo que probablemente nos lleve un rato. Decidimos seguir el sentido de las agujas del reloj para que a nuestro regreso debamos descender un tramo que ahora mismo se nos haría muy duro cuesta arriba. Los primeros metros van bien. Los segundos... bueno, podemos con ellos. En los terceros la cosa se complica. El viento hasta ahora molesto pero soportable -al llegar a la cima nos permitía inclinarnos sin caer, lo cual tenía su gracia- ha pasado a ser violento de verdad. Yo consigo mantener la vertical clavando los pies en el suelo, pero L empieza a tener serios apuros para mantenerse en el sitio. Patina de lado, empieza a asustarse y yo también de ver como el viento le está ganando la batalla. Corro a su posición para hacerle de tope, y no tardamos mucho en comprender que así va a resultar imposible completar todo el recorrido. Cuando apenas llevamos rodeado un 20% del perímetro, deshacemos con muchas penurias lo andado para regresar al punto de descenso. Tras dejar a L relativamente a salvo descendiendo ya por un lateral menos castigado por el aire, me resisto a abandonar la misión y doy media vuelta para volver a intentarlo yo solo. Dejo solo mis ojos sin protección, manteniendo a cubierto el resto de la cara gracias al gorro y la braga de cuello. Doy un paso. Y otro. Y otro más. Ya puedo ver a los tres valientes que quedan arriba. Y entonces llega. Viene directa hacia mí una nube de tierra a toda velocidad que hace que patine varios metros y solo pueda detenerme clavando en el suelo un bastón de senderismo de los que L traía consigo. Puedo hacer frente entre mi peso y mi fuerza a los golpes de viento. Puedo detenerme lo que haga falta para esperar a que amaine y retomar la marcha. Pero contra lo que no puedo hacer nada es contra medio cráter golpeando mis ojos a toda velocidad. Sin una protección adecuada, esto es jugársela absurdamente. E incluso con unas buenas gafas protegiéndome la vista tendría mis dudas. Aquí termina Hverfjall para mí también. Doy media vuelta y todavía me queda por superar los primeros cuesta abajo no resguardados del viento. Las nubes de tierra me adelantan. Con la ayuda de la GoPro intento registrar un mínimo de la experiencia, y no sé si por hacerlo le habré causado una pequeña marca en la lente fruto de un grano de tierra que golpea la pequeña lente con violencia. A medida que el viento amaina durante el descenso, aligero el paso para alcanzar a L y la furgoneta cuanto antes. No veo el momento de ponerme a cubierto y lavarme manos y ojos ahora llenos de tierra. ![]() El impracticable perímetro de Hverfjall ![]() Descendiendo junto a nubes de tierra Llego al interior y aquí también se percibe el vendaval. De vez en cuando una nueva nube de tierra golpea el lateral de la furgoneta inclinándola un par de grados. No era esta la experiencia que veníamos a buscar pero, como dirían en mi tierra, "Deu n'hi dó!". ![]() Hverfjall se burla según nos alejamos Recuperados de la impresión y de unos momentos tan tensos, ponemos rumbo al próximo atractivo de la zona. Tal y como anticipábamos las distancias a recorrer hoy son cortísimas, y en un abrir y cerrar de ojos hemos ganado algo de altura hasta alcanzar la tienda y centro de visitantes de Dimmuborgir. Vemos en este aparcamiento, una vez más, señales que prohiben acampar. Toda la zona de Mývatn parece poner las cosas complicadas a los que quieran pasar la noche en tienda de campaña, autocaravana o cualquier otro vehículo sin pagar la cuota de un camping. Antes de iniciar la visita damos un paseo por el interior de la tienda. Es la que más cantidad y variedad de postales ofrece de cuantas hemos visto hasta la fecha. Lo aprovechamos para llevarnos un par junto a los sellos necesarios, y ya estamos iniciando la excursión por Dimmuborgir. Es turno ahora de pasear y atravesar campos de lava que se solidificó al salir a la superficie, preservados por siempre jamás con curiosas formas que la caliente sustancia decidió adoptar antes de convertirse en piedra. Como dato curioso, un grupo noruego de black metal tomó su nombre de este lugar. Tras todo lo que llevamos andado, Dimmuborgir nos parece un agradable paseo con el que relajarse sin renunciar a mantener las piernas en marcha. Existen bien señalizados varios recorridos que van desde los diez minutos de duración hasta las varias horas, incluyendo un gran rodeo de ocho kilómetros que termina en Reykjahlíd, el núcleo urbano junto al lago unos metros al norte de nuestro camping. También se puede desde aquí enlazar con el camino que lleva a la falda de Hverfjall por el lado contrario al que hemos atacado, en lo que supone una subida mucho más larga y empinada que la del acceso más asequible. Dimmuborgir puede no ser tan vistoso como una gigantesca cascada o una laguna glaciar, pero su interés radica en conocer su origen. Saber que en su día lo que estamos atravesando fue un infierno en la tierra con lava saltando por todas partes le da al paseo un significado muy especial. Cogemos un par de pequeñas rocas que hay por el camino y verificamos que la lava solidificada no pesa prácticamente nada. Pasamos por un gran arco que inevitablemente nos recuerda a los caprichos geológicos del Parque Nacional de Arches, en lo que pese a tener solo un año de antigüedad se nos antoja un recuerdo muy lejano. ![]() Arcos en Dimmuborgir ![]() Lava solidificada ![]() Disfrutando del momento Terminamos en 45 minutos el recorrido que habíamos escogido, marcado oficialmente como de una hora de duración. Nos cruzamos a nuestro regreso hacia el centro de visitantes con un gran grupo de turistas de la tercera edad que han llegado organizados mediante un autobús. Ya antes habíamos comentado entre nosotros lo adecuado que era este lugar para gente que busque menos exigencias físicas. Nos han dado las 14:00 y, tal y como nos prometimos por la mañana, es hora de probar algo de gastronomía autóctona. En cuestión de minutos aparcamos frente al Vogajfós Restaurant, que tal y como prometía su página web forma parte de una granja con animales -y especialmente vacas- por todas partes. El olor a fauna que entra en la furgoneta al abrir la puerta anticipa que está a punto de pasar algo muy bueno. Accedemos al local, justo después de otro grupo de ancianos organizados que mantienen ocupado al personal durante unos minutos. Nos asignan finalmente una mesa en el centro del salón, lo suficientemente cerca de los amplios ventanales para disfrutar de las vistas a la granja y sus alrededores. El resto del local tampoco tiene desperdicio, de diseño cuidado y acogedor. Una evidentemente islandesa camarera se acerca a nosotros para anotar nuestro pedido. L tenía claro que quería probar el cordero islandés, y lo hace mediante un plato de pierna de ídem con puré de patatas y ensalada. Yo, arriesgando más, quiero probar algo más exótico y me decanto por el "Plato de granja", que se compone de una variedad de productos de la región. Para beber, una cerveza Viking -producida en el cercano Akureyri- de medio litro. Nos traen también sin pedirlo una botella de agua natural. Junto a la carta, nos entregan un pequeño libreto con la historia y bondades del lugar, haciendo especial hincapié en que toda la materia prima -carne, pescado, leche...- es de producción propia o bien obtenida de granjeros y pescadores de la zona. En palabras de L, el plato de cordero "sabe a Nochevieja", en lo que diría que significa que está para chuparse los dedos. El mío, por su parte, es exactamente lo que quería: un trocito de Mývatn en mi plato. La estrella es la trucha ártica ahumada, que no sé si por la experiencia de algo nuevo o por ese sentimiento cuando estás de vacaciones en el que todo te parece bien, me gusta pese a reconocer que es como meterse un trozo de chimenea en la boca. Lo acompañan un jugoso pan de ajo, otro tipo de pan similar al de pita, una tortilla que sabe a hogar, una ensalada con riquísimo queso mozzarella y una enorme copa de yogur Skyr bañado con leche obtenida de las vacas que mugen a pocos metros de nosotros. Y todavía hay gente -no nuestro caso- a la que le queda estómago para probar las populares tartas y helados del local. La cuenta casi alcanza las 11.000 coronas -más de 70 euros-, pero lo han merecido. ![]() Para A... ![]() ... y para L ![]() El agradable comedor de Vogafjós Cuando salimos al aparcamiento, nuevamente rodeados de ese viento que hoy se resiste a abandonarnos, pasamos al establo abierto que hay puerta con puerta junto al restaurante. Nos esperan aquí vacas y terneros de distintas edades que nos provocan esa mezcla de sentimientos enfrentados. Cariño por el animal, lástima por saber que no están en libertad y la el saber que tarde o temprano alguien como tú se los va a comer. Seguiremos siendo carnívoros, de todos modos. ![]() ¡Hola! ![]() A qué sabrá... Detrás del edificio una inmensa pradera acoge a otro buen puñado de vacas e infinidad de ovejas, custodiadas por el Lago Mývatn que queda un poco más allá. Así termina nuestro tiempo en Vogafjós, un lugar muy recomendado en el que prácticamente te permiten acceder hasta sus cocinas además de probar las exquisiteces de su menú. Eso sí, sin olvidar en ningún momento que la experiencia va a tener un precio, y no es bajo. ![]() Los dominios de la granja Con el estómago más satisfecho que nunca nos vamos bordeando el lago hacia el sur hasta el desvío indicado de Stakhólstjörn. Lo que nos espera aquí es un paseo alrededor de pequeños cráteres que se formaron con las explosiones de vapor provocadas cuando la lava alcanzó las aguas y zonas húmedas del lago. Aquí, a escasos metros del agua, seguimos sin ver ni rastro de esas nubes de pequeñas moscas que tanto habíamos oído hablar e incluso pretendíamos combatir con unas mosquiteras de cabeza compradas en eBay. Quizás el viento o la época del año nos hayan librado de ellas. Lo que sí encontramos es otro paseo poco exigente como el de Dimmuborgir. Sería realmente agradable de no ser por ese puñetero -ya nos empieza a cabrear de verdad- viento que sigue empujándonos una y otra vez a base de fuertes golpes. Los carteles anuncian varios recorridos, uno corto de 600 metros que pasa por los cráteres más cercanos al aparcamiento y otro más completo de dos kilómetros y medio que se adentra más en el lago y permite ver algunos ejemplares más. Nos quedamos solo con el primero, que ya es suficiente para divisar patos y cisnes en las orillas cercanas. ![]() Pequeños cráteres, I ![]() Pequeños cráteres, II ![]() Pequeños cráteres, III ![]() Pequeños cráteres, IV Regresamos a nuestra camper y seguimos hacia el norte por el lado oeste del lago, pasando de largo el desvío a la falda del monte Vindbelgjarfjall. Con un desnivel de 270 metros y un recorrido hasta su cima de dos kilómetros, traíamos el propósito de llegar hasta lo más alto para poder disfrutar de las vistas generales al lago. Pero este odioso viento y la convicción de que a más altura, con más fuerza soplará, nos lleva a tacharlo de la agenda. El maldito vendaval nos está minando la moral, con algunos momentos de desánimo al comprobar que vayamos donde vayamos allí está Eolo acompañándonos para que no podamos disfrutar al completo de la experiencia. Completamos la vuelta al lago en sentido horario para alcanzar el pueblo de Reykjahlíd, con la intención de dar un paseo por la calle comercial que pueda tener. Pero de eso no hay ni rastro, ya que el pueblo no son más que cuatro casas esparcidas por aquí y por allá, una piscina municipal donde unas siete u ocho personas -todas locales, imagino- están nadando al aire libre, y una gasolinera N1 que aprovechamos para recuperar los 45 litros de gasoil quemados desde el último repostaje. Indicamos 9.000 coronas en la máquina de autoservicio y apuramos el surtidor hasta casi rebosar el depósito para evitar que, al no llegar a la cantidad original, la gasolinera haga dos autorizaciones en la tarjeta de crédito aunque solo vaya a confirmarse la de la cantidad real. Cada vez más cansados y desmoralizados por luchar contra el viento, decidimos que visitaremos un punto más y con eso daremos por cerrada la jornada. Para mañana la previsión nos promete el viento tendrá solo una décima parte de la fuerza de hoy, y si pudiésemos empezar temprano podríamos arañar un par de horas al plan original para hacer un segundo intento de rodear la cresta de Hverfjall. Esta última visita del día la decidimos lanzando una moneda al aire. Las opciones son: la península de Höfdi todavía en el perímetro del lago, o la zona termal de Hverir a escasos kilómetros alejándonos por el este. Gana la primera y tras apenas cinco minutos estamos en el reducido pero suficiente espacio para aparcar. Tenemos aquí otro paseo nada exigente, por lo que en todo el día de hoy apenas habremos hecho esfuerzos físicos exceptuando la subida a Hverfjall y, claro está, la lucha perpetua contra el viento allá donde fuéramos. El fotogénico lugar consiste en una serie de caminos de tierra con bosque a lado y lado de los que salen pequeños miradores que se asoman a zonas donde las aguas del lago, con la corriente generada por el viento, golpean bloques de lava que en su día se tornaron sólidos al precipitarse a él. ![]() Las aguas de Mývatn en Höfdi ![]() Agua y lava ![]() El laberinto verde de Höfdi Y con esto, cuando faltan diez minutos para las 19:00, se acabó nuestro día en los alrededores del Lago Mývatn. Previa búsqueda de una plaza horizontal para hoy en el descampado del camping, nos detenemos en la pizzería para recoger nuestra ropa lavada y secada. Está ya abarrotada a estas horas, con tanta gente sentada comiendo o esperando sus pizzas como haciendo cola ante el mostrador para pedir la suya. Como dijimos que vendríamos a buscar nuestra ropa a partir de las 20:00, han cuadrado los tiempos y todavía faltan 20 minutos para que esté lista. Entre nuestras prendas se encuentran las toallas que necesitamos para la ducha, así que no nos queda más remedio que hacer tiempo esperando en la furgoneta. Mi amigo más fervoroso aficionado a las auroras boreales -saludos, Andrés- me informa desde Mallorca de que el índice KP que permite anticipar la existencia e intensidad de dichos fenómenos está por las nubes. Sin embargo, queda todavía hora y media para que atardezca por lo que deberían ser casi radioactivas para poder observarlas en estos momentos. Si el fenómeno persiste podría abrirse una nueva oportunidad de capturarlas, siempre y cuando las nubes lo permitiesen. Lo que no sabemos es si nuestro cuerpo está preparado para un último asalto contra el viento en caso de que fuese necesario. Dan las 20:00 y regresamos a por nuestra colada como paso previo a poder ducharnos. Al regresar, uno ya no sabe si está viendo "algo" en el cielo o son imaginaciones suyas. Y como te sientes obligado a asegurarte, tiras de equipo fotográfico en el modo más inmediato posible para poder salir de dudas. Un cielo nublado normal y corriente nos confirma que hoy no tendremos una nueva entrega del espectáculo de luces verdes. Tras una sopa de pollo de sobre, picar algo de aquí y allá y hacer un poco de inventario de provisiones para comprobar que, muy probablemente, al final nos sobrará comida que deberemos dejar en la "Zona Verde" de Happy Campers, nos vamos a dormir algo más pronto que en las últimas noches con el sonido del viento todavía presente en el exterior, pero la esperanza de que como las peores pesadillas, se haya desvanecido cuando volvamos a abrir los ojos. Etapas 10 a 12, total 19
8 de septiembre de 2015
![]() Mapa de la etapa 10 De nuevo arrancando a las siete de la mañana con energías restablecidas. El cielo amanece muy despejado, una situación que nos hubiera venido muy bien la noche anterior cuando las densas nubes nos privaron de lo que parece haber sido una noche especialmente intensa de auroras boreales. Pero lo más importante es que, cuando abrimos la puerta, comprobamos que el viento ha desaparecido casi por completo. Exactamente unos cuantos cientos de metros frente a nosotros tenemos a Hverfjall riéndose todavía por cómo salimos despavoridos la mañana anterior, pero lo que no sabe es que pensamos volver para vengarnos. No sabemos si lo rodearemos por completo -no es moco de pavo, entre hora y hora y media-, pero por lo menos poder pasar más de cinco minutos en su cresta sin miedo a salir despedido por el viento. El plan original para hoy era abandonar temprano la zona de Mývatn, así que ejecutar nuestra venganza requerirá apretar un poco la agenda. En el viaje de ida y vuelta paseando hasta los baños del camping sufrimos por primera vez la temida invasión de pequeñas moscas de Mývatn. En los lavabos junto a las duchas, no hay un solo centímetro cuadrado sin una mosca moribunda. Parece Normandía. Al regresar hasta la furgoneta, nuestra cara cruza pequeñas nubes de ellas. Afortunadamente supimos de ello con antelación y traemos, por si fuese necesario, un par de redecillas para la cabeza compradas por una cantidad irrisoria a través de eBay. En cualquier caso, lo más probable es que según nos aproximemos a Hverfjall y nos alejemos ligeramente del lago tanto por distancia como por altura las moscas dejen de ser un problema. Son las 9:00 cuando nos hemos despedimos tras tres noches de estancia del camping de Vogahraun, el cual recomendamos aún sabiendo que los precios son algo elevados. Haciendo la suma, hemos gastado aquí 9.000 coronas por tres noches para dos personas -incluyendo duchas y electricidad, si puedes consumirla-, 7.400 coronas en cenar -¡y desayunar!- un par de pizzas con bebida, y 3.000 coronas en lavar y secar nuestra ropa sucia acumulada. En total y tras aplicar el cambio, las buenas gentes del camping se han quedado con unos 130 o 140 euros de nuestro bolsillo. En unos 15 minutos y tras volver a superar los dos kilómetros de grava, volvemos a encontrarnos en la base del acceso fácil a lo alto de Hverfjall. Esta vez con mucho menos viento que hace 24 horas. Solo dos coches incluyendo el nuestro se quedan esperando en el parking cuando iniciamos por segunda vez la subida. De nuevo el viento es más intenso aquí que en los alrededores del lago, pero en esta ocasión parece mucho más soportable. La subida transcurre sin contratiempos, una vez más con una primera mitad de ascenso suave para luego dar paso a una segunda mitad algo más empinada en la que parar en alguna ocasión y dar media vuelta para apreciar las vistas. ![]() Ya estamos aquí otra vez... Alcanzamos la cima, nada inédito hasta aquí. El viento sigue dándonos algo parecido a una tregua. Al igual que ayer y al contrario que la mayoría de senderistas, comenzamos a recorrer el perímetro del cráter en el sentido de las agujas del reloj con tal de evitar una fuerte subida que espera en el lado contrario. Avanzamos con paso lento pero seguro y en apenas tres minutos ya hemos superado lo que fue nuestro punto de retorno durante la jornada anterior. Ya más confiados pero conservando la prudencia, llegamos al hito que nos hemos marcado, el punto más alto de la circunferencia en esta porción del perímetro. ![]() Primera fase completada ![]() Segunda fase en proceso ![]() Tercera fase, ¡conseguida! Las vistas consiguen que haya merecido la pena. Tenemos al noreste toda la extensión de columnas de vapor, alguna de ellas correspondiente a los baños termales. Al noroeste aguarda el Lago Mývatn presidido por el monte Vindbelgjarfjall, ese que tampoco pudimos visitar ayer a causa del viento. Y siempre iniciando su descenso a escasos pasos de nuestra posición la pared interior de Hverfjall. Con lo que ha costado y la perseverancia que ha sido necesaria para llegar hasta aquí, nos resistimos a iniciar el camino de regreso. Si las condiciones actuales no cambiaran, podríamos asumir la misión de rodear por completo la cima, pero ya hemos hecho concesiones en nuestra agenda para llegar hasta aquí y continuar hasta dar la vuelta completa supondría demasiados ajustes. ![]() Por fin podemos disfrutar de Hverfjall ![]() Mývatn y Vindbelgjarfjall desde la cresta Damos la misión por cumplida y, con una maravillosa sensación de haber superado un obstáculo, deshacemos nuestros pasos para regresar hasta la camper. Hverfjall debe tener miedo a que olvidemos de lo que es capaz, ya que por momentos el viento empieza a soplar más fuerte y levantar nubes de tierra en lo comienza a asemejarse al infierno con el que nos recibió ayer. Pero parece que se ha quedado con las fuerzas justas y no puede mantener esa violencia de forma constante, por lo que parando unos instantes en los peores momentos conseguimos alcanzar la bajada. Vemos ya en el parking hasta 13 vehículos y durante el descenso nos cruzamos con gente que lleva equipados objetivos con la anilla roja -traducción: no son baratos- totalmente expuestos y desprotegidos ante la tierra que el viento lanza contra ellos, sin ni siquiera la tapa del objetivo puesta para evitar que la lente reciba directamente los golpes. Son las 10:30 cuando estamos de vuelta en la furgoneta sabiendo que aquí termina nuestra estancia en el Lago Mývatn. Por delante nos quedan 55 kilómetros hasta el próximo hito, uno que tras casi dos días desde la última revivirá nuestra pasión por las cataratas. Godafoss espera. El desvío a mano izquierda cuando restan diez kilómetros para alcanzar la catarata no indica Godafoss, si no que es la continuación de la carretera 1 hacia Akureyri. Cuando quedan tres kilómetros para la meta y empezamos a descender una colina, la cascada aparece por debajo de nuestra posición. Dando la sensación de ser pequeña desde esta distancia alcanzamos uno de sus aparcamientos, en concreto el más cercano a la catarata en la orilla oeste del río. Ya estacionados, nos equipamos el cubrepantalón para completar nuestro uniforme de resistencia al agua y nos ponemos en marcha. Nos acercamos todo lo que el instinto de supervivencia permite a su extremo derecho, dando un par de saltos para atravesar de roca en roca el riachuelo que se interpone entre ella y nosotros. El viento es cambiante y con él la dirección que toma la nube de agua, que por estar a tan corta distancia nos empapa tanto o más que la de Dettifoss. La catarata es impresionante y estilizada, formando un anfiteatro que la diferencia de cualquier otra. Su nombre viene de historias de la literatura clásica islandesa que aseguran que fue aquí donde lanzaron al agua a los dioses antiguos de la cultura islandesa tras abrazar el cristianismo. ![]() Sorteando rocas para llegar al balcón ![]() El anfiteatro de Godafoss ![]() Disfrutando del espectáculo Regresando hacia el aparcamiento vemos otro mirador inferior perfectamente delimitado por un cordel. En realidad resulta algo redundante, ya en este lateral hay mil ángulos y posiciones que son para enmarcar sin necesidad de que un cordel dictamine donde debes o no debes hacer fotos. ![]() Godafoss en todo su esplendor Tomamos el coche para cruzar el puente hasta el otro lado, no tanto por querer evitar el esfuerzo de hacerlo caminando si no por ganar un tiempo que no podemos desperdiciar. Pasamos junto a unos baños públicos unisex, y tras parar en el parking más cercano a este lateral de la cascada y escuchar como el viento activa la alarma antirrobo de un vehículo iniciamos el camino hasta el punto de vista más cercano al agua que el entorno ofrece. Veníamos informados de que este sendero no estaba señalizado, pero nada más lejos de la realidad. Según nos acercamos avanzando en paralelo al río unos metros por encima de él un poste indica el punto en el que se abre un camino de tierra por la derecha que rápidamente desciende hacia él. El mirador es también para no perdérselo, aunque la exposición al viento y la nube de agua alcanza cotas máximas debido a la cercanía al salto. ![]() El mirador más cercano Solo nos queda remontar la pequeña cuesta y continuar un poco más allá el camino superior para alcanzar el último de los miradores, el que más se acerca desde arriba al extremo más oriental y que deja la catarata a la derecha ya que estamos mirando hacia el sur. Otro lugar propicio para conseguir fotografías dignas de un marco. ![]() El último de los balcones a Godafoss Regresamos al parking, acercándonos ya a las 14:00 y con el estómago recordándonos que en la cercana ciudad de Akureyri hay una popular hamburguesería que quizás nos interese. Antes de llegar al vehículo vemos en una pequeña playa mínimamente resguardada del viento a un grupo de personas practicando algún tipo de disciplina oriental. Nosotros a duras penas conseguiríamos mantener el equilibrio en algunas de las posiciones que están practicando, no digamos con la presencia de un viento que por momentos vuelve a recordarnos a nuestro némesis de la jornada de ayer. ![]() Un sitio tan bueno como cualquier otro De nuevo en nuestra Renault Trafic ponemos rumbo al oeste donde a 50 kilómetros espera la ciudad de Akureyri, conocida por ser la "capital del Norte". Si en Islandia existiesen los Stark, este sería su hogar. Tras aproximarnos por el otro lado al fiordo de Eyjafjördur en el que se encuentra cruzamos un gran puente y nos topamos con las entrañas de la ciudad, que ya desde el primer momento queda claro que es mucho más que uno de los típicos pueblos encontrados hasta ahora. Siguiendo las instrucciones del GPS nos quedamos a escasos metros de la Hamburguesería Fabrikkan y vemos lo que parece un aparcamiento con algún tipo de restricción. Estacionamos y, tras preguntar a cuatro personas y que nos manden de un sitio a otro hasta en tres ocasiones, en una cafetería nos informan de que debemos indicar mediante un papel en la luneta a qué hora hemos llegado. El aparcamiento tiene unas señales que dan a entender que la estancia máxima permitida es de dos horas entre las 10:00 y las 16:00. Anotamos las 14:30 y también dónde nos encontraremos, por si hubiera un problema. Nos vamos a comer. Fabrikkan huele a sofisticado desde el instante en el que entras por la puerta. El local es enorme, con grandes sofás y buena música, y en la vitrina junto a la puerta vemos unas pequeñas hamburguesas que luego sabríamos gracias a la carta de postres que resultan ser dulces muffins. Nos decantamos por dos variantes de hamburguesa de cordero, bien hechas y acompañadas de patatas. Para beber L es tradicional y fiel a su Coca Cola Zero, pero a mí me atrae el "Batido de chocolate con hielo"... que sí, no es más que Laccao o Cacaolat -nótese ya mi doble nacionalidad catalanomallorquina- con cubitos de hielo. Mientras esperamos el plato principal descubrimos una maravillosa conexión a Internet a más de 20 Mbps que aprovecho para descargar el último episodio emitido de MasterChef USA con el ordenador portátil. ![]() ¿Pero esto qué...? ![]() Póngame cuatro Llegan las hamburguesas. Y las lágrimas no nos dejan ver más allá. Y las babas no nos permiten articular palabra. El cordero está jugoso, sabrosísimo, y elevado a lo espectacular con una salsa que parece tener una base de mantequilla. El pan, cuadrado y con semillas, se deshace cuando el mordisco lo une con las grasas de la hamburguesa. Y las patatas... ay, las patatas. Nos sentimos gordos solo de recordarlo, pero volveríamos a repetir con los ojos cerrados. Normalmente terminamos las comidas tan saciados que lamentamos no tener hueco suficiente para el postre, pero yo hoy hago el esfuerzo extra. Ese muffin con forma de hamburguesa no lo voy a encontrar en otro sitio. Está caliente y sabe a chocolate. ¿Podemos acampar aquí? ![]() Póngame ocho ![]() ¡Póngame quince! Pagamos una cuenta que se queda en las 6.300 coronas, 44 euros al cambio. Probablemente esta sea nuestra última incursión en la gastronomía islandesa hasta, por lo menos, nuestras últimas horas en Reykjavik cuando hayamos devuelto el vehículo. Ahora nos quedan por delante días en los que agotar los productos que tenemos en la nevera. Antes de reemprender la ruta callejeamos unos minutos por lo que parece la zona más comercial de Akureyri. Está muy poblada de servicios, desde decenas de restaurantes hasta híbridos entre cafetería y librería, pasando por tiendas de ropa, joyas y más. Pero pese a que todos los comercios permanezcan abiertos el barrio tiene un aspecto desolado, quizás debido a que para los islandeses nos encontramos ya en temporada baja y hoy es un día laboral cualquiera. Regresamos a la furgoneta, donde parece que no ha habido inconveniente con nuestra peculiar forma de indicar la hora de llegada. Tras unos minutos estamos en uno de los dos supermercados Bonus de Akureyri. También dispone de un Netto, pero con la franquicia del cerdito rosa nos basta para reponer pan, leche y refrescos. 1.300 coronas, probablemente nuestra compra más económica en un supermercado islandés. Toca avanzar en la ruta. Y de qué manera... nos separan casi 200 kilómetros de nuestro destino final del día, lo que con las velocidades que suele permitirnos la carretera 1 que volvemos a transitar debería dejarnos allí dentro de dos horas, alrededor de las 19:00. Los primeros 60 kilómetros nos llevan por las entrañas de un descomunal valle atravesado por una carretera 1 tan impecable que, sin ser consciente de ello, el velocímetro alcanza los 130 km/h cuesta abajo y debo reducir. Nos detenemos en un merendero pasado el valle, pero ha quedado ya demasiado atrás y no puedo retratarlo como me gustaría. En su lugar podemos contemplar un trozo de río que traza una media circunferencia alrededor de un gran meandro. ![]() Un meandro, sigamos Los siguientes 130 kilómetros los recorremos haciendo una muy buena media, pasando por el pueblo de Blönduós. Antes superamos un desvío indicado como Dalvik, del que me pregunto si tendrá algo que ver con los ingenieros de Google poniendo nombre a la máquina virtual para Android. Superamos prados y más prados y las montañas con cimas nevadas que antes veíamos a lo lejos ahora van desapareciendo por el simple motivo de que las hemos superado. Mientras nosotros vivimos en agrupaciones de casas y pisos donde corremos el riesgo de soportar indeseables vecinos, hay gente que pasa su vida en una de las solitarias granjas que estamos pasando de largo. Nos gustaría saber qué nivel de vida pueden mantener. O quizás no, ya que nos forzaría a replantearnos muchas cosas. Alcanzamos, ya amodorrados por la monotonía de la carretera, el desvío a mano izquierda a diez kilómetros de Ferdabjónustan Daeli. Decidimos pasar la noche en esta zona por dos motivos: el primero, que está situado 20 kilómetros al sur de Hvítserkur, un muy fotogénico arco que emerge de las aguas de la costa norte islandesa y que pretendemos visitar la mañana posterior. El segundo, que se encuentra a una buena distancia intermedia entre nuestro origen en Mývatn y nuestro destino de mañana, uno de los más esperados del viaje. Así que para partir en dos la larga jornada de carretera, algo más de 200 kilómetros hasta aquí parecía un buen sitio en el que detener la marcha. Pero antes de alcanzar el camping y ya en el mismo desvío pasamos de largo el giro final para avanzar apenas un par de kilómetros más. Estos nos llevan a Kolugljufur, una falla que atraviesa el valle en el que nos encontramos y en el que, frente al puente que la atraviesa, aloja una catarata que también va a sorprendernos. Aparcados prácticamente a metros de ella, las rocas de su lateral derecho nos permiten quedarnos a una distancia irrisoria de sus distintos saltos. Este tipo de cataratas con un caudal más reducido que permite ver la mojada roca que queda tras el agua precipitándose tienen un encanto especial y dan mucho juego tras el objetivo de una cámara. Esta no solo no es una excepción, si no que gracias a la estratégica posición de varias rocas en las que posarse se presta especialmente a ser retratada. Por si fuera poco, siguiendo el camino de agua tenemos unas vistas privilegiadas a como la falla continúa abriéndose paso entre las altas paredes. Una delicia de parada que inevitablemente se alarga más de lo esperado. ![]() Las cataratas de Kolugljufur ![]() Un poquito más cerca ![]() Asomándonos a la falla ![]() Contemplando la falla Son las 19:30 cuando hemos deshecho el pequeño desvío y recorrido los tres kilómetros adicionales que nos llevan al camping de Ferdabjónustan Daeli. Y aquí nos estaba esperando la guinda del pastel. Nos detenemos en un descampado en el que no hay absolutamente nadie aparcado para acto seguido dirigirnos a pie hasta lo que parece una mezcla de restaurante y hotel de montaña. En su casi vacío interior las dos chicas de la recepción nos confirman el precio de 1.000 coronas por persona y noche -el más barato hasta ahora, y además incluye duchas- y que tanto las duchas como la cocina comunitaria se encuentran en el tercer descampado, el más alejado del edificio principal. En el central hasta seis pequeñas encantadoras cabañas con baño privado y literas forman un círculo que nos hace plantear si pasar por una vez una noche bajo un techo diferente al de la furgoneta. Pero su precio es de 8.000 coronas y la excesiva diferencia de precio respecto al campamento nos hace descartar esa posibilidad. Pagamos la estancia y, al salir del local, descubrimos en los jardines frente a la entrada a un perro que en cuanto ve que tiene nuestra atención corre hacia nosotros pelota en boca con ganas de jugar. Está a la defensiva, pero acaba cediendo y dejándose acariciar. Parece que sea algo mayor, pero la buena vida que debe tener en estos campos le mantiene en forma. Regresamos al coche para instalarlo definitivamente en el área designada, intentando que quede lo más cerca posible de la cocina y las duchas. En este descampado volvemos a no encontrar absolutamente nadie. Dejamos la furgoneta frente a unos columpios y una pequeña caseta sacada de los decorados de The Walking Dead y entramos en la gran construcción de madera que aloja las instalaciones comunitarias. Nos espera dentro un amplio y acogedor comedor con capacidad para 40 o 50 personas, una completa cocina con vitrocerámica y unos baños completos con calefacción y las primeras duchas con mampara de todo el viaje. Y todo, según parece, para nosotros solos. ![]() Previously, on AMCs... ![]() El comedor comunitario, por fuera No tardamos en cargar con todo lo susceptible de ser enchufado junto a algunas cosas para cocinar y meterlo todo en la caseta. Pasamos aquí un largo rato dejando todas las baterías al 100%, cociendo los macarrones que nos quedan para un plato futuro y relajándonos, relajándonos muchísimo. Para ya poner el broche, la cobertura móvil de Siminn es perfecta y nos permite mantener sendas conversaciones fluidas y sin cortes con nuestras familias sin miedo a escuchas ajenas gracias al vacío de todo el comedor. Llegado el momento, debo regresar a la furgoneta para coger algunas cosas y ahí descubro la única parte subjetivamente negativa. La camper ha quedado aparcada junto a la zona de juegos con aspecto abandonado. Está ya muy oscuro. El viento suena con fuerza. No hay nadie. Dicho de forma sutil, siento cierto gusanillo en el estómago que hace que tenga mucha prisa en regresar a la cabaña. Dicho de forma clara, me cago vivo. ![]() Son imaginaciones tuyas, son imaginaciones tuyas... No nos dan las uvas pero sí las 23:00 viendo el capítulo de MasterChef -¡Luca!- cuando va siendo hora de organizar nuestro dormitorio de siempre, aunque la tentación de coger el nórdico y colocarlo sobre las mesas del comedor es muy grande. Al salir al exterior veo ese resplandor familiar en el cielo. Hago la prueba, pero no da el resultado esperado: solo unas nubes con cierto tono verdoso en su contorno. Probablemente las auroras estén tras ellas ofreciendo un espectáculo solo al alcance de los pájaros y los aviones. Así termina un día más, que empezó bien, continuó mejor y terminó excelente. Nos deshacemos de una hoja más del dossier con el plan de viaje, que poco a poco se está acercando a su final. ![]() Sin auroras esta noche Etapas 10 a 12, total 19
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