MALAUI: La vuelta al Sur de África en 80 días (6) ✏️ Blogs de MalawiRuta por libre alrededor del lago, recorrido inexperado en el extremo sur del continente africano.Autor: Globaltrote Fecha creación: ⭐ Puntos: 5 (9 Votos) Índice del Diario: MALAUI: La vuelta al Sur de África en 80 días (6)
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VISADO:
Se puede obtener a la llegada. 75$. Sólo aceptan dólares. Los cambistas que pululan por la zona ofrecen tipos de cambio muy poco ventajosos. Cuidado con el cambio, en Chipata (Zambia) trataron de estafarme con un aparente buen cambio, pero a la hora de entregarme los billetes hacían trucos con la mano cuando contaban los billetes. LLEGADA: Por bus directo a Lilongue desde Chipata. Horarios confusos. Moneda 750 Kwachas = 1 Euro GUÍA DE VIAJE: Lonely Planet (LP). QUÉ HE VISTO: Malaui es un destino donde el turista no es una rareza y los locales pueden incomodar al viajero haciéndoles saber su situación de pobreza. Antiguamente no se precisaba visado y en un principio no pretendía entretenerme mucho aquí, pero la gente que conocí me invito a pasar una de las etapas más divertidas de todo el viaje. Tiene una correcta infraestructura mochilera. Lilongüe: Capital del país. En mi opinión no ofrece nada de interés que no haya visto ya en otras ciudades del Sur de África. Prescindible. Alojamiento: Mabeya Lilongwe . 12$. Dormitorio. Bueno, seguro, pero alejado del centro. Lilongüe - Mzuzu. Bus. 6000K Mzuzu: Pequeña ciudad al norte del país. No ofrece ningún interés salvo las plantaciones de café y excursiones por la zona. Alojamiento: Mzoozoozoo. 3500K. Dormitorio. Espectacular. Muy agradable, Paul, el chaval que lo llevaba te hacía sentir como en casa. Cervezas frías en compañía y barbacoas. Mzuzu - Livingstonia - Mzuzu. Viaje con amigos,el coste de la gasolina y algunas cervezas. Livingstonia: Pueblo en lo alto de una colina con vistas al lago. Mágico. Alojamiento: Lukwe. 8500k. Cabaña entre árboles. Comida biológica del huerto de Luk. Chitimba: Pueblo al pie de la carretera que lleva a Livingstonia. Hay algunos campings. Vida relajada a la orilla del lago donde no hay nada que hacer salvo ver el día a día de la comunidad. Niños que juegan, pescadores que reparan las redes, mujeres que se bañan, ... Alojamiento: Vivac sobre la arena, bajo las estrellas. 0K Mzuzu - NKhata Bay. Taxi. 6000K. Nkhata Bay: Puerto de entrada y salida del Lago Malaui, este enclave ofrece múltiples opciones de alojamiento sobre el lago. Aporta opciones de ocio sobre las actividades lúdicas entorno a la naturaleza del lago, cosa que también se agradece. Alojamiento: Mayoka Village. 10$. Dormitorio. Nkhata Bay - Likoma. Ferry. 7610K Likoma: Extraordinaria isla lacustre. Remota y pacífica, con espectaculares caminos entre baobabs y el lago pasando por vivos pueblos donde los niños te reciben con estruendo y juegos. Inolvidable. Alojamiento: Ulisa Bay. 4060K. Dormitorio. Likoma - Metangula (Mozambique). Ferry. 3900K Imagenes relacionadas Etapas 1 a 3, total 4
Lo primero que me sorprende de Malaui es la cantidad de gente que camina por las carreteras. El país tiene prácticamente la misma población que Zambia o Zimbabue, pero mucho menos territorio. Otra cosa que llama la atención es la cantidad de bicicletas que circulan por los arcenes. El atardecer da a Lilongüe un carácter bullicioso, con multitudes caminando a lo largo de la avenida principal de la ciudad. Cruzamos el rio Lilongüe, en el que muchos hombres lavan zapatos en sus aguas. El autobús se detiene en el mercado, donde entre la multitud se distingue numerosos hombres con el típico gorro musulmán. El sol se pone y un muyahidín llama a la oración desde una enorme mezquita. Un tuk-tuk pasa ante mí y lo tomo para dirigirme al hostal para mochileros de turno. Allí me topo con Mike, el encargado de la sección de actividades. Le pregunto por caminatas en Nyika, en el norte, siguiendo el itinerario recomendado por Gary y Diane. Desafortunadamente desconoce las opciones del norte del país, pero me invita a indagar en Nkhata Bay, el ‘centro’ mochilero del norte. Me sugiere tomar el autobús ejecutivo a Mzuzu, que sale de un centro comercial a las 11h y de allí tomar un taxi compartido a Nkhata Bay. El subconsciente es traicionero y al preguntarle por la presencia de musulmanes en el país, algo que me llama la atención por novedoso en mi itinerario, me cuenta que el 30-35% de la población es de creencia islámica, pero que ‘no resulta conflictivo’. Le doy las gracias y me voy a cenar a uno de los restaurantes seleccionado por la guía. Había cambiado de nombre y ahora se llamaba Ad Lib. La comida está bien, pues el responsable es el mismo - me comentó Mike, el taxista que esperaba a la puerta. La comida no resulta tan espectacular como para seleccionarlo, pero la camarera que me atiende, sí. A la salida regateo con Mike, quien compartía conmigo la opinión del personal del restaurante. El precio final quedó sin fijar en una horquilla entre 1000 y 1500 kwachas. Tras unas risas durante el trayecto, le pregunto a Mike por el precio final. Me cobró la opción más barata, precio de amigo. Lo que Mike no me dijo es que Lilongüe tiene varios centros comerciales y la habitual falta de concreción africana, en la que su concepto de cerca y lejos o pronto y tarde resultan confusos a oídos de un europeo, me impide dar con el correcto. Entonces recuerdo los comentarios de Xavier Aldekoa acerca de la confusión de realidad y deseo africanos. Finalmente, tras recorrer media ciudad con la mochila a cuestas bajo un sol de justicia, tomo un tuk-tuk. Lo que para un malauí está cerca, para mí resulta que está a tomar por culo. Concretamente a la salida de la ciudad. Compro algo de comer y me siento en unas mesas del supermercado del mall. En el mostrador hay una cafetera expreso. Pido un café con leche, pero el trabajador me dice que no, que esa cafetera sólo es para el jefe. Flipo. Mike tenía razón, el servicio ejecutivo salió puntual a las 12h y llegó a Mzuzu alrededor de las 17h. Como Mzuzu parece una ciudad importante y la guía recomendaba un hostal, decido alojarme allí e indagar sobre las opciones de ir a Nyika. Paul, el recepcionista/barman/DJ del hostal me da la llave del dormitorio, que sólo ocupo yo. Tomo una ducha y voy al bar a tomarme una cerveza mientras me conecto a internet. En la mesa de al lado está Gavin, un angloamericano de 42 años que lleva viajando unos 3 meses por el este de África, Steve, un canadiense de 28 que lleva viajando 10 meses alrededor del mundo con su novia, Nikki. Si viajar es una pasión, hablar y escuchar sobre los viajes realizados es un vicio. No recuerdo en qué momento me incorporé a la conversación, pero resultó imposible parar de contar anécdotas al hilo de las que escuchas. Es adictivo. A medianoche ya nos habíamos fundido unas cuantas cervezas. A Paul se le cerraban los ojos, a Steve se le entendía con dificultad y Nikki ya hacía tiempo que se había retirado. Era momento de cerrar el local. Mientras esperaba el desayuno, Paul hizo unas llamadas a un par de amigos para informarme de las opciones de realizar caminatas en el Parque Nacional de Nyika. Me pasa con Roy, un tipo que tenía programado un safari con una pareja. Yo no estaba interesado en ver más animales, pero podía aprovecharme de la logística y realizar por el entorno un par de caminatas. Doy el Ok, a la espera de concretar el plan el viernes, para evitar sorpresas de última hora. Mientras desayuno, se incorpora Gavin, con quien comparto reflexiones acerca del desarrollo de África. Su opinión está en la línea de la mía y de las lecturas de este viaje. Me resulta chocante tanta unanimidad. En estas que aparece Steve para indicar a Paul que estarán allí un día más. Nikki tiene resaca y el también. Es jueves y conversando se ha hecho tarde como para hacer una excursión al lago. Decido pasear por la tranquila ciudad y disfrutar de los paisajes cotidianos de un lugar sin más atractivo que el del día a día de una ciudad cualquiera. Paseo por el mercado en el que las frutas y verduras se venden por montones, que se exhiben cuidadosamente colocados. También se venden mochos con los harapos de los restos de camisetas, piezas de automóviles, telas, artículos de higiene… Almuerzo mshima con pollo en un restaurante local y por la tarde descubro una cafetería donde hacen un buen café, pero la dependienta no acierta a decirme si el café que he tomado es el mismo que venden en grano. Al pasar por una panadería, su olor me invita a entrar y no puedo evitar comprar un par de bollos. Y para acabar un día normal ceno un exótico plato de fried noodles y un lasi de postre en un restaurante hindú. De regreso al Mzoozoozoo, Paul me dice que Roy no puede acercarse el viernes. Mal asunto. Me tomo una cerveza con Gavin y le explico mis planes y él me explica los suyos, cuando Paul, que nos está escuchando, nos dice que la pareja que está fumando en el porche tiene previsto ir a Livingstonia, un pueblo en la ladera de la meseta de Nyika. Le pedimos si nos los puede presentar. Samanta es una estilizada mulata malauí con rasgos que invitan a pensar que puede ser de cualquier lugar de medio planeta, de Bangladesh a Mauritania. Vive en Zurich con su novio Thomas, a quien está enseñando Malaui. Cumplirá los 30 el año que viene. Ambos están encantados de que nos sumemos a su particular fin de semana. Así que todos acabamos el día tomando cervezas, invitando a Paul a sumarse desde el otro lado de la barra, celebrando el cambio de planes y poniendo un broche extraordinario a un día cualquiera. Día 62, Mzuzu. Etapas 1 a 3, total 4
A las 11h, antes de lo previsto, pasó Samantha a recogernos. Junto a ella y Thomas, venía un empleado de su familia que los acompañaba para indicar las posesiones que su madre había comprado a orillas del lago Malaui. Todas ellas espectaculares.
Samantha había quedado con un amigo, Mathias, en la casa de éste. Allí tomamos unas cervezas con él y Andrew, un amigo de Kentucky que lleva un año de voluntariado con las Peace Corps en el sur de Malaui. Tras tomar el primer baño en el lago y un par de cervezas, nos subimos en el remolque de la ranchera todoterreno de Mathias y remontamos las empinadas rampas de tierra que nos llevan a Livingstonia. Nos alojamos en el lodge de Luc, un belga nacido en el Congo. Allí cenamos una ensalada con verduras de su huerto, puré de patata y salchichas hechas por él, en una tarima con espectaculares vistas al valle y al lago. La velada se alargó tomando cerveza y conversando sobre todo, hasta que caí rendido. A la mañana siguiente habían cambiado los planes. A las 11h, después de desayunar y de hacer una caminata por el valle hasta una cascada, bajaríamos con Luc a su finca, donde pasaríamos la tarde. De camino, compramos una caja de 20 cervezas y encargamos una segunda para que nos la llevaran a media tarde. Una nevera conectada a la batería del coche se encargaba de mantenerlas frías en la calurosa tarde. La finca de Luc era espectacular, bordeando una playa de arena blanca, había plantado un par de buganvillas que enmarcaban perfectamente el paisaje del lago. Después de tomar un baño, nos sentamos a la sombra de un mango y conversamos mientras tomamos más cervezas y contemplamos las escenas locales: mujeres lavando ropa o los cacharros de cocina, pescadores reparando sus redes o niños jugando. A media tarde llegaron los repuestos de cerveza y una mujer se acercó para vendernos la pesca del día, que después cocinaríamos a la parrilla. Enseguida atardeció entre risas, fotos, conversaciones y cervezas, muchas cervezas. Para entonces llegaron Mathias, que había tenido que hacer unas gestiones en un pueblo próximo, y Andrew, que le había ayudado. Trajeron más cerveza y comida. Luc sacó sillas y esteras y las dispuso alrededor del fuego. Andrew se encargó de la parrilla, algo que parecía dominar a la perfección, manteniendo las brasas en su punto óptimo. La cena fue espectacular, estando el pescado como el pollo en un perfecto punto. Al estilo Kentucky. Ya de noche y en plena euforia decidimos dar el último baño del día, mientras los pescadores salían a faenar, iluminando con sus linternas la entrada al agua. Después supimos que fue una temeridad, ya que era posible la presencia de cocodrilos en el lago a partir del atardecer. Poco a poco nos fuimos retirando discretamente. Yo dormí sobre una esterilla, con la arena de la playa como colchón y las estrellas como manta. Cuando me despertaba al cambiar de postura, podía ver como avanzaba la luna mientras los pescadores punteaban con sus luces el horizonte. Al día siguiente me desperté con el sol. Las aguas del lago amanecieron tranquilas, como si no quisiese hacer ruido, cómplice de nuestra velada, respetaba nuestro gran dolor de cabeza. Noches alegres, mañanas tristes. Poco a poco se incorporaba el resto, cruzándonos pocas palabras y tras tomar el último baño, lentamente empezamos a recoger, desayunando un poco de té y los restos de la cena del día anterior. A las 11h nos despedimos, sabiendo que probablemente no nos volvamos a ver. Es una de las grandezas de los viajes, la gente que conoces; las vivencias, proyectos y opiniones que compartes y que perduran en la memoria más que el tiempo que compartes con unas verdaderas amistades, aunque pasajeras. Día 65, Mzuzu. Etapas 1 a 3, total 4
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