LIKOMA: Entre los baobabs del lago ✏️ Diarios de Viajes de MalawiEl plan era pasar la noche en NKhata Bay, la principal atracción de Malaui en al norte del lago. Pero la resaca, el cansancio y la hospitalidad del Mzoozoozoo cambiaron mis planes inmediatamente. Paul estaba haciendo una barbacoa de celebración...Diario: MALAUI: La vuelta al Sur de África en 80 días (6)⭐ Puntos: 5 (9 Votos) Etapas: 4 Localización: MalawiEl plan era pasar la noche en NKhata Bay, la principal atracción de Malaui en al norte del lago. Pero la resaca, el cansancio y la hospitalidad del Mzoozoozoo cambiaron mis planes inmediatamente. Paul estaba haciendo una barbacoa de celebración con los trabajadores, el dueño, familiares y algunos amigos. Estabámos invitados. Lástima que ya habíamos comido en el restaurante favorito de Samantha, un italiano delicioso. Paul sonreía cada vez que rechazaba una cerveza. Pincho algo por cortesía y tras una buena ducha me hago una siesta. Qué bueno es sentirte acogido. Ya por la tarde, recuperado, rememoramos el fin de semana con Gavin, Paul y Samantha y nos despedimos. Al día siguiente desayuno tranquilo. Gavin va a pasar unos días en Nkhata Bay donde escribir y acabar de perfilar el resto de su viaje. Acordamos compartir el transporte. El taxista que nos llevó resultó ser un forofo del Barça y nos detalló los lances del último partido con detalle y pasión. Indignado de cómo se dejó empatar al final de el encuentro en Mestalla por falta de tensión de la defensa culer. Todavía río cuando recuerdo su pasión al rememorar ese 1-1. El ambiente en NKhata Bay es tranquilo pero con un bullicio relajado que contrasta con los vivido hasta llegar allí. El ambiente portuario se impregna por las calles con puestos a lo largo de las calles que llevan al puerto, el trasiego de los viajeros que merodean comprando bienes, curioseando o simplemente haciendo tiempo. A las afueras del poblado se distribuyen varios sencillos alojamientos que sobre estructuras de madera llevan a las limpias aguas del lago. Ya por la tarde me despido de Gavin. Poco más hay que ver. Compro algunos regalos y deambulo por los puestos hasta que salga el ferry. Hablo con unos carretilleros que me comentan lo difícil que es vivir allí. Amablemente, siempre piden dinero al final de la conversación mientras otros observan bebiendo alcohol. Es difícil decir que no cada vez que insisten. Antes de atardecer subo al ferry. El ambiente es extraño. Un grupo de militares, algún expatriado, el excéntrico propietario del único alojamiento en la isla de Chizumulu... Una de las cosas divertidas de viajar es como se entrecruzan diferentes historias. Gary y Diane, la pareja que conocí en Lower Zambeze y que habían vivido una larga temporada en Malawi, me habían hablado de este personaje, Nick, a quien tras comentarme las opciones de Likoma le trasmito sus saludos. Entonces el me completa su historia mientras nos tomamos cervezas en la pequeña barra de la cubierta. Despliego esterilla y saco entre los botes salvavidas y bajo a cenar en el restaurante de este vetusto bajel. Todo parece de otra época. Ceno pescado rebozado con las mejores patatas fritas que haya comido nunca, servido en vajilla blanca en un desvencijado camarote. El servicio es de otra época y la experiencia resulta increíblemente chocante. Me cuesta dormir entre el ruido de las máquinas y el bullicio de los grupos que hablan en cubierta. Alrededor de las 4 de la mañana me despierto con la parada de las máquinas. Todo lo que sucedió después parece salido de una película. Paramos frente a una isla, Chizumulu. Unos pocos pasajeros bajan a un bote que les lleva a la pequeña isla. Cuando regresan, el barco avanza un poco más y se repite la operación con los que se bajan en Likoma. Hay un poco de luz y la silueta de la isla se recorta ante un cielo que aclara su color. El calado impide varar el bote y debo saltar al agua con las bolsas sobre mi cabeza. En la costa algunos locales esperan. Es el acontecimiento del día. Amanece y los rayos de sol dan vida a un minúsculo puerto y un reducido conjunto de pequeñas casas de madera. Pura magia. Un hombre se dirige a mí, es un trabajador del alojamiento reservado y me conduce hasta allí. Son unos 3km que recorremos a pie. Una vez allí tengo mi recompensa. Una fantástica terraza sobre un trocito de playa donde los habitantes ponen a secar su pesca. Allí pasaré los próximos días, sin nada más que hacer que recorrer caminando toda la isla contemplando el lento día a día entre los baobabs del lago. Índice del Diario: MALAUI: La vuelta al Sur de África en 80 días (6)
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