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Singapur, Malasia y Bali. Algo que recordar...

Singapur, Malasia y Bali. Algo que recordar... ✏️ Blogs de Malasia Malasia

Ruta de unos 20 días por tres países.
Autor: Canajazz  Fecha creación:  Puntos: 4.6 (5 Votos)
Singapur

Singapur


Localización: Malasia Malasia Fecha creación: 17/02/2018 20:22 Puntos: 0 (0 Votos)
Buenas, este diario va dirigido a todos aquellos que investiguen una ruta de unos 23 días algo cañera, pero que permite conocer bastante bien unos pocos lugares que son una pasada.
No pensaba escribir este diario porque en el foro ya hay bastante información sobre estos destinos, y no sé si puedo aportar gran cosa a futuros viajeros, pero al final, y aunque es posible que se me hayan
olvidado algunos (bueno, vale, bastantes) datos prácticos, me he animado a escribirlo, para preservar
las sensaciones que me produjeron los distintos sitios en los que estuvimos y de paso transmitirlos a quien quiera leer. Así, que antes de que la memoria me juegue una mala pasada y vaya escondiendo allá en sus profundidades los maravillosos recuerdos de este viaje, voy a plasmarlos, para que así perduren, para mí y para quienes pueda interesar. Amén.
El viaje lo iniciamos el 23 de junio de 2017 y la ruta que hicimos fue la siguiente:
Día 1 Salida España
Día 2 llegada a Singapur.
Días 3 y 4 Singapur.
Día 5 vuelo Singapur- Kuching.
Día 6 Excursión a Semmengoh.
Día 7 y 8 Parque Nacional de Bako
Día 9 Vuelo de Kuching a Kota Bahru. Traslado a Perhentians
Día 10-13 Perhentians
Día 14 vuelo de Perhentians a Kuala Lumpur.
Día 15 Vuelo Kuala Lumpur a Bali
Días 16 a 20 Bali
Día 21 Bali-Singapur
Día 22 Singapur
Día 23 Vuelta a España


Primera Etapa Singapur

Singapur es una ciudad que nos alucinó. Había leído mucho sobre ella y sé que tiene algunos detractores porque es un Asia descafeinada (dicen), pero a mí no me pareció nada de eso. Si, es cierto,en Singapur no huele a alcantarilla como en Bangkok, pero tiene su barrio indio y su barrio chino, sus food Courts y sus Hackers que te transportan a lugares que son cien por cien Asia; sí, es verdad, enSingapur está prohibido comer chicle, o eso he leído, que carteles no vi, y nadie tira las colillas al suelo,que está tan limpio como el de muchas casas, pero eso no creo que sea nada malo; y sí, es cierto, en el metro van poniendo a modo de publicidad carteles un tanto infantiles y ridículos para nuestras todopoderosas mentes occidentales, que explican continuamente normas de civismo y convivencia, como dejar sentar a las personas mayores o con niños, no comer dentro de los vagones, y otras muchas que socializan a los singapurenses desde la cuna, pero a mí me da igual, el hecho es que son una gente encantadora, educadísima y además, cariñosos con los extranjeros. Quizás, lo mejor deSingapur es su gente, y ya digo, que nos ha encantado la ciudad.

Nada más llegar, ya fuimos recibiendo muestras de su amabilidad. Llegamos al aeropuerto a las 7 de la tarde, y como siempre que aterrizamos en un lugar nuevo, si podemos, preferimos buscarnos la vida con el transporte público para llegar al hotel. Aunque a alguno le pueda parecer un tanto masoquista,para mí no hay mejor manera de sumergirse en la nueva cultura que hacerse con la nueva moneda,pelearse con las máquinas del metro y comenzar a estudiar el mapa.

Para llegar del aeropuerto al centro, y después de cambiar el dinero justo, sacamos las tarjetas del metro. El MRT en Singapur conecta todos los lugares que hay que ver y también el aeropuerto y aunque nosotros somos de los que pateamos lo que no está escrito, la tarjeta MRT es imprescindible para aprovechar el tiempo al máximo y alcanzar los barrios más alejados. Las tarjetas se compran en las garitas del metro y luego se rellenan en las máquinas cuando se acaba el saldo
.

En las máquinas hay que indicar el lugar al que se quiere ir y va descontando. La línea que va del aeropuerto de Changi al centro de la ciudad es la línea East West Line (línea verde). Nuestro hotel estaba muy cerca de Clark Quay, así que había que bajarse en 14 paradas, Outram Park y coger la línea morada dirección norte,dos paradas y bajarnos en Clarke Quay (parada 5). Eso pensábamos nosotros, cuando a las dos paradas de haber iniciado nuestra primera ruta en metro, se nos aproximan varias personas de las que estaban cerca nuestra en el vagón y casi nos obligan a salir. Aunque no entendíamos mucho el por qué insistían en que nos bajáramos, luego entendimos que la línea verde que viene del aeropuerto hace un recorrido muy raro y hay que bajarse en dos paradas, en Tanah Merah, porque el tren se bifurca y tira para otro lado y hay que coger un nuevo tren también línea verde, para llegar al centro. El nuevo tren que hay que coger sale del mismo andén, de la vía contigua, así que no hay que andar nada, solo bajarse y esperar al nuevo tren. Ahí ya pudimos ver el primer detalle que nos mostraría lo maja que es esta gente. Estaban todos pendientes de nosotros, de que no nos fuéramos a quedar en el tren equivocado. Me sabe mal decirlo, pero si es Madrid, ya habríamos acabado en Leganés.

Al bajar del metro nos pusimos a buscar nuestro hotel y nos llevamos una nueva sorpresa al preguntar cómo llegar. Fue gracioso cuando veo a una pareja de viejecitos cogidos del brazo paseando y me aproximo. Entonces mi churri me canta: “A esos no, que no hablan inglés, mejor a alguien joven.” Pero yo ya tenía a la pareja encima y no les podía hacer el feo......Y he aquí que la señora, más mayor que mi abuela, y con cara de china, se nos pone a dar explicaciones en un inglés que ya me gustaría a mí.
Raro, raro..... Luego supimos que en Singapur todo el mundo habla tres lenguas estupendamente y que la enseñanza no es sólo obligatoria, sino espectacular. Pues eso, que no será Asia, pero a quién le importa. ....

La zona donde aterrizamos, Clark Quay, nos pareció guapísima. Era ya tarde, con todas las luces encendidas. Se veía el río atravesado por un puente y los márgenes llenos de bares, gente sentada en los escalones, barcos iluminados, algunos eran barcos restaurantes y un montón de ambiente.

En el muelle de Clark Quay se puede coger un River cruise y hacer un recorrido en bote. Cuesta 25dólares adulto y 15 niño. Aunque un poco caro, al atardecer tiene que ser un planazo, con lo precioso que se pone cuando empieza a caer la noche. Lo tenía previsto, pero al final nos liamos y no lo llegamos a hacer. El día de llegada, a poco nos dio tiempo, paseito para tomar algo cerca del hotel y a descansar.

L
os dos días siguientes no paramos. En total íbamos a pasar en Singapur tres días completos, y un medio día: dos al inicio de nuestro viaje y uno y medio al final. Queríamos reservar un día para llevar aHugo, nuestro hijo de 9 años a Universal Studios en la isla de Sentosa. Así que sólo dos días completos y medio para conocer la ciudad. No es demasiado, pero suficiente para hacerse una idea bastante certera.

Las zonas que más o menos pateamos fueron: Clark Quay, Barrio chino, barrio indio, algo del distrito financiero, la zona de la bahía por el lado del Marina Bay, y por el lado contrario, donde está el hotel Raffles y el Merlion, jardines Gardens by the bay y jardín botánico.
Nos pegamos una pateada bestial y vimos mucho, aunque alguna cosa se nos quedó en el tintero,sobre todo por culpa del tiempo, que nos falló un poco. Excusa perfecta para tener que volver.......

[align=justify]El mayor chaparrón de nuestra estancia nos coincidió con la mañana del primer día completo enSingapur, que teníamos reservada para Little India. En principio, el planning era por la mañana Little India y por la tarde Chinatown, pero a media mañana y con un aguacero bestial que caía, tuvimos que optar por sacrificar Little India y dirigirnos a Chinatown para, al menos, intentar completar algún recorrido. Llovía como sólo he visto llover en Asia. Para que luego digan ........De Little India, poco pudimos ver, alguna fachada de algún templo hindú, en concreto el Sri Veeramakaliamman. Y nos perdimos los maravillosos olores a comida hindú sobre los que había leído en algún blog de viajes....
Pero calados hasta los huesos, luchando para no resbalar con las chanclas (ejem, sí, íbamos con chanclas), sin paraguas, con la melena pegada en la cara y el enano igual de calado, que con la que caía ni chubasquero ni “na de na”, y con sus chanclas hawaianas verdes, la verdad que mucho templo no vimos, y oler, oler, olía a lluvia, casi como en Galicia. Nos metimos en los grandes almacenes, que son otra de las atracciones de la zona, el Mustafá Center, sobre todo a ver si escampaba y para pillar
unos paraguas. Los almacenes casi tampoco eran asiáticos, “cienes y cienes” de objetos de lo más variopinto, todo “arrejuntao” a más no poder, con pasillos super estrechos y las cosas más raras.
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Pillamos los paraguas, un imán para la nevera (sí, soy así de friky. Qué le voy a hacer....) y varias cosas para picotear y cuando acabó el aguacero, a media mañana, y ya caían las últimas gotas anunciando que ya estaba bien de lluvia por hoy, decidimos probar más suerte en Chinatown, salimos del almacén y pillamos el metro.
Chinatown nos deparó suerte infinita, ya que al salir del metro, dejó de llover y se vieron los primeros rayos de sol. Entre el sol y los alegres farolillos rojos y amarillos de la Calle Pagoda Street, la primera impresión no pudo ser mejor. La calle Pagoda Street es muy animada, llena de puestecillos varios.

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Curiosamente en el barrio chino está el templo hindú más bonito de Singapur. Eclecticismo total. Este templo es Sri Mariamman, templo al mas puro estilo hindú con unos techos espectaculares llenos de esculturas muy coloristas. Además, tuvimos la suerte de que en el patio, mientras disfrutábamos del templo, había dos músicos ensayando, uno con un sitar y el otro con otro instrumento indio de percusión. Nos amenizaron de lujo la visita al templo. Fantástico!

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De allí llegamos primero a un templo budista muy chulo, el Thian Hock Keng Temple, templo pequeñito,que resulta ser el más antiguo de Singapur y luego al más afamado Buda Tooth Relic Temple, templo también budista, precioso, todo de madera tallada. Recogido, oscuro. Contraste total con el colorista templo hindú que acabábamos de visitar a tan sólo unas manzanas. En el templo había bastante gente haciendo ofrendas. Una señora arrodillada tiraba una especie de dados y miraba como caían. Mi ignorancia sobre la cultura budista no me permite explicar de qué iba la guerra, pero observar a la gente viviendo su religión resulta muy interesante.

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Después del último templo budista, cambiamos de barrio y nos dirigimos al Distrito Financiero, en el que había leído que había un Food Court, que era el lugar en el que mejor se comía de Singapur.
Anduvimos un poco por allí entre los altos rascacielos que podrían pertenecer a cualquier ciudad americana o europea hasta que llegamos al edificio en el que está el Lau Pa Sat. El Lau Pa Sat, resultó una alternativa muy buena, barata y divertida. Los food courts o Hawkers son una especie de mercados en donde todos los puestos son de comida y en los pasillos sólo hay mesas para sentarse a comer.
Nada “fisno”. Nada de mantel ni cubiertos de plástico y cada uno se lo lleva a su mesita, pero todo muy rico, variado y a precio más o menos “asiático”. Uno se da una vuelta por los puestos, escoge lo que le apetezca y se lo come allí mismo. En Malasia volvimos a ver esta fórmula muchas veces. La verdad es que es la forma más divertida de comer, porque ves un montón de comidas distintas y vas probando según lo que tenga mejor pinta.

Cuando terminamos, nos dirigimos pateando hacia la bahía y vimos por primera vez lo que es elSingapur moderno. Absolutamente espectacular. En la zona de la bahía hay muchos edificios con una arquitectura increíble, con unos diseños que ya le gustaría a Calatrava. La bahía, los barcos, los impresionantes edificios iluminados y sus reflejos en el agua. El resultado te deja con los pelos de punta. Además, llegamos a tiempo para el espectáculo de luces y sonido que proyectan una vez cae la noche en la bahía, sobre el agua. Se ve desde una plataforma escalonada de madera y en ese entorno es mágico.

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El segundo día teníamos pensado ir a Universal Studios, pero con la experiencia en Little India del día anterior, me dio por mirar la previsión del tiempo. Daban lluvias a todas horas, así que convencí al peque para dejar Universal Studios para el final del viaje, como final de fiesta, porque ir al parque de atracciones diluviando no tenía mucho sentido. ¡Craso error! El caso es que nos hizo un segundo día espectacular. Ni una gota. Disfrutamos mucho de todo este segundo día, pero luego no tuvimos suerte con el tiempo el día reservado para Universal Studios. En fin, está claro que el clima en el sudeste asiático es completamente impredecible. Vale más no consultar el tiempo en el móvil y tirar unos dados de madera en el templo chino.

Así que el segundo día lo dedicamos al jardín botánico por la mañana y por la tarde, nuevamente a la bahía, pero esta vez desde el lado contrario, desde el Marina Bay. El jardín botánico es como un parque público, lleno de plantas exóticas, donde la gente va a pasear y a pasar el día. Hacen picnics en el césped, y también en unos templetes repartidos por todo el parque. La familia que llega primero se hace con su templete para montar su fiestecilla particular. Muy curioso. El lugar merece mucho la pena. Está super cuidado y es muy bonito, con plantas y flores autóctonas, pero creo que lo que más me gustó es poder observar a la gente, sobre todo a las mujeres hindúes que habían salido de paseo con sus mejores saris, en un día que era festivo, y en aquel entorno de verde y flores, resultaba un cuadro de lo más pintoresco y bonito.


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Al salir del jardín botánico, salimos por una puerta distinta de por donde entramos. El jardín es enorme y resulta que sólo hay una boca de metro que da acceso al jardín, de forma que si se sale por otra puerta, toca dar la vuelta a todo el perímetro del parque. Así que no nos quedó otra que ponernos a caminar y caminar. A una parejita joven que nos vio le debimos dar pena y se pusieron a preguntarnos que si estábamos perdidos y que a dónde queríamos ir. Acabamos subidos con ellos en un autobús que nos devolvía al centro. Cuando les dijimos que por lo pronto, sólo queríamos ir a comer, se bajaron en la misma parada en la que nos hicieron bajar a nosotros y nos acompañaron andando a la zona en la que, según su entender, mejor se come de Singapur. Vamos,imposible encontrar gente más amable. La zona que nos indicaron para comer era una zona de puestos con mesas en la calle de diferentes tipos de comidas del mundo que está en la zona de los centros comerciales. Llegamos tarde y ya estaban cerrando, así que no sé si se comía realmente bien allí.
Acabamos comiendo regular en un restaurante chino del centro comercial.

Por la tarde volvimos a patear la zona de la bahía, fuimos a ver el famoso Merlión, fuente con forma mitad León y mitad Pez, emblema de Singapur y nos hicimos las típicas fotos guiris, simulando que el chorro de la fuente nos caía en la boca. En fin, cosas del turistear....

Después, seguimos andando hasta el famosísimo hotel Marina Bay. Por fuera es una pasada. Con su forma de barco futurista iluminado, más que un barco parece una nave espacial de Star Wars. Desde arriba se ven los famosos jardines Gardens By The Bay con sus árboles gigantes, que es otro espectáculo. Había leído que para subir, había que coger el ascensor de la torre 3 y pagar 18 euros, o comer en un restaurante mega carísimo, el Kudeta, de la misma torre. Pero, hete aquí que di con un forero samaritano que dio una información muy útil, que es que, en otra torre, en la uno, hay un bar en el piso 57 al que se puede subir gratuitamente y tomar algo o apuntaba también este forero, la posibilidad de subir sólo a ver la vista sin consumir. A mí en principio, esto me parecía un poco heavy. Como que no me veía con mis dos chicos echándole tanta jeta, y diciéndole al camarero: “Sólo venimos a mirar”, pero una vez en el piso 57 mi instinto Tío Gilito, me dijo que de allí salía gratis. (je, je). Bueno no, no puedo atribuirme tanto mérito. Lo cierto es que el bar estaba cerrado. Pero más a nuestro favor, porque al salir del ascensor, siguiendo de frente hay una pequeña terracita con unas vistas alucinantes. Se ve el mar con una barbaridad de barcos enormes de mercancías atracados hasta donde no alcanza la vista y abajo los famosos jardines con sus árboles gigantes.

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A ver, para que nadie se pierda: esto es Torre 1, piso 57. En el ascensor es posible que nos
encontremos con gente con su albornoz blanco y toalla a juego en la cabeza a lo maruja en día de domingo. No pasa nada, nosotros a lo nuestro. Salir del ascensor. Si miramos a la izquierda nos encontramos con una cadena que da acceso a la famosa infinitive Pool, donde un amable empleado del hotel nos invitará a alejarnos de allí rápidito, si miramos a la derecha según salimos del ascensor,tenemos el bar que nos encontramos cerrado con todo el lateral y la puerta de entrada acristalados y si seguimos de frente y caminamos cinco pasos, bajamos tres escaloncitos, y Voila! Terraza escondida sólo para nuestro disfrute particular.

En la terraza hay unos escaloncitos en los que nos sentamos a esperar a que anocheciera y la noche se cubriera de mil luces y así nos despedimos por el momento de esta ciudad que tanto nos había gustado,ya que al día siguiente nos esperaba nuestra siguiente etapa del viaje: ¡El Borneo malasio! Tampoco pintaba nada mal.......



Malasia: Borneo, Perhentians y Kuala Lumpur

Malasia: Borneo, Perhentians y Kuala Lumpur


Borneo masio, Perhentians y Kuala Lumpur
Localización: Malasia Malasia Fecha creación: 18/02/2018 12:26 Puntos: 5 (2 Votos)
Llegada a Borneo

En la mañana del quinto día y tras un corto vuelo, aterrizamos a eso de la una en nuestro nuevo destino, la ciudad de Kuching, en Borneo. De allí, taxi al hotel, en la zona del barrio chino de Kuching, el hotel Padungan en la calle Padungan. El taxi tiene precio fijo. Se compra un ticket antes de salir del aeropuerto y todos cobran lo mismo por llevarte al centro y dejarte donde les digas. El hotel me pareció un poco cutre y viejecillo, a parte de no tener desayuno, aunque ya me lo podía imaginar. Lo escogí porque era muy barato y la oferta hotelera de gama un poco más alta, tampoco me parecía para tirar cohetes. Al menos tanto las habitaciones como el baño eran de buen tamaño, no como el hotel de Singapur, que era muy moderno, con su piscina y cuatro aparatos de fitness en la terraza y todo, pero en el que las habitaciones eran ridículamente pequeñas. Y por supuesto, los precios tampoco tenían nada que ver: el de Singapur salió por algo más de 100 euros y el de Kuching por 25. Kuching es un pueblo agradable, con un río en torno al cual gira toda la vida del pueblo. El río tiene un paseo por el que la gente se deja ver. Lo que más me gustó de Kuching es que es muy auténtico. El turismo que tiene es básicamente chino, así que, como Malasia tiene gran parte de su cultura con base en la cultura china, los occidentales no apreciamos ninguna influencia del turismo en la ciudad, que resulta muy local y auténtica.
La calle Padungan en la que nos alojábamos estaba llena de establecimientos pegados unos a otros. Muchos de ellos son supermercados, o pequeñas tiendecitas, que venden básicamente artículos locales. Todas ellas tienen en el exterior algunos expositores con productos completamente desconocidos para nosotros, que a parte de plátano o mango frito, no conocíamos ninguno de los otros comestibles envasados en bolsas transparentes que vendían. Entre las tiendecitas, algunas cafeterías al estilo asiático, es decir, mesas y sillas de plástico para sentarse a comer y puestos en los que preparan la comida para comer en la calle. Había uno de estos chiringuitos montado en un callejón estrecho, todo decorado con farolillos chinos en el que en cada una de las esquinas que daba entrada al callejón había un puesto distinto compartiendo las mesas del callejón. Ahí comimos un día y éramos los únicos guiris del lugar, como en todos los demás lugares en los que estuvimos en Kuching. En el extremo de la calle contrario al Topspot Food Court y en la cera de enfrente del hotel Padungan hay una pastelería con cosas muy ricas y en esa misma cera (la de enfrente del hotel), pero en la punta contraria de la calle, o sea, dirección Topspot, encontramos una tienda chulísima donde compramos algunos de los souvenirs del viaje: ¡Especias! Compramos pimienta. Tienen muchos tipos distintos de pimienta en bolsas de diferentes tamaños y es espectacular. Nosotros compramos varias bolsas, y he de reconocer que al final nos quedamos para nosotros alguna que en principio era para regalar……… Ejem….Es que estaba demasiado buena. En esa tienda también tenían cositas de decoración de madera, plata, etc. Todo muy local. Sin embargo, la globalización ha llegado a los rincones más recónditos y para mi sorpresa después de pasar esta calle, cruzando, había nada más y nada menos que ¡un McDonalds!. El McDonalds allí pegaba como un esquimal en el desierto, pero allí estaba. Eso sí, tampoco en el McDonalds había occidentales y tenían sus hamburguesas un tanto diferentes a las que tenemos aquí. Aunque jamás entramos en un McDonalds cuando viajamos, esta vez nos vino de perlas, ya que nos pusimos a caminar después de dejar las maletas en el hotel con idea de comer en el Topspot Food Court y cuando llegamos allí, nos encontramos con unos chavales montando mesas que nos dijeron que volvían a abrir a las seis. ¡ Dios, qué hambre! Así que al salir del Topspot Food Court, vimos el McDonals enfrente y fue nuestra salvación.
Por la tarde nos dirigimos a la zona del paseo del río, vimos algún templo pequeño budista y entramos en el museo de la cultura china, muy pequeñito y en el que vimos algunos instrumentos chinos curiosos. De allí al muelle en el que cogimos un barquito que nos dio una vuelta muy agradable por el río. Está organizado en plan turistada total. Es un barco bastante grande con dos plantas y la gente corre para coger buen sitio. Todos turistas chinos, o sea, compitiendo a ver quien es más friky. En el barco te sirven un zumo y unos pastelitos de merienda, que estaban buenísimos y después de dar un paseo por el río y mostrar los edificios más interesantes que están al lado del río y que son la mezquita y el fuerte Astana fundamentalmente, hacen salir a unos bailarines para amenizar el trayecto y finalmente a un músico con un instrumento de la cultura local, todos vestidos con trajes típicos. Vamos una turistada de libro y aún más al final cuando los chinos se emocionan y se quieren hacer fotos todos a la vez con los bailarines. Que hay un momento en el que casi hay que regular la operación para que no salgan cuarenta en la foto y las pobres bailarinas manteniendo la sonrisa todo el rato para salir todos guapos. A pesar de todo, me gustó el paseo. El río era muy chulo, con casitas con palafitos y sus barquitas y una puesta de sol espectacular. Fue muy agradable a pesar de los frikys de los chinos.

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De allí, queríamos ir a Información y Turismo, para informarnos bien del tema transporte para ir al día siguiente a Semmengoh a ver los orangutanes. Tenía la referencia de cómo llegar en transporte público que había sacado del foro, pero quería confirmar que seguía vigente, y así nos dirigimos a unos bonitos edificios coloniales que están en el extremo, junto al paseo del río. Es la calle Jalán Barrak, pero la info que no estaba actualizada era precisamente la de la ubicación de información y turismo. Al llegar al edificio colonial en cuestión nos redirigieron al edificio del Food Court en el que habíamos estado antes de comer. Como teníamos pensado cenar allí, para allá que nos fuimos. Este edificio en cuestión es bastante extraño. Está en la esquina entre Jalan Green Hill y Jalan Padungan. Es un parking de color azul de tres plantas y en la planta de arriba en la terraza está el Food Court. En la planta baja, está la información y turismo, que es un lugar muy diáfano y moderno que contrasta completamente con el resto del edificio, que no deja de ser un parking de coches. Se nota que la oficina la han estrenado no hace mucho. Nos atendieron genial y nos explicaron todo lo que queríamos saber. El hombre estaba solo en aquella oficina tan grande y no debía ver muchos turistas. Estuvo muy agradable. Después subimos a comer a la terraza y el espectáculo fue bestial. El amor que sienten los asiáticos por la comida es enfermizo. Era una terraza muy grande que ocupaba la planta entera del edificio con montones de puestos de comida en los laterales y mesas de plástico en el centro. Nos había dicho un chico por la mañana que lo abrían para cenar a las seis. Nos pareció muy pronto para cenar y aunque fuimos muy pronto (para nosotros) ya hacía un rato que lo habían abierto. Nos quedamos alucinados de lo petadísimo que estaba. No cabía un alfiler. De hecho nos costó mucho encontrar una mesa en la que poder sentarnos a comer. Durante todo el día Kuching nos había parecido un lugar muy tranquilo, con alguna gente paseando por el paseo del río, pero con poca densidad de población y de repente ¿de dónde había salido tantísima gente??? Increible… La verdad es que el sitio mola mucho. Hay montones de puestos de comida, con la posibilidad de comer parrilladas de pescado o marisco y un montón de platos de comida local. Comimos muy bien, de pescado. Lástima que a veces el marisco me da alergia y no me atreví. Pero para el que le guste, este es el sitio. Había langostas a precios ridículos. Muy recomendable el lugar.

En información y turismo nos habían explicado que para ir a Semmengoh teníamos que coger un autobús que pasaba cada hora, creo recordar y cuya parada más cercana estaba a un buen paseo del hotel. Me parecía un poco paliza levantarse temprano y patear bastante para coger el autobús, así que, por si acaso, pregunté a los chicos de recepción cuánto nos costaría un conductor que nos llevara. Los de recepción fueron muy majos e hicieron varias llamadas para nosotros. Finalmente, por el precio que nos dieron, pasamos del autobús y tuvimos a una chica encantadora que nos hizo de conductora particular durante el resto de los días que estuvimos en Kuching. Al día siguiente por la mañana allí la teníamos en la puerta para llevarnos a Semmengoh: De lujo asiático…..

Semmengoh es una bonita visita. Es un centro de recuperación de orangutanes. Hacen dos pases al día, a las 9 de la mañana y a las tres de la tarde. Al llegar se compra la entrada en una caseta allí mismo y a la hora el guía comienza con una explicación en la entrada del parque, donde cuentan cómo hay que comportarse con los orangutanes. Básicamente, hablar bajito, no hacer ruido para no asustarles y no hacer el cafre. Te dicen que no se sabe si aparecerán o no, porque obviamente están en libertad. Ellos les colocan comida en una especie de plataformas en el bosque y los orangutanes si tienen hambre bajan a comer. En la época seca, en la que hay escasez de comida en el bosque hay más posibilidades de verlos. Luego la visita continúa con un paseo por el bosque, que es muy bonito, parando en las plataformas. Los guías van con walkie-talkies y se avisan entre ellos cuando tienen avistamientos. Tuvimos mucha suerte y vimos un montón ellos. Nada más llegar en la entrada del parque mientras el guía daba sus explicaciones previas ya se acercó una pareja que empezó a juguetear. Luego hicimos el recorrido y a pesar de que estuvimos parados en una plataforma muy grande en medio de la selva, todos muy quietecitos y calladitos, por allí no apareció ninguno. Cuando ya hacíamos la ruta de regreso, se empezó a oír que al final del trayecto, ya en el parking donde los coches aguardaban, había varios, y para allá que nos fuimos y allí ya vimos varios y muy cerca. Vimos una hembra muy grande que se movía con su cría bien agarrada. Muy tierno. … La verdad, es que merece la pena esta visita a pesar de que a mí lo de ir en grupo no me gusta demasiado, pero a veces, no queda otra.
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Al acabar la visita y como se nos había estropeado la batería de la cámara de fotos, nuestra conductora nos quiso llevar a un centro comercial a las afueras de la ciudad donde ella conocía una tienda de fotografía en la que creía que podrían vender baterías. El centro comercial era como cualquiera de por aquí y en efecto, la chica, que era un encanto, nos condujo a la tienda muy grande y moderna en la que vendían electrónica variada. Habló con el chico por nosotros y le explicó nuestro problema. Allí no tenía una batería para nuestra cámara, pero le indicó dónde sí las vendían, que curiosamente estaba bastante cerca del hotel, casi pegado al McDonalds. Así que allí nos dejó y como nos trató tan bien y el precio era muy bueno, ya pactamos con ella para que al día siguiente nos llevara al Parque Nacional de Bako.
Después de solucionar el tema de la cámara comimos en un restaurante que fue un descubrimiento increíble. Nos acercamos andando al hotel para coger o dejar algo y luego bajamos a comer. Muy cerca del hotel y en la misma cera dirección Food Court, hay un restaurante tipo chino que es el único restaurante de la calle, así que no tiene pérdida, ya que todo lo demás son puestos con mesas en la calle. Este era restaurante, restaurante, sin mesas en la calle. Sólo tenía un interior decorado un poco en plan chino espartano y bastante grande. Para quien interese, tiene un escaparate de cristal que da a la calle con patos laqueados colgando dentro. Bueno, cuelgo fotos:
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Este es el sitio en el que mejor comimos de todo el viaje. Nos gustó tanto que comimos allí en otras dos ocasiones. La comida estaba mortal de verdad, unos zumos de lima espectaculares y a unos precios de auténtica risa. Al pagar, nos salía la cuenta de los tres por unos cinco euros. Cuando nos trajeron la cuenta la primera vez, pensábamos que no podía ser, que era un error, pero cuando pasamos por caja con el ticket en la mano (que ese es el sistema) vimos que era en serio ese precio. Increíble.
Por la tarde nos dedicamos a pasear por la zona del río. También estuvimos sentados en una cafetería que hay a mitad del paseo junto con una de las famosas esculturas de gatos que dan nombre al pueblo (al parecer, Kuching es gato en malayo). La cafetería es muy bonita, estilo colonial, con muebles de madera maciza y mucha vegetación.

Al día siguiente, nuestra amable conductora nos llevó a Bako, pero antes nos preguntó cómo íbamos de preparados para los mosquitos y entró en una de las tiendecitas de la calle para comprarnos unos espirales que venden allí que son super efectivos contra estos simpáticos bichitos. Esa noche la pasaríamos en el Parque Nacional de Bako. Nos dejó en el muelle del que parten los barcos para la isla y donde se compra la entrada al parque y el ticket del barco y nos despedimos de ella hasta el día siguiente. En Bako tuvimos uno de los momentos chungos del viaje. Al llegar, hicimos checking en la recepción del parque y nos dieron nuestra habitación. Dejamos las mochilas y después de apuntar en recepción la ruta que íbamos a hacer, salimos a hacer el primer treking por el parque. Escogimos la ruta que atraviesa el bosque primitivo, ruta super frondosa, con árboles altísimos, muchos dipterocarps con raíces espectaculares que cruzaban los caminos. Animales en la ruta no vimos, más que lo que parecía un mono en la parte más alta de un árbol altísimo. En el bosque, con lo frondoso que es, son difíciles de ver. El camino no es muy llano, es bastante escalonado y a veces hay que ir trepando por las raíces. El bosque era precioso, pero con el calor de esas horas y la humedad bestial que hacía, sudábamos como pollos asados. Nunca hubiera imaginado que se pudiera sudar tanto. Eramos auténticos charcos humanos. Y lo peor es que al inicio de la ruta, cuando hicimos la primera paradita de descanso, Oscar cayó en la cuenta de que no llevaba su tabaco de liar. ¡TRAGEDIA! Ya todo era un desastre. Encerrado en una “puñetera” isla, sin posibilidad de comprar tabaco en ningún sitio, ni de salir de allí hasta el día siguiente con el último barco de las cuatro. Creyó que se moría…. Entre la humedad, el calor extremo y el mono, que no vimos, pero que lo tenía montado en los hombros, todo parecía una catástrofe. A la vuelta de la ruta fuimos mirando por el camino a la recepción a ver si encontrábamos el tabaco, que se le tuvo que caer del bolsillo por allí, pero nada. Y allí vi por primera vez la faceta de yonqui de mi churri tratando de negociar con los barqueros de Bako a ver si alguno le vendía su tabaco (je,je), pero los tíos eran duros de pelar y no hubo manera. En fin, que todo se torció un poco por culpa del vicio…. Es lo que tiene.
Aún con todo, no se puede negar que el sitio es una pasada.
Zona de manglar:
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Bosque:
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En la zona de la cafetería, donde cenamos, empezamos a ver los primeros animales. Había un cerdo de Borneo por allí pululando y le hicimos fotos muy cerca. Luego vimos a los simpáticos macacos de cola larga. Simpáticos por decir algo. Uno nos arrancó una bolsa de patatas casi de las manos y encima el tío se quedó allí subido a la barandilla mirándonos mientras se las comía. No le hacía falta hablar. Con la mirada ya nos lo estaba diciendo todo: A qué no te atreves a venir por ella…. Luego acabamos viendo también por la zona de la recepción del parque nuestro primer mono narigudo. Se ven genial porque los árboles de la zona de la recepción que están al lado de la playa son bajitos y los monos están de lo más tranquilos posando. Hugo y yo no paramos de buscarlos y de hacerles fotos, pero Oscar ya tenía cara de Dios mío, que suplicio. Quiero salir de aquí……!!! A la mañana siguiente, también por la misma zona de recepción vimos muchos más animales.
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A la vista de como se estaba terciando el tema, a la mañana siguiente me levanté temprano y me fui yo sola de ruta. Recorrí nuevamente el bosque y llegué a la zona de las plantas carnívoras. Es increíble la variedad de paisajes tan distintos que se pueden recorrer en una ruta de un par de horas. Se pasa de un manglar muy chulo al lado de la playa en la zona del embarcadero a adentrarse en el bosque más frondoso del mundo y en un rato, llegar a una zona de más altura, llana y muy seca en la que crecen las plantas carnívoras. Parece mentira. El paseo en la soledad del impresionante bosque fue una gozada.
A pesar de que nuestra visita al parque nacional de Bako se torció bastante, la verdad es que el sitio merece mucho la pena y es bien chulo, siempre que no se sea demasiado escrupuloso con el tema del alojamiento, ya que las cabañas en las que uno se aloja son bastante básicas. Adelantamos la hora de salida al barco anterior, que salía una hora antes, y llamamos a nuestra taxista para que nos viniera a buscar un poco antes. En Kuching volvimos a cenar a nuestro estupendo restaurante de cerca de nuestro hotel y al día siguiente nuestra conductora nos acercó al aeropuerto.

Comenzaba nuestra tercera etapa: Perhentians!!!

Perhentians. Bienvenidos al paraiso

Hicimos vuelo de Kuching a Kota Bahru. Ibamos apuradillos para pillar el último ferry a la isla. Pero todo resultó muy fácil. El aeropuerto de Kota Bahru es muy chiquitito y todo lo que ofrece se ve enseguida. Según cogíamos las mochilas en la única cinta de equipajes, veíamos a la chica de la única agencia de viajes a la caza de los turistas que acabábamos de aterrizar. Inmediatamente nos dejamos cazar. Nos vendió el billete para ir en taxi al pueblo de Kuala Besut, de donde salen los ferrys a Perhentians y el barco de ida. Ya con esto en la mano, nos relajamos un poco, pensando que estaba más o menos controlado. Al llegar a Kuala Besut, el taxista nos paró frente a una agencia de viajes y nos hizo entrar, aunque le dije que ya tenía pagados los billetes para llegar a Perhentians, nos dijo que teníamos que pagar allí la tasa de entrada al Parque Nacional. Lo que no nos dijo es que, además, aprovecharían para intentar vendernos también el billete de barca para volver de Perhentians. Delante nuestra había tres chicos ingleses que negociaron el precio de la vuelta y bromeaban con las chicas de la mesa pidiendo una rebajita. No sé bien cómo quedó la cosa, pero por sus caras vi que algo sí habían rascado. Así que cuando nos tocó nuestro turno, hicimos lo propio y creo que les hizo gracia Hugo. Decían que era muy guapo y nos hicieron muy buen precio. En la conversación se dio una situación simpática. Una de las chicas, todas ellas musulmanas, muy tapaditas y recatadas con sus velos puestos, me pedía que le explicara qué quería decir “Despacito”. Cosas de la globalización..… El gran éxito del verano también en Malasia. Era su canción favorita y quería entender la letra. En fin, se tuvo que conformar con el slowly y poco más, porque tampoco estaba la cosa como para explicarle con pelos y señales a la pobre chica musulmana la letra de quasireguetón.
Salimos de allí caminado dirección al embarcadero y nos subieron a un montón de guiris todos apiñados en una barca. Durante el trayecto estuvimos hablando con un instructor de buceo que iba a Perhentian Kecil, la isla pequeña. Se había acercado al pueblo a por provisiones y volvía cargado de bolsas. Llevaba colgado un pase de una escuela de buceo, así que aproveché para recopilar información. Así supe que había bastantes buceadores freelance españoles por la zona, ya que me decía que no tendría problemas para encontrar en Perhentians Besar, pero que si no, que cruzara a la isla chica en barca y que en su centro, me pondrían a alguien que hablara español. La barca paró en Perhentian Kecil (la chica, como le dicen allí) y luego nos llevó a la nuestra, “la grande”. Nos dejó en nuestra playa, la del Abduls Chalet, que era nuestro alojamiento para los siguientes días.
Perhentians es un paraiso sin paliativos, ya no tan escondido como probablemente fue hace años, pero aún así tiene rincones en los que se puede estar completamente solo. La playa en la que nos alojábamos era muy bonita. La entrada en la isla es una pasada: montones de palmeras en el interior, agua de colores preciosos y arena super blanca. La perfecta imagen del paraíso tropical. La zona que no me gustó tanto es la del Mama’s Place. Han creado una especie de plataforma, ganando terreno al mar y cargándose la playa para poner restaurantes para los guiris uno pegado al otro. Resulta práctico para acercarse a comer, pero nada auténtico. La playa en la que estábamos era muy bonita, pero caminando cinco minutos descubrimos nuestro auténtico paraíso particular para los siguientes días: la KKBeach, una playa larga y solitaria, con una rocas en el mar en uno de los extremos, que era impresionantemente bonita, con toda la selva detrás. Encima tenía el mejor esnorquel de la isla.
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La isla era tan bonita fuera como dentro del agua. La recorrimos entera, buscando las diferentes zonas en las que podíamos ver cosas distintas en el agua. En la KKBeach corales y montones de anémonas con sus peces payaso por todas partes. La verdad, es que esta es una de las cosas que más me fascinaron de la isla. Jamás había pensado que pudiera existir un sitio con tal concentración de anémonas y peces payaso. Los había por todas partes, en todas las playas de la isla podías encontrar anémonas con peces payaso. Era espectacular. Pero la KKBeach tenía además montones de corales que se extendían muchos metros y con las formas más diversas. Nos pasamos horas y horas disfrutando del esnorquel.
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Un día fuimos a la playa donde está el Perhentians Island Resort. En la punta de esta playa es donde se pueden ver las tortugas y allá que nos fuimos. Llegamos a eso de las cinco cuando los barcos que llevan de tour a los turistas se habían ido. Tuvimos que nadar un poquito para llegar a la zona en la que están las tortugas, que es una zona en la que no hay corales, sino arena con unas pequeñas hierbitas, y allí, después de buscar un poquito vimos nuestra primera tortuga. Después vimos otras dos y estuvimos nadando con ellas sin molestarlas, sólo acompañándolas cuando subían a la superficie a respirar.
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Otra excursión que hicimos por nuestra cuenta fue la del esnorquel con tiburones. Para ello llegamos a la playa del Flora Bay y allí alquilamos un kayak y nos pusimos a remar en dirección KKBeach. Cuando llegamos a la zona en la que hay una balsa amarilla flotante, nos pusimos a buscar a los tiburones. Eran bastante esquivos pero al final también conseguimos verlos, y la verdad es que, a pesar de ser tiburones de arrecife, verlos pasar por debajo tuya impresiona. En la zona de los tiburones también vimos un pez globo. Veríamos alguno más en otros lugares de la isla.
Los tiburones van bastante más rápido que las tortugas Riendo y no es fácil hacerles foto. Esta que se ve tan mal es de las mejores que conservamos:
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El interior de la isla, también tiene su interés. Es plena jungla. La atravesamos por dentro para ir de una playa a otra varias veces. Hay pequeños caminos para ello. Allí tuvimos varios encuentros con animales: varios lagartos gigantes; un lemur volador precioso abrazado a su tronco, que cuando nos sintió empezó a trepar hacia arriba impulsándose con ese cuerpo que une brazos y pies como si llevara una capa; y una gran familia de monos langures, que nos cerraron el paso.
También fui a bucear dos veces con la empresa que está pegada al Tuna. El dueño es un francés que habla algo de español porque tiene una cuñada valenciana. Bucee con un chico de Barcelona. No estuvo mal, sobre todo una de las inmersiones en la que vi pasar un banco con cinco ejemplares de humpetheads gigantes. Nos quedamos parados viendo cómo sus inmensas majestades se paseaban parsimoniosamente por delante de nosotros y se alejaban, y fue un momentazo. Pero, el resto de las inmersión, así como la otra inmersión completa no fueron mejores que el propio esnorquel, que era muy bueno, la verdad.
Todas las noches nos despedíamos con una cenita en la terraza de nuestro hotel con unos batidos que estaban de muerte y viendo pasar sobre nuestras cabezas los murciélagos gigantes de la fruta. Fueron unos días increíbles, pero todo llega a su fin.
En el hotel comentamos el día en que nos íbamos y ellos se encargaron de avisar al ferry para que pasara a por nosotros por la playa. Llegamos a Kuala Besut y tuvimos un momento un poco estresante porque teníamos comprado el billete que nos tenía que llevar al aeropuerto hacia nuestro nuevo destino y al llegar al puerto, obviamente no había nadie esperando, sino un montón de taxistas a la caza de clientes que no tuvieran ya el billete. Preguntando a la gente, al final conseguimos dar con la agencia que nos tenía que llevar. Nos juntamos un grupo bastante numeroso y nos metieron en una furgoneta y para el aeropuerto. Menos mal que no tardamos demasiado en dar con la agencia porque tampoco íbamos muy sobrados para coger el avión.

Breve visita a Kuala Lumpur.[u]

Nuestro paso por Kuala Lumpur fue muy breve. Solo hicimos parada aquí porque no había vuelos directos que fueran desde Kota Bahru a Bali, así que no nos quedaba otra. Aprovechamos para darnos una vueltecita y dormir una noche. A la mañana siguiente saldríamos hacia Indonesia.
Llegamos a Kuala Lumpur a eso de la una. Nos alojamos en el hotel Sentral, en una zona que no es la más bonita, pero que está estupendamente conectada con el centro de la ciudad y con el aeropuerto. El hotel estaba bastante bien. Llegamos a él en transporte público, el Klia Express. Dejamos las mochilas y nos fuimos a tomar algo. Cogimos el metro, que es el más abarrotado que yo he visto nunca. Cuando llegaba ya estaba tan lleno que parecía imposible que se pudiera entrar en el vagón, pero la gente entraba y empujaba para que entrases. Una vez dentro, íbamos todos tan pegados que no nos lo podíamos creer. Nos entraba la risa. Fuimos a Jalan Alor, una food street, super animada, con restaurantes con sus mesas y sillas de plástico fuera por toda la calle, con comidas de todo tipo. Para llegar allí nos bajamos en un lugar de amplias avenidas, super moderno, lleno de centros comerciales con sus luces de neón. Seguimos las indicaciones que llevábamos y al dar la vuelta a una esquina nos encontramos con la calle Jalan Alor, una calle completamente tradicional, que contrastaba absolutamente con la calle paralela de la que veníamos. Comimos en la calle en un puesto de comida tailandesa dos pad thais y Hugo unos calamares. El sitio que mejor pinta tiene para comer está al final de la calle a mano derecha. Es de cerdo a la brasa que tenía una pintaza y estaban haciendo allí mismo en la calle a fuego lento, pero abría más tarde y queríamos cenar pronto para poder ir hasta el Heli Bar a ver la Torres Petronas.
Calle Jalan Alor:
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De allí nos fuimos andando hasta el Heli Lounge Bar, que está en un edificio muy alto de oficinas. No está muy indicado, así que cuando entras al lujoso hall del edificio y ves al conserje uniformado, piensas si te has equivocado de lugar. Pero no, en ese edificio enorme, en su última planta hay un bar que no parece anunciado en el hall. El bar es muy curioso. Consta de dos plantas. La de abajo, por la que se entra, está decorada oscura en plan cocktel. Tiene barras con banquetas altas y también zonas de sofás. Las banquetas están situadas junto a la cristalera desde la que se ven las Torres Petronas iluminadas y la verdad es que son imponentes. La planta de arriba del bar es un helipuerto. Se ve que durante el día allí aterrizan helicópteros y a determinada hora lo reconvierten en bar con mesitas bajas y cómodos asientos y una barra para tomar unas copas. El sitio es muy elegante y a partir de no sé qué hora hay dress code, por eso fuimos pronto. A pesar de ello, no nos dejaron subir con Hugo a la planta de arriba. Nos pedimos unas copas con él abajo y luego nosotros subimos un momento con ellas en la mano para ver las vistas desde la terraza y hacernos unas fotillos. Y la verdad es que el sitio es una pasada con la vista de las Torres Petronas y de la Torre Menara iluminadas muy cerca. La vista es impresionante.
Foto de la primera planta del Heli Bar.
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De aquí ya dimos por terminada nuestra visita a Kuala Lumpur y nos fuimos al hotel. Y aquí tuvimos el segundo momento chungo del viaje. De repente, cuando ya estábamos con las luces apagadas y Hugo en su cama durmiéndose, de repente se puso a vomitar en plan niña del exorcista, como si no hubiera un mañana, allí en medio de la habitación. Vaya follón. Lo llevé en volandas al baño, pero fue dejando un reguero por el camino. Tendríamos que haber avisado en recepción, pero era tan tarde ya, y el hotel era muy grande, así que nos supo mal liarla a esas horas, y con las mismas toallas hicimos lo que pudimos por dejar la habitación lo mejor posible. Pero, pobres de las limpiadoras al día siguiente, se acordarían de toda nuestra familia. Lo peor es que me entró la preocupación de que no fuera una simple indigestión, y de que pudiera ser otra cosa, ya que habíamos estado en Borneo recientemente y aunque allí no vimos un mosquito, había posibilidad remota de malaria, y el Malarone no nos lo habíamos tomado. Al haber tan poca probabilidad de malaria, habíamos optado por la opción llevarlo como rescate y lo llevábamos en el botiquín. Así que, claro, estaba la decisión de si acudir a un centro médico para salir de dudas o no, pero nuestro avión salía temprano al día siguiente dirección Bali. Hugo siguió vomitando varias veces durante la noche. Al final ya no le quedaba nada en el estómago que vomitar y yo estaba bastante preocupada. Suerte que al día siguiente, salvo un amago en el aeropuerto, ya dejó de vomitar y se empezó a encontrar bien y respiramos. Se pasó el día entero comiendo arroz blanco. Acabó aburriéndolo, pobre. Los calamares de la calle Jalan Alor nos habían jugado una mala pasada.



Bali. Última frontera.

Bali. Última frontera.


Localización: Malasia Malasia Fecha creación: 19/02/2018 22:37 Puntos: 5 (1 Votos)
Bali. Última frontera.

Al llegar a Bali nos estaba esperando el conductor que había apalabrado con el hotel, que nos llevó del aeropuerto de Denpasar directos a Ubud. Como siempre la zona del aeropuerto estaba a tope de tráfico. Pero nuestro maravilloso hotel nos estaba esperando. Nos alojamos en el Alam Shanti, muy aconsejado en el foro de los viajeros. Y la verdad es que el lugar nos encantó. Es todo paz y tranquilidad. Son pequeñas casas de dos plantas con una habitación por planta (al menos nuestra habitación, que en teoría era de las más sencillas era así) y rodeadas de un precioso jardín tropical con su templo y su piscina. Cada una tiene fuera una terraza particular rodeada de vegetación donde sirven el desayuno. Los trabajadores del hotel van vestidos con los trajes típicos y todos las mañanas hacen sus ofrendas en la terraza particular de cada una de las habitaciones para que sus afortunados visitantes tengamos suerte. Una pasada de sitio, del que me he enamorado y al que al que espero volver algún día. Y encima, el precio estaba genial, unos setenta euros la noche más o menos.

En la terracita:
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Jardines por los que se accede a las habitaciones:

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Portadoras de las ofrendas de la mañana y del desayuno:
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En Bali teníamos contratados dos días no consecutivos para hacer un par de tours por la isla con el guía Riasa, también muy recomendado en el foro. Otros tres días los habíamos reservado para estar tranquilos en Ubud y hacer alguna compra. La verdad es que tuvimos una tremenda mala suerte con el tiempo y eso que era Julio y en teoría no tocaban lluvias. Pero cayó a mares. La primera excursión que hicimos fuimos con Wayan, otro guía que nos mandó Riasa. Casi toda la excursión la hicimos bajo una lluvia monzónica. Solo paró un ratito, lo que nos permitió ver un teatro balinés de Barong, personaje típico de su cultura. En principio, el teatro me parecía prescindible, demasiado turístico, pero como iba incluido en la ruta elegida, pues aceptamos verlo, en lugar de hacer otra cosa. Y, aunque es un espectáculo enfocado a turistas, nos gustó mucho. Había música tradicional en directo y los bailes balineses son muy peculiares, con gestos complicados y muy marcados. Estuvo muy entretenido y hasta Hugo siguió la historia con mucha atención y le encantó. Luego estaba empeñado en comprarse una máscara de Barong para su habitación. Como si no lo conociera... Acabaría sin poder dormir por miedo a la máscara. Y la verdad es que es para dar miedo, porque es un rato feo.

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Los sitios a los que fuimos después eran absolutamente espectaculares. Estuvimos en las piscinas sagradas de Tirta Empul, viendo cómo la gente se bañaba en el agua para purificarse.

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Después, estuvimos en el templo madre, Pura Besakih, que es simplemente espectacular. Realmente la arquitectura balinesa para mí no puede compararse con nada. Había muchos balineses vestidos con sus trajes ceremoniales que portaban bandejas con ofrendas. Lástima que con la que caía, todos íbamos con chubasqueros, los balineses se tuvieron que poner plásticos de colores sobre sus preciosos trajes y las ofrendas estaban todas pasadas por agua, lo que deslucía mucho el espectáculo. Fue una lástima de visita, ya que me encantó a pesar de las circunstancias. Así que tengo que volver a verlo en otra ocasión con un buen día.

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Templo pasado por agua:

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[img]Fuimos también a ver los cultivos y el lugar en donde hacen el café Luwak, el más caro del mundo. Lo probamos, pero no debemos tener el paladar tan fino, porque tampoco nos pareció gran cosa. Los tes, en cambio, estaban muy ricos. Otra visita de la ruta consistía en pasar por la zona alta desde donde se ve el volcán Agung, pero con el día que hacía no vimos nada de nada, tan sólo una densa niebla blanca que cubría más allá de dos metros. Ya volviendo al hotel pasamos por delante del pueblo Penglipuran, que visto desde la entrada parecía precioso y al lado del bosque de bambú, también muy chulo, pero para desasosiego de nuestro pobre guía, ya no quisimos ni bajarnos del coche, porque no paraba de caer, pero de qué manera, y ya teníamos pocas ganas de seguir mojándonos, ya que llovía tanto que los paraguas apenas servían de nada y de rodillas para abajo llevábamos la ropa empapada.[/img]

El segundo día de visitas fuimos con Riasa y vimos el famoso templo del lago Uluwatu y el Tanah Lot, sobre el mar. Son muy bonitos, más que por los propios templos, por las ubicaciones en las que se encuentran, pero me gustaron más las visitas del primer día. Quizás tanta gente buscando la mejor ubicación para hacerse fotos con los templos, que son pequeños y a los que no se puede entrar, resta encanto a estos lugares. Fuimos también a ver los arrozales de Jatiluwih y aquí nos cubrimos de gloria. Riasa nos dijo que podíamos dar un paseo por los arrozales, que siguiéramos el camino sin más, que era circular y no tenía perdida, que él nos esperaba en el otro extremo del camino que también daba a la carretera. El paseo era como de unos 15 o 20 minutos. El caso es que tiramos a andar. Cuando llevábamos al menos media hora caminando y no se veía el final por ninguna parte, empezamos a extrañarnos, y entonces una familia francesa que venía detrás nuestra nos preguntó que si para la ruta verde iban bien. Oh, sorpresa! Había varias rutas con colores! Efectivamente, otros veinte minutos más adelante nos fijamos en que en el camino había un mapa con tres tipos de rutas pintadas de tres colores distintos y según el lugar en el que el mapa marcaba que estábamos, íbamos por la ruta más larga!, de unas tres horas. En el lugar en el que estábamos ya no podíamos volver atrás, ya que nos llevaría el mismo tiempo, así que seguimos la ruta, eso sí, a paso más ligero. Nos hicimos la ruta de tres horas en dos y cuando llegamos, el pobre Riasa nos esperaba en el punto en el que habíamos quedado, ya preocupado pensando en mandar una moto a ver si nos había pasado algo. El paseo por el arrozal estuvo genial. Como nos salimos, sin quererlo, de la ruta corta, que es la que hacen todos los turistas, pudimos disfrutar en soledad de muchos paisajes preciosos e hicimos un montón de fotos fantásticas.
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La última parada del día fue una catarata muy chula, bastante desconocida, ya que para llegar al lugar hay que bajar una cantidad de escalones bestial, que luego hay que subir, y no todo el mundo está preparado para ir a esta catarata, así que estuvimos solos disfrutando de ella bastante tiempo. Este segundo día de visitas nos llovió en algún momento, pero no como el primer día. Mientras caminábamos por el arrozal, rezábamos para que no nos cayera la del pulpo sabiendo que nos quedaba un buen rato de caminata, y los dioses balineses nos escucharon, porque nos dejaron acabar secos. Empezó a chispear según nos subíamos al coche.

Los demás días recorrimos Ubud de arriba a abajo y nos gustó mucho. Estuvimos en el templo de los monos, que es una pasada de bonito; comimos genial en un warung; Hugo y yo nos dimos un estupendo masaje; paseamos por la zona alta de los arrozales de Ubud y también comimos por allí en Sari Organic, con una vista fantástica a los arrozales de Ubud, viendo montones de cometas ondeando en el aire; paseamos por el mercado, en el compré algunas baratijas; y compramos un par de cometas hechas a mano en el taller de un artesano.

Tienda de cometas:
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Calle de Ubud:
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Bosque de los monos:

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El último día quería hacerme con uno de esos bonitos cuadros que venden en toda la ciudad. Pero no me decidí. Había tres tipos de pinturas distintas que me gustaban: la tradicional balinesa, el naif que se ha convertido en otra seña de identidad de Ubud y luego, los cuadros de arrozales. Vimos un montón. Ibamos parando en todos los talleres de los pintores. Ya tenía a la familia aburrida de tanto cuadro, pero me gustaban todos y no terminé de decidir qué estilo es el que más pegaba en casa, así que, por tonta, no aproveché la oportunidad y me fui con las manos vacías. Ahora ya sé que cogería uno de pintura tradicional balinesa. Tarde…. Bueno, otro motivo para volver.

Bali fue para mí una gran sorpresa. No estaba nada segura de que fuera a gustarme, por aquello de que era muy turístico, pero supongo que el hecho de no pisar la playa y centrarnos en la zona del interior, hizo que no viera su parte más anodina e impersonal. El interior me pareció que conserva toda su autenticidad a pesar de la multitud de turistas que tiene. Creo que los balineses tienen una cultura muy rica que preservan por ellos mismos y para ellos mismos, porque quieren, porque les gusta su cultura o se han criado en ella y tampoco conocen otra cosa, y están orgullosos de ella, y los viajeros, aunque seamos muchos, disfrutamos de algo que es real y auténtico. Contra todo pronóstico, me encantó Bali y volvería mañana si pudiera.

Vuelta a Singapur y final del viaje.


Después de 21 días de viaje volvimos a Singapur con la nueva sensación de volver a lo conocido. Volvíamos, además, al mismo hotel. Así que era un poco como volver a casa. Cuando llegamos, era tarde y queríamos volver a la zona de la bahía para ver el espectáculo de luces que hay en los árboles gigantes en el Gardens by the bay, pero estábamos muy cansados ya para ir con prisas y al espectáculo de luces no llegamos. Sí que llegamos hasta los árboles y los vimos iluminados. Pasamos un rato allí tumbados disfrutando de ellos en la noche y nos retiramos a dormir. Al día siguiente nos esperaba el día prometido a Hugo, el del Universal Studios.

Compramos la entrada al parque en la propia recepción del hotel y llegamos allí en metro, como a todos lados. Luego caminamos un poquito por la pasarela mecánica y en un periquete estábamos en la puerta. En mi móvil daban lluvias todo el día, pero eso ya nos pasó otro día en el que teníamos pensado ir al parque de atracciones y en el que finalmente hicimos caso al pronóstico del tiempo y no fuimos y no cayó una gota. Pues esta vez, por fastidiar, el pronóstico acertó de pleno. Se pasó lloviendo el día entero y escampaba ratitos pequeños. Una pena, porque las atracciones al aire libre las tenían que cerrar. Pero supongo, que por otra parte, el hecho de que hiciera un día tan malo, también hizo que hubiera mucha menos gente que otros días, así que pudimos disfrutar de muchas atracciones y cuando dejaba de llover y abrían las montañas rusas, apenas teníamos que hacer cola para subir. Hugo y yo nos montamos en todas las montañas rusas y los tres nos subimos a la atracción de Transformers, que es un simulador que es una pasada, la mejor atracción en la que me he subido hasta ahora. Tampoco es que tenga mucha experiencia en esto, todo hay que decirlo. Pero esta atracción es impresionante. La nave en la que vas montado va recorriendo estancias y van ocurriendo miles de cosas, te chocas, vuelas a toda velocidad, frenas, vuelcas, te cae un coche encima. Y todo atravesando pasillos y habitaciones. Resulta tan real, que es como si estuvieras dentro de una película. Es bestial. En fin, que a pesar del día de perros, disfrutamos, sobre todo Hugo y yo, ya que a Oscar no le van mucho estas cosas.

Y este fue el fin de fiesta. Fin de la aventura. Game Over. Y me ha gustado mucho recordarlo. Y ahora a seguir soñando con el próximo viaje.



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Total comentarios: 2  Visualizar todos los comentarios
Imagen: Marimerpa  marimerpa  19/02/2018 09:03   📚 Diarios de marimerpa
Te está quedando muy bien el diario. Me han encantado las fotos del snorkel, los animalillos son adorables.
Imagen: Canajazz  Canajazz  19/02/2018 20:12   📚 Diarios de Canajazz
Muchas gracias marimerpa. Eres muy amable. La verdad es que es un curro. Pero luego me gusta tener este recuerdo e igual inspira a alguien. Saludos
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Fecha: Dom Abr 28, 2024 10:34 pm    Título: Re: Itinerario Indonesia-Malasia-Singapur

@Albagr93

He fusionado tu mensaje al hilo que ya existe.

Saludos
ALFMA
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09-08-2011
Mensajes: 1160

Fecha: Mar Abr 30, 2024 08:30 am    Título: Re: Dudas itinerario Indonesia-Kuala Lumpur-Singapur

Hola @Albagr93 Yo dedicaría los 17 días a Indonesia, el sur de Bali, sobre todo Tanah Lot es un imprescindible. Por otro lado dedicaría unos días a las Gili o a las Nusas o a ambas. Kuala Lumpur y Singapur lo dejaría para otro viaje.
tolo
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24-04-2005
Mensajes: 510

Fecha: Dom May 12, 2024 06:49 pm    Título: Re: Itinerario Indonesia-Malasia-Singapur

Hola! Estoy leyendo mucho para coger ideas y concretar itinerario.
A igualdad de precio de billete, que destino elegiriais para volar: Yakarta o Kuala Lumpur?
Ambos tienes buena conexion con Bali… evidentemente Kuala Lumpur merece una paradinha, pero no quiero restarle días a Indonesia.
malik
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Willy Fog
Willy Fog
15-09-2009
Mensajes: 15982

Fecha: Lun May 13, 2024 06:36 pm    Título: Re: Itinerario Indonesia-Malasia-Singapur

"tolo" Escribió:
Hola! Estoy leyendo mucho para coger ideas y concretar itinerario.
A igualdad de precio de billete, que destino elegiriais para volar: Yakarta o Kuala Lumpur?
Ambos tienes buena conexion con Bali… evidentemente Kuala Lumpur merece una paradinha, pero no quiero restarle días a Indonesia.

Si vas a a ver yogyakarta o algo más de Java, pues Yakarta... Si no, Kuala Lumpur. A mi es una ciudad que me flipa
mariargm
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Super Expert
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15-11-2012
Mensajes: 996

Fecha: Lun May 13, 2024 09:48 pm    Título: Re: Itinerario Indonesia-Malasia-Singapur

"tolo" Escribió:
Hola! Estoy leyendo mucho para coger ideas y concretar itinerario.
A igualdad de precio de billete, que destino elegiriais para volar: Yakarta o Kuala Lumpur?
Ambos tienes buena conexion con Bali… evidentemente Kuala Lumpur merece una paradinha, pero no quiero restarle días a Indonesia.

Pues para entrar,te diría que si piensas visitar Java ,por Yakarta.Para salir,elegiría Kuala Lumpur,ya que una corta visita pre-vuelo internacional,es agradable y te da una idea de la ciudad,cosa imposible para Yakarta
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