Estrasburgo: retorno con mi suegra a su ciudad de emigrante ✏️ Blogs de Francia

Por la tarde nos dirigimos directamente hacia el barrio de la Petite France que debe su nombre a un hospital donde se trataba el "mal francés" o sífilis, enfermedad importada de Italia por los soldados del rey Francisco I. Al desaparecer el hospital quedó este nombre al barrio habitado por pescadores, molineros y curtidores.

*** Imagen borrada de Tinypic ***

Nos acercamos hacia ella paseando por la ribera del Ill, disfrutando de las vistas desde el muelle Turckheim hasta llegar a la Presa Vauban y los Puentes Cubiertos con sus cuatro torres cuadradas medievales, así llamados porque hasta el siglo XVIII estaban cubiertos por unos tejados que servían para impedir que la pólvora allí almacenada se mojase con la lluvia. Estas cuatro torres son lo que queda del cinturón fortificado de la ciudad compuesto inicialmente por un número mayor: 80. Estos puentes fueron sustituidos por los actuales puentes de piedra.

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Frente a los Ponts Couverts, se halla la presa o dique Vauban que es en realidad una gran esclusa. La bajada de las compuertas permitía inundar la parte sur de la ciudad en caso de invasión.

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La Petite France es un barrio pintoresco, con rincones mágicos, donde proliferan las mansiones con sus patios amplios y sus techos inclinados y con amplios vanos para que los curtidores secaran las pieles que lavaban y teñían en el río. La más representativa es precisamente la "Casa de los Curtidores" situada en un costado de la Plaza Zix (el centro neurálgico de este barrio) y muy bien conservada, y en cuyos balcones y galerías hay colgados enormes macetones de flores.

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En la Plaza Benjamin Zix había una pequeña orquesta tocando en directo que hacían más bonito si cabe el lugar.

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Siguiendo el paseo llegamos al puente giratorio que habíamos atravesado la noche anterior a bordo del barco. Como justamente se acercaba uno, me adelanté a mis "veloces" compañeros de viaje para captar con la cámara el momento en que el puente se abriera a su paso. Mi idea era tomar la fotografía desde el mismo puente (qué ingenua ), pero momentos antes unos franceses aparecen de la nada para echar a toda la gente del puente y colocar unas cadenas. Bueno, a todos menos a un caballero que con cara de "aquí que pasa que tengo todo el puente para mí" no entendía en ningún idioma que debía quitarse de en medio. Hasta que !!sorpresa!!! le digo en español que se retire y aún pregunta el tío que "¿Por qué?"......dando la nota siempre........Spain is different!!

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Antes de que se hiciera demasiado tarde, entramos en un pequeño restaurante que nos pareció bien de precio y que anunciaba un menú en la puerta que contenía choucroute, el plato alsaciano por excelencia y que Antonio no podía irse sin probar. Es un plato a base de col salada y fermentada que se acompaña de tocino, patata cocida y salchicha alsaciana. Lo probé a sabiendas de que no me gustaría y así fue. Pero a él le encantó: no en vano lo había probado de los que se venden por aquí en lata pues al parecer en su casa era un plato que gustaba.

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Totalmente recomendable el sitio: dos menús (choucroute, ensaladas de primero en los dos y de segundo choucroute y una tartaleta de patata, cebolla y bacon buenísima), una ensalada de salmón y foie (no podía irme sin probarlo) que llevaba una carne ahumada que no supe lo que era y estaba buenísima, bebidas (por fin probamos la picon biere, que es cerveza con un vermut a base de naranja amarga: exquisita ), y cafés: 61,40 euros. El servicio, estupendo y la camarera se esforzó como nunca para hacerse entender en español. Se llama La Petite Alsace en pleno barrio de la Petite France en la calle que desemboca en la plaza Zix (creo que es Rue du Bain aux plantes).

Después de cenar todavía hicimos ir a la Pilarín (más bien nos hizo ir ella que se empeñó en que tenía que comprame algo de recuerdo) hasta la plaza de la catedral para comprar una bolsa que me había gustado y único souvenir que me traje de allí. Lo malo es que las tiendas cierran demasiado pronto y al llegar estaba todo cerrado, con lo que tuvimos que volver al día siguiente Antonio y yo antes de salir rumbo a España. Pero eso es otro día

Finalmente conseguimos llegar al hotel con una Pilarín agotadísima y como justo debajo del hotel teníamos un cine pues nos metimos en la sesión que empezaba a las 22.00 a ver "Yo, también", en una sala que como mucho cabían 50 personas y en la que solo estábamos 7. En español oye, subtitulada en francés. Quién me iba a decir que terminaría viendo una película en español en un cine francés.

Y así fue como terminó nuestro segundo día en Estrasburgo.

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El último dia amaneció para variar radiante y nos embargó un poquito la melancolía por tener que marcharnos. Después del copioso desayuno, pues no sabíamos cuándo comeríamos, dejamos a la Pilarín terminando de hacer la maleta y nos marchamos a la catedral en busca de la bolsa-souvenir de Estrasburgo. También compramos unos estuches para nuestros sobrinos con el motivo de la cigüeña, animal símbolo de la ciudad.

Tras volver a recoger a la Pilarín nos fuimos dando un paseo hacia la estación donde cogimos un tren que nos dejó en Appenweir y donde tuvimos que esperar otros 50 minutos a que llegara el tren del transbordo a Baden Baden. Esta vez ya nos sabíamos los pasos a dar así que nos lo tomamos con calma.

Al llegar a Baden Baden nos tomamos el primer café decente en 3 días en un garito tipo kiosco de parque que había allí mismo. Pero qué bueno estaba!!! o qué bueno nos sabía después del infumable café francés!!!! Y el autobús que nos tenía que llevar al aeropuerto nos hizo sufrir de lo lindo, pues el que teníamos que coger para llegar sobrados nunca apareció y el que finalmente tomamos nos dejó en el aeropuerto a las 13.40 y nuestro tren salía a las 14.10!!!

Nos bajamos a toda prisa, buscamos nuestro vuelo y la puerta de embarque y SORPRESA!!!! el avión salía con una hora de retraso!!!!!! Con lo que habíamos sufrido!!!!! En fin, que esperamos estoicamente a que se hiciera la hora y eso sí, tuvieron la decencia de volar más rápido y dejarnos en Gerona en una hora y veinte minutos. Nos chocó que nos pesaron la maleta y nos la abrieron, comprobando que todo el equipaque se ajustase a la normativa. No es que no lo esperáramos, sino que en Gerona a la ida, nadie se molestó en comprobar na de na.

Durante el vuelo pudimos tomar todavía fotografías del Rhin y los pueblos bañados por él. Una preciosidad desde el aire. Como nos quedamos con las ganas, en la estación compramos una guía de la Alsacia para recorrerla en otra ocasión en coche, pues los pueblos cercanos a Estrasburgo tienen una pinta estupenda (Colmar, Verdun, Eguiheim, Riquewihr....). Seguro que volveremos.

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Y así fue como terminó nuestro viaje al pasado de la Pilarín y también de Antonio que vivió sus dos primeros años de vida en esta ciudad y que no nació en ella por casualidad. Bueno, por casualidad no, por cabezonería mañica de la Pilarín que se empeñó en que su hijo tenía que nacer en España, a ver si luego no le daban la nacionalidad y se quedaba con un hijo francés. Así que con más de 8 meses de embarazo se vino a España a dar a luz en un viaje en tren de 12 horas de pie (que no llegaba el dinero para otra cosa). Eso sí, el chico le nació español, y con 22 días de vida y un pasaporte en el que solo se le veían los ojos, se volvió a Estrasburgo a seguir trabajando. En fin, un viaje cortito pero precioso el que hemos realizado. Nos vemos por ahí. Au revoir.

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