Etapa 2, La Roca ✏️ Diarios de Viajes de Francia

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Esta etapa era un poco “la joya de la corona” visitar el Monte Saint Michel era una de mis ilusiones.
Debéis de saber que soy un entusiasta de la Edad Media y de sus manifestaciones sobre todo la arquitectura y la Abadía es el sumum en muchos aspectos.
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Como teníamos reserva en un hotel del interior también teníamos una zona del gran aparcamiento reservada, el encargado nos indicó cual era nuestra zona.
El hotel era el Auberge de St Pierre (112€) Avda Gran Rue. El hotel tiene un cierto encanto con un acceso directo a las murallas cosa que era buena por una parte (en un momento estabas en las murallas) pero por otra estabas tan cerca que parecía que todos los que paseaban los tenias dentro de tu habitación.
Como llegamos antes del mediodía aún nos dio tiempo a instalarnos y dar un primer paseo para ambientarnos. Primer contacto con los famosos mejillones y patatas fritas, plato típico y habitual en toda la Bretaña, y, por supuesto copazo de sidra, ojo con los precios, “pican”.
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Las vistas desde las almenas son espectaculares y a la entrada de la ciudad, cerca de la oficina de información hay unas pizarras con la información sobre las horas de las mareas y la altura de las mismas, (también podéis consultar la página del proyecto monte Saint Michel www.projectmontsaintmichel.fr). Ver desde las murallas el movimiento del mar es una “pasada”
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Las calles principales (o mejor la calle) son un conglomerado de chiringuitos que venden de todo y la gente, sorpresa, va y compra.

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Al final de la tarde la mayoría de turistas abandona la Roca y es cuando puedes disfrutar de la ciudad, de la Abadía y de todo su entorno. Os recomiendo una visita nocturna por la Abadía, se realiza un circuito guiado por toda la Abadía y distintas salas hay efectos de luz o conciertos en algunas de las dependencias.

A la mañana siguiente salimos a despedirnos de la Roca, aquello si que fue impresionante y valió la pena la estancia en Auberge St Pierre. A las 8 de la mañana no había nadie ni tan siquiera en los tenderetes, solo nos acompañaba el silencio y un montón de años en cada una de las piedras que pisábamos.
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