10 de septiembre 2010
Muy temprano cruzamos de nuevo el Sanaga rumbo a Yaundé. Continúa lloviendo cuando nos reencontramos con Enmanuel y nuestro coche de nuevo.
Hoy es la fiesta de Ramadán y la primera vez que Abdul la pasa lejos de su casa, así que para animarle, en Edea, una ciudad colonial alemana bastante arreglada, compramos un pastel redondo, que excepto la forma, no tiene más parecido con el que suelen tomar los musulmanes. A partir de hoy se acabó el ayuno riguroso que les prohíbe tomar nada sólido ni líquido desde las 5h a las 19:30h, incluido los días de treking.
Después de tres horas llegamos a la capital, Yaundé, la ciudad de las siete colinas. A la entrada de la ciudad pasamos por una zona de chabolas rodeada de basura, fruto del crecimiento desmedido de la capital en los últimos tiempos. Nos llama la atención el tráfico que hay, parecido al de las grandes urbes europeas. Paramos sólo lo necesario para comer en un restaurante-cabaret-sala de fiesta propiedad de una francesa, que lleva dos años en Yaunde y chapurrea un poco el español. Aquí todo el mundo habla francés, con el inglés apenas te manejas. Nos cuenta sus problemas con la policía, y la manía de elevar los precios a los blancos, incluido a los afincados aquí. Pero a pesar de las dificultades siendo mujer y blanca, está encantada y no piensa cambiar de residencia de momento.
El tren hacia Ngaunderé sale a las 18h puntual, si todo va bien llegaremos a destino sobre las 9h de la mañana, después de realizar doce paradas en total durante el trayecto. Viajamos en un vagón-litera para dos personas que está estupendo. El compartimento dispone de un pequeño lavabo dentro, que se queda sin agua hacia la mañana. Recomendable uso del saco. Tiene servicio de cafetería para la cena y desayuno bastante aceptable.
Con el traqueteo del tren enseguida se nos cierran los ojos, esperamos a que pase el revisor y nos quedamos fritos.
11 de septiembre 2010
Aunque a veces el tren sufre retrasos de hasta varias horas nosotros llegamos puntuales a Ngaundere. La estación se llena de gente cargada hasta los topes. Al fin cielo azul y sol, estamos en la meseta de Adamawa, a 1300m de altitud y el paisaje ha cambiado radicalmente. La vegetación menos exuberante que en la zona tropical del sur, deja ver grandes extensiones de tierra cubierta de hierba y bosque bajo típicos del sahel.
Nos hospedamos en la misión católica, un reducto en una ciudad mayoritariamente musulmana, muy cerca del barrio viejo. La ducha en nuestra diminuta habitación nos sabe a gloria. Dejamos un montón de ropa para lavar y salimos a descubrir la ciudad. A pocos kilómetros del centro se alza el monte que da nombre a la ciudad, formado por grandes rocas graníticas superpuestas, y que me recuerda a los montículos graníticos del desierto del Kalahari. Hoy se celebra el segundo día de fiesta del Ramadán y tenemos la suerte de asistir a un espectáculo único denominado “fantasía” en el que los nobles de la región y su séquito van a presentar sus respetos al lamido. En esta ocasión el propio lamido participa en el rito puesto que el ministro de cultura hace de anfitrión en el lamidato. Un montón de medios de comunicación se han personado para cubrir el evento. El espectáculo es impresionante, los notables a caballo, engalanados para la ocasión van rodeados de sus guerreros portando toda clase de armas. Los músicos con una especio de trombón larguísimo anuncian al lamido con un sonido grave y penetrante.
Músico de la corte del Lamido en Flickr
Varios hombres cargados de toda clase de fetiches evitan que los malos espíritus estropeen la ceremonia.
Fetiche en Flickr
Las mujeres ataviadas con sus mejores galas, adornadas con hena sus pies y manos.
Tatuaje de hena en Flickr
Vestida de fiesta en flickr
Cuando la procesión llega al lamidato los guerreros se colocan en torno a la tribuna en la que está el ministro de cultura y otras personalidades del gobierno, y los notables se acercan a galope con sus caballos, primero en grupo, después en solitario. Es increíble la destreza con la que manejan sus monturas, galopando a toda velocidad y haciéndolas parar justo antes de llegar a la tribuna. Después les toca el turno a los guerreros, que se acercan cantando y bailando. Más tarde somos los invitados los que presentamos nuestros respetos al lamido todavía montado en su caballo.
Fantasia en Flickr
Fantasia en Flickr
Jinete en Flickr
Después del jolgorio, grupos de hombres y mujeres Peul continúan la fiesta en la calle cantando en grupos.
Vestida de fiesta en Flickr
Nosotros aprovechamos para comer en el Coffeshop un pescado típico de la zona el “captain”, buenísimo, precedido como siempre de unos aguacates con salsa mahonesa.
Por la tarde comienza a llover con furia así que un amigo de Abdul nos invita a pasarla en su casa. Entre el pueblo musulmán la hospitalidad es muy importante, sobre todo durante el tiempo del Ramadán. La casa está situada en el barrio de Burkina, bastante alejado del centro. Consta de varias estancias a las que se accede por un pasillo al aire libre, por lo que para pasar de una a otra te mojas irremediablemente. Nos hacen pasar a la del cabeza de familia que tiene varios sofás y una alfombra donde nos sentamos a comer arroz, un guiso de tripas y un dulce parecido a nuestras rosquillas acompañados de palomitas y té. Saludamos a sus dos mujeres y cuatro hijos que estaban en otra estancia más pequeña en la que había una televisión, un armario lleno de cazuelas y una alfombra en la que estaban todos sentados. Los niños varones duermen en otra habitación a partir de los siete años. Nos sorprende como un hombre con un trabajo humilde se plantee mantener a dos esposas y sus hijos correspondientes, pero como ellos dicen sus hijos son su riqueza.
Después fuimos a saludar a otra amiga de Abdul que trabaja como enfermera en el hospital de Ngaounderé, conocemos a sus hermanos, madre e hijos que viven todos en la misma casa. Uno de sus hermanos estudia historia en la universidad y habla perfectamente inglés. Charlamos de sanidad, de educación y de la vida en general mientras tomamos pollo, coca cola y rosquillas. El concepto de familia está más arraigado en esta tierra, no se concibe vivir lejos de ella. Poco a poco fueron pasando tíos, sobrinos y el resto de familiares por la casa, simplemente para saludar y saber unos de otros. Fue una velada fantástica, esta gente te llega al corazón, te ofrece lo poco que tiene sin condiciones.
Regresamos a la misión encantados ya bien entrada la noche.
Muy temprano cruzamos de nuevo el Sanaga rumbo a Yaundé. Continúa lloviendo cuando nos reencontramos con Enmanuel y nuestro coche de nuevo.
Hoy es la fiesta de Ramadán y la primera vez que Abdul la pasa lejos de su casa, así que para animarle, en Edea, una ciudad colonial alemana bastante arreglada, compramos un pastel redondo, que excepto la forma, no tiene más parecido con el que suelen tomar los musulmanes. A partir de hoy se acabó el ayuno riguroso que les prohíbe tomar nada sólido ni líquido desde las 5h a las 19:30h, incluido los días de treking.
Después de tres horas llegamos a la capital, Yaundé, la ciudad de las siete colinas. A la entrada de la ciudad pasamos por una zona de chabolas rodeada de basura, fruto del crecimiento desmedido de la capital en los últimos tiempos. Nos llama la atención el tráfico que hay, parecido al de las grandes urbes europeas. Paramos sólo lo necesario para comer en un restaurante-cabaret-sala de fiesta propiedad de una francesa, que lleva dos años en Yaunde y chapurrea un poco el español. Aquí todo el mundo habla francés, con el inglés apenas te manejas. Nos cuenta sus problemas con la policía, y la manía de elevar los precios a los blancos, incluido a los afincados aquí. Pero a pesar de las dificultades siendo mujer y blanca, está encantada y no piensa cambiar de residencia de momento.
El tren hacia Ngaunderé sale a las 18h puntual, si todo va bien llegaremos a destino sobre las 9h de la mañana, después de realizar doce paradas en total durante el trayecto. Viajamos en un vagón-litera para dos personas que está estupendo. El compartimento dispone de un pequeño lavabo dentro, que se queda sin agua hacia la mañana. Recomendable uso del saco. Tiene servicio de cafetería para la cena y desayuno bastante aceptable.
Con el traqueteo del tren enseguida se nos cierran los ojos, esperamos a que pase el revisor y nos quedamos fritos.
11 de septiembre 2010
Aunque a veces el tren sufre retrasos de hasta varias horas nosotros llegamos puntuales a Ngaundere. La estación se llena de gente cargada hasta los topes. Al fin cielo azul y sol, estamos en la meseta de Adamawa, a 1300m de altitud y el paisaje ha cambiado radicalmente. La vegetación menos exuberante que en la zona tropical del sur, deja ver grandes extensiones de tierra cubierta de hierba y bosque bajo típicos del sahel.
Nos hospedamos en la misión católica, un reducto en una ciudad mayoritariamente musulmana, muy cerca del barrio viejo. La ducha en nuestra diminuta habitación nos sabe a gloria. Dejamos un montón de ropa para lavar y salimos a descubrir la ciudad. A pocos kilómetros del centro se alza el monte que da nombre a la ciudad, formado por grandes rocas graníticas superpuestas, y que me recuerda a los montículos graníticos del desierto del Kalahari. Hoy se celebra el segundo día de fiesta del Ramadán y tenemos la suerte de asistir a un espectáculo único denominado “fantasía” en el que los nobles de la región y su séquito van a presentar sus respetos al lamido. En esta ocasión el propio lamido participa en el rito puesto que el ministro de cultura hace de anfitrión en el lamidato. Un montón de medios de comunicación se han personado para cubrir el evento. El espectáculo es impresionante, los notables a caballo, engalanados para la ocasión van rodeados de sus guerreros portando toda clase de armas. Los músicos con una especio de trombón larguísimo anuncian al lamido con un sonido grave y penetrante.
Músico de la corte del Lamido en Flickr
Varios hombres cargados de toda clase de fetiches evitan que los malos espíritus estropeen la ceremonia.
Fetiche en Flickr
Las mujeres ataviadas con sus mejores galas, adornadas con hena sus pies y manos.
Tatuaje de hena en Flickr
Vestida de fiesta en flickr
Cuando la procesión llega al lamidato los guerreros se colocan en torno a la tribuna en la que está el ministro de cultura y otras personalidades del gobierno, y los notables se acercan a galope con sus caballos, primero en grupo, después en solitario. Es increíble la destreza con la que manejan sus monturas, galopando a toda velocidad y haciéndolas parar justo antes de llegar a la tribuna. Después les toca el turno a los guerreros, que se acercan cantando y bailando. Más tarde somos los invitados los que presentamos nuestros respetos al lamido todavía montado en su caballo.
Fantasia en Flickr
Fantasia en Flickr
Jinete en Flickr
Después del jolgorio, grupos de hombres y mujeres Peul continúan la fiesta en la calle cantando en grupos.
Vestida de fiesta en Flickr
Nosotros aprovechamos para comer en el Coffeshop un pescado típico de la zona el “captain”, buenísimo, precedido como siempre de unos aguacates con salsa mahonesa.
Por la tarde comienza a llover con furia así que un amigo de Abdul nos invita a pasarla en su casa. Entre el pueblo musulmán la hospitalidad es muy importante, sobre todo durante el tiempo del Ramadán. La casa está situada en el barrio de Burkina, bastante alejado del centro. Consta de varias estancias a las que se accede por un pasillo al aire libre, por lo que para pasar de una a otra te mojas irremediablemente. Nos hacen pasar a la del cabeza de familia que tiene varios sofás y una alfombra donde nos sentamos a comer arroz, un guiso de tripas y un dulce parecido a nuestras rosquillas acompañados de palomitas y té. Saludamos a sus dos mujeres y cuatro hijos que estaban en otra estancia más pequeña en la que había una televisión, un armario lleno de cazuelas y una alfombra en la que estaban todos sentados. Los niños varones duermen en otra habitación a partir de los siete años. Nos sorprende como un hombre con un trabajo humilde se plantee mantener a dos esposas y sus hijos correspondientes, pero como ellos dicen sus hijos son su riqueza.
Después fuimos a saludar a otra amiga de Abdul que trabaja como enfermera en el hospital de Ngaounderé, conocemos a sus hermanos, madre e hijos que viven todos en la misma casa. Uno de sus hermanos estudia historia en la universidad y habla perfectamente inglés. Charlamos de sanidad, de educación y de la vida en general mientras tomamos pollo, coca cola y rosquillas. El concepto de familia está más arraigado en esta tierra, no se concibe vivir lejos de ella. Poco a poco fueron pasando tíos, sobrinos y el resto de familiares por la casa, simplemente para saludar y saber unos de otros. Fue una velada fantástica, esta gente te llega al corazón, te ofrece lo poco que tiene sin condiciones.
Regresamos a la misión encantados ya bien entrada la noche.