Comienza nuestro primer día en Berlín. Teníamos el desayuno incluido, a nuestro parecer bastante completo: huevos revueltos y pasados por agua, salchichas, bacon, embutidos y quesos, mermeladas de distintos sabores, mantequilla, Nutella, yogur de varios sabores, cereales, zumos y, por supuesto, café aguachurri.
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Después de desayunar abundantemente, nos espera una larga caminata, buscamos la parada de metro más cercano. Es Samariterstrasse, que está a unos metros del hotel.
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Incluso desde donde está el hotel se ve la Torre de Televisión.
Después de darle muchas vueltas al tema de la tarjeta de transporte, nos decidimos por la WelcomeCard. Para el primer viaje sacamos un billete sencillo. Las máquinas expendedoras están en los mismos andenes y se puede elegir idioma, es muy sencillo. Picas antes de subir al metro (solo se pica una vez, sea cual sea la duración del billete) y listo. Lo malo es que tenemos que hacer trasbordo en Alexander Platz para ir a la Puerta de Brandemburgo y no recuerdo si el billete simple nos sirve. “Da igual” le digo a mi “marío”, “es raro encontrarse con un revisor, hay quien no ve uno en todo el viaje”. Y justo en ese momento vemos como todo el mundo comienza a sacar los billetes y un hombre, vestido de calle, con su identificación en la mano… ¡No me lo puedo creer, el primer viaje y nos encontramos un revisor! Pilló a un grupito de cuatro amigos sin billete.
Llegamos a la estación de Alexander Platz. Es enorme, como casi todas, llena de tiendas, restaurantes, locales de comida rápida. Me imagino que en invierno, con muchos grados bajo cero (según nos dijeron entre -10 y -20 el invierno pasado) la gente hará parte de la vida en las estaciones de metro.
El tema del metro es un poco complicado, entre la U bajo tierra y la S por arriba y la cantidad de líneas que hay… Pero nada del otro mundo, en un par de días se le coge el punto.
Y por fin llegamos a la Puerta de Brandemburgo. Esta parada antes se llamaba Unter den Linden pero ahora es Brandenburger Tor. Nada más salir te encuentras con la Puerta. Como casi todo el mundo la esperábamos más grande, pero es muy bonita, una de las cosas que más me ha gustado de la ciudad.
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A la izquierda, rodeado con un círculo, donde se vende la Welcome Card.
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Justo a la izquierda de la Puerta está el Infostore donde venden la WelcomeCard. El chico que nos atiende no habla español, así que nos la apañamos en inglés, algo que se repetirá en casi todo el viaje. Al final:
-WelcomeCard Museumsinsel 72 horas zonas AB: 31´50 euros
-WelcomeCard de 5 días zonas ABC: 34´50 euros
Y en la zona opuesta se encuentra el StarBucks punto de partida de los tours de NewBerlín que comienzan a las 11h. Nos parecia un buen comienzo hacer el tour gratuito. Hay un montón de gente y al final hacen 5 grupos de 40 personas cada uno. Nuestra guía es una chica llamada Noemí que lleva un par de años en Berlín pero que en unos 20 días regresa a España porque “otro invierno más en Berlín no, gracias”.
El recorrido se desarrolla por la zona oriental y se ven, entre otras cosas, el Monumento al Holocausto Judío, Check Point Charlie, las Catedrales Gemelas, etc. Terminamos frente a la Berliner Dom, cerca de la Isla de los Museos, donde nos cuenta la historia de la caída del muro.
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Berliner Dom
Dura unas cinco horas, desde las 11 hasta las 4. A medio recorrido se hace una parada rápida para comer en un sitio llamado Aromas. No es obligatorio comer allí, pero es el que recomienda la guía. No es caro y está bastante bien. Nosotros pedimos un bocadillo grande de pollo, una cerveza y una limonada con menta, 11 euros. Por cierto, hay agua gratis que te sirves tú mismo.
Por supuesto al final del recorrido la guía pide una retribución según valoremos su trabaja, nosotros le damos 20 euros, nos ha gustado bastante.
Como aún es temprano, y a pesar de tener los pies tocados tras la caminata, vamos al primer museo, el Pergamo. Enseñamos nuestras WelcomeCard, que por cierto todavía no hemos picado, y pa´dentro. Es bonito pero menos impresionante de lo que esperaba y hace bastante calor. De todas formas pasamos un buen rato aquí. Hay audioguía gratuita que casi consigue dormirnos ya que el tono de voz es grave y lento, y con el calorcito…
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Una vez fuera hacemos una paradita en el hotel Radisson para ver el tubo-acuario. Es impresionante. Se entra sin problema al hall del hotel, no te dicen nada, de hecho te ignoran. Cogí una postal de una imagen del tubo-acuario muy bonita y pase más de cinco minutos intentando pagarla. Se lo dije a una camarera, intenté parar a otro que entraba y salía del rinconcito donde estaban las postales y otros recuerdos, y nada, como si fuera invisible. Así que con mi postal en la mano me fui. Mi “marío” andaba a un par de metros de mi por si acaso. ¡Pero yo lo intenté, de verdad!

Toda esta zona está bastante animada, hay multitud de restaurantes y cafeterías.
Y para terminar el día vamos a Hackesche Höfe, al norte de la isla de los Museos. Son una serie de patios que se comunican entre sí, llenos de tiendas de ropa, recuerdos, chocolate. Hay una tienda Ampelmann donde ,por supuesto, compro algunas postales y bolis. Nuestras compras se completan con algunas chocolatinas y bombones que no duran mucho.
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Terminamos el día en un irlandés recordando el viaje del año pasado y en un japonés cerca del hotel llamado Rong Vang, donde cenamos bastante bien por solo 22´30 euros.
Aun queda mucho viaje y mis pobres pies ya empiezan a quejarse.