En el 1260 de la Sexta Avenida, entre las calles West 51st y West 52nd, están los frescos que Thomas Hart Benton pintó entre 1930 y 1931. Los tituló America Today. No dejan hacer fotografías y, para grabármelos bien, me detengo mucho rato ante esas pinturas que parece que retratan una guerra contra el tiempo. Los aviones surcan el cielo, los obreros -camisas arremangadas, enjutos, con sombrero, las caras afiladas y contraídas- clavan, transportan, golpean con el martillo y saltan chispas, aquí un edificio a medio hacer, allí una grúa. Muchos de ellos serían los inmigrantes que llegaron a Ellis Island con lo puesto. Paseo sin detenerme por un montón de tiendas: Bergdorf Goodman, Dior (para fotografiar el LMVH), Chanel, Nike... el colmo del lujo. He señalado en el mapa los sitios importantes, pero ninguno me parece tan apetecible ahora como el Green Cafe para tomar un batido de frutos rojos. Es una excusa porque necesito un baño y sentarme de nuevo. Agradezco no venir con nadie, pero lo cierto es que son las seis de la tarde, llevo doce horas despierta y en la calle y tengo los brazos amoratados de sacarme y ponerme la mochila de la cámara.
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(Esta foto no es mía, claro. Está sacada de Shafe).
Lo maravilloso es la cantidad de buena música que ponen en los bares. Ahora canta Jim Morrison: cuánto tiempo hace que no escuchaba a los Doors: me doy cuenta ahora, cuando tarareo People are Strange. En este viaje hay mucha música: comenzó en el avión, con Every little thing she does is magic, de Sting, que pusieron al despegar y al aterrizar; esta mañana, en Legal Grounds, sonaba Empire State of Mind de Alicia Keys... y como sigan poniendo a los Doors (love me two times, baby...) no me levanto hasta que no se acabe el disco.
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Reviso las fotos. En dos días llevo tarjeta y media. Si sigo así, deberé pasarme por la B&H de nuevo alguna vez. Y cuando llegue a Badajoz, tendré que limpiar la cámara: he cambiado unas diez veces de objetivo al día. Pero es que cada edificio tiene detalles únicos. En la puerta de Alwyn Court Apartments, un mendigo con una camiseta de I love NY me comenta que el símbolo de los arquitectos (Harde & Short) es la salamandra. Se decoró en terracota, en estilo renacentista francés. El portero, un chaval joven, y yo nos ponemos a hablar de cámaras y precios, porque quiere comprarse una. Cuando sigo mi camino busco, ya sí, el Equitable (paso por el Carnegie Hall, con la fachada llena de andamios, y por el NY City Center of Music and Dance, con su pared extraña en estilo morisco). El Equitable está cerrado, pero la puerta es de cristal y se puede ver perfectamente el fresco de Roy Liechtenstein. Es un niño con una pelota, una mano de mujer con una esponja y muchísimas figuras geométricas.
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Se me ha hecho de noche, pateando. Entro en la tienda de M&Ms, que me hace mucha gracia (es asombrosa la cantidad de merchandasing que inventan para unas pastillitas de colores). Al salir de allí, guardo la cámara. Estoy muerta. Y me queda una larga caminata hasta el Path. Cuando llego a Jersey City, Robert ha hecho palomitas y se está tomando una cerveza. Le hace muchísima gracia que haya pasado por un montón de tiendas sin mirar siquiera los escaparates.
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