Las cinco y media de la mañana. “Vuelo Aeroméxico Miami-Mexico City: ON TIME”. Esta vez sí, ya no había avioncitos de humos de colores tocando las pelotas en el aeropuerto de Mexico City y podía partir. Mientras facturaba la mochila para el vuelo de las siete, la chica que me atendió el viernes sonreía desde un mostrador más alejado mientras me lanzaba un silencioso “Buen viaje”. Facturación sin problemas, paso por seguridad inmediato, despegue en hora….ahora sí, todo fluía (y si vas en primera clase todavía fluye más) mientras el sueño hacía acto de aparición y me dejé caer sobre el asiento.
La vista aérea de Ciudad de México es descomunal y todavía podría ser más espectacular si no fuera por la inmensa cortina de contaminación que cubre a este hervidero de 21 millones de habitantes situado en la cuenca del altiplano. Poco se podían imaginar los aztecas allá por el año 1.300 que su preciada Tenochtitlán llegaría a convertirse, con el paso del tiempo, en semejante engendro urbanístico. Por el contrario, el aeropuerto Benito Juárez de Ciudad de México es una auténtica delicia para los recién llegados. Paso por aduana, recogida y control de equipajes, devolución de equipajes a la cinta de “conexión de vuelos”, paso por seguridad y llegada a la puerta de embarque del vuelo hacia Oaxaca….en 20 minutos, imbatible.
Tras cincuenta minutos de vuelo (6 horas en autobús) uno llega a Oaxaca creyendo formar parte de una maqueta. Al lado del Benito Juárez, el aeropuerto Xoxocotlán de Oaxaca parece de juguete, muy acogedor. Aproveché para hacer cambio de moneda y empezar a familiarizarme con el peso mexicano ($MXC). A 18/9/2011 el cambio estaba a 17,5$MXC/euro y 12,5$MXC/US$.
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Sales a la calle cargado con tus mochilas y sorprendentemente no hay ninguna avalancha de taxistas encima tuyo, todo en calma. Tan sólo un par de taxis esperando pacientemente para cobrarte 10 euros por el trayecto de seis kilómetros hasta al centro y unas cuantas furgonetas de 8 plazas (denominadas colectivos) ofreciendo el mismo servicio por 2 euros. No hay servicio de autobuses.
El colectivo me dejó en el Zócalo (centro neurálgico de Oaxaca). Al ser domingo se respiraba un ambiente relajado con multitud de locales sentados en las terrazas o paseando tranquilamente entre las paradas de ropa y bisutería y parejas de enamorados envueltos en arrumacos bajo la sombra de los árboles. Notas de música clásica lanzadas por una orquesta en vivo envolvían el ambiente. Con la catedral en una esquina, la pérgola central, los arcos rodeando la plaza….en cierto modo me recordaba al Parque Central de Granada (Nicaragua) y por un momento mi cabeza voló hacia Don Bernardo, Paco el del Pasaporte, Nicole, Nayeli, Rolando….. Corría una suave brisa, se estaba de maravilla, buenas sensaciones en mi llegada a Oaxaca.
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El Hostal Los Amigos (4 euros en habitación compartida) está a dos cuadras del Zócalo y es sencillito pero suficiente. Israel es mexicano y gestiona el establecimiento desde hace un año. El tipo es afable y me estuvo ayudando para llegar a las zonas que quería visitar en los alrededores de Oaxaca. Se me ocurrió preguntarle lo que era el mezcal y me miró sonriendo, “Deja tus cosas en el cuarto y te lo enseño”. Al volver a la terraza me estaba esperando con dos vasos con un líquido transparente, un grupo de cinco personas me miraba fijamente. “De un trago”, pues de un trago…..pufffff. Entre las risas del personal me enteré de que el mezcal es como un tequila pero más fino, con dos destilaciones. Aún así, fuerte de cojones. Fue una buena manera de introducirme en el grupillo, una mezcla de mexicanos, americanos y una argentina, todos viajeros.
Los restaurantes del Zócalo son como los de las Ramblas de Barcelona. “Canada” al turista. Buscaba algo más local y barato y me pateé las calles circundantes hasta encontrarlo. “Comedor Carmelita”, lleno de locales, aquí. Por 40$MXC (2,5 euros) podías degustar la sopa de "calabasitas", unas fajitas de pollo bien surtidas con arroz y frijoles (y poco picantes), postre y refresco.
Un paseo por las calles circundantes al Zócalo es muy recomendable. Si caminas hacia el sur entras en la zona del mercado y barrios locales que destilan autenticidad. Hacia el norte, los barrios son más elegantes, con tiendas y restaurantes más “fashion” y mayor concentración de turistas, hasta llegar a la iglesia de San Miguel de Guzmán. Me encontraba a gusto paseando por Oaxaca. Ciudad de contrastes, tranquila, cálida y acogedora, tiene vida.
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De vuelta al hostal empezaba la fiesta y empezaron las presentaciones. Los mexicanos se llamaban Jesús y Alonso, la argentina, Carolina, el francés, Alejandro y apareció Chris, un canadiense surfero que me pasó el parte de olas de Puerto Escondido mientras le metía a la cerveza a base de bien. Israel amenizaba la fiesta con música y rones con cola. Para ser un recién llegado me hicieron sentir tan a gustito, buena gente. La reunión se fue animando poco a poco. Aparecieron un ruso y otro canadiense. De nuevo, mezcolanza de nacionalidades aderezada con unas copas. Para hablar lo justo, escuchar mucho y seguir abriendo miras y rompiendo estereotipos, fantástico. A la 1 de la madrugada algunos de los presentes iban ya medio doblados y la idea de salir a algún bar empezaba a flotar en el aire. Opté por retirada prudente, el madrugón matinal y las horas de vuelo empezaban a pesar. Buenas noches.