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El viaje de Marco Polo a Londres

El viaje de Marco Polo a Londres ✏️ Diarios de Viajes de Reino Unido Reino Unido

Primer día: Marco Polo. Domingo. Llegamos al aeropuerto de Alicante y dejamos las maletas. Mientras esperábamos se me ocurrió mirar por la ventana y vi un pajarito. Ese pajarito era el avión que nos llevaría a Londres; viajamos con la compañía...
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Diario: El viaje de Marco Polo a Londres

Puntos: 4 (1 Votos)  Etapas: 1  Localización:Reino Unido Reino Unido
Primer día: Marco Polo

Domingo. Llegamos al aeropuerto de Alicante y dejamos las maletas. Mientras esperábamos se me ocurrió mirar por la ventana y vi un pajarito. Ese pajarito era el avión que nos llevaría a Londres; viajamos con la compañía Easyjet y no reservamos número. Esto significa pagar 30 Euros más para tener preferencia a la hora de coger sitio, pero no hizo falta porque entramos los últimos y nos sentamos en medio del avión.

El viaje fue tranquilo, pero lo que pasa en la mayoría de vuelos a Inglaterra es que hay mucho inglés; a mi lado me tocó el conocido oso común de la Gran Bretaña. Es una especie característica de la isla; joven, animalote, maleducado y chovinista. Estuvo todo el tiempo pendiente de no moverse ni un milímetro del apoyabrazos, no fuera que al españolito (que era yo) se le ocurriera apoyar la punta del codo. También se echó para atrás y casi aplasta a una mujer muy obesa que estaba sentada detrás de él.

Bueno, aterrizamos en el pequeño y tranquilo aeropuerto de Lutton. Cuando llegamos al control de pasaporte me tocó un policía que me miraba con muy mala cara. Era un gorila gigantesco que no paraba de comprobar la foto de mi DNI; yo creo que pensaba que era un terrorista o algo así. Después de tenernos a mi mujer y a mí más tiempo que a los demás, nos dejó pasar. Menos mal que hice caso a mi mujer y me afeité la noche anterior. Ya me lo advirtió: “Como no te afeites, mañana no te dejan pasar”. Faltó poco.

Cogimos las maletas, nos tomamos unos sandwiches en el Marks & Spencer del aeropuerto (primer contacto con la comida londinense) y cogimos el minibús Easybus para el centro. Si lo reservas por Internet te evitas el quedarte a esperar. Una vez en el autobús, mi mujer me vio tomando apuntes y me preguntó qué hacía; cuando le dije que sólo estaba tomando notas para luego contar el viaje, no pudo contener la risa, me miró fijamente y dijo: "Sí hombre, pero ¿quién te crees que eres? ¿Marco Polo?"

Después de 55 minutos llegamos a la parada en Baker Street. De allí 15 minutos andando con las maletas hasta el hotel Danubius Regents Park que estaba en frente de la mezquita de Londres.
El hotel fue correcto. Un poco antiguo pero limpio; muy bien para lo que te encuentras por la capital inglesa.

Dejamos las maletas y nos dimos el primer “paseo”. Empezamos por bordear el Regents Park (justo en frente del hotel); es un parque por el que los londinenses pasean, descansan, juegan... Pasamos por la puerta del zoo de Londres, que está dentro del parque, y nos dirigimos hacia Candem.

Esta parte de la ciudad es de lo más peculiar que haya visto nunca. Si quieres encontrar “cosas” extrañas, pásate por Candem. Lugar de reunión para todas las culturas y razas, son calles vivas que desprenden diferentes olores a curry, comida china o incluso a naranja agria. Mientras paseábamos por entre los puestos de ropa y bolsos, nos llegó una olor a naranja podrida; estaban vendiendo zumos embotellados de naranja del Jurásico. Aquellos que compraban, disfrutaban bebiendo ese caldo que sabría a rayos. Justo al lado, había un pasillo de puestos de comida china, hindú, jamaicana, libanesa... cuyos dueños te invitaban a probar sus manjares.

Mientras contemplábamos el espectáculo sensorial con los olores (de comida y de algunas personas) y colores de Candem, fuimos testigos de una persecución policial a unos tipos que parecían carteristas. Seguimos andando y viendo punks, gores y personas de diferentes tribus urbanas y “suburbanas”: peinados imposibles, ropas imponibles, tumulto interracial, tiendas originales, puestos diversos (uno vendía camisetas de Custo Barcelona a 12 euros)...

De allí fuimos por Hampstead Road hasta Bloomsbury, y primera aproximación al British Museum. Fuimos paseando por Russell Square y vimos a chavales pasando la tarde tumbados, jugando al fútbol o jugando con un frisbee a algo muy parecido al rugby. Seguimos viendo las University Houses, caminamos por el Soho y Chinatown hasta Picadilly Circus. Adornado por las luces de los luminosos y el bullicio de la gente, este lugar desprendía la vida de la noche de Londres; había un jamaicano en la puerta del metro tocando unos tambores mientras a su alrededor la gente hacía fotos y animaba con palmas al músico. Seguimos paseando mientras contemplábamos los teatros y sus luces y observábamos las sonrisas en las gentes que pasaban por allí.

Finalmente, llegamos al hotel por Regent Street, Marylebound y Park Road. Cenamos “a la española” en la habitación del hotel. Sacamos el pan, el jamón y el queso de la maleta y echamos una lata de atún a una ensalada que habíamos comprado en una tienda de comestibles. De postre un yogur para cada uno. Comimos encima de una pequeña mesa con cubiertos de plástico que habíamos comprado antes.

Aquí acabó la primera tarde en Londres; estábamos reventados a andar (no cogimos ningún medio de transporte) y el aperitivo nos había gustado mucho. Aún nos quedaban muchos días y los platos principales.

Segundo día: ¡Toma recochineo!

Lunes. Desayunamos en el hotel, y la verdad es que nos salió económico; tomamos dos rebanadas de pan de molde con mermelada de melocotón y fresa y un yogur con miel. Todo, menos el yogur, lo compramos en España, la mermelada era de diferentes sabores en porciones individuales, y el pan era estilo Brioche, especial para desayunos. Para el almuerzo nos preparamos unos sandwiches de jamón serrano y de salchichón con queso (typical Spanish), mucho mejores y más baratos que los que venden en la Gran Bretaña.

Salimos del hotel y caminamos hasta la estación de metro de Baker Street. Allí compramos la tarjeta Oyster para cinco días, por 20 libras más tres de fianza; si no gastabas todo el dinero, al final te devolvían lo que no habías gastado más la fianza. Había otra opción que era siete días por 23 libras con todos los viajes incluidos, pero al final no te devolvían nada.

De la estación fuimos hasta Westminster Station. En esta estación de metro hay varias salidas, cada una de las cuales conduce a un lugar distinto. Nosotros tomamos una que nada más salir te das de lleno con el Big Ben, que es una preciosidad (la verdad es que no pensaba que me gustaría tanto) y que se construyó para que todo Londres pudiera verlo y así nadie llegara tarde; de hecho, se convirtió en un icono de la puntualidad inglesa.

Contemplamos las Houses of Parliament, fuimos hacia el río y contemplamos desde el puente el London Eye y unos barcos cruzando el apacible Támesis. Después de la parada fotográfica obligada o “japonesa”, fuimos andando hacia Westminster Abbey. Justo en frente, una mujer indignada improvisaba un mitin político en contra de la invasión de Irak.

Seguimos caminando hasta la puerta de la Abadía de Westminster, pero de la gente que había decidimos no entrar y dejarlo para otro día. Sin embargo, sí entramos a la pequeña St. Margaret que está casi pared con pared.

Desde allí, seguimos por Parliament Hill hasta llegar a Downing Street. Bueno, me imaginé que era esa calle con rejas hasta las nubes que estaba vigilada por dos policías con ametralladoras. No se ve nada.
Seguimos por esa misma calle y también pasamos por la Horse Guards mientras me preguntaba dos cosas: Primero, ¿qué hace un tipo vestido tan ridículo encima de un caballo, sin moverse y aguantando la olor a excrementos de su caballo? Y segundo, ¿qué hace todo el mundo haciéndose una foto al lado del tipo y el caballo? Además, había un cartelito que decía que tuvieran cuidado porque el caballo podía morder o dar coces. Pues aún así, la gente, ¡ni caso!

Continuamos por la misma calle hacia la tumultuosa Trafalgar Square. Nada más llegar uno observa al almirante Nelson en las alturas, igualito que un santo, y unos leones a sus pies. Todo el mundo haciéndose fotos a lomos de esos leones gigantescos y al lado de los chorros de las fuentes. Allí seguro que se acerca el típico turista que te dice: “perdona, nos haces una foto que se vea a Nelson en lo alto, los leones, los chorros y la National Gallery. Si no lo coges todo, no importa. Gracias, vale...” En otras palabras, que les haga una foto de 360º. Tú les dices: “Si no te gusta cómo sale, te la repito, ¿vale?, mientras piensas “os saco a los dos con los chorros y vas que te matas, guapo”.

Yo me negué a hacerle una foto a Nelson. Todavía siento resquemor por esa batalla, en cambio, observaba a los españolitos de turno haciéndose fotos sobre los leones y esbozando una sonrisa de “pa-ta-ta” (Ay, si Churruca levantara la cabeza). Esta plaza es todo un tributo a este personaje que murió en dicha batalla y que fue conservado en un barril de coñac hasta Inglaterra.

Estos ingleses dedican una plaza faraónica a esa batalla, y encima colocan delante la National Gallery. Digo esto porque para más INRI tienen una sala dedicada al arte español con Velásquez, Zurbarán o Murillo. ¡Toma recochineo!

Tomamos la primera toma de contacto con la Galería Nacional (una hora y media) y lo que más me gustó fue la sala española junto con el Matrimonio Arnolfini de Van Eyck, así como Da Vinci.
Cuando yo creía que lo que menos soportaría sería la Plaza de Trafalgar, me dio por entrar en la sala española. Cuando vi la Venus del espejo de Velásquez, se me puso la carne de gallina, pero cuando me di cuenta de que toda la sala estaba repleta de obras españolas, me entraron ganas de llevarme la sala entera pá España. No hay derecho, si devolvieran todo lo que no es suyo se quedaban sin nada o sólo con alguna obra de Turner. Para ser justos, esta pinacoteca debería llamarse la International Gallery.

De allí salimos directos a comer y lo hicimos en frente de la plaza en un restaurante de comida italiana, Little Frankie. En lugar de pedir platos sueltos, teníamos dos opciones: o un brunch cada uno (lo que conocemos aquí como plato combinado), o dos menús de dos platos, bebida y postre, todo por 19 libras. Viendo cómo está la comida en Londres, se puede decir que era económico. El postre estuvo ¡delicioso! Además, había una camarera española y la mitad de la clientela era también española. Dios los cría y los españoles se juntan.

Después de comer paseamos por The Mall y St. James Park hasta llegar hasta Buckingham Palace. St. James Park es otro parque precioso repleto de jóvenes tomando el sol (cuando el caprichoso tiempo londinense acompaña); la verdad es que vale la pena detenerse en un banco para ver pasar el tiempo (si tienes tiempo, claro).

En cambio, Buckingham Palace no me pareció nada del otro mundo; para todo el dinero que tiene la reina, ese “palacete” no es mucho. Además, a simple vista, sólo se veía dos panolis paseándose de un lado a otro con un traje pasadito de moda (hablo de los guardias, claro) y nada más. Bueno, también se asomó una tipa con muy mala leche y armada con una metralleta, observando a los turistas.

Con las mismas, nos fuimos a Chelsea por Constitution Hill y viendo un lado de Green Park. Así llegamos a la zona más posh de Londres, decorada de Ferraris, señoras elegantes y tiendas exquisitas. Entramos a Harrods; no te pierdas los halls porque tienen de todo y de cualquier parte del mundo. Allí pudimos ver unas cerezas rarísimas, de hecho nunca las había visto antes porque eran cerezas de 60 libras el kilo. ¿A que son raras de ver? Nada más entrar a esta pijada, unos porteros te abren la puerta educadamente como dándote la bienvenida al cielo, al cielo de las compras. Una vez dentro, puedes ver unos departamentos dedicados a carnicería, pescadería, frutería, chocolatería... en donde encuentras lo que quieras aunque no sabes a qué precio. Además, hay muchas dependientas de esas que cuando entras te miran por encima del hombro porque se creen que son ministras; en la sección de perfumería hay unas cuantas que están adiestradas para saber quién es un turista y no desprenderse de una gota de su caro perfume de firma francesa. Lo curioso es que no se ve que vendan mucho, más bien parecen aburridas hablando de sus cosas; eso sí, por allí hay muchos que se pasan sólo a echar un vistazo.

La verdad es que en Chelsea vi mucho español. De allí fuimos al Natural History Museum pero poco tiempo. Lo que más me llamó la atención en esta visita express fueron los fósiles de dinosaurios y la colección de insectos, aves y mamíferos. Vale la pena entrar, sobre todo si te apasiona el mundo animal; es una gozada, sobre todo si vas con niños.

Al salir, cogimos un autobús en frente de Harrods hacia Baker Street mientras observábamos la noche londinense y todo lo que habíamos andado; vaya maratón. De la parada en Baker Street regresamos al hotel en un paseo de quince minutos. Caímos rendidos.

Tercer día: Hazle caso al vaso

Martes. Este día salimos un poco más tarde. A las diez cogimos el metro en Baker Street hasta Tower Bridge Station. Nada más salir nos pasamos por la catedral de Southwark. Es un lugar pequeño pero bonito y acogedor con unas vidrieras preciosas. Mientras paseas por ella te acompaña el sonido de un piano y un chelo tocado por dos jóvenes. Además, la gente que te recibe es encantadora y se ve que les gusta que vayas a visitar su catedral.

Desde allí volvimos a pasar por la Tower Bridge Station hacia Tower Bridge por Duke Street; a la derecha está la London Dungeon, pero seguimos recto y nos adentramos en la conocida zona de New London. Allí vimos unos chorros de agua que salían del suelo justo al lado del moderno ayuntamiento de la ciudad. Paseamos por allí bordeando el río mientras observamos el barco HMS Belfast y cómo el enorme Tower Bridge se levanta en medio del Támesis. Justo al lado hicimos un alto en el camino en una cafetería de la cadena Starbucks, y nos tomamos uno de esos vasos de medio litro de café avainillado; el vaso ya te avisa: “cuidado que quema”, y uno va, cree que no es para tanto, y se escalda la lengua.

De allí, subimos por unas escaleras al puente y lo cruzamos; me gustó mucho, por eso hicimos otra parada japonesa mientras pensaba: “¿por qué no le hice caso al vaso?”

Al cruzar el puente, uno ya divisa la Torre de Londres y un tumulto de gente esperando a entrar. Seguimos caminando por el Thames Path, vimos rápidamente el primer muelle o pier y andamos por el paseo hasta el siguiente puente. Desde allí subimos hasta The Monument; casi me tropiezo con esta columna y no lo encontraba, eso que es enorme. Dicen que si el monumento se tumbara, caería justo encima de donde comenzó el incendio que arrasó la ciudad en 1666.

Desde este punto fuimos por Cannon Street y subimos hasta Mansion House, el Banco de Inglaterra, y nos volvimos locos buscando la piedra que utilizaban los romanos para medir las distancias; al final, nos rendimos y decidimos seguir hasta el Millenium Bridge, desde donde se ve perfectamente la bonita catedral de San Pablo. Sin embargo, aplazamos su visita para otro día porque el tiempo se nos echaba encima.

Cogimos este puente y allí pensamos qué hacer primero, ya que desde este punto uno podía ver el teatro shakesperiano de The Globe y la galería Tate Modern.

Primero fuimos al teatro, una copia exacta al utilizado por la compañía teatral del dramaturgo William Shakespeare, construido con los mismos materiales, incluido el techo (con permiso especial del ayuntamiento) porque este material utilizado en los tejados fue el causante del incendio que devastó Londres. Aunque se utilizaron los mismos materiales de la época, no fue construido en el lugar exacto en el que estaba ubicado El Globo original.

Es un teatro encantador y la guía que nos tocó fue amabilísima, y hablaba un inglés muy fácil de entender. Además, en el interior del teatro hay también un pequeño museo y a la salida, una tienda para comprar todo tipo de detalles y recuerdos. Justo a la salida, había también una caravana ambulante que vendía peritos calientes, helados y bebidas, así que nos tomamos un refrigerio.

A unos pocos metros estaba la Tate Modern, una antigua central eléctrica convertida en uno de los museos más modernos y funcionales del mundo. Es un museo colosal con espacios de lectura y ocio, distribuido por plantas temáticas. Nada más entrar te encuentras con toboganes que van desde la primera planta hasta la entrada.

Del museo destacaría los cuadros de Miró, Picasso, Pollock, Kandinski, Liechestein, Warhol (Marilyn, Elvis o Brillo, entre otras obras), salas con efectos que crean ambientes (una sala con tubos fluorescentes, otra sala con una proyección hecha con una cámara en una rueda, otra sala con documentales...). Una variedad de arte dentro de un nuevo concepto de museo que no deja a nadie indiferente.

Desde luego que allí no dejan hacer fotos a nada, pero confieso que hice una furtiva a Marilyn y otra a la sala de Brillo, la misma sala en la que había un inodoro. A quien se le diga que hay un váter en un museo y que encima le eché una fotito robada.

Nada más salir descansamos en un banco, y mientras mirábamos el plano una paloma decidió hacer tiro al blanco y nos mandó un “regalito” desde el cielo.

Después de maldecir las palomas londinenses nos fuimos por el Thames Path, sorteando bicicletas y gente corriendo, hacia el London Eye. Así que no dejamos pasar la oportunidad y subimos a esta enorme noria de la British Airways.

Tras pasar el pertinente control policial y después de que comprobaran si había alguna bomba en las cabinas, con un detector de explosivos, subimos ocho personas a una cabina en marcha. Aquí es cuando confieso que tengo vértigo, así que también reconozco que lo pasé un poco mal, y eso que iba lentísimo, es espaciosa y tiene un banco para sentarse. De hecho, el banco me sirvió para que me agarrara con fuerza mientras me sudaban las manos como a un idiota, situación que provocó la sonrisa de unos hindúes que estaban en la misma cabina (y eso que yo no me río de lo que llevan ellos en la cabeza). Tuvimos suerte porque cuando subimos coincidió con la caída de sol y pudimos admirar un Londres cálido y angelical (nunca mejor dicho porque los ángeles lo deben ver así). Recomendable, no os lo perdáis aunque tengáis vértigo.

Cuando bajas te encuentras el Acuario de Londres, pero nosotros ya no entramos y nos dirigimos hacia Trafalgar Square porque ya se estaba haciendo de noche. Sin embargo, antes de irnos hicimos unas fotos al Big Ben desde esta parte del río, probablemente la mejor perspectiva posible y además anocheciendo. Cerca de Trafalgar Square cenamos en Little Italy, un local acogedor con una ensalada de mariscos sublime y un precio parecido a lo que te encuentras en Londres; la ensalada, dos pizzas y dos bebidas costó 30 libras.

Después de cenar cogimos el autobús número 13 hasta justo la puerta del hotel. Otro día agotador.

Cuarto día: OK, OK

Miércoles. Cogimos de nuevo el autobús número 13 hacia St. Paul. Desde fuera es una catedral que impresiona aunque parte de su fachada estaba en obras. Tanto la catedral como otros edificios como la iglesia Martín in the Fields situada enfrente de Trafalgar Square, o el puente del Big Ben están en obras debido al lavado de cara que se le está dando a Londres con motivo de los Juegos Olímpicos que tendrán lugar en 2012.

En el interior de St Paul hay una estatua de Winston Churchill en honor a este personaje que cuando Londres estaba siendo bombardeada dijo: “Ante todo, hay que salvar St. Paul”. No me extraña que el hombre quisiera salvarla porque había perdido la cuenta de las veces que la habían derrumbado y vuelto a construir. Al bueno de Churchill le daba ya pena.

Desde allí nos dirigimos por Fleet Street hacia el Museo de Londres; Fleet Street es sin duda pulmón de la City, calle de negocios y leyes, retratada por escritores victorianos como Charles Dickens. Estábamos en la City o antigua ciudad de Londres; a partir de aquí Londres se expandió y fue fundiéndose con los pequeños pueblos de alrededor.

Llegamos al London Museum en donde se ve desde una ventana la antigua muralla romana y donde uno puede encontrar diferentes restos arqueológicos, así como una exposición acerca del incendio de 1666; cabe destacar un documental proyectado sobre dicho incendio y basado en los relatos de escritores de la época.

Después de ver el museo salimos en dirección al Barbican Centre, que lo vi como la Casa de Cultura de mi pueblo pero enorme y moderna, con actividades para niños, exposiciones y juegos. Nos costó un poco llegar hasta aquí porque para llegar tienes que salir de un laberinto de calles que está en un nivel superior (el mismo que el del Museo de Londres) y seguir indicaciones de flechas imposibles. Las dos cosas están en la misma manzana en un piso superior con viviendas entre los dos edificios.

Después de salir del Barbican Centre fuimos al Mercado de Spitafields por Bishopsgate. Cuando fuimos estaban de obras y es un mercado como el típico mercadillo que tenemos en España pero techado, con puestos de chinos y de otras nacionalidades, y con algún que otro punto de comida rápida. Nosotros comimos en un local de la cadena Giraffe justo al lado; nos tomamos un brunch, y luego un café y un pastel a unos metros en la Patisserie Valerie. El pastelito estaba sublime pero el American Coffee o agua sucia creo que lo utilizan como purgante. Si te encuentras con una de estas pastelerías, entra y saborea un pastel pero olvídate del American Coffee, avisado quedas.

Camino de vuelta cogimos un autobús hacia Leicester Square y a la National Gallery (no nos dio tiempo a entrar a la Portrait Gallery y ver el retrato de Rembrandt y Shakespeare entre otros). Estuvimos dos horas en el museo ya que los miércoles abren hasta las nueve de la noche aunque lo que no sabíamos esa que los museos que abren por la tarde tienen algunas salas cerradas, así que nos perdimos las obras flamencas. Sin embargo, contemplamos las obras españolas y una colección que se llamaba Manet to Picasso. Aquí vimos Los girasoles, La silla o Trigal con cipreses de Van Gogh, Un baño en Asnieres de Seurat, entre otras obras de arte. Justo cuando estaba delante de la obra de Seurat me sonó el móvil, y una azafata-guardián con cara de perdonavidas me hizo un gesto para que lo apagara, y yo, haciendo alardes de mi riqueza léxica y utilizando mi inglés de BUP solté un clarísimo: “Ok, Ok”.

Después del día que llevábamos, decidimos descansar en Trafalgar Square un rato. De allí fuimos hacia Leicester Square; lugar con mucha gente y cines. Echamos un vistazo a la cartelera, pero nos asustamos y no por las películas sino por los precios, cada entrada costaba 13 libras. Estuvimos en una pequeña plaza dedicada a Shakespeare y vimos una caseta de TKS en donde venden entradas diarias para los musicales a un precio más económico que en el mismo teatro.

Mientras paseábamos vimos una hamburguesería que se llamaba Hamburger Union y entramos. Era un local coqueto y tranquilo, y la verdad es que las hamburguesas estaban buenas, no eran las típicas de McDonalds o Burguer King, parecían caseras. Las patatas no son congeladas y la ensalada, minúscula. Se me ocurrió probar la cerveza de jengibre y maldita la hora que me dio a mi por innovar; sabía a rayos, a una mezcla gaseosa de hierbas medicinales con limón, con un postgusto picante como una guindilla (me dejé la mitad). Nos costó unas 9 libras.

De vuelta, compramos agua en una tienda en Trafalgar Square y cogimos el autobús hasta el hotel, pero antes echamos un vistazo al Easy Internet Café; el consumo mínimo son 2 libras y no 1 libra como dicen la mayoría de las guías de Londres.

Llegamos al hotel reventados. Se nos ocurrió encender la televisión y estaban dando un programa de cocina. Un cocinero que parecía famoso estaba preparando una paella con: pimiento rojo, longaniza roja, cebolla, calamares, arroz, agua, gambas, caracoles y guisantes. Tuve que apagar la tele porque ya se me estaba removiendo el estómago.

Quinto día: ¡Manos arriba, esto es un atraco!

Jueves. Cogimos un autobús en la puerta del hotel hasta Victoria Station. Como nos marchábamos al día siguiente, teníamos que ver los horarios de trenes y autobuses que conectaban directamente con el aeropuerto de Gatwick. Los trenes salían cada quince minutos, el trayecto duraba media hora y costaba 15 libras. La consigna de la estación de trenes salía por 4 libras el bulto.

Por otra parte, los autobuses salían cada 30 minutos de la estación de autobuses, que está al lado, y el trayecto duraba unos 90 minutos. La consigna de la estación de autobuses costaba 2 libras y media.
Si sumábamos la diferencia del billete y la consigna, y lo multiplicábamos por dos personas, había una diferencia importante.

Desde la estación fuimos andando unos 7 minutos hasta Buckhingham Palace por Buckhingham Road. Por un poco más y no llegamos, y no lo digo por llegar tarde sino porque casi nos atropella un coche; estábamos ya locos con las direcciones y los cruces, no sabíamos a dónde mirar y eso que estaba escrito en el suelo.

Finalmente llegamos sanos y salvo al Palacio para “ver” el cambio de guardia. Vaya lío se monta con todo el mundo agolpado en las rejas; menos mal que las puertas principales las dejan libres, pero sólo de tránsito, y uno puede aprovechar para hacer una foto mientras anda sin pararse. Hay muchísima gente, más que en ningún otro sitio de la capital británica.

Después del cambio de guardia, decidimos volver a la Abadía de Westminster. La entrada nos costó unas 10 libras; está repleta de tumbas de reyes, de la nobleza y algún que otro escritor como Chaucer.

Te venden la abadía como un lugar repleto de restos de escritores ingleses, pero la realidad es que casi todo son recordatorios. Aquí también vimos el púlpito de la coronación en donde todos los reyes ingleses han sido coronados desde del Rey Harold y Guillermo el Conquistador en 1066. También vimos los claustros (no creo que olvide fácilmente el olor tan desagradable a humedad), la tumba del explorador Livingston y la del soldado desconocido. Ésta última estaba decorada con cutres flores de plástico más falsas que un duro sevillano, y se ve claramente que es una excusa sacada de la manga real para ganarse al súbdito pueblo inglés, y que éste no se dé cuenta de que allí sólo hay reyes, nobles y famosos, y que el pueblo llano sobra. Está claro que los ingleses sostienen su idea de creer que la reina lo hace todo por orden divina y que todo ciudadano inglés debe adorar a su monarca; ya que adoras a Dios en la abadía, también hazlo con tus reyes. Aquí te venden que si este soldado desconocido luchó por la patria, que si blablabla...

Salimos de allí y cogimos un autobús a Covent Garden. Precioso mercado adornado con atracciones musicales e interpretaciones, puestos de comida italiana y cafeterías con terraza. Uno puede pasearse por las innumerables tiendas de ropa y de juguetes para niños. Hay un tiovivo precioso, puestos de pañuelos, de colgantes, de botones, de camisetas... Es un auténtico mercado con vida, uno pasea por aquí y se siente feliz.

Comimos en un restaurante italiano (creo que se llamaba Conti), especialista en pizza y pasta, y nos comimos una ensalada paupérrima con un aceite de “oliva” aguado y dos pizzas, todo a un precio desorbitado. En otro puesto de al lado nos tomamos un café malísimo con una caracola prefabricada de crema con pasas (no sé si en este país hay algo casero). Después de comer compramos regalos en una tienda de Beatriz Potter, y unos botones grandes de colores para decorar una camiseta lisa.
De allí nos dirigimos andando hacia el British Museum y tardamos unos veinte minutos. Aquí tuve sentimientos encontrados porque por una parte me parece una maravilla, pero por otra parte creo que son una panda de ladrones. Todo el tiempo andan justificando sus “adquisiciones”; hicieron un saqueo en toda regla con el Partenón y con Egipto, entre otras civilizaciones, ¡qué vergüenza!

Acabamos muertos. Si te gusta la arqueología, estás ante el paraíso. Está montado a lo grande, es espectacular y está maravillosamente ambientado, presentado y distribuido. Dos consejos: aunque está abierto alguna tarde, hay salas que permanecen cerradas y no se pueden visitar. Y el otro consejo es que necesitas varios días para verlo con tranquilidad.

Entre todo lo que hay para ver, recomendaría las esculturas de Egipto en la planta baja: Ramsés esculpido en granito, la barba de Gizeh, un gran escarabajo o la Piedra Rosetta, robada a Napoleón, que está al entrar y preside la colección. También recomendaría la colección de arte asirio; como cuatreros asaltaron los templos, cortaron la piedra y trajeron el templo por piezas y lo volvieron a unir aquí. Me llamó mucho la atención que lo que faltaba había sido cedido para una exposición en el museo MARQ de Alicante (me vengo a Londres para verlo y resulta que está al lado de mi casa, ¡qué bueno!). Aquí destacaría las puertas del templo y los leones alados antropocéfalos de la entrada; me fascinó. También me gustaron las esculturas de Grecia y Roma, aunque casi todas estas salas estaban cerradas. La colección de Grecia es de las más completas, otra maravilla dentro de un mismo museo; podías casi tocar gran parte del Partenón, los frisos e incluso un pequeño templo griego que te transportaba a aquella época; sin duda, de lo mejor del museo. Sin embargo, entre tanta fascinación me venía una frase a la cabeza: ¡Manos arriba, esto es un atraco!

Estos ingleses también se dieron una vuelta por Oriente y de recuerdo se trajeron algún souvenir; que si jarrones de la dinastía Ming, que si todo tipo de budas, que si figuras de Jade...

Ya en la primera planta estuve a punto de marearme de tanta momia y sarcófago que vi; no sé si dejaron algo allí ya que presumen de tener más momias que en el propio Egipto, no sólo momias de personas sino también de animales (gatos, halcones, serpientes, cocodrilos...).

Partimos de Egipto y dimos una vuelta por Roma, Grecia, Jordania y Chipre, y sin salir de esta planta. Después de ver todas estas maravillas “británicas” bajamos a la biblioteca; estamos ante un lugar muy tranquilo a la vez que precioso, así que si tienes tiempo, disfruta de la estancia.

Aunque creíamos que nunca íbamos a terminar, acabamos después de dos horas de visita, y eso que íbamos a paso ligero. Al salir de allí, ya se había hecho de noche y fuimos andando por Leicester Square hasta Trafalgar (¡para olvidarse de Nelson...!; hasta en Malta me encontré una plaza que se llamaba así). Hicimos una parada en el Marks & Spencer y compramos unas ensaladas, unos sandwiches (estaba ya harto del típico sándwich-ensalada inglés y soñaba con bocatas typical Spanish y con tortillas francesa), bebidas y alguna cosilla para el desayuno del día siguiente.

Por suerte, aún quedaban fuerzas para coger el autobús hasta el hotel, aunque nos pilló un atasco y tardamos un buen rato en llegar. Sentíamos que se acababa el viaje y ya nos estaba dando lo que yo llamo el “bajón del viajero” o la pena que te da que el viaje y las vacaciones se acaben.

Sexto día: El bajón del viajero

Viernes. Ya llegó el último día y el momento de abandonar el hotel. Después de pensarlo bien no dejamos las maletas ni en la estación de trenes ni en la de autobuses porque las dejamos en el hotel y así nos ahorramos la consigna.

Cuando salimos del hotel tomamos el autobús hasta la parada en el Albert Museum. Justo al lado está el Science Museum así que entramos; la primera planta estaba cerrada así que empezamos por la planta baja. Es un museo muy completo y repleto de toda clase de inventos descubiertos a lo largo de la historia; destacaría la máquina de vapor, los cohetes espaciales, el primer ordenador (más grande que un sofá) y una colección interesantísima de electrodomésticos, desde los más rudimentarios hasta los más actuales.

En cuanto a las otras plantas abiertas, la que se llama ¿Quién soy yo? Está destinada a los niños, ya que cuenta con interesantes y amenos juegos interactivos (reconozco que les eché un vistazo y los probé). En cuanto a la otra planta abierta, ni me acuerdo de cómo se llamaba porque no tenía nada de nada, sólo dos mesas redondas sobre las que ponías las manos y te decía cuando ibas a morir; aparecía sobre la mesa la imagen de una lápida con la fecha de tu muerte.

Por lo tanto, sólo me gustó la planta baja y en cuanto a los simuladores y los cines, no puedo opinar porque no entré. Sin embargo, la tienda de regalos me gustó mucho porque cuenta con juguetes, juegos y todo tipo de utensilios del hogar y artilugios para niños y no tan niños. Me quedé con las ganas de comprar unas pelotas para la secadora que evitaban que se arrugara la ropa.

De ahí fuimos andando hasta Kensington Gardens (y eso que me opuse), y vimos un monumento que encargó la reina Victoria en memoria de su marido el príncipe Alberto, que murió de tifus a los 42 años. Seguimos hacia Kensington Palace, pero ni entramos porque teníamos prisa y encima cobran la entrada (con la London Pass es gratis), así que hicimos algo mejor, nos sentamos en un banco de la puerta del palacio durante unos minutos a tomar el aire y a que mis riñones reposaran.

Tras salir del parque bajamos por la calle de las embajadas y caminamos hacia Notting Hill y Portobello Road. Nos encontramos en una zona con mucho encanto, con casas encantadoras, calles repletas de tiendas muy interesantes de ropa singular y bisutería artesanal, aunque no me quiero olvidar de las tiendas de antigüedades (para quien le guste, porque a mí, plin). Mi mujer se compró un collar precioso hecho de bolas de lana de distintos colores en una de estas tiendas con encanto.

Llegamos al mercado de Portobello y vimos cómo se grababa una entrevista en plena calle. Nos adentramos en el mercadillo y vimos cómo se parece a cualquier otro aunque las tiendas de estas calles llaman mucho más la atención.

Mientras paseábamos por estas calles, hice lo que todo marido hace cuando va de compras, es decir, una paradita para comer algo, y mi mujer lo que toda esposa cegada por las compras, ver, ver y ver más. Yo compré por cuatro libras comida para llevar en un libanés, y era lo que yo llamo “táper-buffet” o lo que es lo mismo, meter toda la comida que quepa en un recipiente de tupperware o similar por ese dinero. La verdad es que no había mucha variedad de comida donde elegir y el recipiente era tamaño XXS.

Mientras comía la especiada comida libanesa, hicimos una parada japonesa para hacer una foto en la puerta de la librería que aparece en la película de Hugh Grant y Julia Roberts, Notting Hill; también me llamó la atención la librería que está justo al lado porque es igual de encantadora pero estaba completamente vacía. Lo que no haga el cine...

Continuamos por el mercadillo y cuando nos cansamos (o mejor dicho, cuando me cansé yo) de caminar y no de verlo, cogimos un autobús hasta Oxford Street. Preso de mis palabras cumplí mi promesa: “Si nos sobra tiempo, el último día nos vamos de tiendas”. Por lo tanto, dedicamos los últimos momentos de la estancia en Londres a ir de compras. Estuvimos un par de horas y bastó para darme cuenta de lo bien que se lo montan estos ingleses; mientras los maridos esperamos a nuestras señoras, me senté en uno de esos locales que cuentan con un rincón con sofás como los del salón de una casa, pero además con sus auriculares para escuchar música. Sólo faltaba un mini televisor con el partido de la jornada.

Mientras aguardaba en uno de esos rincones, presencié con mis propios ojos cómo tres jovencitas inglesas de unos trece años de edad quitaban la banda magnética a un cinturón y a un par de pendientes y lo metían todo en una bolsa. Vaya descaro, seguro que los vigilantes (por cierto, la mayoría no son ingleses) desconfían antes de un inmigrante que de estos tres “angelitos” británicos.

Estuvimos de tienda en tienda y todo lleno de gente hasta la bandera. Recuerdo que en los almacenes Primark cerraron todas las entradas y sólo dejaron abierta una puerta de acceso. Se armó una buena porque sin comerlo ni beberlo nos dirigimos todos a una fila larguísima para entrar, y parecía que íbamos todos a un concierto o que regalaban billetes de veinte euros, digo... libras. Sin embargo, la realidad era bien distinta porque sólo íbamos de compras; lo malo de este sitio no son los precios (muy económicos) sino que tienes que hacer cola para todo (para entrar, para encontrar una camiseta de tu talla en un montón desordenado por decenas de mujeres ansiosas de encontrar el chollo del siglo, para pasar al probador, para pagar y hasta para salir otra vez a la calle. ¡Vaya cacao!

Tras pasar un par de horas de tienda en tienda y tiro porque me toca, terminamos en Zara (creo que he ido a todos los Zara de los países en los que he estado). Señor Amancio Ortega, tiene que darme usted el premio al marido de la mujer más fiel a su empresa en el extranjero.

Una vez finalizada la ruta del comercio regresamos en autobús al hotel porque aún teníamos que recoger las maletas. Después de coger las maletas montamos en otro autobús hasta la estación de trenes de Victoria, ya que allí nos esperaría el tren que nos iba a llevar hasta Gatwick. Cogimos el tren (quince libras por persona) hasta Gatwick Sur.

Antes de coger el tren (que salía cada diez minutos si no recuerdo mal) intentamos canjear la tarjeta de transporte Oyster pero había muchísima gente en las ventanillas del metro de la estación de Victoria (no imaginaba que cupiera tanta gente en la estación de metro). Eso nos pasó por exprimir nuestro tiempo hasta el final, así que nos quedamos con la tarjeta sin cobrar la fianza y con bastante sueldo. Teníamos que haberla cambiado antes.

Al final, el dinero que nos habíamos ahorrado con la consigna lo empleamos en ir en tren, que aunque es más caro, es mucho más cómodo, seguro, puntual, rápido y no hace paradas. La pena fue el no canjear la Oyster, aunque nos la trajimos de recuerdo (algo es algo).

Cuando llegamos al aeropuerto nos encontramos con fuertes medidas de seguridad (cada cierto tiempo se escuchaba un mensaje que decía que toda maleta que se dejara abandonada sería destruida); nada más llegar hay azafatas que ofrecen a los viajeros bolsitas para meter objetos o cosméticos. Cuando llegamos al control, hicimos varias filas y en casi todas tenías que descalzarte para poder pasar. Por todo esto, si quieres que no se te haga tarde hay que llegar al aeropuerto con tiempo porque si no, no llegas.

Una vez facturado las maletas hicimos las últimas compras; hay también un Harrods en el aeropuerto donde puedes comprar llaveros, chocolate, bolsos o peluches entre otras cosas, y más barato que en el Harrods de Londres.

Mientras mi mujer gastaba las últimas libras, yo la esperé en el McDonalds tomándome un menú; reconozco que aunque no soy un catador experto, es el peor McDonalds en el que he comido. Cuando acabé de comer vino mi mujer y se me ocurrió mirar en la pantalla de salidas y llegadas porque pensé que ya quedaría poco tiempo para partir. ¡Y tan poco! Estaban ya cerrando la puerta de embarque, así que tuvimos que darnos una carrera por la terminal, lo que casi me cuesta vomitar el menú completo y también un dolor de cabeza tan intenso que me duró hasta el día siguiente.

Cuando llegamos al avión de Easyjet, éramos los últimos y nos estaban esperando sólo a nosotros, pero aún así nos sentamos delante (y eso que no pagamos los treinta euros de más por tener preferencia en los asientos). Ya en el avión y empapado en sudor, tuve que pedir al azafato una pastilla para el dolor de cabeza. Si lo llego a saber me quedo con el dolor de cabeza porque me hizo un interrogatorio antes de tomarme el paracetamol; se aseguró de que no fuera alérgico y de que hubiera bebido alcohol antes, y me dijo que si me pasaba algo por tomarlo sería yo el responsable. Cuando finalmente me tomé la pastilla ya habíamos partido hacia casa. Bye, Bye, London.

Finalmente llegamos puntuales al aeropuerto de Alicante, ya casi recuperado del dolor de cabeza (producido no sólo por la carrerita a lo largo de la terminal sino también por la falta de sueño y por el cansancio acumulado durante toda la semana) pero bastante cansado y con ampollas en los pies. Me había dado el bajón.

Cuando llegué a casa le dije a mi mujer: “Cariño, ya tengo el bajón del viajero. Enciende el ordenador y pongámonos a buscar información para el próximo viaje.” Ya teníamos otra vez el mono...

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Region_Isla Tema: Viajar a Inglaterra: Lugares de interés turístico
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malik
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15-09-2009
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Fecha: Mie Feb 28, 2024 01:37 am    Título: Re: Viajar a Inglaterra: Lugares de interés turístico

Hola, estoy mirando opciones para viajar este próximo mes de agosto, y una de estas opciones, es Londres+ algo más. En principio, una seis o siete noches. Tengo buen precio para entrar por Londres y salir por Bristol. En Londres estuve en 2008, y ahora volvería con un peque de 4 años. La verdad es que me motiva mucho volver, y creo que con tres noches que le dedicara a Londres, iría bien. Entre Londres y Bristol, pues me gustaría meter algo, la verdad. Me llama la atención Oxford, Bath...y también mucho algo de los Corswolds, pero no tengo muy claro que para este sitio pudiera...  Leer más ...
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Fecha: Vie Mar 08, 2024 10:11 am    Título: Re: Viajar a Inglaterra: Lugares de interés turístico

Buenos días, Os pongo en situación: me estoy planteando un viaje de 15 días en Agosto por Reino Unido. Solo conozco Londres y estuve hace casi 15 años, así que podemos decir que voy desde cero. Mi intención es conocer las principales ciudades/atractivos turísticos, no me voy a meter en zonas más rurales, y además lo haremos todo en transporte público. En un principio pensaba empezar en Londres y terminar en Edimburgo, pero vistos los elevados precios de Edimburgo y que según veo Escocia da para otro viaje por sí sola, creo que nos plantearíamos un viaje circular que empiece y acabe en...  Leer más ...
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Fecha: Vie Mar 08, 2024 07:36 pm    Título: Re: Viajar a Inglaterra: Lugares de interés turístico

Apunta Cambridge, que también puedes ir y venir desde Londres en el mismo día
Apunta Bath como visita obligada y, relativamente cerca de Bath está Wells y Bristol. Estos sitios no son para ir y venir desde Londres el mismo día
York también me parece interesante. Y desde York puedes ir y venir en el mismo día a Durham
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28-06-2009
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Fecha: Jue Abr 04, 2024 11:23 am    Título: Re: Viajar a Inglaterra: Lugares de interés turístico

Buenas tardes - Llevo viviendo en UK mas de 7 años, así que si necesitais algún consejo o información, no dudeis en contactarme. Vivo cerca de Leeds, así que esa zona me la conozco bastante!
Pauliuss
Pauliuss
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11-04-2024
Mensajes: 1

Fecha: Jue Abr 11, 2024 07:04 pm    Título: Re: Viajar a Inglaterra: Lugares de interés turístico

"mirakinpeix" Escribió:
Buenas tardes - Llevo viviendo en UK mas de 7 años, así que si necesitais algún consejo o información, no dudeis en contactarme. Vivo cerca de Leeds, así que esa zona me la conozco bastante!

Hola! Llego en avión a Leeds y de ahí quiero ir a Newclatle Upon Tyne. ¿Sabes si hay buena comunicación para llegar? ¿Qué recomiendas ver o visitar por la región nordeste de Inglaterra? ¿Alguna ciudad o excursión que merezca la pena conocer?

Gracias!
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