En el paquete que habíamos contratado con Fafa Island Resort estaban incluidos los traslados desde el aeropuerto así que nos recogieron cuando llegamos de Vava’u y nos llevaron al muelle de Nukualofa para coger el barco que nos llevaría a la isla. Es una isla privada, así que sólo puedes acceder con su barquito, pero no hace falta estar alojado en el hotel para disfrutar de ella ya que se puede ir a pasar el día sin más. Este hotel era mucho menos “rústico” que el de Vava’u, y curiosamente también está regentado por alemanes. La isla, Fafa, es una islita pequeña frente a la costa de Tongatapu, a unos 20 minutos en barco. El resort solo tiene unos 10 o 12 fales, que aunque no es mucho, era un aumento considerable respecto a nuestra experiencia en Vava’u.
Los fales estaban genial, amplios, limpios y con todo lo necesario. El baño era completamente exterior, pero no había problemas de que nadie te viera porque cada fale estaba muy aislado y bien resguardado por la vegetación.
Cada uno tenía un trocito propio de playa con un par de tumbonas. El primer día llegamos justo a tiempo de ver una maravillosa puesta de sol desde nuestra playa:
Igual que en Vava’u, llevábamos reservada pensión completa porque al ser una isla sin nada más que el hotel no había mucha más opción. La comida estaba muy buena, aunque al final sale bastante caro. Eso sí, no podíamos quejarnos de las vistas del restaurante:
En la isla había varios pukekos, que son unos pájaros típicos de Nueva Zelanda (no me preguntéis qué hacían en Tonga…)
Tuvimos bastante mala suerte con el tiempo. De los casi tres días que estuvimos solo pudimos bañarnos uno, los demás estaban muy nublados y con mucho viento y no apetecía nada meterse en el agua ni coger un kayak ni nada de nada. Tened en cuenta que Tongatapu está mucho más al sur que Vava’u y lo notamos, hacía bastante más fresquito. El día que nos pudimos bañar lo dedicamos a hacer snorkel en nuestra playa. Había mucho coral y muchos pececitos y nos encantó, pero cometimos un error de principiantes que casi nos sale caro. En el restaurante había una pizarra donde todos los días ponían los horarios de marea alta y marea baja, y esa mañana no le hicimos ni puto caso. Total, que nos metimos en el agua cuando la marea estaba bajando pero estábamos tan ensimismados con los peces que cuando nos quisimos dar cuenta teníamos poco más de 10 cm de agua entre nuestras panzas y el coral. Y si os fijáis en las fotos, veréis que era coral del duro que corta como cristal:
Como comprenderéis, fue una situación un poco tensa porque pensábamos que no íbamos a poder salir del agua, y hasta dentro de varias horas no subiría la marea otra vez. Imaginaos tener poco más de un palmo entre vuestro cuerpo y esos pinchos… y tener que nadar sin tocarlos. El coral se extendía demasiado como para rodearlo, así que nos agobiamos un poco, pero bueno, al final despacito despacito y con mucho cuidado pudimos salir. Con algunos arañazos, eso sí… Después de la experiencia, decidimos dedicar el resto del día a pasear bordeando la isla.
Una noche a la semana organizan una cena temática polinesia, y tuvimos la suerte de que nos pillara allí. Hubo barbacoa tradicional tongana y después el personal del hotel se enfundó los trajes típicos y se turnaron para ofrecernos bailes “regionales”. Es costumbre que el que baila se unte el cuerpo de aceite y los presentes le peguen billetes al cuerpo a modo de propinas. La noche terminó con danza de fuego, algo que teníamos muchas ganas de ver. Fue una experiencia cultural interesante, quizás demasiado orientada al turista, pero aun así nos gustó mucho.
Esa fue nuestra última noche en Tonga. Al día siguiente el barco nos llevaría de nuevo al puerto para desde allí coger una furgoneta hasta el aeropuerto, un vuelo a Auckland y otro a Wellington. Ese último día amaneció muy gris, casi para que nos diera menos pena que se terminaran las vacaciones. Y para que os hagáis una idea de cuánto sube y baja la marea, aquí os dejo una foto del restaurante en marea baja. La mesa que hay en el extremo derecho es la misma que la del desayuno con vistas!
Con esto terminó nuestra breve semana de vacaciones en Tonga. Lo recomendamos? Depende, si no te importa que todo sea un poco tirando a rústico y poco desarrollado y en cambio te interesa más el poder nadar con ballenas o disfrutar de una isla paradisíaca para ti solo, sí. Pero sin olvidar que eso se paga, y a pesar de ser un país muy humilde son unas vacaciones que no salen baratas. Nosotros teníamos la ilusión de las ballenas, pero de no ser por eso seguramente habríamos elegido otro destino del pacífico como las Cook, Samoa o Vanuatu.
Hasta otra!