Día 5. Recorrido de 150 Km. aproximadamente.
El día amaneció con ligera bruma y nubes bajas moteando el verde paisaje, pero se despejó muy pronto y el sol empezó a apretar de lo lindo. Fuimos a desayunar a Elizondo y dimos un paseo por el centro, contemplando sus casonas señoriales que se asoman al río Baztán, pero no nos entretuvimos mucho porque vencía el tiempo del aparcamiento y teníamos una ruta muy interesante por delante.
Antes de seguir avanzando, retrocedimos hasta Ziga, para ver el famoso mirador del Baztán, que se encuentra en lo alto del puerto del mismo nombre. Las vistas son preciosas y también muy interesante la vista de los pequeños pueblos que se cruzan de paso (Ziga, Irurita, etc).
Allí surgieron dudas a la hora de proseguir el recorrido: ¿Erratzu y la cascada de Xorrosin? ¿Zugarramurdi y sus cuevas? No nos daba tiempo a ver todo si queríamos ir también a Saint Jean Pied du Port, un destino inexcusable para nosotros, así que decidimos ir a Zugarramurdi porque cascadas ya habíamos visto y veríamos más, y nos habían comentado que el paisaje de esa zona es de los más bellos de Navarra. En cualquier caso, en un día tan claro y brillante como aquel cualquier decisión sería acertada. Por el puerto de Otxondo, llegamos a URDAX. No lo teníamos previsto, pero como no pudimos visitar la cueva de Mendukilu, decidimos entrar en la de Urdax. Esperamos media hora para el pase, pero no nos arrepentimos: muy bonito el interior de la cueva con formaciones de estalactitas y estalagmitas bastante llamativas. Además, con el calorazo del exterior, dentro se estaba divinamente: ¡qué fresquito! La visita guiada dura una hora aproximadamente y se puede hacer fotos sin flash. En los alrededores, también hay un Monasterio y hacen descuento en visita conjunta con la cueva.
Vista la cueva, seguimos hacia ZUGARRAMURDI por la carretera NA-4401, cruzando unos parajes realmente hermosos, como de postal.
Perspectiva de Zugarramurdi.
Nos dirigimos hacia la cueva de las Brujas, con su pasado de aquelarres y supuestos cultos demoníacos que terminaron con la ejecución de varias personas en Logroño a principios del siglo XVII, acusadas de practicar la brujería. La cueva no tiene estalactitas ni estalagmitas, pero es muy pintoresca y el entorno es precioso, con bastante vegetación y un río que forma sugerentes cascaditas. Se agradecía la sombra de los árboles y el frescor del agua porque cuando te quedabas al raso, te achicharrabas literalmente. El recorrido está marcado y con la entrada te entregan un detallado planito: realmente es muy agradable de hacer.
Para quien esté interesado en el tema, también hay un museo de las brujas, pero no lo visitamos. Comimos en un restaurante de Zugarramurdi muy bien, por cierto. Pese al calor, me atreví con unas pochas que estaban deliciosas mientras contemplaba un paisaje espléndido.
Después nos equivocamos en un asunto. Estábamos junto a la frontera francesa y nos dieron publicidad del petit train de La Rhune. Hace un par de años ya estuvimos en otro petit train de los pirineos franceses, el de Artouste, así que no es que tuviéramos demasiado interés, pero como nos encontrábamos tan cerca, decidimos probar. Naturalmente, fue una tontería porque la estación (que nos costó bastante encontrar, por cierto) estaba hasta los topes, con turnos de espera de más de dos horas de subida y ni se sabe cuánto tiempo para bajar. Era de esperar en pleno verano y es que, ya en Francia, volvían (volvíamos) a aparecer los turistas a decenas. En fin, que entre que lo del tren no dejaba de ser un poco “turistada” y el calor sofocante no era cuestión de perder tantísimo tiempo cuando teníamos cosas más interesantes en perspectiva. Así que nos fuimos por donde habíamos venido, poniendo rumbo hacia Ainhoa, a escasos 9 Km. de Zugarramurdi. Está catalogado como “uno de los pueblos más bonitos de Francia”, lo cual no siempre significa demasiado. Realmente el paisaje es muy bello y sus casas muy pintorescas y cuidadas, aunque el gran número de coches aparcados junto a las casonas le quitaban algo de encanto.
Ayuntamiento y casas en Ainhoa.
Seguimos por la carretera francesa D-918 hasta SAINT JEAN PIED DE PORT: precioso pueblo medieval, a una decena de kilómetros de la frontera española. Este sí es de los que se aconseja visitar sin recelos porque seguro que gusta a todo el mundo.No voy a relatar aquí la agitada historia de esta villa, fundada en el siglo XII, y que pasó por manos aragonesas, navarras y francesas porque me llevaría demasiado tiempo, solo decir que.su importancia se debe ante todo a ser camino natural de paso de los peregrinos en la ruta jacobea francesa.
Mejor que describirlo es visitarlo y asomarse al puente sobre el río Nive (Errobi en euskera), perderse en sus animadas calles, recorrer la rue d’Espagne, que apenas ha variado su fisonomía desde los tiempos medievales donde los artesanos te ofrecen frutas, patés y mermeladas caseras, subir la empinada cuesta que lleva hasta lo alto de la fortaleza, bordeada de preciosas casas salpicadas de flores, todo ello en un entorno natural precioso. Quizás fue la luz maravillosa de aquel día, pero ni el gran número de turistas que abarrotaba el lugar (mejor procurar ir a primera hora de la mañana o a última hora de la tarde para evitar las multitudes) menguaba el disfrute de la visita a un pueblo encantador.
Siguiendo por la D-933 que ya en España se convierte en la N-135, ni un momento te abandonan los idílicos paisajes de montañas verdes que esconden recónditos valles y escarpadas gargantas, cuya vista resulta espectacular desde el mirador del puerto de Ibañeta. Y como el que no quiere la cosa llegamos a Roncesvalles y lo pasamos de largo casi sin querer, con apenas un vistazo de pasada porque tenemos intención de venir aquí algún día para iniciar nuestra ruta jacobea a pie. Ya en la NA-140, paramos en el espectacular mirador de Aizkatua, que ofrece una perspectiva de 360 grados de los valles circundantes (Aezkoa y Salazar). Hay que subir hasta lo más alto por un camino rocoso. No tiene ningún peligro, tiene vallas de protección y está señalizado, pero mejor no ir en chancletas sobre todo si ha llovido. No era nuestro caso, pero el sol, las sombras y el inminente crepúsculo pugnaban por ganar su sitio en aquel inmenso horizonte verde haciendo que las fotos no respondan ni mucho menos a las magníficas perspectivas. Para mi, uno de los mejores miradores de Navarra.
Después seguimos hasta Ochagavía por la N-140, recorriendo el hermoso valle de Salazar al atardecer. Nos llamó la atención el pintoresco pueblo de Jaurrieta, que lucía así de bonito desde el mirador al atardecer:
Llegamos a OCHAGAVIA ya casi de noche. Teníamos alojamiento reservado en el Hostal Auñamendi, donde cenamos muy bien: sin duda mucho mejor la cena que la habitación, un poco antigua pero vamos, tampoco estuvo mal, y estupenda la casona con sus balcones a la plaza. Después salimos a dar una vuelta por el pueblo, catalogado como uno de los más bonitos de Navarra. Ciertamente, lo es: para muestra la primera foto de noche: