DÍA 2: TRIÁNGULO DE ORO - PENÍNSULA DE SNAEFELLSNES
El segundo día de nuestro periplo me desperté bastante temprano, sobre las 6:00 am, pero realmente sorprendido por la calidad del sueño y el descanso en la que fue nuestra primera noche en la caravana. Pensaba que no iba a pegar ojo y nada más lejos de la realidad, a pesar de haber dormido solo unas 6 horas.
Mi primer instinto nada más abrir los ojos fue el de aguzar el oído para percibir si llovía... y ¡no! ¡No llovía! Por primera vez desde que habíamos puesto pie en Islandia no llovía. Y además a esas horas no había nadie cerca... ¡ocasión de oro para fotografiar la cascada en condiciones!
Así que me vestí a toda prisa con lo primero que pillé, me aseé de aquella manera, recogí todo el equipo que había dejado desperdigado: cámara, objetivos, filtros, trípode,... y salí corriendo hacia la cascada.
Salí de la caravana y eché a andar a paso ligero a través del parking y luego hacia abajo por el camino. A mitad del camino de bajada empecé a notar unas gotas de lluvia. "Na, esto será solo chispear", me dije.
Para el momento en que había montado todo, estaba cayendo ya una tal que, por mucho que fastidie, que lo hace, tuve que resignarme y recoger de nuevo sin haber hecho nada. Y vuelta para arriba, solo que además, esta vez, mojándome.
Esta fue solo la primera de una serie que podemos denominar "El insólito fenómeno meteorológico por el que se pone a llover justo en el momento decisivo", y que creo que nos llegó a ocurrir en el 90% de los sitios que visitamos a lo largo de todo el viaje
Me consolé pensando que al menos tendría el "premio de consolación" de un desayuno en condiciones... se me empezó a hacer la boca agua mientras desandaba el camino pensando en salchichas, huevos fritos, bacon, beans,... es decir, todo lo que podríamos haber cocinado si el gas funcionara, porque cuando nos pusimos a ello descubrimos con pánico, horror y estupefacción que de nuevo nos habíamos quedado sin gas.
Es decir: sin cocina, sin agua caliente, sin calefacción...
La desesperación alcanzó cotas comprensiblemente más altas que el día anterior. Finalmente, tras darnos por vencidos, y teniendo en cuenta que eran las siete de la mañana, decidimos ir a un camping que habíamos visto al lado de la zona de Geysir para ver si alguien nos podía ayudar. Yo ya empezaba a dar el día por perdido, pues si había que volver a la oficina de alquiler y ver si lo podían arreglar o rezar por si tenían otra autocaravana disponible, eso prácticamente suponía decir adiós a Brúarfoss, que junto con el Kirkjufell, el Vesturhorn y Jökulsárlón era uno de los puntos que más ilusión y ganas tenía por ver.
Condujimos hasta el camping, que era bastante cutre, todo sea dicho, y metimos la autocaravana. Este fue el momento en que empezamos a "abrirle las tripas" e intentar entender cómo funcionaba todo lo que el día anterior nos habían explicado y que ninguno de los dos había terminado de tener completamente claro
En el camping estaba todo el mundo sobando y a los cinco minutos vimos aparecer a un paisano. Le llamamos y le contamos todo lo que nos estaba pasando con detalle. El hombre nos escuchó con la mayor atención del mundo. Finalmente, cuando le preguntamos si sabía qué teníamos que hacer o si nos podía ayudar de alguna manera, nos dijo que no, que él no sabía nada de autocaravanas
Soltamos tales suspiros de alivio que creo que se escucharon desde la otra punta de la isla. Sobre todo porque, además, para mayor crueldad, ¡seguía sin llover! Y sería cojonudo tener semejante problema justo un día en que la meteorología pintaba tan bien...
Total, que ya más animados nos pusimos en marcha en dirección a Brúarfoss. Salvo un par de giros equivocados que rápidamente deshicimos, llegamos sin mayor problema al lugar donde hay que dejar el vehículo y en cinco minutos ya estábamos en el corto camino que lleva a la cascada. Tuvimos la precaución de ponernos las botas de agua antes de ir ya que veíamos que el suelo estaba bastante encharcado. Menos mal, porque el camino estaba bastante embarrado y se hicieron imprescindibles. Y más necesarias aún fueron a la vuelta, con la que estaba por venir...
Brúarfoss consiste en unas pequeñas cascaditas a mitad de un río cuya espectacularidad reside no tanto en la altura o el volumen de agua, sino en el tono azul turquesa de la misma, al proceder directamente de un glaciar. Es de esos sitios que se disfruta muchísimo más viéndolo que fotografiándolo, con diferencia:
Estas fotos están hechas desde el puente que cruza el río. En ese momento me di cuenta de que por el otro extremo del puente parecía que se podía bajar hasta la propia orilla del río. Me disponía a hacerlo cuando, en menos que canta un gallo, se puso a diluviar. Total, que pensando en el caminito que habíamos tenido que hacer para ir, recogimos a toda leche y dimos la vuelta por patas, pues no nos hacía la idea de quedarnos empantanados por ahí. Bye bye Brúarfoss
Llegamos a la autocaravana y aprovechamos el rato de lluvia para comer unos bocatas, a pesar de que apenas eran las doce y media, y entrar en calor con un poco de un ron especial que habíamos tenido la feliz idea de comprar en el aeropuerto de Barcelona
Paramos por el camino a hacer alguna foto y ver alguna cosa y cuando llegamos de nuevo a Thingvellir, viendo que apenas lloviznaba muy poco, nos dijimos que por qué no parar otra vez y verlo en condiciones. Así que aparcamos de nuevo en el parking de Oxararfoss y subimos a ver otra vez la cascada, que no es que sea tampoco ni la más alta ni la más caudalosa ni nada, pero su agua tiene también un matiz cian que le da un toque muy interesante. Me dispuse a fotografiarla, planté el trípode, me di la vuelta a coger algo en la mochila... y unos gritos me alertaron de que mi trípode estaba en el río
A pesar de que eran ya las tres y media de la tarde y nos quedaba un largo camino hasta el Kirkjufell, en la península de Snaefellsnes, nos dimos una vuelta por toda la zona, que tiene un paseo bastante agradable, hasta que empezó a llover un poco más fuerte y por prudencia decidimos volver a la caravana. Hay que decir que este fue el primer momento en que nuestras cámaras dieron síntomas de flaqueza: pantallas y visores comenzaron a ponerse blancos por acumulación de agua.
Nos comimos otro bocata y emprendimos el largo camino a la península de Snaefellsnes pensando que lo haríamos de un tirón. Sin embargo, de manera imprevista a los dos nos sobrevino de repente un sueño inmenso que nos impedía mantenernos despiertos. Los 45 min aproximados hasta que llegamos de nuevo a la carretera 1 (Ring Road) se hicieron interminables, y en cuanto la cogimos nos dimos cuenta de que teníamos que parar a dormir. En el fiordo Kollafiordur había un desvío a la derecha y una especie de aparcamiento, así que ahí paramos, echamos las cortinas y sin más nos metimos en la cama totalmente agotados.
La siesta fue de unas dos horas, con lo que ya eran prácticamente las siete cuando reemprendimos la marcha. A partir de ahí fuimos hasta Bogarnes sin parar, bajo una lluvia muy intensa por momentos. En Bogarnes paramos en un super a repostar, comprar algunos víveres y constatar de nuevo que no había manera humana de hacerse con una botella de vino
Mi plan era ir a un pueblo que se llama Hellnar que queda más o menos de camino al Kirkjufell (en realidad nos obligaba a dar un pequeño rodeo). Pensando que ese día nos sobraría tiempo, había localizado un arco en el mar bastante espectacular y mi idea era ir a verlo. La cuestión es que ya eran las 20:30.
Cuando llegamos a Hellnar, que no es más que una calle que baja hasta el mar con alguna casa a los lados, vimos una especie de bar llamado Primus Kaffi y decidimos parar a reponer líquidos y preguntar dónde estaba "el puto arco" (mención especial al Sea Arch de Big Island en Hawaii, ver diario del correspondiente viaje
El sitio resultó ser una maravilla, una atención estupenda y un ambiente realmente tranquilo que nos permitió reponer fuerzas a base de bebidas tan saludables como ricas:
La autocaravana la aparcamos abajo del todo y antes de subir a pata la cuesta, aún pudimos ver alguna bonita estampa:
Sobre el arco de marras, nos dijeron que había una senda que recorría la costa entre este pueblo y Arnarstapi y que, para llegar al arco, había que caminar algo así como una hora
Más adelante descubrí que el arco realmente está muy cerca de Arnarstapi y que si hubiéramos parado en este pueblo apenas habría que haber caminado unos quince minutos por la senda hasta llegar al arco. Pero, de todas maneras, este día íbamos con demasiado retraso acumulado, tanto por la parada extra en Thingvellir que no habíamos podido hacer el primer día por culpa del tiempo, como por la inesperada siesta de dos horas.
Finalmente continuamos con nuestro trayecto, rumbo ya a Olafsvik, para lo cual teníamos que ir rodeando la península de Snaefellsnes por su perímetro exterior occidental. La luz era tremenda y pudimos capturar alguna estampa tan surrealista como esta:
Finalmente llegamos a Olafsvik y localizamos el camping, que era tan cutre como el de Geysir o más. Empezó a escamarnos el tema campings, y también el tema de una famosa tarjeta que nos había recomendado comprar el de la autocaravana por unos 50 o 100 €, ya no recuerdo, y que luego no nos sirvió ni en la mitad de los campings. De todas maneras, cuando localizamos este camping decidimos continuar hasta el Kirkjufell. ¿La razón? Estaba solo a unos 20 kilómetros de distancia, y de momento seguía sin llover. En vista de cómo se las gastaba el clima allí y sabiendo que era uno de los más icónicos lugares que íbamos a visitar, ¿por qué no asegurar e ir a verlo ya? Así que, a pesar del cansancio (eran las doce de la noche y empezaba a pesar), continuamos adelante. Como no teníamos muy claro cómo llegar, pusimos "Kirkjufell" en el GPS y para nuestra sorpresa lo encontró. Así que no tuvimos más que seguir las indicaciones.
Veinte minutos después, vimos que el GPS nos metía por un camino de tierra muy raro que subía cuesta arriba hasta acabar en una especie de casa con granja. Todo esto a los lomos de una montaña muy ancha, nada que ver con el Kirkjufell, que es precisamente estrecho, picudo y triangular. Bueno, es así... dependiendo del ángulo desde el que lo mires
Una vez superado el momento Homer, volvimos a la carretera 54 y dimos un par de pasadas hasta descubrir las pequeñas cascaditas y un camino de tierra por el que nos podíamos meter y aparcar enseguida. Empezamos entonces una pequeña caminata de 10 minutos que nos llevó directamente al sitio tantas veces admirado en fotografías. Lástima de las malas condiciones climatológicas que tuvimos, sobre todo mirando ahora la luz increíble que hubo durante la tarde de ese día... habría sido espectacular pillar esta localización con esta luz. Pero no pudo ser, qué se le va a hacer:
Cuando llegamos de vuelta a la caravana, eran las dos de la madrugada
Antes de meternos en el camping, entramos a pie y constatamos que a) el suelo (que era de hierba) estaba completamente encharcado y empantanado; y b) tampoco había enchufes libres. Así que, con semejante panorama, y sobre todo después de que a las dos y media de la madrugada un tipo saliera de una caravana y nos dijera que no se nos ocurriera entrar, que estaba todo inundado, decidimos dormir justo donde habíamos aparcado, afuera a la entrada, con la esperanza de al menos por la mañana poder entrar a cargar un rato baterías, teléfonos y demás, y poder también pegarnos una ducha, que me sé de alguno que no sé cuantas horas llevaba ya sin pasar por el agua
Lo que no éramos capaces de adivinar era lo que nos esperaba a la mañana siguiente. Pero eso, cómo no, forma parte de la tercera etapa y habrá que llegar a ella para averiguarlo
Kilómetros de la etapa: 610.
Kilómetros acumulados: 760.