Día 4: Saudarkrokur - Husavik ✏️ Diarios de Viajes de Islandia

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El cuarto día nos levantamos algo tarde para lo que venía siendo nuestro estándar: algo lógico, teniendo en cuenta entre lo bien que se dormía en aquel camping tan tranquilo, el cansancio acumulado y lo tarde que nos habíamos acostado la noche anterior.

Nos hicimos el desayuno y decidimos dedicar un rato a tareas higiénicas varias, tanto nuestras como de la autocaravana .

El don de la oportunidad quiso que, mientras mi mujer estaba en la ducha del camping y cuando yo estaba en el baño de la caravana tal cual vine al mundo, llamaran a la puerta Era la supervisora del camping. ¡Menudo momento incómodo para venir a llamar!

En ese momento no pude atenderla por razones obvias, pero más adelante sí, y comprobé que la Camping Card servía para este camping (en teoría, para el de Olafsvik también, pero allí nadie nos pidió nada, aunque también es cierto que dormimos fuera del recinto). Eso sí, la tipa nos preguntó si nos habíamos enchufado a la corriente eléctrica y si nos íbamos a duchar, y al decirle que sí a todo, nos cobró la tasa correspondiente. Por una parte, manda narices que te gastes la friolera de noventa y pico euros, si no recuerdo mal, en la tarjeta y luego te hagan pagar por el agua y la electricidad. Por otra parte, es cierto que la supervisora se fió de mi buena fe y lo mismo podía haberle dicho que nos habíamos duchado con una palangana que traíamos llena de casa...

La verdad es que esa mañana no llovía, pero hacía un frío y un viento infernal. Le pregunté si aquello era normal en esa época del año y me dijo que no... que a veces podía hacer así de malo algún día entero o algún rato algunos días, pero que lo de esta semana no estaba siendo normal. Entonces me dijo que por el sur, por lo visto, estaba haciendo un tiempo muy bueno Lo cual significaba que si hubiéramos hecho el recorrido en sentido contrario, habríamos tenido mejor tiempo... ¡Mejor no pensarlo!

Como, para variar, se nos hizo tarde y, para variar también, hacía tan malo, nos dimos cuenta que lo de la piscina de Hofsos era una quimera y decidimos, sobre la marcha, pasar de ella, cambiar de plan e ir a Akureyri, dar una vuelta por allí y luego hacer el resto del plan del día en Godafoss y los alrededores del lago Myvatn.

En Akureyri tampoco es que viéramos nada de mucho interés. Hay una calle con algunas tiendas y entramos a comprar algún regalo, una petaca extra para el ron que llevábamos como método de calientamiento para las horas haciendo fotos a campo abierto y alguna cosa más. Luego entramos en un restaurante a comer y descubrimos lo increíble de las sopas en Islandia... las hay de todos los tipos, sabores, colores y tamaños, ¡y están todas de muerte! A partir de ese momento, siempre que pudimos intentamos no perdernos ninguna.

Entre unas cosas y otras, nos pusimos rumbo a Godafoss bastante tarde, como ya venía siendo habitual en nosotros cada día. Una de las cosas que más nos sorprendía era ver por la carretera, con aquella lluvia, aquel viento, aquel frío, los baches, los charcos, el barro,... a gente pedaleando por las carreteras con media casa a cuestas:


Al llegar a Godafoss seguía lloviendo, pero no tanto como para impedirnos bajar y disfrutar de las vistas e incluso hacer alguna foto:



Esta cascada se puede contemplar desde ambos márgenes, y desde el lado opuesto la vista era espectacular:



Cuando ya nos dimos por satisfechos con esta cascada caímos en la cuenta de que, para variar, era de nuevo muy tarde Al día siguiente teníamos reservado el avistamiento de ballenas al mediodía en Husavik, y en principio el plan era haber ido a ver la zona de Hverir y dormir por allí para subir a Husavik bien temprano al día siguiente, pero entre lo tarde que era y lo malo que hacía, improvisamos y decidimos que mejor subir a Husavik directamente, dejar lo de Hverir para el día siguiente, y rezar todo lo que supiéramos para que mejorara el tiempo.

Y lo que hizo el tiempo fue precisamente todo lo contrario: para cuando llegamos a Husavik llovía como si no hubiera infierno y soplaba el viento como si se fuera a acabar el mundo. Buscamos el parking, dejamos la autocaravana y salimos a mojarnos, esto... perdón, a ver si podíamos cenar algo decente, como único consuelo y aliciente ante la mala pinta que tenía todo aquello.

Ya veíamos claro que, o mucho cambiaban las cosas, o ya nos podíamos ir olvidando de lo de las ballenas en Husavik, igual que nos habíamos tenido que olvidar del baño en la piscina de Hofsos. Solo una buena botella de vino podía aportar un gramo de consuelo, y la encontramos en el restaurante Salka. La cena fue de lo más surrealista: una ensalada de pollo a compartir entre los dos y una botella de vino

Y después de eso volvimos caminando bajo la lluvia y azotados por el viento al camping, donde pasamos en la autocaravana una de las noches más horribles debido a las inclemencias del tiempo.

¿Podríamos ver las ballenas al día siguiente? Habrá que esperar a la siguiente etapa para saberlo

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