Nuestro vuelo salía muy temprano, a las 6:00, pero esto nos permitía llegar a Punta Arenas con muy buen horario, a las 9:25.
Nos recibía en Punta Arenas un día de sol espléndido.
Aquí también hemos alquilado coche. Es el que más trabajo me costó, por los precios tan altos. Miré en muchas de las páginas más usuales, que en realidad son como buscadores, y contacté con más de diez empresas de la zona. Los que mejor precio me dieron fueron los de Recasur-Econorent, pero contactando directamente con Recasur, no a través de Econorent. Nos lo entregaban a las 10:00 y lo devolvíamos al quinto día a las 16:00. En todos sitios me contabilizaban 5 días, pero a Recasur les dije que sólo eran unas pocas horas y aceptaron cobrarnos solamente 4 días. Era un coche normal, no 4x4, el que ellos me indicaron que iría mejor para visitar Torres del Paine. Un Renault Symbol, con un buen maletero y no muy bajo para poder circular en estas carreteras de ripio. El coche era muy nuevo, solamente tenía 4000 km.
Directamente desde el aeropuerto nos incorporamos a la ruta 9 y atravesando la infinidad de la estepa patagónica, en unas 3 horas estábamos en Puerto Natales. Por el camino nos hemos detenido un par de veces por el mero hecho de mirar a nuestro alrededor, comprobar que estamos atravesando una estepa patagónica y vamos en manga corta, el sol calienta y no hace viento.
Nos hemos detenido en Puerto Natales para hacer acopio de víveres y de agua, así como también para rellenar de gasolina lo que hemos gastado, ya que dentro del parque no hay gasolineras. Y como ya es la hora de comer nos vamos a la Burbuja por indicación del tendero dónde compramos embutidos y agua. Me apetecía probar el asado patagónico, muy indigesto para comerlo en la noche, y mi marido pidió una paila marina. Este restaurante fue un error total. El cordero estaba hecho de no sé cuando, recalentado, y la paila, sin sabor y además picante. Lo comento precisamente por lo mal que se come.
La nueva carretera de acceso al parque a través de la portería Serrano, que es la que mejor nos venía por la situación de nuestro alojamiento, estaba cortada por desprendimientos, así que hemos tenido que circular por la carretera de siempre, la que pasa por el pueblito de Cerro Castillo.
Conforme vamos avanzando por la carretera los paisajes nos van sorprendiendo cada vez más. Desde que se inicia la carretera por ripio, las paradas para hacer fotos van siendo más frecuentes. Lago Sarmiento, nuestras primeras manadas de guanacos. Se comienzan a ver Los Cuernos. Las nubes van y vienen, dejándonos ver el macizo a retazos. El lago Norderskjöld, Lagunas Mellizas, el Salto Grande, de frente y de lejos, El Lago Pehoe.
El lago Sarmiento, (que en realidad se llama Sarmiento de Gamboa en recuerdo del explorador español Pedro Sarmiento de Gamboa), está decorado en sus orillas por unas particulares estructuras de color blanco. Son explicadas en unos paneles expuestos en algunos miradores. El Lago Sarmiento es grande y tiene miradores por varias vertientes. De forma resumida, estas estructuras blancas son llamadas trombolitos, formaciones geológicas que tienen varios millones de años y fueron creadas por algunos de los organismos más antiguos en la tierra. Ello se debe a que el lago no tiene drenaje, recibe el agua de sus afluentes pero no tienen salida, provocando un ambiente salino.
Hemos entrado por la guardería Sarmiento, muy solitaria. 18.000 pesos por cabeza por la entrada al parque. Nos dicen que la llevemos siempre encima, pero en ningún momento de nuestra estancia nos la han pedido.
Llegamos hasta el Lago Pehoe porque aquí se encuentra nuestro alojamiento. La Hostería Pehoe se encuentra ubicada en una pequeña isla del lago del mismo nombre, a la que se accede por un puente con pasarela de madera. Las edificaciones se encuentran entre vegetación variada, destacando las flores de lupino de color morado y los macizos de genista amarilla. Pero aquí lo bonito es el lago, con aguas azules, turquesas, grises…, depende de la hora del día y de la iluminación del sol. El lago… y, la vista impagable de Los Cuernos.
Nuestra habitación se encuentra en el pabellón Tehuelche. Todas tienen vistas al lago. Algunas, dos o tres, tienen vistas a Los Cuernos. Pero estas están ya ocupadas. La habitación ni es lujosa ni se encuentra bellamente decorada, pero es calentita y tiene un enorme ventanal en forma de voladizo con espléndidas vistas del lago. Es todo un puntazo quedarse dormido con el rumor de las aguas del lago y despertarse con esta visión y el cua-cua de algunos caiquenes.
Desde nuestra llegada, sobre las 6:30, hasta el anochecer, estuve saliendo fuera del pabellón en incontables ocasiones, vigilando el movimiento de las nubes que hacen aparecer o camuflar la imponente imagen de Los Cuernos. Al final del día quedan casi despejados, reflejando los últimos rayos del sol, para presentarse al anochecer, erguidos y majestuosos frente a una luna brillante, comenzando a menguar, pero conservando gran parte de su esplendor. En estas salidas he podido comprobar además lo variante de este clima. En un par de ocasiones ha llovido de forma torrencial con el sol salido.
El Parque Nacional de las Torres del Paine fue creado en 1959, en 1978 fue declarado por la Unesco, Reserva de la Biosfera. Es uno de los parques más grandes e importantes de Chile. Es muy visitado por la gran variedad de entornos naturales que posee: montañas, entre las que destacan el Cerro Paine, las Torres del Paine y los Cuernos del Paine; valles, ríos ( río Serrano, río Paine); lagos (Grey, Pehoé, Nordenskjöld, Sarmiento, Laguna Azul,…); y glaciares pertenecientes al Campo de Hielo Patagónico Sur.
El nombre del parque deriva del grupo de montañas más conocido, Torres del Paine, monolitos de granito que han ido moldeando su forma a causa de los hielos glaciares.
El parque posee una serie de circuitos internos de caminos de ripio que pueden ser transitados por vehículos y otros muchos senderos para ser recorridos a pie. Entre estos últimos destaca el Circuito Paine que da la vuelta al macizo Paine de 7 a 10 días de caminata. Pero el más conocido y transitado es el Circuito W, llamado así porque la unión de los tres valles por donde se camina forman una W, Valle de Ascencio, Valle del Francés y Valle del Glaciar Grey. Es uno de los trekking más bonitos del mundo.
Para hacer el circuito completo de la W se necesitan al menos 4 días y pernoctar en refugios. Y aquí comienza el problema. Si la persona con la que viajas no quiere refugios y encima no quiere andar mucho, el tema se complica. Una de mis razones principales para ir a Chile era visitar el Parque Torres del Paine y hacer este trekking. Ante este panorama decidí sacrificar algunos tramos del circuito, escogiendo los tramos que, a mi parecer, eran más espectaculares y que pudieran realizarse de ida y vuelta para no dormir por la noche en los refugios. Por ello habíamos alquilado el coche, para poder movernos libremente dentro del parque y poder desplazarnos hasta el punto de inicio de la ruta y vuelta al hotel. Haríamos el acceso a la base de las Torres y el Valle del Francés. Teníamos tres días para ello, con uno de comodín dependiendo del clima que se nos presentara.