Durante unas vacaciones veraniegas, veníamos de Taramundi (Asturias), y atravesamos buena parte de la comarca del Bierzo de camino hacia nuestro siguiente destino: las Médulas. Este monumento natural y arqueológico, que fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1997, se encuentra en la comarca leonesa de El Bierzo, a 26 Km. de Villafranca del Bierzo, a 28 de Ponferrada, a 148 de la capital leonesa y a 425 de Madrid. Como casi todo el mundo conoce se trata de un conjunto de llamativos picachos rojizos, surgidos por la actividad minera de los romanos, que trabajaron aquí la mayor mina de oro a cielo descubierto del Imperio. La explotación de estas minas empezó con anterioridad, pero tuvo su apogeo en el siglo I d.C., durando apenas una centuria, aunque las consecuencias en el entorno fueron de enorme magnitud debido a los masivos movimientos de tierra y a la canalización del agua para socavar las entrañas de la tierra y arrastrar el mineral, lo que cambió dramáticamente el paisaje y la economía de la zona. Al contrario de lo que sucedió en otros lugres, los yacimientos abandonados de las Médulas formaron un entorno singular de innegable belleza, con enormes caperuzas rojas en las que se abren cuevas y galerías, que dibujan un paisaje sugerente, casi mágico, envueltas por el verde intenso de la vegetación autóctona de robles y encinas, a las que se sumó la posterior incorporación de castaños, de los que hoy sobreviven bastantes ejemplares centenarios, de porte magnífico.
Llegamos a última hora de la tarde, pasamos por Carrucedo, cuyo castillo nos recibió de camino, y nos dirigimos directamente al mirador de Orellán, ya que toda la información turística aconseja ir allí a la salida o la puesta del sol, cuando se obtienen los matices más bellos del paisaje por los reflejos dorados sobre los picachos rojos que asoman entre el verde intenso de los árboles. A este mirador se puede llegar en automóvil por pista asfaltada hasta un aparcamiento, desde donde hay que subir a pie un repechito por la misma pista: son unos 500 metros hasta el mirador. Había helicópteros de excursiones organizadas sobrevolando las montañas rojas.
Las Médulas desde el Mirador de Orellán al atardecer.
Desde este mirador, a espaldas de las vistas sobre las Médulas, se divisa también un paisaje espectacular, con los campos de Braña, el pueblo de las Voces y el pico Ferradillo, el más alto de la zona, con 1.345 m. de altitud. También, junto al mirador, existe una galería que se puede visitar, pero entonces ya estaba cerrada.
La primera vez que se ve, el panorama resulta realmente sobrecogedor y hermoso al tiempo, bastante sorprendente. Se dice que éste es el mejor mirador de Las Médulas y realmente merece la pena, pero hay más. La mayor parte de la gente se limita a ver simplemente esto, cuando lo más recomendable es acudir al área arqueológica y dedicar al menos una mañana o una tarde para conocerlo desde dentro y también sus alrededores.
Poco antes de anochecer fuimos a nuestro alojamiento, el Hotel Medulio, situado frente a la oficina de información turística. Es un hotel de tres estrellas con buenas vistas de las minas y el pueblo, pero muy normalito y, a mi modo de ver, un poco caro para lo que ofrece. Su ventaja es la privilegiada situación en el pueblo, a unas pocas docenas de metros de la entrada a la zona arqueológica, muy cómodo para hacer la visita. Existe alguna otra opción de alojamiento, en casas rurales de la zona, que no conocíamos y que no vendría mal explorar si se quiere pernoctar en el parque. También hay un par de restaurantes, pero no estaban abiertos por la noche, así que cenamos en el hotel, que servía bocadillos y tapas en una terraza al aire libre. Dimos una vuelta por los alrededores antes de que se hiciera completamente de noche. Ya sin luz natural, pudimos caminar unos minutos por un paraje que da a las minas y, después, por las calles del pequeño pueblo. Aunque estaba iluminado, de noche, no daba para mucho más.
Por la mañana, se nos fastidió el plan de volver al mirador de Orellán a la salida del sol. Amaneció el día con una niebla espesa que nos sorprendió por completo, pues nada hacía presagiar un cambio de tiempo tan brusco. No sabíamos qué hacer: si esperar a ver si levantaba el día o ir a visitar Ponferrada y volver después. En la Oficina de Información Turística nos dieron un folleto y un mapa con recorridos (yo llevaba uno mejor, sacado de internet). Pregunté por las rutas y los miradores, y me vinieron a decir que habiendo visto el mirador de Orellán, no hacía falta molestarse en ver ningún otro, lo cual me dejó un tanto descolocada. Pregunté si era normal aquella niebla matutina y si solía levantar más tarde, pero tampoco me dijeron nada definitivo: quizás, sí; quizás no. ¡Pues vaya, eso ya lo sabía yo!
Volvimos al hotel a recoger los bártulos del coche para las caminatas y nos tropezamos con una señora del pueblo, que muy amablemente nos preguntó si nos habíamos alojado allí. Al decirle que sí, empezó a contarnos todo tipo de cosas del lugar y nos dijo que no nos preocupásemos del tiempo, que era normal y que en un par de horas luciría el sol. Le pregunté por los senderos y me dijo que de ningún modo nos limitásemos a hacer el recorrido corto de las Valiñas, que es el que hace casi todo el mundo; que si nos interesaba y teníamos tiempo, había mucho más que hacer en Las Médulas. En concreto nos aconsejó hacer la senda del Lago Sumido (3 Km) y que no nos perdiésemos el Mirador de las Pedrices.
Con toda aquella información, decidimos hacer primero la Senda del Lago Sumido, con la esperanza de que entre la ida y la vuelta se fuera disipando la niebla.
Volvimos al hotel a recoger los bártulos del coche para las caminatas y nos tropezamos con una señora del pueblo, que muy amablemente nos preguntó si nos habíamos alojado allí. Al decirle que sí, empezó a contarnos todo tipo de cosas del lugar y nos dijo que no nos preocupásemos del tiempo, que era normal y que en un par de horas luciría el sol. Le pregunté por los senderos y me dijo que de ningún modo nos limitásemos a hacer el recorrido corto de las Valiñas, que es el que hace casi todo el mundo; que si nos interesaba y teníamos tiempo, había mucho más que hacer en Las Médulas. En concreto nos aconsejó hacer la senda del Lago Sumido (3 Km) y que no nos perdiésemos el Mirador de las Pedrices.
Con toda aquella información, decidimos hacer primero la Senda del Lago Sumido, con la esperanza de que entre la ida y la vuelta se fuera disipando la niebla.
El camino es sencillo y llano, muy agradable, especialmente a hora temprana y sin calor. Antes de llegar al Lago Sumido, vimos caballos pastando y un par de lagunas más pequeñas (laguna Larga y laguna de Pinzais), con nenúfares, que, según nos dijo la señora del pueblo, se van recuperando después de que estuvieron a punto de desaparecer por la introducción hace unos años de una especie invasora de cangrejos rojos americanos que casi acabaron con los nenúfares y con los cangrejos autóctonos. En todo el recorrido, acechaba la seductora silueta de los picos rojos de las antiguas minas. Al final del camino, llegamos al mirador de Chaos de Meseiros con unas vistas preciosas, aunque algo emborronadas por la niebla, si bien ya no era tan espesa.
Regresamos al pueblo, pasamos por el Centro de Visitantes y decidimos hacer una mezcla de varios senderos, trazando un recorrido un tanto particular. Todos los senderos están muy bien señalados y se pueden seguir sin dificultad, pero es conveniente contar con un mapa, o sacado de internet o el que te dan allí los de la oficina de turismo. Antes de empezar las rutas se puede ver la bonita iglesia del pueblo.
Iniciamos la caminata por la Senda de las Valiñas, para girar un poco después a la derecha y tomar la Senda de Reirigo. Esta senda asciende a través del bosque hasta el Mirador de las Pedrices, es una cuesta bastante empinada, pero el frondoso bosque protegía del sol y no nos resultó demasiado pesada. La vista de los troncos enormes de castaños centenarios impresiona verdaderamente.
Al fin llegamos al Mirador de las Pedrices y, para nuestra sorpresa, vimos allí a dos autos todoterreno, con varias personas y cámaras de televisión o de cine, no sé. Aparentemente habían llegado por una pista desde la zona de Yeres. Un joven rubio nos saludó muy amablemente y nos quedamos sorprendidos al ver que era el periodista Jesús Calleja, que estaba rodando un reportaje sobre el Bierzo. Iba con gente del equipo de grabación y un par de personas de la zona que, supongo, hacían de guías. Muy curioso el encuentro. Creo que es posible llegar a este mirador en coche particular por una pista, pero tampoco lo sé seguro.
Las vistas desde arriba son impresionantes. Merece la pena subir. La señora del pueblo tenía toda la razón, lo que no entiendo es el motivo de que en información turística quisieran quitarnos la idea. De izquierda a derecha, se ve el embalse de Campañana, el lago Sumido, el pueblo de las Médulas y las antiguas Minas, con el horizonte ondulado de las tierras del Bierzo. Lo recomiendo.
Las vistas desde arriba son impresionantes. Merece la pena subir. La señora del pueblo tenía toda la razón, lo que no entiendo es el motivo de que en información turística quisieran quitarnos la idea. De izquierda a derecha, se ve el embalse de Campañana, el lago Sumido, el pueblo de las Médulas y las antiguas Minas, con el horizonte ondulado de las tierras del Bierzo. Lo recomiendo.
Volvimos sobre nuestros pasos para retomar la Senda Reirigo. Llegamos a un cruce que propone seguir la Senda Perimetral (una especie de recorrido exterior del parque por una pista) o bien continuar hacia el Pico Reirigo por la Senda del mismo nombre, a la izquierda. Tomamos ésta última, seducidos por la promesa de las vistas desde lo alto del pico y pensando que sería algo parecido al sendero por el bosque que habíamos traído, con sombra y todo, porque bien que se agradecía el cobijo de los árboles una vez que la niebla había pasado a la historia y hacía un sol de justicia. Empezamos a subir, y a subir, y a subir, por un abierto senderito que cada vez nos deparaba unas vistas más impresionantes de toda la comarca, pero ni una sombra: los panoramas eran excepcionales, pero el calor nos estaba matando. Al fin, coronamos el Reirigo, las vistas eran preciosas. De paso, también vimos varias enormes cuevas con galerías de las antiguas minas, a las que daba un poco de grima asomarse.
Cuando pensamos que, una vez conquistado el pico, íbamos a internarnos en el bosque salvador, resultó que el sendero bordeaba la montaña justamente por la zona donde daba el sol, dejándonos completamente al descubierto. El bosque iba justo por la ladera contraria a la del sendero y sin forma de pasar al otro lado. Nos estábamos tostando literalmente, si bien es cierto que el paisaje merecía la pena. Después de mucho caminar por un sendero endurecido por el calor, que no es especialmente peligroso, pero donde hay que llevar un poquito de cuidado porque hay pasos algo expuestos, llegamos a la zona recreativa del Campo de Braña, donde acaba la Senda Reirigo, que enlaza con la Perimetral. Ya en la pista de la Perimetral y con estupendas vistas, llegamos al Mirador de Orellán, que, debido a la luz, nos brindó una perspectiva muy diferente a la de la tarde anterior. En sus inmediaciones, hay un sendero que en fuerte pendiente desciende por el interior del bosque (sombra al fin, menos mal) hasta la Fuente de la Tía Viviana, enlazando ya con la Senda de las Valiñas. Una vez allí, habíamos hecho un recorrido circular de unos 10 Km.
Llegamos a las inmediaciones del Centro de Visitantes, y comimos en la bonita terraza de uno de los restaurantes del pueblo, instalado en una casa rural. Tenían unos menús de especialidades locales realmente buenos: botillo, lentejas y bacalao, con vino del lugar y postres caseros. Quizás no era lo más apropiado para el calorazo que hacía, pero ¡rico, rico, rico!
Después de comer opíparamente y descansar un rato, hicimos nuestro último recorrido por el área arqueológica: lo que nos quedaba de la Senda de las Valiñas, que es la que se interna por las Médulas, con puntos tan significativos como el Pico del Águila, la Encantada y la Cuevona. Un itinerario muy bonito, recomendado para quienes deseen una excursión más rápida y tranquila que la nuestra.
Senda perimetral: 5,7 Km. desde el mirador de Orellán al Mirador de Pedrices. Fácil, se va por una pista.
Senda de las Valiñas: 4 Km. por el interior de las Médulas. Fácil. Tiene una variante corta.
Senda de Reirigo: 5,5 Km. por la parte alta, llega al Pico Reirigo. Desnivel pronunciado, cuidado con el calor.
Senda del Lago Sumido: 3 Km. Termina en el Mirador de Chaos de Meseiros. Fácil.
Senda de los Conventos: 4,5 Km. No lo hicimos.
Bajada por el Camino del Mirador: desde el Mirador de Orellán hasta la fuente de la Tía Viviana, que enlaza con la Senda de las Valiñas. Este camino no es aconsejable hacerlo de subida por el fuerte desnivel.
Podéis descargar mapas de los senderos de internet o pedir uno en la Oficina de Información Turística.[/size]