PUEBLA DE SANABRIA.
Situada a 111 Km. de Zamora, en la zona noroeste de la provincia, desde tiempos antiguos ha sido un cruce de caminos tradicional entre Castilla, León, Galicia y Portugal. Llegamos ya avanzada la tarde y aunque aún había bastante luz, las nubes seguían acechando amenazadoras cuando divisamos la imponente silueta del castillo, asomando en lo alto del risco en el que se encuentra encaramada la localidad. Pese a que la incipiente lluvia le daba un aire algo tenebroso al panorama, confieso que me gustó mucho el “skyline” de piedra medieval con que nos recibió Puebla de Sanabria.

Nos alojamos en el Hostal Raíces, de dos estrellas, con cinco habitaciones y ubicado en una preciosa casa rehabilitada en la Plaza del Arrabal, 8, a la entrada del pueblo, junto a la fuente de la que arranca la calle que sube a la zona del castillo, en el llamado “barrio bajo”, donde se situaban antaño las viviendas más populares, con soportales, tejados de pizarra y galerías corridas en sus fachadas de mampostería. Muy bonito y cómodo, con habitación amueblada en un logrado estilo rústico, cuarto de baño impecable (incluía albornoces), balcón con vistas a la plaza y aire acondicionado que no utilizamos, Nos pareció muy recomendable, si bien para personas con movilidad reducida tiene la pega de que hay que subir escaleras y carece de ascensor. El aparcamiento hay que buscarlo en la calle y, a veces, no es fácil de encontrar. Nos costó 130 euros las dos noches sin desayuno.
Ya no llovía, incluso estaba aclarando, con lo cual dejamos los bártulos y decidimos subir al “barrio alto”, para visitar el castillo, que estaba abierto hasta las 22:00 horas: ¡así da gusto! La cuesta para alcanzar el casco histórico por la calle de la Rúa es de las que te obliga a decir ¡ufff!, pero las bonitas casas de piedra, adornadas con flores, hacen más llevadero el pequeño esfuerzo, igual que la torre de la iglesia, que se divisa al fondo como hito a alcanzar. Únicamente desentonaban los coches aparcados en la Plaza Mayor, que le quitan un poco de su gran encanto medieval; pero esto es algo común a casi todas las ciudades medievales, con lo que no hay más remedio que apechugar, .

El castillo data del siglo XV, en su interior hay una oficina de turismo, donde ofrecen todo tipo de información sobre el pueblo y la comarca, un museo y una biblioteca. En mi opinión, su principal atractivo es la Torre del Homenaje y, especialmente, las sensacionales vistas que se tienen desde sus almenas del pueblo, la campiña y el río Tera. Simplemente por eso ya merece la pena visitarlo. Si no se quiere pagar los 5 euros de la entrada, también hay excelentes vistas desde la terraza del parque que hay frente a la entrada y también desde un paseo lateral que da a la antigua muralla, de la que se conservan algunos tramos.
El casco viejo es pequeño, pero muy bonito. Este tipo de casas de piedra me encanta, así que estaba en mi salsa, haciendo fotos aquí y allá. Luego fuimos a cenar, pero no acertamos con el sitio porque fue caro, escaso y mal cocinado; quizás tuvimos mala suerte esa noche. Estaba en la calle de la Rua, pero no recuerdo el nombre, quizás sea mejor así.

Tampoco acertamos con el desayuno en un bar al lado del hostal, pues aunque nos cobraron muy barato apenas había nada para tomar. No fue hasta por la noche que descubrimos un bar en la misma calle Arrabal, del que lamentablemente no recuerdo el nombre, pero que ponen unas tapas y unos bocatas riquísimos a un precio fenomenal. Tiene terraza exterior y se está divinamente tanto dentro como fuera. También hay varias panaderías que sirven bollos y café, con buena pinta para desayunar.
Estuvimos dos noches en el hostal de Puebla de Sanabria, y tiene un encanto especial ver el pueblo con iluminación nocturna; no hay que dejar de cruzar el puente para ver el castillo desde el otro lado del río, tanto de día como de noche.

 
Si estoy en un sitio que lo permite, últimamente he cogido la costumbre de levantarme temprano y salir a pasear cuando todavía hay muy poca gente por las calles. Se disfruta de otra manera, recorriendo casi en solitario los lugares que has visto o verás atestados de personas. La luz diferente que recibían las casas de piedra y la serenidad de las calles y plazas me compensaron con creces de haber madrugado un poquito.
PARQUE NATURAL DEL LAGO DE SANABRIA.
El día amaneció nublado, con amenaza de lluvia y un tanto frío, no muy acorde con la tercera semana de julio, lo cual no era una buena perspectiva para visitar el Lago y hacer alguna ruta por allí. De entrada, tuvimos que renunciar a la tan anhelada caminata del cañón del Tera porque no es una ruta sencilla y con esas condiciones meteorológicas no resultaba aconsejable. Así que, una vez en el Parque, tomamos la carretera que va a la Laguna de los Peces, con muy bonitas vistas del lago y de los pueblecitos asentados en sus orillas, sobre todo de San Martín de Castañeda.

Según íbamos ganando altura, las vistas se volvían más impresionantes, pero también el tiempo empeoraba y empezaron a aparecer nubes muy bajas e incluso niebla. En la Laguna de los Peces hay un tramo acondicionado para personas discapacitadas. Llegamos hasta la Laguna de las Yeguas, en un recorrido sencillo con bonito paisaje, aunque nos hubiera gustado seguir hacia Peña Trevinca, pero no apetecía porque hacía frío, viento racheado y lloviznaba.
Laguna de los Peces

Laguna de las Yeguas.
Después de comer en el Restaurante La Terraza (no nos gustó demasiado y además nos pareció caro para lo que comimos; quizás hubiésemos tenido que pedir pulpo a feira, que era la especialidad de la casa) en San Martín de Castañeda, donde destaca su antiguo Monasterio.
Bajamos hasta la orilla del Lago, pasamos por Ribadelago Nuevo y seguimos hasta Ribadelago Viejo, ]tristemente famoso por los sucesos acaecidos en 1959 cuando se rompió la presa de Vega de Tera, anegando el pueblo y matando a 144 vecinos, la mayoría mujeres y niños, ya que los hombres se encontraban trabajando en la construcción de la presa. Hay un monumento que recuerda a estas personas y algunas casas continúan en el mismo estado en que quedaron después de la tragedia, si bien otras se han rehabilitado y el lugar, por lo menos en verano, ya no tiene el aspecto de un lugar abandonado.
De aquí parte la excursión por el cañón del río Tera que lamentablemente no pudimos realizar.

Ruta a las Cascadas de Sotillo.
Como aún quedaban unas horas de luz y el tiempo estaba mejorando, decidimos hacer este recorrido circular que figura en el folleto que dan en las Oficinas de Turismo. Comienza en el pueblo de Sotillo y se tarda entre dos y tres horas en completar, dependiendo del paso de cada cual. La primera parte es una subida bastante pronunciada por un sendero ancho sin mayores complicaciones. Si hay tiempo, se puede alargar un poco, llegando hasta la laguna. Ya en el entorno de la cascada, hay que tener un poco de precaución pues se cruza una zona de rocas y peñas, pero merece la pena para llegar al precioso salto de agua. En pleno mes de julio, todavía bajaba mucha agua. Supongo que en primavera debe ser todavía más espectacular.

Siguiendo este itinerario, la ida es subida y la vuelta bajada; se puede hacer al revés y quizás sea más corto porque pilla la pendiente de regreso en bajada; sin embargo, hay que tener cuidado con una zona un poco complicada en torno a las cascadas, hasta pasar las peñas. No sé qué es peor en este tramo, si subir o bajar. En cualquier caso, yendo con la debida precaución no tiene mayor problema para personas habituadas a caminar por el campo, salvo que esté lloviendo por el peligro de resbalones.
Pasada esta zona, resulta una caminata agradable por el bosque hasta llegar nuevamente a Sotillo. Una excursión muy recomendable, como todo el Parque del Lago de Sanabria. Cuando nos fuimos, todavía volvimos a ver Puebla de Sanabria desde otra perspectiva, en la carretera.
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