Miércoles, para hoy tocaba ver los principales lugares de interés de la Rioja Alta. Teníamos reserva para ver el Monasterio de Suso a las 11.55, así que teníamos que estar sobre las 10 en San Millán para ver el de Yuso antes. Luego el plan era ir a Ezcaray y a Santo Domingo de la Calzada, dejando ver los interiores de Nájera para el jueves; y así fue.

TOTAL: 86 kms.
Desayunamos y a las diez menos cuarto pusimos rumbo a San Millán de la Cogolla, donde estaban las dos primeras visitas del día: Los Monasterios de Yuso y Suso, que son Patrimonio de la Humanidad desde 1997, siendo el único lugar con este reconocimiento en toda La Rioja (junto con el Camino Francés, compartido con otras regiones) al entender la UNESCO que los monasterios de San Millan de la Cogolla son un testimonio excepcional de la introducción y supervivencia de los monasterios cristianos desde el siglo VI hasta el día de hoy. Además, tiene una enorme significancia como el lugar de nacimiento del español moderno, tanto oral como escrito.
Habíamos llamado un par de semanas antes para reservar entradas para Suso, hay que subir en bus y se debe reservar con anterioridad. Para ello, se debe llamar al 941 373 082 en horario laboral entre martes y domingo (9.30-13.30 15.30-18.30) Al llegar retiramos las entradas para visitar ambos monasterios, y nos apuntamos a la visita guiada a Yuso de las 10.30 (esta no se reserva, es directamente al sacar la entrada)
Este monasterio es posterior en el tiempo al de Suso, y es que, en el siglo XI, al quedarse pequeño este último los monjes bajaron al valle y construyeron este enorme edificio para mantener su vida monacal, abandonando la ermitaña, eso sí. Es amplio, pero la gran importancia del mismo reside en las glosas emilianenses, de las que luego os hablaré.


La guía era excepcional, daba explicaciones ricas en contenido a la par que entretenidas, y además compartíamos visita con un numeroso grupo del Imserso venido desde Oviedo, que nos dieron bastante conversación entre una estancia y otra.
Lo primero que vimos fueron las portadas de monasterio e iglesia, ambas barrocas y realmente bonitas.


De ahí pasamos al interior, para ver las famosas glosas emilianenses. Son anotaciones en el margen de un misal en latín realizadas por un monje anónimo en castellano y euskera, siendo la primera reproducción escrita de ambas lenguas. Y es que pese a que nuestra lengua romance y el euskera se lleven hablando desde hace miles de años (sobre todo esta segunda), las primeras representaciones escritas son de hace aproximadamente un milenio.

La siguiente parada fue el claustro, construido a mediados del siglo XVI, siendo puramente renacentista. Es amplio y sencillo.


Los franceses establecieron en este monasterio su cuartel en la zona, saqueándolo a fondo. Por eso muchas de las hornacinas del claustro no tienen estatuas, y es que se las llevaron los soldados napoleónicos.

Del claustro pasamos a la iglesia, donde estaba tan atento a las explicaciones que se me olvidó hacer fotos al retablo y a la parte de la cabeza. Una pena... Destacan el coro y el trascoro, ricamente decorados.


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Los feligreses del pueblo solo podían acceder al trascoro, y en los altares laterales se daba misa. En uno de ellos hay un gran cuadro de San Millán, el patrón del monasterio. Este ermitaño vivió 101 años entre los siglos V y VI, pero de él se dice lo mismo que de Santiago, que se aparecía en las batallas de la Reconquista para apoyar a las tropas cristianas.

Subimos a la segunda planta del claustro, que es terriblemente sencilla. Es clasicista, y está rodeado de 25 cuadros que narran la vida de San Millán.

Aquí arriba hay libros enormes, los himnarios del coro. Sus dimensiones meten miedo, y los monjes tuvieron que matar a cientos de carneros para fabricar las páginas.


En una sala contigua se encuentran dos cofres de márfil, de los mejores que se pueden encontrar en el Norte de España. Están ricamente decorado, y se cree que artistas árabes enseñaron a los monjes como trabajar este frágil material. Ambos son relicarios, acogiendo los restos de San Millán y San Felices.


San Millán era muy venerado en la Edad Media, como demuestra un panel a la salida que recoge los monasterios y abadías dedicados a él en las provincias circundantes a La Rioja.

Salimos y al poco nos montamos en el bus que nos llevó al Monasterio de Suso. Este monasterio está en la montaña, aprovechando unas cuevas naturales, que es donde se instalaron los primeros ermitaños. San Millán vivió y murió aquí, y tras su muerte empezaron a llegar religiosos hasta estas cuevas, entre ellos el célebre escritor Gonzalo de Berceo. Empezó a crecer el monasterio hasta que en el siglo XI construyeron el de Yuso al quedarse este pequeño.

En sus soportales se encuentran las tumbas de la leyenda Los Siete Infantes de Lara, una leyenda medieval, de las mas conocidas de la epopeya castellana, en la que prima la sed de venganza en tiempos de moros y cristianos.

Desde esta entradilla hay buenas vistas de la sierra y del Monasterio de Yuso en el valle. No lo comenté antes, pero los nombres son por los términos latinos arriba (Suso) y abajo (Yuso), como se puede apreciar desde aquí tiene mucho sentido.


Entramos y vemos las cuevas. Me recordó mucho este monasterio al de San Pedro da Roca, en la Ribeira Sacra, son realmente parecidos


Este monasterio es muy ecléctico. Al irse construyendo al llegar monjes entre el siglo VI y el XI, tiene elementos visigóticos, mozárabes y románicos, como podemos ver en los diferentes arcos que se ven en esta foto (faltarían los visigodos, como el de entrada a la cueva)

En una de las cuevas encontramos tumbas antropomórficas, que nos llamaron mucho la atención.

CONCLUSIONES DE SAN MILLÁN DE LA COGOLLA: Tiene unicamente los dos monasterios, pero ambos son joyas únicas tanto por la belleza como por la historia que encierran.
Para visitar ambos se necesita practicamente una mañana o tarde, mi consejo es hacer ambos por la mañana y aprovechar la tarde por La Rioja. Y para mí son una visita obligatoria en cualquier viaje a La Rioja sin ningún lugar a duda.
Cogemos el coche y nos vamos a Ezcaray, la siguiente parada del día. Teníamos muchas expectativas con este pueblo, era casi que el eje central del viaje, y yo creo que precisamente por eso nos decepcionó.
El origen de Ezcaray, aunque no está muy documentado, se sitúa en la época romana, de la que se han encontrado monedas del emperador Trajano y anteriores, si bien otras civilizaciones también han poblado su territorio, como la visigoda e incluso la musulmana, por lo que fue denominado transitoriamente "Peña de los moros".
Fue por los años 923-924 cuando, tras la reconquista del rey navarro García Sánchez, se repobló recibiendo su nombre actual, que en su origen fue "Ez Garai" (peña alta). Los Reyes Católicos crearon el mayorazgo de Valdezcaray, a finales del siglo XV, que comprendía numerosos pueblos de la sierra.
La primera documentación de Ezcaray como tal data de 1110 cuando Alfonso I, El Batallador, esposo de Doña Urraca de Castilla, dona la ermita de Sta María de Ubaga, en Ezcaray, al monasterio de Valvanera. El 24 de abril de 1312 Fernando IV de Castilla y de León firmaba el Fuero o Privilegio de Ezcaray "...para que mejor se aumente y conserve su población..." por lo que sus habitantes quedaban exentos del pago del portazgo y se concedía justicia propia a la villa. Posteriormente fue confirmado por el rey Alfonso XI y la reina Constanza el 14 de abril de 1326 y más tarde por los Reyes Católicos en 1484 y 1494 con alguna restricción tras la solicitud del pueblo de Ezcaray de su intercesión por los conflictos que mantenían con su Señor Don Pedro Manrique. La última confirmación la llevó a cabo Fernando VII el 13 de diciembre de 1824.
En los siglos XVII y XVIII Ezcaray vivió el auge de la industria textil; sus productos gozaban de gran prestigio. En 1752, con el apoyo del Marqués de la Ensenada, se creó la Real Fábrica de Santa Bárbara, en honor a Bárbara de Braganza, esposa de Fernando VI. El 22 de septiembre los 5 Gremios Mayores de Madrid pusieron a Don Manuel de la Viña a cargo de la Real Fábrica, que alcanzó su máximo apogeo, fabricando paños y sargetas
En el siglo XIX llegó a contar con 30 fábricas de paños y mantas, de las que, después de la crisis de los años 50, sólo quedan sus viejos edificios. (Silanes.net)
Aparcamos cerca de la plaza principal del pueblo, pero antes paré un segundo en doble fila para que fuera Ana a la oficina de turismo, eran las 13.53 y cerraba a las 2, era una situación extrema jaja. Nos comimos nuestros bocatas y buscamos una terraza para tomar un café.

La primera en la frente, nos sentamos frente al Ayuntamiento, en la Plaza de la Verdura, en Casa Masip. Pues bien, con la terraza casi vacía nos echaron porque no íbamos a comer, nos fuimos al bar de en frente a ver como seguía la terraza vacía y como varios grupos de personas se tomaban unas cañas tranquilamente. Empezamos con mal pie por esto, que es una tontería, pero fastidia.
La plaza en sí es bonita, la verdad, pero no más que la de otros pueblos riojanos.



La siguiente parada es la Iglesia de Santa María la Mayor, un templo gótico de grandes dimensiones.


Estaba cerrada, pero se veía el interior a través de una reja.

Seguimos nuestro paseo hasta la Antigua Cárcel, un enorme y alargado edificio con un parquecillo delante.

Las típicas casas del pueblo son como esta, pero pensábamos que era todo el pueblo así, y no. Hay unas pocas repartidas por el pueblo y muchísimos edificios y casas modernas sin encanto.

Cruzamos el río Oja, y caminamos casi un kilómetro por un paseo arbolado a su vera.


Por aquí anda la Antigua Estación.

Y tras un tranquilo paseo (en la oficina de turismo nos lo vendieron como la octava maravilla, pero es un paseo normal) llegamos a la Ermita de Allende, un sencillo templo barroco del siglo XVI un poco apartado del pueblo.


Acoge en el interior a la Virgen de Allende, la patrona de Ezcaray, es una talla del siglo XIV que sale en procesión cada 24 de septiembre.


Nos volvemos hacia el centro del pueblo y vemos algunas casas antiguas con encanto, pero lo dicho, entre ellas otras modernas que no nos dicen nada.



CONCLUSIONES DE EZCARAY: Nos decepcionó mucho, es un pueblo más de La Rioja, con esquinas bonitas, pero en general no nos dijo nada. Llevábamos las expectativas altas y nos gustaron mucho más lugares sin tanta fama ni interés turístico, como Briones, que es bonito todo él, como conjunto. A destacar la Ermita de Allende, la Plaza de la Verdura y callejear.
Para ver Ezcaray vale con un par de horas para el viajero medio. Lo incluiría en un viaje a la región si se va bien de tiempo, pero priorizando sino por encima Briones, Nájera, Laguardia, Santo Domingo de la Calzada e incluso Haro. Decepción aparte es lo que menos nos gustó de la comarca.
Nos fuimos a Santo Domingo de la Calzada, llegamos a este punto de paso del Camino Francés poco después de las 4, por lo que nos lo podríamos tomar con mucha calma, y menos mal, porque esta localidad tiene bastante que ver.
La población de Santo Domingo de la Calzada es ya un pequeño burgo en el siglo XI, aunque aparece citado por vez primera en los cartularios de 1136. Este pequeño núcleo concentraba su población alrededor de la iglesia y el hospital que había puesto en marcha Domingo, el eremita que está en el origen del asentamiento de nuestra ciudad y en su propio nombre. La villa estará bajo el gobierno del abad hasta 1250, fecha en la que pasará de abadenga a realenga, es decir, bajo el gobierno y la administración del rey. Para entonces, la población ha crecido ya a lo largo de lo que se conoce como Barrio Viejo; todo la parte del Camino que, viniendo desde Logroño, llegaba hasta la Catedral y que estaba formado por las primeras casas que surgieron en el burgo, y el Barrio Nuevo; el resto del camino que va desde la Catedral hasta la salida hacia Burgos y que es el resultado de una planificación pensada para facilitar el asentamiento de las nuevas gentes que llegaban a la población. Este crecimiento demográfico se producía como consecuencia de los fueros que le fueron concedidos por Alfonso VIII en 1187 y 1207, para potenciar el crecimiento del burgo. A finales del siglo XIII, ya habían aparecido el barrio de San Pedro, a los pies de la Catedral, y el arrabal de Margubete en la zona norte. A lo largo de los siglos XIV y XV, se construye la muralla y aparecen el arrabal de La Puebla en el sur, el barrio del Mercado detrás de la Catedral y la calle Pinar, con lo que la ciudad adquiere la distribución que hoy conocemos como el Casco Antiguo.
El siglo XVI conoce el desarrollo y florecimiento de la ciudad, que llega a tener 3.000 habitantes, incluidos los de los arrabales nuevos que surgen entonces; el de San Roque, cerca de la puerta oriental de la calle Pinar, y el de San Francisco, alrededor del convento del mismo nombre. Tras un siglo XVII lleno de incertidumbres y crisis como en el resto de España, el siglo XVIII recoge el auge de un nuevo desarrollo urbanístico, fruto de una nueva concepción de la sociedad, con la remodelación de la Plaza Mayor con el edificio del Corregimiento y el Ayuntamiento; los nuevos paseos del Espolón y la Carrera y sobre todo, se levanta la Torre exenta en el espacio que ocupaba hasta entonces la cárcel, ahora trasladada al edificio del Corregimiento. En el siglo XIX, Santo Domingo de la Calzada se convierte, con la creación de la provincia de Logroño, en cabecera de comarca y partido judicial. Punto neurálgico de la Rioja Alta, alcanza los 4.000 habitantes a finales del siglo y durante toda la centuria pasada sigue manteniendo su influencia en la comarca, convirtiéndose en el centro de servicios de la zona. Conoce un nuevo desarrollo urbanístico que hace crecer la ciudad en los ejes norte-sur, localizando las instalaciones industriales en la zona este, destacando principalmente el polígono San Lázaro. En 1973, su Casco Antiguo fue declarado Conjunto de Interés Histórico Artístico.
En la actualidad, la ciudad de Santo Domingo de la Calzada cuenta con 6.700 habitantes y es un importante centro de servicios de la comarca. (Ayto Santo Domingo de la Calzada)

Aparcamos justo frente al centro, a unos pasos de la Catedral, en la Avenida Juan Carlos. Una cosa que nos gustó mucho de Santo Domingo es que cada pocos metros hay planos pegados en las paredes, con indicaciones de donde estamos; entre esto y que todo está en torno a la Calle Mayor es tremendamente fácil. Lo primero que hicimos fue acercarnos a la Oficina de Turismo, y desde el primer momento nos enamoró este pueblo. Se aprecia el paso del Camino, tanto por los peregrinos paseando como por su preciosa Calle Mayor, con casi mil años de historia.



Tras hacernos con el plano de Santo Domingo nos disponemos a patear el centro. El edificio que acoge la Oficina de Turismo es bien bonito. Os dejo aquí también un cartel con los horarios de los monumentos de Santo Domingo.


Siguiendo la Calle Mayor llegamos a la Plaza de la Catedral, que acoge tres de los principales monumentos de Santo Domingo: A un lado la Ermita de la Virgen de la Plaza (#6), un edificio gótico del siglo XIV cuya fachada es barroca

A su lado la Torre de la Catedral, que está exenta de este edificio. Hablaré primero de este edificio, aunque para entrar sacáramos las entradas en la catedral (compramos la conjunta de Torre+Catedral) La catedral tuvo tres torres, una románica que se incendió en 1450, una gótica que se desmontó por riesgo de derrumbe, y la actual, que es barroca.

Subimos hasta lo alto, las escaleras son anchas y en ningún momento se cierran, es un espacio bastante abierto, no tengáis miedo si sois claustrofóbicos. A medio camino vemos el mecanismo del reloj de la torre.

Arriba está el campanario, con varias campanas, es curioso. Está terminantemente prohibido hacerlas sonar, aunque a un grupo de jubiladas francesas les picaba demasiado la curiosidad y despertaron a medio pueblo de la siesta mientras se reían grabándose en vídeo. En fin...

Desde aquí arriba se ve todo Santo Domingo, las vistas verdaderamente compensan el euro extra que debemos pagar para subir aquí.


También se ve el Valle del Oja con la Sierra de la Demanda por encima, siguiendo ese valle se llega a Ezcaray.

Salimos y justo enfrente nos encontramos con la Catedral de Santo Domingo de la Calzada, por supuesto dedicada a este santo. Domingo intentó ser benedictino, pero no le admitieron ni en San Millán ni en la Valvanera, así que se dedicó a atender a los peregrinos y cuidar las infraestructuras. Cuando murió le enterraron en la calzada que construyó, naciendo así Santo Domingo de la Calzada.
En 1098 se construyó aquí una iglesia románica, siendo catedral en 1232, si bien comparte el obispado con Calahorra, por lo que desde mediados del siglo XX es concatedral. La fachada es barroca, de finales del siglo XVIII, destacan tres hornacinas con estatuas de San Celedón, San Emeterio y Santo Domingo.

Las entradas se sacan en el lateral, y de camino tenemos una preciosa panóramica de la catedral y su torre.

La entrada es por el claustro, que es un museo de objetos catedralicios


Algunos de ellos eran realmente bonitos.


Además cuando estuvimos acogía una exposición de Exin Castillos, que recuerdos de la infancia...

Lo malo que el interior del claustro estaba ocupado por una carpa, que restaba encanto a la visita.

El interior de la catedral es típicamente gótico, techos altos y vidrieras.


Destaca la tumba de Santo Domingo, ricamente decorada.

El retablo es obra de Damián Forment, uno de los mejores artistas renacentistas españoles. Destaca la aparición de temas mitológicos.

El coro también está ricamente decorado, si bien esta catedral en general está a años luz de otras de ciudades más importantes, por razones obvias.

Se puede subir a la parte alta, a las defensas. A mitad de subida vemos el interior catedralicio.

Y desde la parte alta tenemos buenas vistas de las antiguas murallas y del Convento de San Francisco.


Rodeamos la catedral y llegamos a la Plaza Mayor, que está justo detrás del templo.

Sin embargo, lo mejor de la plaza son las vistas de la Catedral.

Nos salimos del casco histórico para ver por fuera las murallas (#10), son medievales, el siglo XIII. El sol aprieta bastante y se nota el cansancio, además que poco tienen que ofrecer por fuera. Mala decisión.

Rodeamos el centro histórico y pasamos por el final de la Calle Mayor, por la que transcurre el Camino de Santiago.

Y pasamos por el enorme Convento de San Francisco, que hoy en día es Parador Nacional

Nos tomamos un helado en una terraza de la Avenida Juan Carlos (hay una buena concentración de restaurantes aquí, por si venís a Santo Domingo a la hora de comer o cenar)
CONCLUSIONES DE SANTO DOMINGO DE LA CALZADA: Lo mejor de La Rioja. Tiene un centro histórico pequeño pero muy antiguo y cuidado, es el perfecto ejemplo de pueblo modelado por el Camino de Santiago. Destacaría patearlo y ver la Catedral y su torre.
Ver Santo Domingo requiere más tiempo que el resto de pueblos de la zona, viendo bien la Catedral y subiendo a la torre se tarda algo más de una hora, por lo que creo que con 3 horas es suficiente para el viajero medio. En cualquier caso es una parada imprescindible en cualquier viaje a La Rioja, e incluso que pase por aquí. Si tuviera que elegir un lugar de este viaje sería este.
Tiramos hacia Nájera, donde tras ducharnos, descansar un poco y cenar unas pizzas precocinadas nos fuimos al centro a dar un paseo y tomar unos vinos, que vale que no nos apasionen, pero estando en La Rioja...

Aunque eso sí, a las 10 y media de vuelta a casa, estábamos bastante cansados, al final nos lo tomamos con calma pero las pateadas y madrugar pesan.