Depresión Danakil: Volcán Erta Ale
La excursión al Danakil la contratamos con Alpha Ethiopia Tours & Travel y pagamos 300$ por persona, 3 días/2noches, 2 vehículos 4x4 con conductor, guía, cocinero y protección armada en la subida al Erta Ale y sobre todo en el Dallol.
Quedamos muy contentos.
La salida estaba prevista sobre las 9/9:30 horas, pero entre unas cosas y otras se retrasó. Eran cinco horas de trayecto, la última de ellas por el campo de lava de las erupciones del volcán.
Ese trayecto de una hora fue infernal, creo que no me quedó un hueso en su sitio. La subida al Wukro Lodge era una maravilla comparado con esto. El conductor, Daniel, fabuloso.
Antes de llegar a ese tramo, paramos a comer de pic-nic.
El campamento base del Erta Ale lo componen unas cuantas chozas de piedra y palos que sirven para protegerse del sol y viento. Cenamos y alrededor de las 18/18:30 horas, comenzamos el ascenso al volcán.
El Erta Ale es un volcán en escudo basáltico, lo que quiere decir que se ha ido formando con la acumulación de capas de las continuas erupciones. Por este mismo motivo su pendiente es muy suave, pero larga.
Se sitúa en la región de los Afar que lo llaman “montaña que humea”. Tiene una altura de 613 metros y está en erupción desde el 1967. Cuenta con dos lagos de lava en la cima que, en ocasiones alcanzan la altura máxima desbordándose por la falda. En enero/febrero del 2017 ha sido la última vez que se desbordó.
Son continuas las emanaciones de dióxido de azufre, gas tóxico, por lo que cuando hace viento hay que vigilar que un brusco cambio de dirección no nos afecte (como nos ocurrió).
Pues con una temperatura soportable, que mejoraba a medida que el sol desaparecía en su totalidad, e iluminados por una espléndida luna llena que se adueñaba de la noche, ascendimos los 10,5 kilómetros de longitud que cubren desde los 146 metros de altura del inicio hasta los 577 metros donde se sitúa la llegada. Tardamos tres horas y media.
Una vez llegamos a la zona de acampada, lo primero fue adjudicarnos la parcelita donde pasaríamos la noche. Había dos opciones: hacer vivac o dentro de una de las pequeñas chocitas de palos que han montado para los que no quieran dormir al raso. Haile, nuestro guía, nos aconsejó el vivac porque en las chozas hacía más calor, y había bichos. Por supuesto elegimos el techo estrellado ¡¡era una noche increíble!!
Las parcelas están delimitadas por una fila de piedras y el suelo es de tierra. Sobre él colocamos las colchonetas que nos proporciono el guía y sábanas limpias y precintadas. Llevábamos sacos de algodón.
Una vez solucionado el tema “dormir”, llegó el momento de acercarse a ver la caldera de lava.
El cráter es una especie de doble caldera, la central que contiene la lava incandescente, y otra caldera que rodea a ésta.
El nivel de la lava de la caldera central fluctúa metros arriba, metros abajo. Cuando rebosa la central, la colada se vierte en la otra caldera que la rodea, y cuando rebosa esta última, la lava desciende ladera abajo formando ríos ardientes. La última erupción de este tipo sucedió en enero/febrero del 2017
Cuando nosotros llegamos, el nivel estaba muy bajo, como a unos 30 metros del borde por lo que tuvimos que bajar primero a la caldera exterior para, desde ahí, acercarnos con muchísima prudencia al borde de la caldera central y ver burbujear la lava.
Los guías estaban constantemente avisando de no acercarse demasiado al borde porque un resquebrajamiento de la lava solidificada o un paso en falso podía ser fatal.
El espectáculo y la sensación que se siente al contemplar las entrañas de la tierra es indescriptible. No hay palabras que lo definan.
Satisfechos con lo visto y vivido, regresábamos al vivac, cuando el dios Eolo nos obsequió con un brusco y repentino cambio de dirección del viento, y aunque el guía nos gritó ¡¡Agacharos!!, la nube de dióxido de azufre nos envolvió por un segundo, pero suficiente para dejarnos los ojos llorosos y con escozor, la garganta irritada y un sabor ¿ferruginoso? en la boca.
Todo eso mejoró con un zumo y una barrita energética….y a dormir.
Poco antes de amanecer nos despertaron para desmontar y recoger el vivac e iniciar la bajada hasta el campamento inferior.
Este día de transición entre el Erta Ale y el Dallol lo empleamos en ver el lago Karum, las salinas y las caravanas de camellos que cargan y transportan la sal extraída por los Afar.
La noche la pasamos en Ahmed Ela también en vivac pero en esta ocasión en una especie de catre tejido con cuerdas, que con las colchonetas resultaba cómodo.
A la mañana siguiente, temprano, muy temprano, Kidu, nuestro magnífico cocinero, tenía preparados los desayunos, para salir pitando hacia la depresión del Danakil
donde otro espectacular volcán nos espera.