El día comienza a las 9:30; está soleado. La noche ha sido tranquila pues, a pesar de que eran fiestas y que la casa rural está a pie de carretera, no ha habido molestias. Hemos desayunado como de costumbre y después nos decantamos por ir a visitar Luanco y pasar la mañana en la playa. Con gran suerte, conseguimos aparcar a 20 mts del "paseo marítimo" pero la playa no es gran cosa por decirlo suavemente. Aunque es muy cómoda desde el punto de vista de duchas, etc, las dimensiones son diminutas y el agua está sucia de algas y de todo tipo de plásticos y basura. Gracias a que en un extremo hay una zona de rocas donde se pueden buscar cangrejos, llampares, ermitaños y algún que otro bicho, la mañana se pasa entretenida.
A la hora de comer y como buena familia en crisis, entramos en un supermercado cercano y compramos algo de embutido, pan y empanada de la que damos buena cuenta en un bonito parque justo encima de la playa; un parque con mucha sombra e innumerables juegos para los niños.
Tras la comida nos dirigimos a Laviana, un pueblo cercano a la casa rural a disfrutar de un paseo a caballo. La empresa se llama "Cabo Peñas. Paseos a caballo" y quiero hacer hincapié en el lado humano de su propietario Manuel, una persona entrañable, un poco raro al principio pero que en cuanto se abre deja de tratarte como cliente para hacerlo como amigo. La experiencia fue fenomenal y eso que a mí personalmente montar a caballo no es de mis aficiones favoritas

He de confesar que al principio pensé que dos horas iban a ser demasiado pero después del maravilloso paseo, hubiera repetido. El camino nos llevaba en un principio por la carretera, para luego adentrarnos en un frondoso bosque de helechos y eucaliptos por sendas empinadas e irregulares bajo la atenta vigilancia de Manuel. El fin de la primera parte del recorrido nos dejó boquiabiertos: tras salir del bosque aparecimos en la parte alta de los acantilados de la playa de Xago. Sencillamente "acojo.....ante"

El precio de la excursión de dos horas era de 30 euros por caballo y, aunque pueda parecer mucho, os aseguro que merece la pena. Tanto que nada más terminar, ya apalabramos una segunda excursión para dos días más tarde.
Tras el paseo mantuvimos un amigable charla sobre muchos temas y nos invitó a visitar las cuadras cuando quisiésemos aunque no estuviese el presente. También nos recomendó para cenar un par de restaurantes. Nos decidimos por el restaurante "El Cruce" en Iboyar y acertamos de pleno. Como su nombre indica está en un cruce de carreteras secundarias muy fácil de encontrar. La camarera agradabilísima, muy campechana y la comida de muerte en cantidad y calidad. En principio íbamos a elegir tres entrantes y una ensalada pero la chica nos dijo que con dos y la ensalada era más que suficiente.... y acertó. El menú consistió en una ensalada templada de pulpo y langostinos (12 euros), unos mejillones a la marinera riquísimos (7 euros) y un lacón con patatas (8 euros de carne suave y tierna que nada tiene que ver con la que dan en cierta casa regional de ciertas fiestas famosas en el mundo entero por sus encierros de toros por la que te cobran el doble de dinero y la mitad de ración). Para hacerse una idea: la ración de mejillones tenía 24 unidades y el lacón era más que suficiente para dos personas de buen comer. La niñas comieron huevo frito y una tortilla con patatas fritas. Todo regado con una botella de sidra otra de agua, zumo y limonada. Tras la llantada, nos prometimos volver otro día.