Después de los más de 15 kilómetros recorridos el día anterior y tras haber visto el grueso de Samarcanda, aun faltaba la última visita estelar: el Mausoleo Gur-e-Amir, muy cercano al alojamiento donde estábamos. Me desperté a las 7.00 de la mañana acusando el esfuerzo del día anterior y anduve de nuevo hasta el Registán, para ver cómo se cernían los primeros rayos de sol sobre las madrasas. A la vuelta, con un calor que empezaba a azotar, me detuve en el Mausoleo Gur-e-Amir, un complejo muy estético con un maravilloso edificio central ultimado con una soberbia cúpula y escoltado por dos minaretes ante los que se erige un portal de entrada profusamente tallado. Este recinto es el lugar de descanso eterno de Tamerlán, el emperador de Asia central, por lo que muchos vienen aquí a ofrecer sus plegarias.

El sobresaliente interior del mausoleo contiene cornisas a modo de estalactitas marmóreas y una cúpula con relieves pintados en colores vistosos, entre los que predomina el dorado.
Tras salir de aquí, me dirijo a otro pequeño mausoleo, llamado Aksaray, mucho más modesto, pero con una cúpula interior pintada de colores y formas sorprendentes.
Aquí concluye la visita turística a Samarcanda. A continuación, nos dirigimos a la oficina de la compañía de ferrocarriles para comprar el billete a Bujará. Esta vez nos toca un tren algo más decente, en el que viajan muchos menos pasajeros.
El recorrido a Bujará tarda tres horas y aprovecho para echar una plácida siesta en el compartimento del tren. Ya bien entrada la tarde, llegamos a la estación de Bujará, alejadísima del centro. Obviamente, con el equipaje hay que coger un taxi. Nos presentamos en el hotel (una espléndida guesthouse tradicional) con una bonita y llamativa decoración.
Tras dejar las maletas, el estómago pide nutrientes y nos dirigimos a la plaza principal de la ciudad, Labi Hovuz, un recinto muy acogedor con numerosas terrazas para degustar platos tradicionales y que también alberga un bonito estanque. La comida, pues como vimos en Samarcanda, siguió siendo el talón de Aquiles del viaje. A excepción de Tashkent, ninguna de las otras ciudades ofrece una amplia oferta gastronómica.
Bujará parece ser una ciudad muy animada. Visitamos el edificio Chor Minor (construcción culminada por cuatro minaretes) y damos una pequeña vuelta por los bazares del centro antes de retornar al hotel.
