Salida de Uzbekistán con rumbo de nuevo a Kazajistán y de nuevo las draconianas medidas de seguridad en el aeropuerto. Aunque antes de ir al aeropuerto, me permití el lujo de visitar la estación de metro que más ansiaba conocer: Kosmonavtlar o, en español, la estación de los astronautas. Efectivamente, se trata de la parada de metro más extravagante que he conocido. Con un diseño futurista, las imágenes de Gagarin y otros astronautas se exhiben flotando dentro de círculos en relieve por todas las paredes de la estación, inmortales testigos de los proyectos cósmicos de la URSS.

El vuelo de Tashkent a Almaty con Uzbekistan Airways resulta igualmente cómodo y con unas vistas sensacionales de las montañas de Kirgyzstán. Incluso desde el aire se puede apreciar su capital, Bishkek. Con la miel en los labios me quedé porque no había tiempo para extender la ruta por esta pequeña república centroasiática.
La llegada a Almaty se produce sin sobresaltos, cenamos en el centro y pronto estamos de vuelta en el hotel debido al cansancio y también dicho sea de paso, parece que Uzbekistán me ha regalado de despedida algunos problemas gastrointestinales, por lo cual, no andaba la cosa para florituras en Almaty.