Día 3, domingo.
PUERTO DE TORNAVACAS, JERTE Y RUTA DEL PUENTE DE LOS PAPUOS.
Este era el día que, en principio, teníamos destinado para hacer la ruta de la Garganta de los Infiernos. Sin embargo, como decidimos cambiar de planes y quedarnos hasta el lunes, tuvimos que modificar también los itinerarios del domingo, que quedaron del siguiente modo:
PUERTO DE TORNAVACAS.
Después de dar una vuelta por Cabezuela del Valle (recorrido que ya he relatado), fuimos hacia el norte por la N-110 para contemplar las vistas desde el Puerto de Tornavacas, lugar de acceso al Valle del Jerte desde Ávila y su punto más elevado, a 1.275 metros sobre el nivel del mar, pasando previamente por el pueblo de Tornavacas, unos cuatrocientos metros más bajo en altura.
De camino hacia el Puerto de Tornavacas.
Vista del pueblo de Tornavacas desde la carretera que asciende al Puerto.
Paramos en el Mirador del Puerto, que ofrecía unas vistas magníficas, con varias cumbres nevadas alrededor tanto de la sierra de Béjar como de la de Gredos. En el puerto hay una amplia zona de aparcamiento y varios paneles informativos. También tenían instalados sus puestos unas señoras abulenses que vendían legumbres a granel, en especial las famosas judías blancas del Barco de Ávila.
El río Jerte nace relativamente cerca de aquí, a 1.800 metros de altitud, entre las rocas de la falda del Risco de la Campana, que pudimos localizar gracias al panel informativo. Desde su nacimiento, su cauce fluye a lo largo de 70 kilómetros, con 1.500 metros de desnivel, hasta su desembocadura en el río Alagón, afluente del Tajo. Desde este punto elevado se aprecia perfectamente la forma de V del valle del río Jerte, cuyas aguas esculpen el paisaje tras alimentarse de los ríos y arroyos que trazan las empinadas gargantas de sus dos laderas montañosas, la oriental (que limita con la Vera) y la occidental (con el valle de Ambroz).
Como sólo estábamos a 16 kilómetros de El Barco de Ávila, nos entraron ganas de tomar unas judías blancas y decidimos ir a almorzar allí. Y bien ricas que estaban, por cierto. Pero como no pertenece al Valle del Jerte, eso lo contaré en otra etapa para no mezclar destinos.
JERTE.
Después de comer, volvimos a pasar por el Puerto de Tornavacas y fuimos directamente a nuestro alojamiento de la jornada, la Hospedería de Jerte, donde nos atendieron tan bien como de costumbre en las hospederías extremeñas, por las que sentimos debilidad, lo confieso, sobre todo sus menús completos de comida o cena por 15 euros (resultan perfectos para nuestro gusto, que no requiere una ingente cantidad de comida en la mesa). Nuestra habitación daba al río y el rumor del agua nos hizo temer que nos molestase para dormir esa noche, lo cual luego no sucedió.
Jerte es uno de los tres pueblos de referencia del Valle, junto con Navaconcejo y Cabezuela del Valle, y cuenta con cerca de 1.300 habitantes. Tras descansar un ratito, salimos a dar una vuelta por la localidad, que al igual que sus vecinas se asoma al río, con instalaciones veraniegas y varias piscinas naturales. En verano no sé, pero como hacía calor, metí el pie en el agua y lo saqué congelado.
Jerte también muestra su encanto en las calles más céntricas y típicas, si bien, igual que El Torno, se vio muy perjudicado por la acción de las tropas francesas, que quemaron el pueblo durante varios días, impidiendo a los vecinos apagar las llamas, como represalia por su hostilidad durante la Guerra de la Independencia. Posteriormente, fue reconstruido conforme a la arquitectura original, que todavía pervive en la Calle de los Bueyes, donde algunas de las antiguas casas de adobe y madera se salvaron del fuego francés.
Calle de los Bueyes.
Diversas vistas del pueblo.
Otros lugares interesantes para ver son la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, barroca del siglo XVIII, con campanario exento, y la Ermita del Cristo del Amparo.
RUTA SENDERISTA DEL PUENTE DE LOS PAPUOS.
Por la tarde, cuando remitió un poco el calor, hicimos esta pequeña ruta a pie, que se inicia justo enfrente de la Hospedería de Jerte, cruzando la carretera, dejando a la izquierda la oficina de información turística. Muy cerca, al borde de la carretera, se encuentra la escultura dedicada a la cereza.
Los datos de la ruta son los siguientes:
Distancia: 5 kilómetros (ida y vuelta por el mismo sitio). Duración: algo más de hora y media. Dificultad: baja, aunque tiene bastante desnivel ascendente a la ida.
Subimos por la calle de la Tahona hasta el final de las casas. Este tramo está asfaltado y tiene una pendiente acusada. Llegamos a un puente y cruzamos el río, dejando el agua a nuestra izquierda. Entre los árboles (al principio chopos y alisos, y luego robles) vimos correr el agua formando cascaditas.
Pasamos el depósito de agua y en la siguiente bifurcación tomamos la pista de la izquierda, entre una frondosa vegetación que en muchos tramos nos proporcionaba sombra y frescor. Veíamos el río, aunque quedaba un tanto distante. La ruta carecía de dificultad, pero picaba siempre hacia arriba.
Cuando recuperamos el cauce del río, que se abría entre las piedras, presentimos que estábamos cerca de nuestro destino.
Hay que mantenerse atentos a la señalización pues, junto la izquierda, sale un pequeño sendero que conduce al Puente de los Papúos, desde el que se contempla una bella cascada, que se puede fotografiar desde varias perspectivas trepando entre las rocas, pero sin peligro alguno.
Ni que decir tiene que el regreso, todo cuesta abajo, fue mucho más cómodo y rápido. Después de cenar fuimos a dar una vuelta por el pueblo.
Lunes 6 de mayo.
RUTA SENDERISTA DE LOS PILONES Y LA GARGANTA DE LOS INFIERNOS.
Esta ruta siempre me había llamado la atención, pero nunca parecía llegar el momento propicio para ir. Tiene diversas variantes, con recorridos más o menos largos. Como no había pasado ni un mes de una intervención quirúrgica a la que me había sometido, no estaba segura de aguantar la ruta circular, de 16 kilómetros y más de seis horas, así que decidimos ser prudentes y, en principio, nos planteamos llegar a los Pilones, el punto más conocido y uno de los más bonitos de la caminata. Desde allí, ya veríamos.
Rutas que se pueden hacer, entre otras, en la Garganta de los Infiernos según el panel informativo:
- Tramo Jerte-Los Pilones. Itinerario de ida y vuelta. 4 kilómetros y 1 hora (sólo ida).
- Tramo Los Pilones-Puente Nuevo. Itinerario de ida y vuelta. 6,5 kilómetros y 2 horas (sólo ida).
- Ruta circular de la Garganta de los Infiernos. 16 kilómetros y 6/7 horas en total.
Estas rutas se inician en el Centro de Interpretación de la Reserva Natural de la Garganta de los Infiernos, situado a un par de kilómetros de la localidad de Jerte. La zona se encuentra muy concurrida en fines de semana y, sobre todo, en verano, ya que hay piscinas y, que sepamos, el baño está permitido a lo largo del río. La ruta hasta los Pilones es muy conocida y con buen tiempo suele estar a tope, así que lo mejor es escoger un día laborable si lo que se pretende es hacer senderismo y disfrutar del paisaje sin más. Esa fue la razón por la que decidimos alargar nuestra estancia un día y hacer la ruta el lunes en vez del domingo, tranquilamente y sin aglomeraciones.
Toda el área de aparcamiento del Centro de Interpretación es zona azul y se paga por dejar el coche. Sin embargo, al ser día laborable, a nosotros no nos cobraron nada, así que desconozco el importe de la tarifa.
Se puede acceder a los Pilones andando o en bicicleta por una pista forestal e incluso contratando una excursión organizada en 4X4, pero resulta más gratificante hacerlo a pie por el sendero, que comienza con una acusada subida, salvando también unos cuantos escalones. Sin embargo, como se camina entre árboles, a la sombra, no resulta demasiado incómodo a no ser que apriete mucho el calor. Según nos adentrábamos en la garganta, el paisaje se volvía más agreste y en algunas zonas divisábamos el río, a nuestros pies.
Al cabo de un rato, nos encontramos con la vista panorámica de la Chorrera de la Virgen, cuyas aguas se deslizan por la ladera de la montaña en forma de abanico o manto. Hay un mirador al que se puede acceder tomando un desvío de ida y vuelta o siguiendo la ruta de la pista forestal, pero también se aprecia desde el sendero y, como en ambos casos se contempla desde bastante lejos, no nos pareció que mereciese la pena el retraso que nos ocasionaría llegar hasta el mirador. El caudal de esta cascada depende de las lluvias, con lo cual es muy variable.
A partir de aquí, la vegetación se abrió un poco, proporcionando bonitas vistas del Valle y de la propia Garganta. Pasada la bifurcación de la pista forestal del Centro de Interpretación, apareció una calzada empedrada de un kilómetro, calculo yo, que aunque era cuesta abajo, nos llegó a resultar un tanto incómoda. Claro que peor sería a la vuelta, en subida.
Después, llegamos ya cerca del cauce del río y empezamos a ver los “pilones”, si bien todavía no en su zona más espectacular y conocida. Nos rodeaba la vegetación de ribera, con ejemplares que alcanzan hasta los 20 metros de altura: acebos, fresnos, tejos, alisos, sauces, abedules… Una maravilla verde salpicada de flores de colores.
Antes de alcanzar los Pilones, un panel informativo cuenta que estamos en la Reserva Natural de la Garganta de los Infiernos, comprendida entre la vertiente noroeste de la Sierra de Tormantos y la sureste de la Sierra de Gredos y el río Jerte, con una altitud máxima de 2.308 metros en Castifrío. Durante el invierno, las cumbres se cubren de gran cantidad de nieve, cuyo deshilo produce un generoso caudal de aguas tumultuosas que resbalan por las laderas conformando gargantas.
En este lugar concreto, la acción erosiva del agua sobre un gran bloque granítico origina un paisaje singular, constituido por una sucesión de grandes pozas circulares, cinceladas por las propias piedras que arrastra el río, que se llaman “pilones” o “marmitas de gigante”.
Desde el puente que cruza el río, pudimos admirar con todo detalle este panorama único. Merece la pena contemplarlo en su belleza natural, sin gente bañándose. Una auténtica maravilla.
Dejando el río a nuestra izquierda, un camino con escalones, postes y cuerdas está habilitado a modo de mirador, que recorre la orilla granítica durante unos doscientos metros. Las vistas eran preciosas.
Al final, llegamos a la Fuente de los Pilones, donde nos detuvimos un rato a descansar y a refrescarnos, observando tranquilamente el paisaje, mientras un rebaño de cabras apareció de pronto para completar una idílica foto campestre.
Hasta aquí, el camino había sido fácil y yo lo había superado sin mayores problemas, así que decidimos seguir adelante con el tramo que llega hasta Puente Nuevo, lo que suponía un par de horas más en nuestro itinerario de ida.
Desde la Fuente de los Pilones, un corto trecho de ascenso conduce a un sendero que, en altura, ofrece una perspectiva distinta pero también estupenda de los Pilones.
Con el río en el fondo del barranco de la espectacular Garganta de los Infiernos, la senda continuaba por la montaña, deparando preciosos paisajes verdes con el contrapunto de color que le brindaban miles de flores rosas, violetas y amarillas. Me encanta el campo en esta época del año.
De vez en cuando, cruzábamos algún arroyo, cuyas aguas formaban bonitas chorreras. Y también pasamos junto a la Fuente del Camino. Esta parte de la ruta era una auténtica gozada porque apenas había desnivel y la naturaleza se ofrecía espléndida ante nuestros ojos.
Dejamos a nuestra izquierda el Refugio de Pescadores, al que se puede acceder por un sendero que baja al río, y continuamos hasta alcanzar un hermoso lugar llamado Vado Cantares, donde confluyen las aguas de varios arroyos que bajan de gargantas diferentes. Aquí se separan la ruta hacia el Puente Nuevo (la que íbamos a seguir nosotros) de la ruta circular de la Garganta de los Infiernos, que continua sin cruzar el río, por la senda de la derecha, que asciende hacia la Garganta Chica o del Collado de las Yeguas y la rodea tras pasar el Puente del Carrascal.
Refugio de pescadores al fondo.
En este punto hay que tener un poco de cuidado porque la señalización no está muy clara hacia Puente Nuevo. En todo caso, requiere cruzar el río, pero no por donde está el cartel que indica la dirección de la ruta. Hace algún tiempo, era preciso cruzar por las rocas, lo cual, según nos comentaron, podía resultar complicado si estaba el cauce crecido. Ahora, sin embargo, se ha instalado un llamativo puente de madera, que facilita completamente la tarea.
Con el puente a nuestra espalda, tomamos el sendero que va paralelo al río, dejando sus aguas siempre a nuestra izquierda, lo que supone la mejor referencia.
Este tramo me gustó mucho pues permite contemplar a vista de pájaro las imponentes cascadas que va formando el río. Al llegar a Paso Malo, el panorama era como de foto de revista, aunque las mías no le hacen justicia, ni mucho menos.
Tras hacer cien fotos en Paso Malo (el paso será malo de nombre, pero las vistas son magníficas), iniciamos el descenso hasta Puente Nuevo, cuyos arcos ya podíamos divisar a lo lejos.
Una vez junto al puente, nos cobijamos del sol bajo sus arcos de piedra y nos dispusimos a tomar nuestros bocadillos, viendo el agua correr y oyendo su bramido de fondo. Una naturaleza plena para nosotros solos. Todo un lujo.
Allí consultamos el panel informativo: podíamos bien retomar la ruta circular de la Garganta de los Infiernos, que rodea el Collado de las Losas, o volver por el camino que habíamos traído. La distancia y el tiempo eran similares, aunque por la ruta circular los dos últimos kilómetros habría que hacerlos por la pista que va desde Jerte hasta el Centro de Interpretación, lo que no nos llamaba demasiado la atención.
En cualquier caso, la ruta por la que habíamos venido era tan bonita que no nos importaba repetirla en sentido contrario. Merecía la pena volver a cruzar Paso Malo y, luego, ver de nuevo los Pilones, ya con una luz diferente. Y eso fue lo que hicimos.
Al final, fueron 14 kilómetros y unas seis horas de marcha, contando paradas para comer y sacar fotos. Como resumen, una caminata preciosa, imprescindible, diría yo, en cualquier viaje al Valle del Jerte.
Dependiendo de la capacidad o ganas de cada cual, se puede elegir cualquiera de las tres variantes. Si es posible y no se tiene intención de bañarse, será mejor ir en primavera u otoño, evitando los fines de semana, cuando hay más gente. Aunque nunca pierda su belleza, esta ruta no puede resultar tan gratificante si nos encontramos con cientos de personas por el camino y con unas cuantas docenas metidas en los pilones.
Y aquí acabó nuestro viaje de tres días y medio por el Valle del Jerte. Nos quedó por visitar algunos pueblos que pintan muy bien, como Barrado, Cabrero, Casas del Castañar y Piornal, pero no se puede ir a tantos sitios en tan poco tiempo, así que quedamos muy satisfechos con lo visto. La época del año y la meteorología ayudaron mucho. Nos gustó todo, aunque si tuviera que citar los lugares que nos llamaron más la atención serían: las casas típicas de Cabezuela del Valle y Navaconcejo, las cascadas de la Ruta de la Garganta de las Nogaledas, la cascada de Caozo y, en la Garganta de los Infiernos, los Pilones y el tramo entre Vado Cantares y el Puente Nuevo con mención especial a las vistas desde Paso Malo.