CONTINUACIÓN DE LA ETAPA ANTERIOR.
Día 4 de mayo. Sábado por la mañana.
RUTA SENDERISTA DE LAS CASCADAS DE LA GARGANTA DE LAS NOGALEDAS.
Después de desayunar en el hotel, pusimos rumbo a Navaconcejo (menos de cinco kilómetros de distancia entre ambas localidades), desde donde se inicia esta ruta, una de las más bonitas y concurridas del Valle del Jerte.
Puente sobre el Jerte en Navaconcejo.
Ya en el pueblo, cruzamos el puente sobre el Jerte y giramos a la izquierda, buscando una amplia zona de aparcamiento que hay junto a la orilla. Quizás sea posible dejar el coche más cerca del inicio de la ruta en día laborable, pero tratándose de un sábado de puente preferimos no arriesgar, aunque nos supuso caminar unos 700 metros extras. Supongo que en verano, cuando las piscinas naturales estén su apogeo, el aparcamiento será complicado en todas partes.
Caminando por la orilla del río.
Dejamos el río a nuestra derecha y pasamos por una zona de restaurantes y chiringuitos frente a zonas de baño estivales hasta llegar al panel informativo de la ruta, cuyos datos principales resumo a continuación:
Denominación del sendero: SL-CC-33. Garganta de las Nogaledas.
Distancia: 4,8 kilómetros. Duración total: 2 horas (mejor calcular un poco más). Recorrido circular. Desnivel: 330 metros (positivo y negativo, se sube y luego se baja). Nivel de dificultad: fácil. Sin embargo, advertir que es sendero de bosque (no pista), con alguna zona de pendiente acusada y muchos escalones.
Distancia: 4,8 kilómetros. Duración total: 2 horas (mejor calcular un poco más). Recorrido circular. Desnivel: 330 metros (positivo y negativo, se sube y luego se baja). Nivel de dificultad: fácil. Sin embargo, advertir que es sendero de bosque (no pista), con alguna zona de pendiente acusada y muchos escalones.
Indicadores de la ruta.
Todo el tramo de ida es cuesta arriba, lo cual notamos nada más internarnos en la ladera de la Sierra de la Cabrera, donde se encuentran las cascadas objetivo de nuestra caminata, cuyos primeros saltos de agua no tardamos en contemplar.
El río corría veloz saltando entre las rocas abrazadas por una vegetación tan frondosa que muchos visitantes primerizos de estas tierras no creerían propia de Extremadura. Aunque nosotros ya nos hemos habituado después de visitar diferentes comarcas cacereñas, este paisaje con tanta agua, sobre todo en primavera y otoño, nunca deja de sorprendernos.
La ruta ascendía rápidamente por una pista, ofreciendo panorámicas de Navaconcejo y de Valdastillas, zona donde habíamos estado la tarde anterior viendo las cascadas de Marta, el Caozo y Calderón.
El paisaje se mostraba hermoso, verde y brillante. A pesar del sol, una brisa fresquita facilitaba el afrontar la pronunciada pendiente ya por un sendero cada vez más estrecho y empinado hasta que, entre los árboles, apareció una cascada grande. ¡Qué bonita!
Como descubrimos después, en cada cascada importante, el camino principal hace un aparte a modo de mirador, adentrándose unos metros hacia el río para permitir contemplar los saltos más cerca. Este primer tramo resultó un poco agobiante porque éramos muchos los empeñados en ponernos en primera fila para hacer fotos. El lugar era precioso, pero parecía que estábamos en la cola de la caja del supermercado.
A partir de aquí, la senda se hizo un poquito más dura, aunque sin mayores complicaciones pues seguía habilitada con cuerdas y barandillas. Sin embargo, los empinados escalones consiguieron desanimar a unos cuantos, lo cual ayudó a evitar más aglomeraciones. En adelante, todo estuvo mucho más tranquilo.
Más adelante, las cascadas se sucedían una tras otra, brindándonos su bramido y su frescor. En algunas, resultaba imposible no detenerse un rato, observando los imponentes chorros que se deslizaban sobre las rocas. La semana anterior había llovido bastante y los saltos de agua sin duda lo agradecían, aunque seguramente no estaban en su máximo esplendor.
Aprovechando algún claro en el bosque, podíamos distinguir lo que habíamos ascendido desde el inicio de la caminata. Sin embargo, apenas había tregua porque las cascadas demandaban nuestra atención casi a cada paso que dábamos. Afrontábamos un tramo realmente bonito, de los que dejan un grato recuerdo.
Al fin, llegamos al cruce con la pista asfaltada del IRYDA, donde tiempo atrás terminaba la ruta propiamente dicha, aunque había gente que continuaba para ver la parte alta de la garganta. Ahora, este tramo está acondicionado de la misma manera que el anterior, con cuerdas y barandillas. El sendero se interna por un terreno algo más agreste y quien prefiera regresar puede hacerlo tomando la pista asfaltada que sale a la izquierda y lleva a Navaconcejo. Naturalmente, lo más recomendable es seguir adelante.
Y bien que mereció la pena porque nos encontramos con nuevas y espectaculares cascadas, cada vez menos concurridas, lo cual hizo que las disfrutásemos mucho más.
Los rincones naturales eran cada vez más recónditos y las vistas más aéreas al abrirse la vegetación. El sol brillaba con fuerza, reverberando sobre el agua, resultaba difícil sacar una foto que hiciera honor a su belleza natural. ¡Qué ruta tan bonita!
Al fin, llegamos a una pasarela (otro de esos artilugios metálicos a los que son tan aficionados por aquí), que ofrecía una vista magnífica de una nueva y espléndida cascada. ¿Cuántas iban ya?
Pues todavía encontramos otro recoveco con unas escaleras sin destino aparente, pero que no pudimos resistir la tentación de subir… por si acaso. Y, sí, allí estaba un nuevo e imponente salto, en realidad, la parte superior de la cascada anterior, que asomaba en una perspectiva diferente y en medio de una frondosa vegetación.
Ya sí, llegamos al término del sendero y hacia la izquierda vimos la pista que lleva a Navaconcejo, la que hay que tomar para realizar la ruta de forma circular. Este tramo, sencillo y cuesta abajo, se nos hizo, sin embargo, muy largo y un tanto tedioso pese a las buenas vistas que íbamos contemplando del Valle y sus pueblos. Quizás sucedía que apretaba el sol y echábamos de menos el frescor del agua, las bellas cascadas y la sombra de la espesa vegetación de la garganta, si bien, para compensar, en un momento dado, descubrimos desde pista uno de los saltos de agua, surgiendo entre la floresta. En resumen, una ruta preciosa, que recomiendo a todo el mundo, mejor en primavera u otoño, o después de un periodo de lluvias abundantes.
NAVACONCEJO.
Como era sábado de puente y no teníamos reserva, sabíamos que no podíamos exigir exquisiteces culinarias, así que nada más llegar a Navaconcejo fuimos en busca de un restaurante con menú del día y mesa libre, simplemente, que encontramos cerca de la carretera. Después de comer, fuimos a dar un paseo por el pueblo, que nos sorprendió gratamente más aún al ver que sus calles principales se encontraban engalanadas por la fiesta de la flor de mayo. Una suerte.
Confieso que no me esperaba encontrar un pueblo tan bonito, que no tiene nada que ver con lo que se ve desde la carretera, convertida hoy en día en la arteria principal de esta pequeña localidad donde viven unas 2.000 personas.
De entrada, parece que el río, con su puente y su crucero, supone el atractivo principal de este pueblo, que comenzó siendo un concejo medieval, Nava del Concejo. Sin embargo, merece mucho la pena aparcar el coche y dedicar un rato a recorrer sus calles típicas especialmente la Calle Real, con una arquitectura totalmente distinta a la que nos encontramos al llegar, a ambos lados de la carretera.
Nada más entrar por una callejuela lateral, empezamos a ver casas con entramado de madera, balcones voladizos y aleros, casi todas ellas adornadas con flores.
De nuevo vimos bastantes casas de arquitectura tradicional a la venta, algunas en buen estado y otras casi en ruina. Esperemos que encuentren una nueva oportunidad y recuperen su aspecto original, cargado de historia y belleza, como muchas de sus vecinas.
La Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, del siglo XVI, se encuentra en una recoleta plaza, en la que se ven también casas de entramado, que conforman un entorno muy típico y atractivo.
En fin, que Navaconcejo no cuenta con un conjunto de monumentos interesantes que visitar, pero la naturaleza que lo rodea y el tipismo de sus calles, sobre todo la Calle Real, nos dejaron un muy buen recuerdo.
Sábado por la tarde.
REBOLLAR, EL TORNO, MIRADOR DE LA MEMORIA Y GARGANTA DE LA PURIA.
Preparamos una ruta tranquila, fundamentalmente en coche, si bien incluimos un paseo relajado por la Garganta de la Puria.
REBOLLAR.
Desde Navaconcejo, avanzamos unos kilómetros hacia el sur, buscando la carretera CC-133, que sale a la derecha en esa dirección y que nos llevaría al pueblo de Rebollar, uno de los que aparecen en alto, colgado de la montaña. Como no puede ser de otro modo, la carretera asciende rápidamente en un trazado lleno de curvas hasta los 622 metros de altitud, desde donde se contempla toda la ladera oriental del Valle del Jerte. Igual que Valdastillas, el origen de Rebollar se remonta al siglo XII, cuando ambas localidades fueron fundadas por vecinos de la aldea despoblada de Ojalvo, de la que actualmente solo quedan ruinas.
Aunque es un pueblo muy pequeño, nos aconsejaron dar una vueltecita por sus calles, que constituyen una buena muestra de la arquitectura popular de la zona, con casas de entramado cuyos aleros y balcones se buscan y, a veces, hasta se encuentran.
Sin embargo, lo más interesante y característico son las Casas del Canchal, que se alzan sobre grandes piedras de granito, alguna de las cuales queda todavía en pie. Pese a las cuestas, merece la pena detenerse unos minutos para echar un vistazo tanto al pueblo como al mirador situado en la Travesía de los Naranjos, junto a la carretera, donde hay aparcamiento.
EL TORNO.
Desde Rebollar a El Torno hay menos de 6 kilómetros, aunque cunden poco por la gran cantidad de curvas y las estupendas vistas que se tienen y que obligan, cuando es posible, a detener el vehículo para asomarse y contemplar un panorama que nos presenta Valdastillas y Casas del Castañar justo enfrente y el Embalse de Plasencia hacia el sur. Esta localidad es la más alta del Valle del Jerte, en los Montes de Traslasierra, a 769 metros de altitud sobre el nivel del mar, por lo cual recibe el sobrenombre de “Balcón del Jerte”.
El Torno estuvo habitado en la Prehistoria por vetones y celtas, que dejaron paso mucho después a romanos y musulmanes. Los franceses lo quemaron durante la Guerra de la Independencia como represalia por su apoyo a los guerrilleros que mandaba el “Tío Picote”. Uno de los lugares más conocidos y visitados en El Torno es el Mirador de la Memoria o Mirador de Cancho Rajao, que se encuentra a 2,3 kilómetros del pueblo, en la carretera CC-51, que lleva a la N-110. Cuenta con un amplio aparcamiento y ofrece una estupenda vista sobre el Valle del Jerte casi al completo, cuyos puntos principales podemos localizar utilizando el panel informativo allí instalado.
Además, en diciembre de 2008 se ubicó en este lugar un conjunto de cuatro esculturas del artista Francisco Cedenilla Carrasco, en memoria de los olvidados de la Guerra Civil Española y la dictadura.
GARGANTA Y CASCADA DE LA PURIA.
Entre Rebollar y El Torno está la Garganta de la Puria, una de las de aguas más caudalosas de la vertiente derecha del Jerte, aunque también de las menos conocidas. Si se desea recorrer sus parajes a pie, desde El Torno sale una ruta senderista circular de 9 kilómetros que recorre algunos tramos de esta Garganta que cuenta también con una espesa vegetación.
Nos detuvimos en un aparcamiento junto a carretera, donde hay un merendero y un panel informativo. El lugar viene señalado en GoogleMaps, así que no tiene pérdida. Es un lugar bonito, con abundante arbolado y sombra, ideal para hacer un alto en el camino y tomar un bocata. Muy cerca está la Cascada de la Puria, aunque no nos impresionó demasiado después de las que ya habíamos visto.
Decidimos dar un paseo por la garganta y seguimos durante un rato el sendero que he mencionado más arriba y que pasaba por allí. Hicimos unos tres kilómetros por una pista estrecha y que dejaba un poco al margen el río, hasta que llegamos a una bifurcación, donde encontramos una cascada bastante resultona.
Como no estábamos muy seguros de hacia dónde se dirigía aquel sendero, pues no vimos ningún indicador, decidimos dar la vuelta porque se estaba haciendo de noche y regresamos a nuestro alojamiento en Cabezuela del Valle.
CONTINUARÁ EN LA SIGUIENTE ETAPA.