Y por fin llega uno de los momentos más esperado del viaje, el reencuentro con nuestros viejos conocidos, la tribu Bayaka con la que compartimos unos pocos días hace cuatro años.
Al igual que en la anterior ocasión, nos dirigimos a un poblado formado por unas pocas chozas que los Bayaka tienen a unos cuantos kilómetros de Bayanga, este es un poblado en el que se asientan cuando salen de su verdadera casa, que es la selva, para intercambiar productos ( pieles, plantas, .. ) con los bantúes que viven fuera de la selva. Y es aquí a donde nos están esperando para acompañarnos al interior de la selva, bueno, en realidad a quien esperan es a Manu, el cual les hizo llegar el aviso hace unos días, pero nosotros, como amigos de Manu, seremos tratados como huéspedes de honor de la tribu.
Lo primero que hacemos al llegar al poblado, es ir a presentar los respetos a la tumba de Louis Sarno. Este hombre, al cual tuvimos el placer de conocer cuando estuvimos aquí por primera vez en 2.014, fue un norteamericano que escuchó un día por la radio una grabación de los cantos polifónicos que los Bayaka cantan en sus ceremonias y quedo tan fascinado por ese canto que no paró hasta poder llegar a conocer a la gente que los cantaba. Una vez aquí se enamoró no solo de sus cantos, sino de las gentes y su forma de vida, de manera que se pasó más de treinta años viviendo entre ellos y a raíz de esa convivencia, se convirtió en el occidental con un mayor conocimiento acerca de la cultura y la vida de estas tribus nómadas de la selva del Congo.
Como explico en el diario del anterior viaje, cada año universidades de la talla de Harvard o Cambridge le invitaban a realizar conferencias en sus departamentos de antropología. Por desgracia, hace un año, una enfermedad en el hígado se llevó a Louis y aunque sus últimos días pasaron en una clínica de Nueva York, sus restos fueron de nuevo transportados hasta su “casa”, este rincón de la república centroafricana donde reposan hoy.
Andando por la selva
Y bueno, ya estamos listos para entrar en la selva. El reencuentro con los Bayaka ha sido una sucesión de emociones, abrazos, palmadas y miradas curiosas. Busco a Kena, una joven con la que hicimos amistad en nuestro anterior viaje, pero al parecer no está aquí, lo cual tampoco es extraño, ya que esta gentes van y vienen cuando les parece, hoy se juntan con unos, mañana desaparecen y regresan al cabo de unas semanas o de unos meses, entre ellos no existe una relación similar a la que nosotros tenemos con nuestro entorno, no hay ligaduras permanentes y la anarquía reina entre ellos. En estas tribus no hay jefes, no hay brujos o hechiceros, no existe ningún tipo de organización social estable, cada cual hace lo que quiere y cuando quiere y la única regla que prevalece es la del respeto a los mayores, por lo demás cada cual es libre de ir a cazar o no cuando sale una partida de caza, de dejar un campamento y desaparecer cuando le parece o de incorporarse a uno existente cuando lo encuentra. Han pasado cuatro años desde que les conocimos y ahora que volvemos a encontrarnos nos hacen sentir como si nunca nos hubiéramos ido.
Cargamos las mochilas a la espalda, en ellas llevamos lo justo para pasar cuatro o cinco días en el interior de la selva, una muda, saco de dormir y colchoneta, además en esta ocasión, llevaremos tiendas, la otra vez construimos cabañas en el interior de la selva, al igual que hacen ellos, pero debido a nuestra inexperiencia en el tema de la construcción, cuando llovía, aquella cabaña se convertía en una ducha, empapándonos a nosotros y a todo lo que llevamos, incluyendo sacos de dormir, así que esta vez entramos con tiendas, menos “glamuroso” pero más práctico.
Y nos ponemos en marcha, empezamos a internarnos en el “infierno verde”, siguiendo al Bayaka que tenemos delante, vamos internándonos cada vez más en la selva, los gritos de “Ndima Naboné” ( la selva es la madre ) que van lanzando los Bayaka, expresan por un lado la alegría que sienten al regresar a casa y al mismo tiempo sirven para indicar la ruta que siguen los primeros y guiar al resto de la tribu que se ha ido dividiendo en pequeños grupos, entre los cuales nos empotramos nosotros.
Caminar por la selva no es fácil, en primer lugar está el tema de la orientación, a los cinco minutos de entrar, estas totalmente perdido, no hay (o no sabes ver) referencias, la jungla es espesa y como mucho puedes ver diez metros por delante de ti, eso cuando más ves, evidentemente para los Bayaka eso no es problema, ellos ven señales, caminos y puntos orientativos donde nosotros no somos capaces de ver más que el verde de las plantas, así que se trata de no perder de vista al Bayaka que llevas delante, cosa más fácil de decir que de hacer, por suerte, los Bayaka son conscientes de nuestra total inutilidad en este lugar y si ven que se alejan de nosotros, se detienen a esperarnos, de hecho, la palabra con la que se refieren a nosotros es el equivalente a “bebé”, lo cual no deja de ser totalmente cierto, ya que aquí dentro, solos, nuestras posibilidades de sobrevivir son más o menos las mismas que las de un bebé abandonado. El “camino” no es un camino como los que existen en los bosques de nuestras montañas, hay que saltar troncos caídos de árboles de más de un metro de diámetro, encuentras lianas con espinas colgando a tu paso con las que hay que andar con mucho ojo si no quieres clavarte sus espinas, el camino no tiene un metro recto, son todo curvas y vueltas sin parar, sorteando troncos de árboles, plantas … de pronto llegas a algún riachuelo en el que te metes y sigues unos metros para salir del mismo un poco más allá, intentar, como alguno quiere hacer, quitarse los zapatos para cruzar los riachuelos y volver a ponérselos al salir es totalmente impracticable, al igual que intentar mantener secas las perneras del pantalón, caminar en pantalón corto es impensable, a los cinco minutos de entrar llevarás las piernas llenas de rozaduras, hay hojas de plantas que cortan como cuchillas y una rozadura aquí dentro, está infectada a los cinco segundos de hacértela, así que lo mejor es no preocuparse, se llega a un rio, pues te metes en el sin detenerte siquiera, ya se secaran zapatos, calcetines y pantalones cuando salgas y sigas andando. Al principio cuesta acostumbrarse, pero terminas haciéndolo y cuando lo consigues te sientes mucho más relajado.
Después de un par de horas andando, pasamos por un lugar que me resulta ligeramente familiar, le pregunto a Manu y si, aquí es donde acampamos hace cuatro años y donde pasamos tres días, en esta ocasión ni siquiera nos detenemos aquí, seguimos avanzando y debemos andar aun un par de horas más hasta llegar a un lugar donde acamparemos esta noche. Será un campamento provisional, ya que solo dormiremos aquí esta noche, mañana seguiremos internándonos en la selva hasta llegar al lugar en el que los Bayaka pretenden instalarse.
Una vez llegados al lugar, dejamos las mochilas y junto a dos compañeros de viaje intento acercarme al riachuelo que tiene que haber cerca, ya que los Bayaka nunca acampan lejos de uno, para intentar asearnos un poco, sobre todo quitarnos el barro adherido a nuestros pies y piernas, pero lo único que conseguimos es meternos en tramo de selva de ciénaga. Este tipo de selva es de los peores lugares por los que me he metido, es un barrizal sin fondo, a cada paso te hundes en el barro hasta las rodillas, dar un paso cuesta un esfuerzo alucinante y procura llevar los zapatos bien atados si no quieres que se queden enterrados en el barro cuando das un paso. Finalmente conseguimos salir y volver al lugar donde vamos a dormir, evidentemente el doble de embarrados de lo que estábamos cuando entramos. Montamos las tiendas y cenamos y después de cenar disfrutamos de los primeros cantos y danzas de los espíritus de los que podremos ver durante estos días, aunque los cantos duran poco rato, estamos cansados y además, no hay muchos Bayaka con nosotros, ya que la mayoría han seguido adelante, ellos llegarán hoy mismo al lugar donde quieren establecerse unos días y con nosotros se quedan solo unos cuantos para cuidar de nosotros y guiarnos. Si, en efecto, el camino que a nosotros nos llevará dos días hacer, ellos lo hacen en uno y les sobra.
Por la mañana, nos levantamos y después de un ligero desayuno, seguimos adelante, internándonos en la jungla, serán unas siete u ocho horas más de caminata hasta llegar al lugar donde han acampado el resto de los Bayaka, cruzando ríos, selvas espesas, claros, barrizales y trozos secos, encontramos y cruzamos un trozo de pista, abierta hace algún tiempo por alguna de las compañías madereras que andan esquilmando esta selva y que a la vuelta nos servirá para que se acerquen los 4x4 hasta aquí y podamos regresar en un solo día en lugar de dos como a la entrada.
Finalmente, a media tarde, cansados como galeotes, conseguimos llegar hasta el lugar donde se han establecido los Bayaka. Por fin hemos llegado, ahora sí, ya estamos en casa. Aquí pasaremos cuatro días, en un lugar que en principio puede parecer uno de los más inhóspitos y peligrosos de la tierra, pero que nosotros y gracias a los Bayaka, recordaremos como una estancia en el paraíso.