Nuestro primer día completo en Savai’i amaneció con un sol radiante y mucho calor. Yo me desperté al amanecer y mientras el ceporro de mi marido seguía durmiendo me cogí una tabla de paddleboard y me fui a explorar la costa. A esas horas no había nadie ni en el agua ni en la playa, y fue una pasada ir padeleando sobre el coral (que se veía perfectamente porque el agua era súper cristalina) en la tranquilidad de la mañana.
Después de un desayuno más que aceptable en el Stevenson’s, cogimos el coche para dirigirnos al primer destino del día: el Matavanu Crater en el volcán del mismo nombre, un volcán activo cuya última erupción duró 6 años (1905-1911) y redefinió gran parte de la costa norte de la isla. Hoy en día el cráter está completamente cubierto de vegetación y se puede llegar hasta él por un camino que sabíamos que era durillo pero no necesariamente de 4x4. En el cráter se pueden admirar las vistas, la vegetación, los pájaros y también al conocido como Da CraterMan, un colega bastante pintoresco. Como sabíamos que el camino era algo chungo, antes de ir escribimos a la empresa de alquiler para preguntar si había algún problema por meter el coche por allí, y nos dijeron que siempre que no hubiera estado lloviendo no deberíamos tener problemas para subir hasta arriba, así que allí que nos fuimos. Pues bien, no sé si sería que ese día estaba particularmente mal o que somos un poco cagones, pero llegó un punto en el que no nos atrevíamos a seguir subiendo por aquellos pedruscos por miedo de dañar los bajos del coche, y nos tuvimos que dar la vuelta y perdernos el cráter (y al craterman).
Camino del Matavanu
Un poco decepcionados nos fuimos al siguiente punto del día: los campos de lava de Sale’aula (entrada 5T), formados en la última erupción del Matavanu. La erupción destruyó 5 pueblos en esta zona, y quizás lo más curioso de ver son los restos de una iglesia que fue atravesada por 2 metros de lava y cuyo tejado ondulado cayó encima de la lava y quedó “fosilizado” ahí para siempre. Hoy en día solo quedan en pie las paredes de piedra, y es muy curioso ver cómo la lava cubre toda la zona pero la vegetación está empezando a crecer incluso dentro de la iglesia:
Sale’aula lava fields
Cerca de la iglesia está la “tumba de la virgen”, donde según dice la leyenda está enterrada una joven tan pura que la lava fluyó alrededor de la tumba sin cubrirla. Lo bonito no es la tumba (que no es más que un agujero en el suelo) sino las plantas que crecen allí, con un contraste precioso con la lava negra:
Sale’aula lava fields
Es una visita interesante y rápida, pero hacía tanto calor que a estas alturas estábamos ya deseando meternos en el agua. En lugar de volver al Stevenson’s decidimos explorar un poco el resto de resorts (y sus playas) de la zona. Siguiendo consejos de la Lonely Planet nos acercamos al Bayview Resort, contruido sobre el propio campo de lava. Llamarlo resort es ser muy optimista, y la verdad es que nos pareció bastante decrépito. Definitivamente había visto días mejores, pero seguía teniendo unas vistas espectaculares de la bahía donde está (de ahí el nombre) y lo más importante, un bar abierto donde pudimos comprar un par de cervezas locales bien frías. Eran las 11 de la mañana pero los 30 grados y el estar de vacaciones nos parecieron excusa suficiente. Sobra decir que éramos los únicos allí…
Bayview Resort
Nos empezaba a entrar hambre y decidimos comer en el Lagoon Resort. Este fue uno de los hoteles que barajamos para esta zona porque la playa tenía buena pinta, aunque finalmente nos decidimos por el Stevenson’s, pero lo bueno es que todos los hoteles están encantados de que vayas a comer o a tomar algo aunque no te alojes en ellos. Este en concreto tiene un restaurante en la misma playa y mientras esperábamos que nos trajeran la comida aprovechamos para darnos un bañito.
Lagoon Resort
Los platos a la hora de comer rondaban las 20T. Pedimos el que quizás sea el plato más típico en Samoa: oka, la versión samoana del ceviche peruano, el poke hawaiano, o el ika mata de las islas Cook, un plato de pescado crudo con zumo de limón y/o lima, leche de coco y verduras. Es un plato bien fresquito que entra genial con semejante calor. Los dos platos de oka con un par de cocos frescos para beber fueron 50T.
El Lagoon Resort comparte playa con otro hotel un poco más “lujoso”: el Le Lagoto Resort & Spa, posiblemente el mejor hotel de la costa norte de la isla. Después de comer nos acercamos a tomar café allí (carísimo, por cierto! debía ser de los pocos sitios con máquina de café en condiciones y lo cobraban a riñón, 10T!) pensando que podríamos aprovechar la piscina, pero resulta que la piscina era solo para huéspedes. Una pena, pero quisimos aprovechar la playa y nos lanzamos a hacer snorkel a pesar de estar en plena marea baja. La visibilidad era pésima porque el agua estaba revuelta y no pudimos ver nada.
Le Lagoto Resort
Como quedaba algo de tarde disponible, nos volvimos al Stevenson’s para intentar el snorkel allí, que resultó ser inmensamente mejor. Había mucho coral y los peces se escondían cuando pasábamos, pero la visibilidad era muy buena. Por el camino pasamos por la entrada del “santuario” de tortugas que hay en Satoalepai. Es una piscina de agua medio dulce medio salada donde tienen varias tortugas verdes con las que te puedes bañar porque están muy acostumbradas a la gente. En teoría, cuando han crecido las liberan, pero después de leer varias opiniones diciendo que las condiciones no son las mejores, y que la gente les da de comer papaya, teníamos claro que pasábamos de ir; preferíamos verlas en libertad (y vaya si las veríamos!).
Savai’i
Stevenson’s
Esa noche cenamos pizza de Leilinas, una pizzeria que habíamos visto frente al Le Lagoto. No eran baratas (~20T las pequeñas, ~30-40T las grandes), pero estaban muy buenas. Las cogimos para llevar y nos las comimos en la habitación con un par de coca colas del bar del hotel.
La mañana siguiente amaneció lloviendo (horror!). La idea era quedarnos un rato en el hotel y coger un kayak o unas tablas de paddleboard, pero tal y como estaba el día lo mejor era ponerse en marcha hacia el siguiente destino (el Vai Moana Resort en Asau). La primera parada del día fue la Pe’ape’a cave, una pequeña cueva que en realidad es un tubo de lava, es decir, un túnel formado en una colada de lava. La peculiaridad de esta es que en ella anida un pájaro oceánico, el White-rumped swiftlet (o salangana culiblanca según la Wikipedia ), en completa oscuridad. Hay que entrar con linterna y la cueva es bastante cortita, y según vas andando oyes cómo pasan los pájaros volando junto a tu cabeza. El guía que está en la entrada recogiendo los 5T que cuesta entrar te indica dónde hay nidos. Es una parada de no más de 10-15 minutos que es curiosa pero no mata.
Pe’ape’a cave
La siguiente parade eran los tubos de lava de Aopo, pero llegamos a Aopo y no encontramos cartel ninguno que nos dijera hacia dónde ir, y tampoco aparecía en Google Maps ni en Maps.me. Dio la casualidad de que en ese momento estábamos lidiando con una pequeña crisis en casa que nos tenía muy pendientes del teléfono ya que estábamos esperando una llamada importante, y justo en Aopo perdimos la cobertura. Entre eso, y que no encontrábamos la entrada, decidimos pasar de los tubos de lava pensando que seguramente tampoco nos iban a aportar mucho, y nos fuimos directamente al hotel.
Savai’i
Como el día estaba todavía medio nublado decidimos asentarnos en el hotel un rato. Comimos allí, y esta vez además de oka pedimos otro de los platos típicos de Samoa: faiai fe’e, pulpo cocinado en leche de coco. Qué delicia!! Después de comer nos quedamos un rato en la playa leyendo en unas tumbonas, y bañándonos a ratos, porque a pesar de estar nublado hacía un calor del demonio.
Samoan cuisine: oka y faiai fe’e con taro asado
Vai Moana Resort
Por la tarde nos fuimos a dar un paseo andando hasta el pueblo, pero pronto nos dimos cuenta del error… hacía demasiado calor! Pero estuvo bien porque vimos montones de niños que nos saludaron efusivamente, igual que los locales que nos cruzábamos por la carretera. También vimos el primer bus samoano, que había leído que eran curiosos de ver por lo coloridos que son, y saqué la cámara corriendo para hacer una foto. El conductor me vio y frenó para que pudiera hacer la foto, y al pasar a nuestro lado me preguntó si la había hecho bien. Qué majo! Días más tarde, en Apia, nos pasaría algo parecido. También vimos que había un Western Union donde podríamos cambiar algo más de efectivo al día siguiente, porque nos habíamos dado cuenta de que nos habíamos quedado cortos.
Bus samoano
Volvimos al hotel para meternos otra vez en el agua y nos quedamos otro rato en las tumbonas disfrutando de un bonito atardecer. Esa noche la cena estaba incluida en el hotel, y aunque era simple estaba muy buena.
Atardecer en el Vai Moana
Opinión del Vai Moana: un hotel muy bonito y fotogénico. Tiene playa (aunque pequeña), y el staff es simpático y está mejor preparado que en el Stevenson’s. El desayuno y la cena están incluidos y están muy bien. Hay kayaks gratuitos y los platos a la hora de comer no son caros (~20T). La cerveza local tenía el precio habitual (6T). Nos quedamos en un Sunset fale, que más que fale era un bungalow con aire acondicionado, baño privado y un pequeño balcón sobre el agua perfecto para ver el atardecer, pero que estaba algo anticuado y le vendría bien algo de renovación. Como muchos hoteles en Samoa, cobra comisión por pagar con tarjeta.