Santa Pau es un bonito pueblo. Fuimos desde el Volcán Sanga Margarida. Retrocedemos lo andado pero en lugar de bajar al aparcamiento, continuamos, siguiendo el camino en dirección a Santa Pau. Los itinerarios están muy bien señalizados.
Un poco antes de llegar a Santa Pau encontramos la antigua cantera clausurada del volcán de Rocanegra de la que ya hablé.
Fue centro de la baronía de Santa Pau. Hoy es una población de algo más de 1.500 habitantes que conserva su aire medieval. Destaca el castillo de Santa Pau (siglo XIII - XIV) que tiene la fachada en la plaza porticada.

El castillo fue la residencia oficial de los Barones desde 1278, fecha en que se creó la Baronía. A su alrededor se fue construyendo la villa medieval que, como podemos suponer, se amuralló.

El castillo, como comento, comenzó a construirse en el siglo XIII pero sufrió remodelaciones hasta el siglo XVIII. Tiene planta cuadrada y una gran Torre de Homenaje, en la que se ubica una capilla dedicada a San Honorato y San Antonio Abad.
En la plaza, centro de la villa, resalta otro edificio, la Iglesia de Santa María. Se trata de una construcción gótica muy austera en la que destaca su alto campanario. Su base fue construida en el siglo XV tras los terremotos que sufrió en 1427 el anterior templo parroquial de Santa María dels Arcs que estaba situado en las afueras. No pudimos ver el interior porque estaba cerrada.

La Plaza mayor es preciosa, de regusto medieval, porticada. Así se podía hacer vida normal y mercado aunque lloviera. Bajo los pórticos hoy hay tiendas y restaurantes o bares y se pueden comprar els fesols de Santa Pau, aquellas pequeñas alubias que ya comenté.
Se trata de unas alubias de tamaño muy pequeño y con forma de riñón cuyo peso no llega está entre 0'2 y 0'3 g por unidad. Se caracteriza por un color blanco, sin manchas y por una piel muy fina. Una vez cocinadas, son mantecosas y tienen un sabor característico, derivado de las tierras volcánicas en las que se cultiva.
También podemos degustarlas en algún restaurante del pueblo.
No podemos irnos de Sanfa Pau sin pasear tranquilamente y detenernos en cada rincón.
