Segundo día.
Como las previsiones meteorológicas eran buenas, decidí reservar por el móvil la ruta del Barranco del Infierno para la mañana siguiente, pues no tendríamos otra oportunidad si finalmente funcionaba el teleférico dos días después, cuando lo teníamos reservado. En el programa inicial, nos hubiera tocado la ruta del paisaje lunar de Vilaflor, que al final quedó anulada para incluir la del barranco, que tuvimos que suspender el día de la nevada. En fin, un lío casi tan grande como las fases de desescalada en que estamos inmersos ahora.
Después de desayunar, salimos en dirección a Adeje por la carretera TF-38, que recorre un terreno del Parque Nacional que siempre me ha atraído muchísimo, pues las coladas, las chimeneas y las lavas negras de las erupciones de 1798 y 1909 (la última en la isla) aparecen por todas partes en un vivo contraste de colores, en esta ocasión con la cumbre del Teide nevada al fondo. Además, aunque fría, la mañana había amanecido con un precioso cielo despejado, si bien no tuvimos demasiado tiempo para disfrutar con tranquilidad del panorama porque teníamos reserva para el Barranco del Infierno a las doce de la mañana y en modo alguno queríamos perderla. Como el relato de esa excursión lo dejo para la etapa siguiente, voy a seguir con lo que hicimos en el Parque del Teide ya por la tarde, a nuestro regreso, durante el cual también vimos panoramas espléndidos. Y es que la zona de las lavas negras están entre mis favoritas.
Y esta es una imagen "vintage" en el mismo lugar, más o menos
Sendero de los Roques de García.
Dejamos el coche en el Parador y nos dispusimos a hacer el Sendero de los Roques de García, esta vez completo. Fue muy buena idea dejarlo para por la tarde, ya que había mucha menos gente (de hecho al final nos quedamos casi solos) y, además, el sol al atardecer le da un precioso tono rojizo a las enormes rocas, convirtiendo los paisajes todavía en más espectaculares.
Ruta de los Roques de García vista desde la carretera
Empezábamos por aquí.
La red principal de senderos del Parque consta de 21 rutas de diferente duración, longitud y niveles de dificultad. El de los Roques de García es el número tres, uno de los más asequibles, con 3,6 kilómetros de longitud, dos horas de duración, grado de dificultad fácil (pero no es un paseo, que nadie se confunda) y de carácter circular, con inicio y final en el Mirador de la Ruleta, frente al Parador de Turismo. Los desniveles acumulados de descenso y de ascenso son de 211 y 215 metros, respectivamente.
Panel informativo del Parque con la red principal de senderos.
El sentido habitual del sendero es empezar por la derecha, a través de un camino muy sencillo delimitado por piedras, y terminar por la izquierda, subiendo por un serpenteante sendero entre paredones de magma viscosa. Así lo hice la tarde anterior en el tramo que realicé. Sin embargo, en esta ocasión lo hicimos al revés y no nos arrepentimos, aunque en ambos sentidos se tienen que afrontar subidas bastante pronunciadas, aunque no excesivamente largas, por un terreno quebrado e irregular en el que hay que ir con cuidado.
En la primera parte, tuvimos que afrontar un descenso prolongado, dejando a nuestra derecha el conjunto de roques que teníamos que rodear (Cinchado, el Torrotito, el Burro, Roques Blancos…), a cual más espectacular. Además, según fuimos caminando sus formas variaban, presentando estampas de lo más pintoresco. Otra ventaja era la luz, pues los que estaban en sombra adquirían matices tenebrosos y los que recibían los rayos del sol reverberaban en deslumbrantes tonos ocres y rojizos. Todo un espectáculo.
Al fin, llegamos a una planicie, en la que pudimos divisar una imponente formación denominada “La Catedral”, en realidad una chimenea volcánica por donde salía la lava que terminó por solidificarse y que ahora resulta claramente visible gracias al proceso erosivo.
También nos topamos con una de las plantas más bellas y famosas del entorno del Teide, el tajinaste. Faltaba su peculiar flor roja, que florece en mayo, pero incluso el tono marrón marcaba inequívocamente un terreno en el que es muy frecuente.
Continuamos con otro ascenso, al final del cual pudimos contemplar a vista de pájaro todo lo que habíamos ido pateando anteriormente, incluyendo otra fabulosa colada de lavas abombadas y poco rugosas, llamada “La Cascada”. Y también otras formaciones de lavas retorcidas o cordadas que parecían arder con la luz del sol poniente.
Dejamos de subir al llegar a especie de mirador sobre el Llano de Ucanca que nos dejó atónitos. ¿Estábamos en otro planeta? Unas vistas preciosas y más al atardecer.
Para terminar seguimos rodeando los roques, con el coloso Teide de testigo casi permanente, ya por un sendero bastante cómodo y en descenso muy suave que nos devolvió al punto de inicio.
No sé si las descripciones responden muy fielmente a lo que íbamos viendo según lo que he estado consultando al repasar las fotos, pero eso no importa demasiado. Se trata de un sendero maravilloso por lo mucho que ofrece en poco tiempo, sin peligro especial y con un esfuerzo no demasiado intenso.
Sin embargo, y lo digo para personas que no están acostumbradas a caminar por el campo, la última zona (la primera si se empieza hacia la izquierda) no es un paseo y, sobre todo, requiere llevar calzado adecuado. A ser posible, interesa mucho hacer la ruta muy temprano o ya por la tarde, cuando se ha ido el grueso de visitantes, teniendo en cuenta que en las horas centrales del día se acumula la mayor parte de la gente, incluyendo las excursiones organizadas.
De verdad que en este caso concreto se agradece mucho tener el panorama lo más despejado posible.
Después, otra noche de intensísimo frío, nueva cena en el Parador y otra vez sin noticias de la anhelada cortina de estrellas en el cielo.
La siguiente mañana, mientras estábamos desayunando, recibí un mensaje en el móvil confirmando lo que ya nos imaginábamos: el servicio del teleférico seguía suspendido, con lo cual nos anulaban la reserva, ofreciendo cambio para otro día o reintegro del importe. Elegí esto último, lo único posible en nuestro caso.Un par de días después me reingresaron el dinero en la tarjeta. Lo cierto es que no resulta fácil subir en el teleférico, ni siquiera en verano, ya que a esa altura influye mucho el viento. Por lo menos, ahora, con la reserva previa, no hay que pasarse las horas muertas en una cola inmensa, rezando para que las cabinas se moviesen o no se parasen, como nos ocurrió en nuestra primera visita a Tenerife, cuando estuvimos esperando a pie derecho cuatro horas para nada.
Cuando había que tomarse el bocata en la cola del teleférico...
Por eso resulta aconsejable reservar con antelación por la web y si al final no funciona, te cambian el día o te devuelven el dinero sin problemas, lo que no es ninguna broma porque el trayecto de ida y vuelta para un adulto no residente es de 27 euros. Nosotros habíamos reservado para el día 10 de diciembre. No la anularon hasta esa misma mañana, pero dada la climatología teníamos pocas esperanzas de poder subir. De todas formas, como ya he comentado antes, la decepción no lo fue tanto porque ya habíamos subido, llegando a la cima durante nuestro segundo viaje a Tenerife.
Una vez en la estación superior del teleférico, llamada La Rambleta, a 3.555 metros de altitud, cabe la posibilidad de contemplar las vistas simplemente o hacer tres pequeñas rutas de senderismo. Para las del Mirador del Pico Viejo (751 metros, 20 minutos, nivel medio y 55 metros de desnivel) y el Mirador de la Fortaleza (585 metros, 15 minutos, nivel medio y 11 metros de desnivel) no es necesario pedir ningún permiso. Y eran los que teníamos intención de hacer.
Subiendo al pico del Teide. Abajo, la estación superior del teleférico de entonces. Por la foto de arriba, parece que sigue igual.
Sin embargo, sí se necesita autorización previa para subir a la cumbre del Teide, el camino llamado de Telesforo Bravo. Y tampoco es sencillo obtenerlo porque suele estar copado desde muchas jornadas antes.
No hay que dejarse engañar por sus 614 metros, ya que va en continuo ascenso (163 metros de desnivel) y a más de 3.500 de altitud es necesario tomarse la mini-excursión con calma por la disminución de oxígeno. Se tarda unos treinta minutos y tiene un grado de dificultad alto. De todas formas es una experiencia única si se consigue, como fue nuestro caso en los años noventa, cuando el acceso todavía era libre. Ya que esta vez no fue posible, pondré unas fotos de entonces.
En la cumbre de España, verano de 1991.
El plan alternativo era hacer el sendero que lleva al Alto de Guajara, pero se trata de una caminata exigente y yo no me encontraba demasiado bien, seguramente por el intenso frío de las dos noches anteriores. De modo que decidimos tomárnoslo con calma y buscar una ruta corta y facilita. La elegida fue el Sendero de Samara, número 13 de la Red Principal.
Ya en el coche, por la TF-21 en dirección a Santiago del Teide, fuimos pasando por miradores que se asoman a los lugares que ya habíamos visto, como el Mirador del Llano de Ucanca, el Mirador de la Zapatilla de la Reina y el Mirador de la Boca de Tauce, junto al Museo Etnográfico Juan Evora (peón caminero y colmenero que fue la última persona en conservar el estilo de vida tradicional de las Cañadas hasta finales de los años 80 del siglo XX), en el cruce de la TF-21 con la TF-38, por la que continuamos hasta encontrarnos primero con el Mirador de las Narices del Teide, el Mirador de Chio y luego con el Mirador de Sámara. Cualquiera de ellos ofrece perspectivas esplendidas, aunque tampoco es cuestión de detenerse en todos, o sí, a juicio de cada cual y del tiempo disponible.
Sendero de Sámara. Volcán de Sámara.
La ruta sale y termina en el Mirador de Sámara, en el que conviene hacer un alto, ya que se ven vistas muy bonitas de las Narices del Teide, el Pico Viejo y el propio Teide, con un panel explicativo sobre las erupciones de 1798 y sus rugosas lavas negras.
Caminos de subida al Volcán Sámara.
La ruta tiene 5,1 kilómetros, dos horas y tres cuartos de duración, es circular y un grado de dificultad bajo. Sobre lapillis y escorias, se adentra en un bosquecillo de jóvenes pinos canarios, supongo que replantados, aunque tampoco faltan retamas, codesos y rosalillos. Por nuestra experiencia, la parte más interesante es la subida inicial al volcán de Sámara, un poco fatigosa porque el camino sobre lapilli es muy empinado e incluso incómodo, pero merece mucho la pena porque las vistas arriba son espectaculares tanto las del propio cráter, como las estampas del Teide y el Pico Viejo; también se la costa oeste, y más a lo lejos… ¡sí, La Gomera!
Vistas hacia la costa oeste y La Gomera.
Cráter.
Cráter.
Además, en un día claro como aquél, el contraste de colores le sentaba estupendamente a las fotos. Ascenso muy recomendable. Luego, intentamos hacer el resto del sendero, pero nos cansamos pronto porque el paisaje nos resultó un tanto repetitivo. Y allí nos despedimos del Teide.
Así que se nos ocurrió, de camino hacia el norte, volver a pasar por Masca aprovechando el buen tiempo. Pero eso queda para la siguiente etapa.