Un poco más allá del aparcamiento de Cap Roig encontramos carteles informativos para hacer excursiones.
Nosotros nos decantamos por el que baja y, adentrándose en una urbanización (del Golfet, como la pequeña cala que hay abajo), conecta con el camino de ronda que lleva a Llafranc. Se trata de un GR, perfectamente señalizado con las típicas franjas roja y blanca. Por algunos puntos pasa bajo túneles y por fotogénicos paisajes.

El recorrido es de una media hora (algo más de dos kilómetros) y no presenta muchas dificultades. En algunos momentos y tramos puede estar un poco saturado de gente.
Calella de Palafrugell era un antiguo pueblo de pescadores. Aquí estaba el puerto de entrada y salida de productos de Palafrugell. Fue muy activo a principios del siglo XIX, ligado a la pujanza de la industria del corcho de la que ya hablé en la etapa de Palafrugell.
El origen del pueblo se sitúa a mediados del siglo XVIII, cuando ya había desaparecido la amenaza de los piratas. Vale la pena recordar que la costa estaba muy amenazada por los piratas berberiscos, que asaltaban barcos y puertos, llevándose a mucha gente como esclavos. Es por eso que normalmente en esas localidades encontramos torres de vigilancia. Calella de Palafrugell no es una excepción. Fue construida entre 1597 y 1599.
Tiene planta circular con un cuerpo semicilíndrico más elevado que el otro y una terraza. Se construyó con grandes sillares de granito, unidos con argamasa. Tiene unos 12 metros de altura y 34 m de diámetro y está dividida en dos pisos cubiertos con bóvedas. Cuenta con un matacán y almenas en el remate. Hasta el siglo XVIII fue utilizada como prisión. Hacia finales del siglo XIX tuvo adosada una casa.

Situado frente a la playa homónima, el Passeig de Canadell se urbanizó durante el último cuarto del siglo XIX, cuando se construyeron las primeras casas de veraneo, algunas de las cuáles aún podemos ver. Está situado a una altura superior al nivel de la arena, lo que permitió que en su subsuelo se hicieran los guardabotes, muchos de ellos cubiertos con bóveda de ladrillos.
Las casas del paseo son de diferentes estilos pero el conjunto es bastante armonioso. Me llamó especialmente la atención la preciosa Casa Sagrera, en el número 17. Es un típico ejemplo de la arquitectura ecléctica, tan típica en el último cuarto del siglo XIX. La fachada, de un color como asalmonado, está dividida verticalmente en tres crujías separadas por falsas pilastras. Las ventanas están decoradas con motivos clásicos y barrocos. Destaca el balcón central, con una barandilla calada neogótica de piedra artificial, con el mismo motivo que la barandilla que cierra la azotea. Ante la fachada hay un pequeño jardín con una notable puerta flanqueada por dos columnas con jarrones encima.
También ecléctica del siglo XIX es la casa del número 1 del paseo. Casa de planta baja y piso, con fachada blanca y azul a tres calles, la principal hacia el paseo Canadell, donde tiene un pequeño patio, y otro patio en la parte posterior. Destaca especialmente por la decoración hecha con cerámica blanca y azul, a juego con el friso bajo la cornisa o a la altura del forjado que separa los dos pisos. En la fachada lateral se ha pintado modernamente una réplica de la fachada, incluso con personajes, a modo de trampantojo. Ahora es un bar o restaurante.
Uno de los lugares más destacados y fotografiados de Calella de Palafrugell es el llamado Les Voltes, en la Platja del Port Bo. Se trata de un conjunto de pórticos que recorren las playas de Port Bo y d'en Calau y que constituyen una de las estampas más características de Calella, con sus barquitas. Eso sí, todas las fotos publicitarias idílicas que ves siempre se han hecho en invierno, cuando la gente no abarrota la playa.
Los pórticos más antiguos están situados en el oeste y forman parte de cuatro casas de doble crujía: dos arcos en la planta baja y dos balcones en la planta piso. El segundo conjunto tiene su inicio en la casa que edificó Maria Arboix de Audouard en 1954.
Por cierto, el proyecto de les Voltes es de nuestro viejo amigo Woevodsky. Ahora hay restaurantes (repletos, por cierto).

En el Port Bo tiene lugar cada verano una tradicional cantada de habaneras.
Tenemos que adentrarnos en el núcleo urbano para ver la iglesia, situada en una pequeña plaza. La fachada está encalada y es muy sencilla. Las obras se iniciaron en 1884 y se terminaron tres años después. Sufrió daños durante la Guerra Civil, fue ampliada en 1958 y posteriormente se siguieron haciendo reformas como el coronamiento del campanario.
El edificio consta de una nave cubierta con bóveda de lunetos y acabada con un ábside poligonal. Las capillas perimetrales fueron unidas a modo de naves laterales. La fachada principal tiene un portal de arco apuntado de reminiscencias góticas (salvando las distancias, claro) y un rosetón. Al cuerpo anexo hay una pequeña espadaña. En el interior hay pinturas de Raimon Roca y Antoni Utrillo (1944) aunque estaba cerrada y no pudimos verlas.
