Aunque en principio no lo iba a ser, finalmente el Valle de Nuria (Vall de Nuria) acabó por convertirse en la última de las ocho rutas de senderismo que hicimos durante nuestras vacaciones veraniegas en el norte de Cataluña, de las que he venido dando cuenta en anteriores etapas de este diario. Teníamos previsto hacer también otra en la zona volcánica de La Garrotxa, pero una ola de calor nos lo impidió y con temperaturas de 38 grados nos vimos obligados a cambiar de planes si no queríamos perecer en el intento. Menos mal que el epílogo mereció la pena y mucho.
UBICACIÓN DE LA RUTA.
Este valle pirenaico se encuentra en el municipio de Queralbs, en la provincia de Girona, y tiene la particularidad de que solo se puede acceder en tren cremallera o caminando. Naturalmente, el tren resulta accesible para todo el mundo dispuesto a pagar el billete (que no es barato), la ruta a pie, no. Y es que se trata de un recorrido de casi ocho kilómetros (solo ida), con un desnivel (y esto es lo peor) de más de 900 metros. En nuestro caso, como la ruta es lineal, nos decantamos por subir en el tren y bajar andando, con lo cual nos ahorraríamos un buen esfuerzo y conoceríamos las dos opciones. Si la ruta hubiese sido circular, no habríamos dudado en hacerla completa a pie. Al final, estuvimos de acuerdo en que la decisión fue un acierto.
Ubicación del Valle de Nuria en el mapa peninsular.
El punto más próximo para visitar Nuria, su valle y su santuario, es la pequeña localidad de Queralbs, donde está la última estación del tren que lleva al Valle. Como referencias que se me ocurren, Queralbs se encuentra a 132 kilómetros de Barcelona (dos horas en el coche), a 128 de Girona (dos horas también en el coche) y a 675 de Madrid. En fin, que el itinerario es intrincado desde casi todos sitios, a través de carreteras que no permiten altas velocidades, algunas de montaña. Para compensar, la excursión en sí y los paisajes son de los que se recuerdan.
Itinerario desde Barcelona a Queralbs según Google Maps.
Fotos de los parajes del entorno tomadas desde el coche.
La noche anterior nos habíamos alojado en Llivia, a 61 kilómetros de Queralbs, distancia que, sin embargo, nos llevó casi hora y media en el coche, lo cual no nos preocupaba, ya que preferíamos llegar a media mañana al tren para evitar las previsibles aglomeraciones de primera hora. Y nos daba igual terminar tarde la excursión porque teníamos reservado alojamiento para esa noche en el propio Queralbs, concretamente en el Hostal Les Roquetes, magníficamente situado a las afueras del pueblo y muy cerquita del aparcamiento del tren. Quedamos muy contentos tanto por la habitación como por la atención recibida. El precio fue de 68 euros, lo que estaba francamente bien para un 12 de agosto. Además, nos sirvieron desayuno y cena a buen precio.
RECORRIDO EN EL TREN CREMALLERA.
A medio día, dejamos el coche en el aparcamiento del hostal y nos dirigimos a la estación. No habíamos hecho reserva previa, ya que no sabíamos a qué hora íbamos a llegar y los precios no son como para andar perdiendo el viaje. Había bastante gente esperando, pero conseguimos billete sin problemas para el segundo tren que iba a pasar. Los horarios y los precios son distintos dependiendo de la época del año y de la estación en la que se tome, pues también es posible hacerlo en la localidad de Ribes de Freser. Sin embargo, dada la diferencia de precio, si se va en coche, creo que es preferible subir hasta Queralbs, donde hay un amplio aparcamiento. Otra cosa es si se va en tren desde Barcelona o en otro tipo de transporte público. Ahí no puedo opinar.
En verano, hay bastante frecuencia de paso de trenes y los precios son de 30 euros cada adulto (ida y vuelta desde Ribes de Freser) y 27 por adulto (ida y vuelta desde Queralbs), los niños de 4 a 13 años pagan 19,50 y 17,50, respectivamente, mientras que entre 0 y 3 años, es gratuito. Si se quiere solo un trayecto -en nuestro caso fue el de ida-, el precio era único para las dos estaciones, 19,50 para adultos y 12,50 para niños. En fin, nada económico, desde luego. De todas formas, como también ponen ofertas y las tarifas y los horarios varían (en invierno es más barato), mejor consultar previamente la página web www.valldenuria.cat
No recuerdo cuánto duró el trayecto, aunque creo que fueron unos quince o veinte minutos. Nosotros fuimos del lado derecho en el tren y contemplamos unas vistas preciosas del río y las cascadas. También se veía el camino por donde iban los senderistas, el que tendríamos que seguir al regreso. ¡Qué ganas…! Las fotos salieron regular por los reflejos del sol y por los cristales de las ventanillas, bastante arañados, pero dan una idea de la belleza del lugar.
El recorrido es muy bonito, aunque cada uno tendrá que calibrar si le merece la pena el desembolso. Yo creo que sí, sobre todo si hace buen tiempo. Una forma de aprovecharlo es pasar todo el día o media jornada en el Valle, haciendo picnic o tomando algo en el restaurante o en los varios kioscos de comida que hay y dar algún paseo por los alrededores. Al llegar a la estación, vimos a un montón de gente ya aposentada cerca del embalse, familias enteras con niños de todas las edades. En fin, hubiéramos preferido un ambiente más tranquilo y solitario, pero es lo que se puede esperar en una jornada soleada durante la primera quincena de agosto, en un sitio al que puede acceder todo el mundo cómodamente… en tren.
Al llegar, vimos el remozado teleférico de la Coma del Clot, que lleva hasta el Albergue del Pic de L’Aliga, y se nos ocurrió la idea de tomarlo, pensando que subía mucho más alto de lo que lo hace en realidad. Nos costó 8 euros y no nos compensó, pues existe un camino, con una cuesta considerable pero perfectamente acondicionado, para llegar tranquilamente a pie al mismo sitio, por el que bajamos después. En invierno, creo que el precio del teleférico está incluido en el del billete del tren cremallera.
Camino para subir a pie al Mirador de L'Aliga (arriba).
Las vistas desde el teleférico no aportan nada especial.
Las panorámicas desde arriba son estupendas, aunque se decoloraban un pelín por una especie de bruma que emborronaba algo los colores en el horizonte, pese a que el día era bastante soleado. Nos encontrábamos en una confluencia de valles de alta montaña, con picos que rozan los 3.000 metros, como el Puigmal (2.913 m.), el Finestrelles (2.827 m) o el Noucreus, (2.799 m), las tres cimas más destacadas de lo que se conoce como la Olla de Nuria, que rodean el propio valle.
EL SANTUARIO DE LA VIRGEN DE NURIA.
Tomamos nuestro bocata a la sombra, resguardados bajo las copas de unos árboles, y luego, durante el descenso, fuimos viendo las estaciones del Vía Crucis, en tanto contemplábamos como crecían ante nuestros ojos las estampas del Embalse y el Santuario.
El Santuario de la Virgen de Nuria se encuentra situado a 2.000 metros de altitud sobre el nivel del mar y allí se redactó en 1931 el primer estatuto de autonomía de Cataluña. Según la leyenda, el santo ateniense San Gil se instaló en el valle en el año 700 y talló una imagen de la Virgen. Tras la invasión de los musulmanes, escondió en una cueva la imagen junto con la olla en la que cocinaba, la cruz con la que rezaba y la campana que utilizaba para convocar a los pastores a misa. Ya en el siglo XI, un peregrino de Dalmacia, llamado Amadeo, encontró las reliquias y las traslado a la capilla que había construido anteriormente. La Virgen de Nuria es la patrona de la fertilidad y la imagen que hoy se venera data, al parecer, del siglo XII, es de estilo románico y ha recuperado su policromía después de una cuidadosa restauración.
En cuanto al Santuario, no se sabe cuándo se fundó, si bien en 1087 los pastos de Nuria fueron cedidos al Monasterio de Ripoll. A mediados del siglo XIII ya existía una capilla y un albergue para alojar a los peregrinos, a quienes el Papa Alejandro III había concedido indulgencias. A mediados del siglo XVII se reconstruyó la iglesia, que, según se cuenta, fue destruida por un terremoto en el siglo XV. A mediados del siglo XVII, la iglesia y el albergue se remodelaron completamente y se ampliaron durante el siglo XVIII. La iglesia actual data de 1911, luego se añadió un hotel y finalmente el Vía Crucis, que se terminó en 1963. Durante la Guerra Civil, la talla de la Virgen se llevó a Francia y luego a Suiza, hasta que retornó a su lugar en 1941.
Me llamó la atención aquel conglomerado de restaurantes, tiendas y hasta un hotel, conformando un trasiego de gente que va y viene, restando la espiritualidad que se supone debe tener un Santuario. Bueno, no sé. Demasiado jaleo allí. Quizás era por el verano y las vacaciones. Sin embargo, en invierno tampoco debe tratarse de un sitio muy tranquilo, pues hay una estación de esquí. En cualquier caso, el entorno es idílico, rodeado de montañas, sobre verdes praderas, junto a un río y un embalse, que depara un lago de aguas azules, y adonde no llegan los coches. ¿Alguien pediría más?
Sin embargo, más que el santuario me gustó la pequeña ermita de San Gil, reconstruida varias veces, la última en 1999. En su interior, se hacen las peticiones a la Virgen, que aparecían escritas en multitud de papelitos. Y a un lado nos pudimos refrescar en la fuente de piedra del Doctor Tarrés.
Después dimos la vuelta al Embalse de Nuria (Camí de l’Estany), contemplando bucólicas estampas, sobre todo desde la presa.
DATOS DE LA RUTA.
Y, al fin, tocaba emprender el camino de vuelta, la auténtica ruta de senderismo de la jornada. En cuanto a los datos oficiales, pongo una foto del panel informativo que nos encontramos en su inicio, en Queralbs, y también una ampliación del mapa y del itinerario clásico, “por el puente de Cremal” (color amarillo en el mapa). Añadir que la variante de color rojo, “Por el Roc del Dui”, estaba cortada por peligro de desprendimientos.
El Camí Vell (Camino Viejo) es el que utilizaban los peregrinos desde tiempos medievales y su origen se remonta a los siglos XV y XVI, época de gran popularidad de la primitiva capilla, conservándose a tramos el primitivo empedrado. Única vía de acceso desde Queralbs hasta Nuria, fue también muy utilizado por los lugareños para aprovisionar al Santuario, en labores mineras o hidrológicas, así como por senderistas y esquiadores. La situación cambió totalmente con la construcción del tren, inaugurado en 1931, quedando el camino en el olvido y casi abandonado hasta que se recuperó en los años ochenta del siglo pasado, sobre todo para fines deportivos y turísticos.
NUESTRA RUTA DE DESCENSO.
A continuación, pongo los datos que arrojó mi copia de wikiloc de la ruta que hicimos de descenso desde Nuria hasta Queralbs, así como una captura de su perfil:
- Longitud: 7,79 kilómetros (solo descenso)
- Tiempo: 3 horas 55 minutos (con paradas para fotos)
- Desniveles: positivo, 214 metros; negativo, 963 metros. Altitud máxima, 1.995 metros; mínima, 1.224 metros.
- Grado de dificultad: medio por el desnivel. En verano y con buen tiempo no tiene especiales dificultades técnicas, pero hay muchas piedras y se requiere precaución.
- Tiempo: 3 horas 55 minutos (con paradas para fotos)
- Desniveles: positivo, 214 metros; negativo, 963 metros. Altitud máxima, 1.995 metros; mínima, 1.224 metros.
- Grado de dificultad: medio por el desnivel. En verano y con buen tiempo no tiene especiales dificultades técnicas, pero hay muchas piedras y se requiere precaución.
Al poco de empezar el descenso por el Camií Vell, pasamos junto al Mirador de la Creu d’en Riba, muy emblemático en la ruta de subida, ya que tras el esfuerzo del ascenso se vislumbra, al fin, la meta, con el embalse, la Cruz y el Santuario. Como proveníamos de allí, para nosotros el interés de este mirador fue menor.
Durante la primera parte del recorrido de descenso, el sendero transcurre dejando a la izquierda el río Nuria, afluente del Freser, que no tardó en dejarnos impactantes imágenes de su curso zigzagueante, que ganaban en belleza según se iba alejando de nosotros, quedando en el fondo, a nuestros pies, con sus aguas abriéndose paso entre las rocas mediante caídas y saltos, auténticos toboganes impresionantemente bellos. Aunque intenté captarlos con mi cámara desde el propio sendero utilizando el zoom, ni por asomo reflejan la realidad. Esta zona, que he leído que se llama Torrent de la Coma de les Perdius, es muy bonita y también agreste, pese a que al otro lado del río podíamos distinguir claramente la vía del tren como una costura en la montaña.
El camino, estrecho, con suelo pedregoso y fuerte desnivel a tramos, no nos resultaba muy complicado, aunque picaba el sol, ya que los árboles escaseaban aún. Desde un punto distinguimos el túnel donde se cruzan los trenes, a los que vimos pasar. Esa tarde había mucha frecuencia de paso: tenían muchos excursionistas que devolver a las estaciones de Queralbs o de Ribes de Freser.
Poco a poco nos fuimos adentrando en el bosque de pino negro y nos aproximamos al curso del río, hasta llegar a su altura en el Pla de Sallent, a 1.775 metros de altitud, donde lo cruzamos por un puente. Un cartel nos indicaba que llevábamos 55 minutos desde Nuria y nos faltaban 2 horas 25 minutos hasta Queralbs.
Ya con el río a nuestra derecha, pasamos por otro lugar destacado por sus caídas de agua, la Cua de Cavall i Balma de Sant Pere, a 1.735 metros, donde fue inevitable que nos detuviéramos a hacer algunas fotos.
Después, seguimos contemplando auténticas cabriolas del agua en las gargantas del Nuria (Gorges de Núria), más próximas o más lejanas del camino, pero siempre formando estampas fantásticas. Así, el cansancio se notaba menos por la cantidad de veces que hicimos un alto para deleitarnos con el paisaje de agua y montaña. Además, el sendero estaba concurrido, pero no era el rosario de gente que seguramente subió por la mañana, así que la tranquilidad nos acompañó durante casi todo el itinerario.
Un rato más tarde, llegamos a una de las zonas más bonitas sin duda, lo que ya es decir: el Salt del Sastre, una preciosa cascada, que se contempla muy bien desde un estupendo mirador natural. Ya estábamos a 1.691 metros de altitud. El sitio resultaba encantador y le hicimos fotos en todas las posiciones.
Seguidamente, encaramos un trecho de acusado descenso, con el pedregoso sendero zigzagueando en el paraje que se conoce como las Marrades del Salt del Sastre. Los panoramas eran espectaculares y pudimos distinguir una nueva e imponente cascada, una chorrera en realidad, deslizándose desde lo alto de la montaña. Lástima que el sol diese de frente y fuese imposible sacar una foto que le hiciese justicia.
Al terminar aquella tortuosa bajada, llegamos al cruce que posibilita tomar la variante del Roc del Dui, pero un cartel avisaba de que el camino estaba cerrado por peligro de desprendimiento. Desde luego, como solemos hacer siempre en estos casos, la advertencia despejó cualquier duda que tuviésemos y proseguimos la ruta clásica. Ya nos daba la sombra.
Tras pasar la Balma de Sant Rafael, llegamos al Pont de Cremal, un bonito puente rústico de piedra de un solo arco, por el que cruzamos al otro lado del río. Había gente bañándose en unas pozas.
Ya en el otro lado del río, pasamos por la Balma de Sant Pau y el refugio del mismo nombre, abierto en la roca. Al otro lado veíamos cascadas desbordándose por las montañas, sus laderas pedregosas ya recubiertas de bosques. Un paisaje soberbió aquí también, rodeados por los Roquedos del Dui y Totlomón.
Continuamos por canchales y por bosques, hasta salir de nuevo a Queralbs. Sin embargo, este tramo con tan pocas palabras me costó casi más que todo lo anterior. Las rodillas se resentían por el desnivel, las piedras y el cansancio acumulado que llevábamos encima: era nuestra octava ruta de senderismo en diez días de vacaciones. Menos mal que había merecido la pena.
En resumen, una ruta de senderismo preciosa, la recomiendo de verdad, no me extraña que sea una de las emblemáticas en Cataluña. Aunque un poquito dura por el desnivel y las piedras, para un senderista medio en verano y con buen tiempo resulta asequible tanto de subida como de bajada. Quizás, la subida tiene el premio de sentir el gozo del peregrino al alcanzar el objetivo tras el esfuerzo, mientras que en la bajada ya lo has visto. En fin, la forma de hacer la excursión es decisión de cada cual. Sin embargo, al ser lineal, particularmente no la caminaría completa de ida y vuelta habiendo un tren que te sube o que te baja. Además, en nuestro caso al englobarse en unas vacaciones más amplias, nos venía bien ahorrar tiempo y esfuerzos, de modo de que ni mucho menos nos arrepentimos de la opción que elegimos.
Por cierto, que a nadie se le olvide visitar el pueblecito de Queralbs, pequeñito pero lleno de encanto, pues ha conservado perfectamente su arquitectura tradicional. Pero eso lo contaré en una etapa de un próximo diario dedicado en concreto a estas vacaciones.