Concluida nuestra estancia en Bellver de Cerdanya, después de desayunar emprendimos el viaje de la jornada, que terminaría en Llivia, donde habíamos reservado tres noches de alojamiento. Sin embargo, en vez de hacer el recorrido más corto, de apenas 23 kilómetros y 25 minutos en el coche, dimos un rodeo, que nos supuso nada menos que 90 kilómetros y dos horas en el coche, con el objetivo de ver un par de cosillas que me habían llamado la atención en internet y que no nos sería posible visitar en los días siguientes por cuestión de horarios. Así, el itinerario de la mañana, a lo largo del cual íbamos a pasar por tres provincias catalanas (Lleida, Barcelona y Girona), quedó conforme a la captura de Google Maps que pongo a continuación:

Para llegar a nuestra primera parada, pusimos rumbo al sur, primero por la N-260, luego por la N-1411, para tomar después la C-16 hasta Guardiola de Begeda, donde tomamos la B-402, que nos llevaría hasta los Jardines de Artigas en la Pobla de Lillet, ya en tierras de Barcelona. Previamente, pasamos por el túnel del Cadí, que con algo más de cinco kilómetros es el cuarto más largo en las carreteras de Cataluña y une la Cerdaña con el Alto Bergadá. Inaugurado en 1984, supuso un gran revulsivo para el desarrollo económico y turístico de ambas comarcas al reducir considerablemente en tiempo, longitud y seguridad las comunicaciones con otras zonas catalanas, Barcelona en particular. Tuvimos que pagar peaje, 12 euros en concreto, ya que no atañe solo al túnel sino también a la C-16 (Autopista de Montserrat) en la que se encuentra, que llega hasta Guardiola de Bergadá, lo que supone en total unos 18 kilómetros. La principal alternativa es circular entre montañas por nuestra vieja conocida de la zona oeste, la serpenteante carretera N-260, si bien hay otra posibilidad que utilizamos nosotros de regreso, por la Molina, pero eso ya lo contaré.
JARDINES ARTIGAS (JARDINS ARTIGAS). Un inconfundible escenario Gaudí.
En la recóndita localidad de Pobla de Lillet se encuentran estos pintorescos jardines, una de las obras más desconocidas de Antoni Gaudí. Para llegar hay que entrar en el pueblo por la Plaça del Fort, luego continuar por las calles Pontarró, Àngel Guimerà y Salvador Torrents hasta encontrar la vía del tren, que hay que seguir hasta llegar al aparcamiento de los Jardines. Mucho cuidado aquí porque el Tren del Ciment funciona y, como es necesario circular durante un tramo sobre las propias vías, hay que estar muy atentos a los semáforos, que, os aseguro por experiencia propia, pueden pasar inadvertidos con bastante facilidad. ¡Ojo, pues!
Los coches pasan por encima de la vía para ir al parking, así que atención al semáforo.


La entrada general cuesta 4,5 euros (existen tarifas reducidas para niños, mayores, etc) y se adquiere en la misma taquilla, ya que no disponen de venta online. El horario de visita varía dependiendo de la temporada, así que antes de acercarse es mejor consultarlos en su página web: turismelillet.cat/ ...s/?lang=es

La visita es libre, si bien existe un itinerario recomendado, señalizado con flechas de color amarillo y, además, se puede consultar lo que se va viendo en un folleto que se descarga por internet. Se puede recorrer todo tranquilamente en unos 40 minutos. Hay bastantes escaleras, de modo que no es una visita recomendable para personas con movilidad reducida.


Pese a que la mañana estaba bastante nublada y deslucía un poco el panorama, nada más bajar las escaleras de acceso nos gustó lo que divisamos, pues enseguida nos sumergimos en un inequívoco escenario Gaudí.


En el folleto, leímos la historia de este curioso lugar, cuya construcción se remonta a principios del siglo XIX, cuando Eusebi Guell fundó en el Clot del Moro la primera fábrica de cemento Portland de Cataluña, cuyos hornos utilizaban carbón de las minas Catllarás. Debido a la considerable distancia entre el núcleo de población, en la Pobla de Lillet, y la explotación minera, Guell decidió encargar a Gaudí el proyecto del Xalet de Catllarás, que se utilizó para viviendas de los trabajadores y los ingenieros de las minas.

Durante su realización, Gaudí se alojó en la residencia de la familia Artigas, propietaria de una de las fábricas textiles más prósperas de la época, y en señal de agradecimiento, el arquitecto les regaló el diseño para un jardín en un terreno colindante a su casa y a su fábrica.


Al comienzo, nos encontramos con el llamativo Puente de los Arcos, donde nos detuvimos, como todo el mundo, para hacer fotos. Sin cruzarlo, seguimos por la izquierda, contemplando una vista general muy atractiva con el propio puente y el río, que parecía sacada de un cuento de hadas.



Poco a poco, iríamos descubriendo rincones tan sugerentes como las Fuentes de la Cascada y la del Buey, la Gruta, con el arco centenario y la Fuente de la Magnesia y la Pérgola con la Fuente del León en su interior.






En la distancia, mirando hacia lo alto, podíamos vislumbrar lo que se llama la Glorieta, el símbolo emblemático del jardín, situada en una roca calcárea y que sirve también de mirador, al que se accede cruzando el río por el Puente de Arco Cojo y el Águila.



Las vistas desde arriba permiten contemplar un panorama general de todo el jardín, que es pequeño pero muy bonito, diferente en cualquier caso.




La fusión de la arquitectura con la naturaleza mediante un vínculo que alimenta la fantasía aparece incluso en la forma de las barandillas que delimitan la zona de paseo, imitando troncos y ramas y rematadas con elementos de piedra con formas caprichosas.



Gaudí proyectó una única entrada para el jardín, flaqueada por serpientes, de lo más peculiar también. Al fin, llegamos al extremo opuesto del Puente de los Arcos, donde se encuentran las cariátides de un hombre y una mujer, que constituyen uno de los puntos fuertes para tomar la típica foto de recuerdo.


Reconozco que me encanta Gaudí, así que disfruté mucho durante el paseo. Quizás no compense hacer un viaje a propósito para ver este sitio, pero resulta muy recomendable si se viaja por la zona, combinándolo con otros lugares interesantes y que no se hallan muy lejos, como el nacimiento del río Llobregat, por ejemplo.

FUENTES DEL LLOBREGAT (FONTS DEL LLOBREGAT).
El nacimiento del río Llobregat se encuentra en la población de Castellar de n’Hug, a solo diez kilómetros de los Jardines de Artigas, por la carretera BV-4031. Pongo la captura del itinerio en Google Maps.

Nuestra idea inicial era aparcar en el pueblo, muy pintoresco por lo que pudimos comprobar en la distancia, visitarlo y acercarnos caminando hasta el río, lo que supone un agradable paseo de dos kilómetros en total. Sin embargo, como no dejaba de ser lo más previsible en un domingo de la primera quincena de agosto, todo estaba a rebosar y ni siquiera vimos un sitio libre para dejar el coche. Curiosamente, sí lo encontramos en el aparcamiento de las propias Fonts. De verdad, no me explico cómo tuvimos tanta suerte allí.


El acceso es gratuito y la visita libre. Hay un itinario habilitado, con escaleras, pasarelas, barandillas y miradores que se asoman al curso del río hasta su nacimiento, en cuyo recorrido se contemplan preciosas cascadas. Si se llega desde al pueblo, la ruta es circular y normalmente se hace de bajada, sin repetir el tramo. En nuestro caso, al aparcar junto a las Fonts tuvimos que hacerlo lineal, primero de subida y luego de bajada.





Las aguas brotan con fuerza entre las peñas de roca caliza que bordean la localidad de Castellar de n’Hug, procedentes de la lluvia y la nieve acumuladas durante el invierno en los picos cercanos como el Puigllançada y la Tossa de Alp.



El Llobregat es uno de los ríos más importantes de Cataluña, pues la atraviesa de norte a sur pasando por las comarcas del Berguedá, el Bages y el Baix Llobregat hasta que, finalmente, desemboca en el mar Mediterráneo, formando un delta.



Aunque bastante cortita, nos pareció una excursión muy chula, pese a la gran cantidad de gente que había. También merece la pena dar un paseo por la zona en torno al río, junto al aparcamiento, si bien no pudimos acceder a las bonitas vistas que deben contemplarse cerca del antiguo molino, pues el paso está cerrado por una alambrada.




Igualmente fue una lástima no haber podido visitar Castellar de n’Hug. Nos quedamos con las ganas, así que procuraremos volver en otra ocasión con más tiempo y ver más cosas aparte del río.

Teniendo en cuenta todo lo que me enrollo y para no hacer este relato excesivamente largo, voy a dejar lo que visitamos a lo largo de la tarde para la siguiente etapa. Así, al mismo tiempo, mantengo un poco más ordenados los lugares, ya que tanto los Jardines Artigas como el nacimiento del Llobregat se encuentran en la provincia de Barcelona y no pertenecen a la Cerdaña.