Carmona era la razón principal de nuestra escapada andaluza de la primera semana de enero, aunque también visitamos otros lugares que no nos decepcionaron en absoluto, tal como he venido comentando en las anteriores etapas. Por diversos motivos relacionados con el cierre de monumentos por las festividades de Reyes, Osuna supuso una parada intermedia, pernoctando allí una noche entre las dos que pasamos en Carmona. Sin embargo, como este detalle tiene poco interés para quien lea este diario, lo contaré como si hubiésemos hecho la visita a Carmona de una tacada, lo que puede influir en que en algún caso el momento del relato no coincida con la hora en que tomé las fotos que iré poniendo.
UBICACIÓN DE CARMONA EN EL MAPA PENINSULAR.
Carmona se encuentra a solo 35 kilómetros de Sevilla, menos de media hora en coche por la A-4, por lo que se convierte en una parada muy interesante en el curso de cualquier visita a la capital andaluza. Tampoco está muy lejos de Córdoba, 108 kilómetros, poco más de una hora en coche por la misma A-4, autovía que también conduce hasta Madrid, en un recorrido de 496 kilómetros y cuatro horas y media de viaje.
Si bien es posible visitar Carmona en una sola jornada, tiene tanto que ver y tan interesante, que, al menos en mi opinión, resulta recomendable alojarse allí una noche, con el aliciente añadido de albergar uno de los Paradores de Turismo más destacados de toda la red nacional, aunque no siempre se encuentra habitación libre y tampoco es precisamente de los más baratos. Sin embargo, en el centro histórico hay otros establecimientos hoteleros que no le van a la zaga en cuanto a atractivo, ubicación y con mejor precio.
UNOS POCOS DATOS SOBRE CARMONA.
Capital de la Comarca de la Campiña de Carmona, se encuentra a 253 metros de altitud sobre el nivel del mar y cuenta actualmente con una población cercana a los 30.000 habitantes, cuyo sustento económico ha estado siempre muy ligado a la abundancia en Los Alcores de margas, que se han empleado tradicionalmente en la alfarería y para la fabricación de adobes, así como la extracción de la roca sedimentaria con la que se produce el albero, utilizado para la pavimentación de caminos. También se cultiva girasol, algodón, aceite y aceituna. Declarada conjunto histórico-artístico en 1963, se ha convertido en uno de los principales puntos de referencia a nivel turístico de la provincia de Sevilla.
Aunque se conoce el asentamiento de grupos humanos en sus alrededores desde hace más de medio millón de años, fue en la Edad del Bronce, en torno al 1800 a.C., cuando se produjo el agrupamiento de la población. En torno al año 1000 a.C. alcanzó un gran esplendor y todos los indicios apuntan a que fue una de las ciudades fortificadas del reino de Tartessos. Luego llegaron los fenicios, los cartagineses (quedan restos de su dominio en la Puerta de Sevilla) y los romanos, de cuya época se conserva, entre otros numerosos restos arqueológicos, la Necrópolis del siglo I.
Tras ser capital de uno de los reinos de Taifas, la tomó Fernando III en 1247, dotándola de fuero propio, y Pedro I la convirtió en una de sus residencias favoritas. Isabel la Católica reformó su alcázar y Felipe II le concedió el título de ciudad. Durante los siglos XVII y XVIII se construyeron la mayor parte de los conventos, iglesias, casas señoriales y palacios que perduran en la actualidad, formando parte de un rico patrimonio monumental.
Llegamos a Carmona poco antes de las dos de la tarde, procedentes de Córdoba, en una mañana muy desapacible, con lluvia y una niebla intensa que nos hizo dejar para otro día la visita que teníamos prevista a Almodóvar del Río y su castillo. Como en ese momento no estaba la jornada para muchos paseos, fuimos directamente al Parador, donde teníamos alojamiento reservado para aquella noche. De paso, decidimos almorzar en su restaurante, del que nos habían hablado muy bien. Pese a estar en vacaciones navideñas, el comedor estaba muy poco concurrido, lo cual nos dejó muy tranquilos por el tema de la pandemia. La comida nos gustó bastante, aunque la cuenta subió a casi 100 euros, lo que, en comparación, resultó un precio más elevado que el que habíamos pagado en ocasiones anteriores en otros paradores.
PARADOR DE CARMONA. ANTIGUO ALCÁZAR DEL REY PEDRO I.
El Parador de Carmona, denominado Alcázar del Rey don Pedro, se inauguró en 1976 y ocupa el patio de armas del antiguo palacio de Pedro I (el Cruel o el Justiciero, dependiendo de quien lo juzgue), cuya estructura original se ha respetado y que tuvo su origen en un alcázar árabe, posiblemente erigido sobre una acrópolis romana. Pedro I lo amplió en el siglo XIV, siguiendo el patrón utilizado para el Alcázar de Sevilla, y lo convirtió en una de sus residencias favoritas. Posteriormente, Isabel la Católica lo reformó de nuevo. Sufrió muchos daños como consecuencia del terremoto de Lisboa de 1755.
La ubicación es magnífica, en un cerro que domina la población y la vega del río Corbones, de la que se contemplan unas vistas magníficas desde una amplia terraza que asemeja una atalaya provista de almenas. Y ni siquiera la lluvia, las nubes y la niebla que nos recibieron a nuestra llegada le restaban espectacularidad al amplio y bello panorama.
El Parador cuenta con piscina y unos bonitos jardines, si bien lo más sugerente es, quizás, un precioso patio con arcos peraltados y una fuente central al más genuino estilo árabe. Tiene categoría de cuatro estrellas.
Se accede por un doble arco de herradura apuntado, que formaba parte de la antigua muralla, donde todavía se aprecian restos de pinturas geométricas. La recepción está en la planta superior del conjunto. A las habitaciones se llega yendo hacia abajo al contrario de lo habitual, siendo las de arriba las que cuentan con balcón y las mejores vistas; y también son las más caras, claro está. En esta ocasión, no era un detalle por el que estuviéramos dispuestos a pagar un gran suplemento, así que nos conformamos con una habitación doble estándar, con ventana, que tampoco estaba nada mal. Su precio, 130 euros (sin desayuno), bastante más elevado de lo que solemos pagar en los Paradores, donde procuramos aprovechar ofertas, pero lo dimos por bien empleado, ya que fue un capricho navideño.
Al lado, pero sin acceso directo, se encuentran los restos del antiguo alcázar, en los que se ha llevado a cabo un largo proceso de restauración y habilitación con paneles informativos, pasarelas y demás. Según me contaron en la recepción del Parador, las visitas turísticas se interrumpieron a causa de la pandemia. Desconozco si a estas alturas se han abierto de nuevo al público. Una lástima porque he visto fotos en la página web de la Oficina de Turismo y la visita puede resultar interesante. Caminando en paralelo al foso que bordea la muralla por el exterior, pudimos ver parte de lo que se llama “el Cubete”, una especie de fortín de forma ovalada, construido en tiempos de los Reyes Católicos. Las fotos que tengo de esta zona son nocturnas.
Después del almuerzo, nos acomodamos en la habitación y a los pocos minutos noté que empezaban a abrirse claros en el cielo. Además, la previsión meteorológica apuntaba que la lluvia cesaría a partir de las cuatro. De modo que, rápidamente, me dispuse a iniciar mis visitas, que comencé contemplando las vistas desde el exterior del propio Parador.
Como el Parador está en un alto, en un extremo del casco histórico de la población, tuve que caminar algunos minutos, descendiendo por calles y callejuelas donde ya pude contemplar rincones llenos de encanto, que me limite a ver solo de pasada porque mi primer destino era otro.
Entre esos lugares, reconocí la Casa Palacio de Don Alonso Bernal Escamilla o Palacio de los Turmos. Sobre el dintel de su puerta se recuerda que allí se alojó Felipe IV durante su estancia en Carmona. El edificio consta de una fachada encalada con portada monumental y cadenas adosadas. Se divide en tres partes, destinadas a casa de invierno, casa de verano y casa de labor.
Poco después, pasé junto a la Casa Palacio Marqués de San Martín o Conde de Rodezno, de la que destaca su portada-mirador del siglo XVIII. En su interior, que consta de casa de labor y casa noble, se han rodado numerosas películas, pues cuenta con nueve patios, espacios de diferentes épocas y corredores islámicos y mudéjares.
Finalmente, tras recorrer rincones muy fotogénicos que comentaré después, llegué al sitio que estaba buscando.
Alcázar de la Puerta de Sevilla (Oficina de Turismo).
Esta entrada a la antigua ciudad fortificada a modo de pequeño alcázar constituye, en mi opinión, el punto ideal para iniciar el recorrido por Carmona y no solo por la información y los mapas que allí proporcionan muy amablemente, sino también por las vistas que se contemplan, especialmente bonitas desde la parte superior, adonde se accede con una entrada que cuesta 2 euros. También me hubiera gustado hacer una visita guiada, pero debido a las festividades navideñas y a las restricciones por la pandemia no fue posible. Para conocer los horarios de los monumentos, los precios y demás, conviene consultar previamente su página web: turismo.carmona.org , de la cual he obtenido mucha de la información que figura en esta etapa.
Fotografía del plano que me facilitaron en la Oficina de Turismo.
Este pequeño alcázar reúne un compendio de restos arquitectónicos, cuya datación más lejana se remonta al siglo IX a.C., y que corresponden a los pueblos que dejaron una huella más profunda en su historia: cartagineses, romanos, árabes y cristianos. Se puede descargar una guía en el teléfono móvil mediante un código QR.
En los años 70 del siglo pasado se llevaron a cabo una serie de modificaciones, que implicaron el derribo de casas adyacentes, lo que permitió habilitar el Salón de los Presos, Bajo y Alto, el Patio de los Aljibes y la Torre del Oro, desde cuyas almenas se contempla buena parte del caserío en 360 grados.
Me gustó mucho este lugar, dotado, además, de una luz mágica con el sol que aparecía después de la lluvia, la niebla y la tormenta. Impagables las panorámicas, pues se localizan mediante planos informativos algunos de los monumentos más destacables de la ciudad, con el encanto de sus tejados y los fértiles campos de alrededor.
Pese al intenso tráfico, el Alcázar de la Puerta de Sevilla presenta un aspecto espléndido desde la Plaza de Blas Infante y supone el acceso al casco histórico a través de sus dos puertas enfrentadas, construidas con arcos de medio punto y bóvedas de cañón. Sin embargo, antes de volver a cruzarlas, bajé por la calle de San Pedro hasta el Paseo del Estatuto y vi varios sitios interesantes.
Alcázar de la Puerta de Sevilla desde la Plaza de Blas Infante.
Vista de la Iglesia de San Pedro desde la Plaza de Blas Infante.
Vista de la Iglesia de San Pedro desde la Plaza de Blas Infante.
Iglesia de San Pedro.
Data del siglo XV, si bien fue muy reformada en el siglo XVIII. Del exterior, lo más llamativo es la torre, que se parece a la Giralda, y en la que no falta el Giraldillo. Me costó un par de intentos encontrar el templo abierto, pero mereció la pena porque cuenta con una gran colección de orfebrería y esculturas, algunas románicas.
Sus capillas poseen hermosos retablos, como el de San Juan Bautista y San Teodomiro. El imponente Altar Mayor, del siglo XVIII, tiene una imagen de la Virgen del Carmen. La Capilla Sacramental presenta una cúpula de gran belleza y constituye un buen ejemplo del barroco andaluz.
A su lado, se localiza el antiguo Hospital de San Pedro, con notable fachada de azulejos del siglo XVIII y un bonito patio. Muy cerca, en el Paseo del Estatuto, están el Teatro Cerezo (de estilo ecléctico, construido en 1931), el Convento de la Concepción (del siglo XVI, pero con reformas posteriores que le dan apariencia barroca y con un claustro mudéjar) y el Mausoleo Romano, que se remonta a los siglos I y II d.C. Después me enteré de que se puede acceder libremente al mismo bajando al aparcamiento público anexo. En las inmediaciones, se halla la Fuente de los Leones, remodelada en tiempos de Juana I y que sirvió de esparcimiento a los vecinos, dando lugar después a la Alameda de Alfonso XIII. Este lugar se conocía antaño como la Plaza de Abajo, ya que dentro del recinto amurallado estaba la Plaza de Arriba o de San Fernando, a la que me referiré después. En este caso, las fotos corresponden a nuestro paseo nocturno.
De vuelta al casco antiguo, tras cruzar los Arcos de la Puerta de Sevilla, desde la Plaza del Palenque, yendo hacia la derecha, llegué hasta la Iglesia de San Bartolomé, cuya construcción se inició a finales del siglo XV en estilo gótico mudéjar y se reformó según los cánones barrocos en el siglo XVIII. Su interior alberga interesantes pinturas, hermosas capillas, como la de Jesús Nazareno, y bellos retablos, entre los que destaca el Retablo Mayor.
Enfrente está la Casa de los Domínguez, construida en el siglo XVIII en estilo barroco y que cuenta con una portada monumental con dos cuerpos diferenciados, en cuya fachada destaca la decoración de motivos geométricos. En su interior, hay un patio con columnas porticadas de mármol. Actualmente, es la biblioteca municipal y el archivo de Carmona.
Siguiendo por la calle de San Felipe, se llega hasta el Centro de Interpretación del Mudéjar, la Iglesia y Arquillo de San Felipe, la Casa del General Chinchilla y el Molino de la Romera, ya de camino hacia el Parador. Sin embargo, yo continué por la calle Domínguez de la Haza hasta alcanzar la Plaza del Mercado de Abastos, que está un poquito escondida tras un arco. Ocupa el espacio de un antiguo convento de Dominicas, data del siglo XIX, tiene planta cuadrada y galerías porticadas. Vi varias mesas de terrazas de bares y restaurantes, pero no estaba muy concurrida debido al frío y a la lluvia de las horas previas.
Muy cerca, pasé junto al Ayuntamiento, instalado en el edificio del antiguo convento de San Teodomiro, que ocuparon los jesuitas desde que se construyó en 1621 y hasta su expulsión durante el reinado de Carlos III. Pasó a ser Casa Consistorial en 1842. En su interior hay varios restos y mosaicos de época romana. A continuación, está la Iglesia del Salvador, templo de grandes dimensiones y de estilo churrigueresco, erigido en el siglo XVII sobre otro anterior. Su Altar Mayor presenta una gran riqueza decorativa.
Desde allí, girando a la izquierda, llegué hasta el Palacio de los Rueda, obra de finales del siglo XVII en mamposta y cantería, con gran portada-retablo de dos cuerpos, el primero con columnas toscanas y el segundo con columnas jónicas y frontón curvo, bajo el que se reconoce el escudo de armas de la familia. Casi haciéndo ángulo recto, pude ver la Casa Palacio de los Aguilar, donde estuvo ubicada la sede del Concejo hasta la segunda mitad del siglo XVI. Fue reformada a finales del siglo XVII en estilo barroco, del que es muy representativa su portada.
Allí mismo, frente al Palacio de los Rueda, me encontré con la enorme mole de la Iglesia Prioral de Santa María
En la Oficina de Turismo me aconsejaron que visitara el interior, cuyo acceso se encuentra en la Plaza del Marqués de las Torres.
El interior de la Iglesia Prioral de Santa María se puede visitar pagando una entrada de 3 euros. Está considerada la obra religiosa más importante de Carmona y fue construida sobre la antigua mezquita, de la que aún subsiste el patio de abluciones. Se levantó durante los siglos XV y XVI, en dos fases claramente definidas por sus respectivos estilos gótico y renacentista.
Al periodo barroco corresponden la Puerta del Sol y la Capilla Sacramental. La torre se inició en el siglo XVI y se concluyó en el XIX.
El Retablo Mayor es de mediados del siglo XVI y la Sacristía cuenta con un tesoro muy importante. Destacan también el Coro y la Capilla del Cristo de los Martirios, de estilo flamenco.
Personalmente, me pareció una visita interesante; sobre todo me impresionó lo grande que es el interior del templo y su altura. Se puede hacer fotos sin flash.
Desde la portada por la que se accede a la Iglesia Prioral, en la Plaza del Marqués de las Torres, se obtiene una fotografía muy bonita con el Convento de las Descalzas (siglo XVII, y que todavía acoje a una congregación de monjas) al fondo y la Estatua de Santa Ángela de la Cruz a la derecha.
Retrocedí por la Calle Martín López hasta la Plaza de San Fernando, también conocida como Plaza de Arriba, que hoy ocupa lo que debió ser el antiguo foro romano. Rodeada de edificios de diferentes estilos, tuvo forma cuadrada hasta una reforma de 1924, en que adquirió su actual trazado circular.
En la esquina de la calle Prim, me llamó la atención la fachada de una casa mudéjar recubierta de azulejos, que data del siglo XVI.En las proximidades, están el Convento de la Madre de Dios, con un mirador desde el que se asomaban las monjas para ver sin ser vistas, y la Casa de los Caro, antigua Audiencia, que data de finales del siglo XVI.
La tarde caía deprisa, así que antes de que se pusiera el sol, subí primero por la Calle Santa María de Gracia y luego por la de Dolores Quintanilla hasta salir por la Puerta de Córdoba, situada en el lado este del recinto amurallado, y que hay que contemplar desde fuera y desde dentro. Sus dos torreones inferiores almenados de planta octogonal corresponden a la época romana, si bien la puerta actual no se erigió hasta el siglo XVIII. En este mismo lugar estuvo el llamado Alcázar de la Reina, destruido por orden de los Reyes Católicos en 1478. Además de ver la puerta, merece la pena llegar hasta aquí para contemplar las panorámicas, si bien entonces ya apenas había luz natural.
Ya de vuelta, pasé junto a la Iglesia de Santiago, que al parecer se construyó sobre los cimientos de una mezquita, de la que se conserva el alminar. Luego, me detuve a contemplar la bonita portada del Hospital de la Misericordia y de la Caridad, fundado en 1510 por la duquesa de Arcos para atender a personas enfermas de forma gratuita. La iglesia cuenta con cuadros y tallas destacados, pero estaba cerrada. Al lado, vi el Convento de Santa Clara, el más antiguo de la ciudad, fundado en 1460. Cuenta con pinturas barrocas y una llamativa torre-mirador del siglo XVIII. Las monjas de clausura que todavía lo ocupan hacen dulces en su obrador que antes solo vendían a través de lo que se conocía como “el torno”, si bien desde que se abrió el Convento al público se pueden adquirir directamente en una tiendecita instalada en la recepción. Al finalizar mis visitas de la tarde, volví para comprar un par de cajas. Muy rico todo, en especial las tradicionales “tortas inglesas”, que están consideradas como uno de los mejores dulces de la provincia de Sevilla y llevan huevos, azúcar glas, harina, hojaldre, cabello de ángel, canela molida y azúcar.
En este punto, volví hasta la entrada de la Casa Palacio del Marqués de las Torres, donde actualmente se encuentra el Museo de la Ciudad. El edificio es del siglo XVI y cabe mencionar los yesos decorativos de tradición mudéjar en las molduras de los balcones.
Las dependencias en las que está instalado actualmente el museo se organizan en dos plantas alrededor de un bonito patio, en una de cuyas escaleras está el lienzo de la Virgen de Gracia. Era el día de visita gratuita, así que me ahorre los 2,5 euros que creo que cuesta la entrada general.
En sus numerosas salas reúne una buena colección de herramientas de piedra utilizadas por los primeros habitantes de Carmona y también diversos objetos de la Edad del Cobre y de la Edad del Bronce, recuperados en el curso de las excavaciones arqueológicas llevadas a cabo en la ciudad y sus alrededores. La visita continúa mediante un recorrido cronológico en el que se documenta la huella dejada por los sucesivos pueblos que la ocuparon: cartagineses, romanos, árabes, reconquista cristiana, etc. Asimismo, hay salas dedicadas a la evolución actual de la ciudad y a artistas de Carmona. Está muy bien montado y todo perfectamente explicado, con paneles y maquetas. Merece la pena visitarlo si se dispone de tiempo y se está interesado en la historia de la ciudad.
Por la noche, salimos a cenar y tomamos unas tapas en uno de los pocos lugares que encontramos abiertos. Entre el frío y la pandemia, la oferta era escasa y no nos apetecía repetir en el restaurante del Parador, pues no teníamos demasiado apetito. En cualquier caso, el patio lucía soberbio.
Luego, aprovechamos para dar una vuelta y sacar unas fotos nocturnas de Carmona, embellecida por la iluminación navideña. El paseo desde el Parador hasta el centro lleva unos diez o doce minutos, hay algo de cuesta, pero resulta muy llevadero por lo atractivo del entorno, así que no supone demasiado esfuerzo recorrerlo caminando.
Al día siguiente, la mañana amaneció con algunas nubes bajas que se fueron disipando rápidamente, según pudimos ver desde la ventana de nuestra habitación.
Enseguida partimos hacia Osuna (viaje que relato en la etapa anterior) y regresamos al día siguiente, por la tarde. En esta ocasión, nos alojamos en el Hotel Alcázar de la Reina, de cuatro estrellas, muy bien ubicado, e instalado en un precioso edificio mudéjar restaurado. Estupenda elección, con un precio bastante comedido. (79 euros solo alojamiento en nuestro caso). Cuenta con piscina y restaurante. Desde la plaza donde se ubica, hay unas bonitas vistas.
Después de acomodarnos, salí a dar otra vuelta por la ciudad, disfrutando del fantástico encanto de sus callejuelas y entrando en algunas iglesias que no estaban abiertas durante mi visita anterior. Por ejemplo, la Iglesia de San Felipe, que data del siglo XIV, aunque fue muy remozada en el XV y el XVI.
De típico estilo gótico-mudéjar de la región, tiene planta basilical y tres naves con sus cabeceras, la central, gótica de 1300. Cuenta con bellos artesonados, portada del siglo XV y torre con campanario renacentista de 1562. También destacan varios retablos barrocos y una excepcional talla del Cristo de la Amargura del siglo XVI.
Además, tenía montado un enorme y precioso belén, que había ganado el premio a la mejor composición. Bonito de verdad.
Al día siguiente, antes de marcharnos, nos dirigimos a la zona donde se encuentran el Anfiteatro y la Necrópolis Romana, a un kilómetro y medio del centro de la ciudad, en la Avenida Jorge Bonsor, 9. Se puede llegar caminando, pero como ya nos marchábamos, fuimos en el coche. Había sitio para aparcar. A un lado, está el Anfiteatro, destinado a espectáculos con fieras y otros eventos. Se supone que data del siglo I. Excavado en la tierra, la única parte visible es la que correspondía al graderío. El acceso estaba cerrado, así que tuvimos que conformarnos con verlo desde fuera, a través de una verjas metálicas.
La Necrópolis sí que pudimos visitarla. Data del siglo I, se descubrió a finales del siglo XIX y es uno de los recintos de estas características más importantes de España por su buen estado de conservación. La entrada es gratuita y tiene un recorrido perfectamente marcado, con paneles informativos que explican los ritos de enterramiento que se realizaban entonces y otras muchas curiosidades.
Cuenta con más de mil enterramientos. Hay que tener cuidado de fijarse bien en todos los puntos del itinerario marcado para no pasarse nada por alto, si bien los lugares más interesantes son:
La Tumba del Elefante, santuario dedicado a las divinidades orientales Cibeles y Attis. Su nombre se debe a una pequeña escultura hallada en el interior que representa a un elefante, animal que siempre produjo una profunda fascinación como símbolo de eternidad.
La Tumba de Servilia, así denominada por el nombre que aparecía en la estatua femenina allí encontrada. Se trata de la estructura más monumental de la necrópolis, pues reproduce una mansión muy lujosa, acorde con los modelos helenísticos, con amplio patio porticado al que se abrían las estancias. Entre ellas, una galería cubierta donde, al parecer, estuvo en origen la estatua de Servilia, que ahora se encuentra en el Museo Arqueológico.
La cámara funeraria tiene un gran vestíbulo trapezoidal, cubierto por una bóveda apuntada. Está fechada en la época de Augusto y por sus características se cree que perteneció a una familia muy rica y poderosa.
Además del acceso a las galerías, se han habilitado dos miradores para observar el conjunto completo.
También hay una tumba en la que se han recuperado pinturas después de un laborioso proceso de restauración, ya que al ser descubiertas se encontraban muy deterioradas debido al tiempo y la humedad. Las pinturas de las tumbas reflejaban las creencias espirituales de su propietario.
Así acabó nuestra estancia en Carmona, ciudad que respondió muy bien a nuestras expectativas y eso que en esa época del año, con pocas horas de luz, muchos lugares cerrados por las festividades navideñas, y la pandemia no ayudaron precisamente. En cualquier caso, merece la pena dedicarle una visita tranquila y sosegada, recorriendo minuciosamente su casco antiguo para disfrutar de sus calles y callejuelas llenas de encanto y de la gran cantidad de monumentos (conventos, iglesias, casas y palacios) que atesora. Naturalmente, no me dio tiempo a verlo todo, con lo cual no me importará volver. Por cierto que, como sugerencia, si se combina la visita de Carmona con Osuna, la escapa resultará perfecta.