Parece mentira que habiendo estado varias veces en Sevilla nunca hubiésemos visitado Itálica, teniendo en cuenta nuestro gusto por las ruinas romanas. Así que en esta ocasión, durante nuestra escapada de enero por las provincias de Córdoba y Sevilla, no dejamos de pasar la oportunidad.
SITUACIÓN DE ITÁLICA EN EL MAPA PENINSULAR.
Itálica se encuentra en Santiponce, a poco más de12 kilómetros del centro de Sevilla capital, unos veinticinco minutos en coche por la SE-30 hasta la salida 20b y luego por la N-630 y la A-8078, tal como aparece en el itinerario sugerido por Google Maps, cuya captura pongo a continuación.
Procedentes de Carmona, llegamos sobre las doce de la mañana y pudimos aparcar cómodamente casi en la misma puerta. Ya en la distancia pudimos comprobar que había bastantes visitantes, pero sin que resultara agobiante, ni mucho menos. Antes de entrar, te ofrecen la posibilidad de unirte a alguna de las visitas guiadas que ofrecen guías y agencias. Sin embargo, no podíamos entretenernos demasiado, ya que para por la tarde teníamos otros planes y no estaban cerca precisamente, con lo cual preferimos ir a nuestro aire. En la taquilla nos proporcionaron un folleto explicativo muy completo y a lo largo de todo el recinto hay numerosos paneles informativos.
El Conjunto Arqueológico de Itálica forma parte de los museos gestionados por la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía y el acceso es gratuito para los ciudadanos de la Unión Europea. En cuestión de horarios y otras cuestiones es mejor consultar previamente su página web www.italicasevilla.org/, si bien no viene mal tener en cuenta que los lunes está cerrado y que tanto los sábados y festivos como el periodo que va del 16 de junio al 15 de septiembre solo abre por la mañana, de 09:00 a 15:00.
Itálica fue la primera ciudad fundada por los romanos en la Península Ibérica, en el año 206 a.C., tras la victoria de Publio Cornelio Escipión sobre los cartagineses en la batalla de Llipa. Lamentablemente, no se conserva demasiado de aquella primera época, pues sus restos quedaron bajo el pueblo de Santiponce, erigido sobre las ruinas romanas en 1603. De modo que lo que actualmente podemos contemplar corresponde a la ampliación realizada en tiempos del emperador Adriano, entre los años 117 y 138 d.C. Fue cuna de los emperadores Trajano y Adriano.
Tras muchos siglos de olvido y abandono, entre los siglos XVI y XVIII se recuperó el interés por Itálica, sobre todo gracias a la labor del poeta y humanista Rodrigo Caro, lo que propició los primeros estudios arqueológicos de la antigua ciudad. Durante el siglo XIX fueron los viajeros románticos quienes impulsaron la necesidad de su recuperación, que se materializó en las excavaciones llevadas a cabo por Demetrio de los Ríos y su sucesor, Amador de los Ríos. En 1912, Itálica fue declarada Monumento Nacional. Y en los años ochenta del pasado siglo pasó a depender de la Junta de Andalucía.
Siguiendo el itinerario que nos aconsejaron en la taquilla -sugerido también en el folleto informativo que nos facilitaron-, nos dirigimos hacia la izquierda, para visitar primero las murallas y la ciudad antigua, dejando para el final, el Anfiteatro, que se encuentra muy cerca de la entrada y al que se puede ir directamente pasando por alto lo demás si no se dispone de tiempo suficiente; se requieren unas dos horas al menos para realizar sin prisas el recorrido completo.
Las Murallas fueron construidas en varias fases y llegaron a alcanzar las 50 hectáreas. Las que se conservan hoy en día corresponden a la época del emperador Adriano, de función más simbólica que defensiva, y dan acceso a unas calles trazadas en ángulo recto, de dimensiones no usuales en las ciudades romanas (hasta 16 metros de ancho) y divididas en parcelas rectangulares con pórticos en las aceras. También se pueden apreciar las cloacas. En la zona que actualmente se visita, había imponentes edificios públicos y grandes casas de patricios ricos, que empezamos a localizar casi de inmediato y cuyas características e historia pudimos conocer leyendo los respectivos paneles informativos y el folleto, de todo lo cual tomé algunos apuntes que voy a resumir a continuación.
El edificio de la Exedra contaba con unos 4.000 m2 de superficie y se cree que no era de uso doméstico sino la sede de algún grupo o asociación. Se configuraba alrededor de un patio central, siendo su espacio más representativo la palestra o espacio abierto para hacer ejercicio. Debe su nombre a la exedra, una estancia destinada a reuniones y banquetes, instalada en alto, cubierta por una bóveda y que se asomaba a la palestra. Cuenta con pavimentos singulares, denominados "opus sectile", cuyos mosaicos se forman con piezas de marmol que componen motivos geométricos.
También se han localizado los baños termales y la letrina comunitaria, en la que destaca el pavimento con figuras de pigmeos.
Del edificio Neptuno solo se ha excavado una cuarta parte de los 6.000 m2 de superficie que se supone tenía en origen. Se ha localizado un área termal, cuyo “frigidarium” (sala fría) está pavimentado con un mosaico al que el edificio debe su nombre por la figura de Neptuno, que aparece acompañado por animales y otros seres marinos. Otros pavimentos muestran temática mitológica, con Teseo y el laberinto del Minotauro, Ariadna y Dionisio, Baco…
En este lugar se encuentran algunos de los mosaicos mejor conservados de Itálica. El sol dificultaba no solo sacar fotos en condiciones de los mosaicos, sino también verlos adecuadamente. A mí me encantan y tuve que dar varias vueltas para apreciarlos mejor desde todas las perspectivas posibles, respetando los lugares habilitados, claro está, aunque los resultados fueron poco satisfactorios.
Mosaico del laberinto.
Mosaico de Neptuno.
Mosaico de Neptuno.
La Casa de los Pájaros es un ejemplo de las que solían existir en esta parte de la ciudad, cuya superficie superaba los 1.700 m2. Como era habitual, se articulaba alrededor de un patio central ajardinado y rodeado por una galería porticada o peristilo. Además, se aprecian dos patios interiores, habitaciones privadas, comedor, un altar…
En una de las estancias abiertas al peristilo pudimos ver el precioso mosaico que da nombre a la casa y que está formado por más de 30 especies de aves, entre las que se distinguen claramente un pavo real, un gallo, una garza, un águila y un loro. Muy bonita esta casa, que también albergaba el exterior locales comerciales que el dueño alquilaba para instalar tabernas o casas de comida.
El Trianeum era un espacio público religioso, de unso 10.000 m2, destinado al culto del emperador Trajano. Contaba con una plaza interior rodeada por una galería porticada con cien columnas de mármol, en cuyo centro se hallaba un templo al que se accedía mediante una gran escalinata, en el cual se hallaba una escultura monumental del emperador divinizado. La riqueza de sus materiales de construcción desencadenó el expolio desde tiempos antiguos.
Otro de los edificios destacados de Itálica es la Casa del Planetario, donde se encuentran algunos de los mosaicos más bellos, por ejemplo, el del Planetario, que representa los siete astros del sistema solar conocidos por los romanos, personificados por un dios que simboliza igualmente un día de la semana. También es notable el mosaico de Baco, donde aparece abrazado con Ariadna, de la que se enamora y con la que se casa, tras ser abandonada por su amante, Teseo, a quien ella ayudó a derrotar al Minotauro en el laberinto.
El espacio que se conserva de las Termas Mayores corresponde a su parte central, con una gran piscina, salas fría y caliente, bañeras, pasillos de servicio. Y también se ha localizado la palestra.
Posteriormente, nos encaminamos hacia el lago, que se ha convertido en el hábitat de una gran cantidad de aves. Tiene su origen en la presa que se construyó en los años 70 del pasado siglo para proteger al anfiteatro de posibles inundaciones. De camino hacia el lago, hay un bosque de pinos, entre los que se contemplan unas bonitas vistas del Anfiteatro.
Y, por fin, nos dirigimos hacia la joya de la corona, el Anfiteatro, que se puede contemplar desde diversos miradores antes de bajar a la arena. Con estructura de hormigón completada con sillares y placas de mármol, era uno de los más grandes del Imperio. Se supone que fue construido por el emperador Adriano y tenía capacidad para unos 25.000 espectadores, superando ampliamente a los habitantes que residían en la ciudad, por lo que se supone que acogía importantes juegos a los que acudían visitantes de los alrededores y otros lugares.
Entramos por la Porta Libitinaria, que -según leímos en el panel informativo- es la mejor conservada debido a que unos depósitos de tierra la ocultaron durante siglos a los saqueadores y expoliadores. Se aprecian bien los escalones que conducían a los graderios superiores, flanqueados por columnas. La fachada estaba revestida de mármol, lo que da idea de su grandiosidad.
Construidos en forma de dos teatros enfrentados, en los anfiteatros se celebraban principalmente las luchas de gladiadores, con o sin fieras. Había control de entradas y los espectadores se sentaban en los graderíos atendiendo a su clase social. El foso era el lugar donde aguardaban los animales dentro de sus jaulas, antes de ser soltados a la arena mediante trampillas.
Con la visita del pequeño museo que hay en los alrededores del anfiteatro, terminó nuestra visita a Itálica, que duró más de lo que habíamos previsto, pues nos entretuvimos mucho mirando los mosaicos. Además, con las prisas y como tampoco figuraba en el plano del folleto informativo que nos dieron en la taquilla (aunque sí en el texto), se nos fue el santo al cielo y nos quedamos sin visitar el Teatro romano, que se localiza en las proximidades pero fuera del recinto del conjunto arqueológico, en el núcleo urbano original que hoy se encuentra bajo Santiponce. Se construyó en tiempos de Augusto, aunque fue reformado varias veces posteriormente. Allí se representaban funciones teatrales y también se celebraban rituales religiosos y actos políticos.
Exterior del anfiteatro
Resumiendo -y es mi opinión totalmente personal-, por los restos que se conservan, Itálica no es ni mucho menos una de las ciudades romanas más espectualares en las que hemos estado, aunque solo por ver el Anfiteatro ya merece la pena la visita; además cuenta con mosaicos muy bonitos y resulta igualmente interesante por lo que representa su propia historia como pionera de las ciudades fundadas por los romanos en la península ibérica.
Fotografía del conjunto arqueológico que está en el centro de recepción-museo de Itálica.
Como ya era la hora de almorzar, preferimos no arriesgar buscando por aquí y por allá, así que nos decidimos por un restaurante que está justo frente a la entrada del Conjunto Arqueológico. Se llama Gran Venta Itálica Casa Venancio y nos gustó su terraza, estupenda para tiempos de pandemia y con un solecito que se agradecía en un día de enero con una temperatura muy agradable, en torno a los diecisiete grados. Comimos muy bien, en especial un arroz caldoso con conejo que quitaba el hipo. Además, recuerdo que el precio nos pareció bastante ajustado, creo que fueron 34 euros, con postre y café incluidos.
Tocaba regresar al día a día, a la espera de la siguiente escapada.