Por diferentes motivaciones para cada uno de nosotros, surcar el Camino de Santiago era una idea que teníamos en mente desde hacía mucho tiempo, si bien por unas causas u otras nunca parecía surgir el momento oportuno. En principio, nuestra intención era recorrer de una tirada el Camino Francés desde Roncesvalles, lo que nos requeriría prácticamente un mes, agotando casi nuestras vacaciones. Como no era eso lo que buscábamos, el proyecto quedó aparcado para un futuro sin determinar hasta que resucitó de improviso el verano pasado, cuando, tomando un café, uno de mis cuñados nos propuso hacer unas cuantas etapas, las finales, para llegar hasta Santiago.

Nos pilló por sorpresa, ya que no lo habíamos pensado en absoluto y menos a primeros de septiembre, pues siempre nos lo imaginamos en primavera. Sin embargo, a mi marido le encantó la iniciativa y la secundó. Yo no estaba muy convencida, no sé muy bien por qué, pero terminé aceptando y, además, me encargaron la tarea de prepararlo todo. ¡Qué raro!
De modo que empecé a repasar los comentarios del foro, y también me sirvió de gran ayuda para establecer el itinerario la web oficial del Camino de Santiago www.caminodesantiago.gal/ .../planifica

Según la tradición, Santiago el Mayor fue el primer apóstol martirizado y sus restos fueron trasladados por barco primero a Hispania y luego a Galicia, donde los enterraron. En el año 820 se descubrió su tumba en un asentamiento romano abandonado, sobre la cual se construyó un templo donde actualmente está ubicada la Catedral. A partir de entonces, el lugar se convirtió en centro de peregrinación cristiana de primer orden en toda Europa, igual que Roma y Jerusalén.

El primer peregrino reconocido como tal fue el rey asturiano Alfonso II el Casto, quien creo la denominada “ruta primitiva”, mientras que desde fuera de la Península Ibérica se le atribuye tal honor a Gotescalco, obispo de Le Puy-en-Valey (Francia), que peregrinó en 950 o 951, según las versiones.

El Camino de Santiago también se conoce como la Ruta Jacobea, debido a que el adjetivo “jacobeo” (xacobeo en gallego) alude a todo lo relacionado con el Apóstol, cuyo nombre bíblico original era Jacob o Iacobus.

El Camino Francés.
Se trata del recorrido más conocido de cuantos llegan hasta Santiago de Compostela, en el que convergen la mayoría de las rutas medievales y que destaca por su variedad de paisajes y su riqueza monumental. Ya en territorio español, desde Roncesvalles, consta de 33 etapas y 768 Kilómetros. También se pueden dividir etapas o juntarlas, según las necesidades de cada peregrino. En nuestro caso, por cuestiones laborales solo disponíamos de ocho días, con lo cual estaba claro que haríamos los últimos 115 kilómetros, partiendo desde la localidad lucense de Sarria, lo que supone un total de seis etapas con finales en Portomarín, Palas de Rei, Melide, Arzúa, O Pedrouzo y Santiago de Compostela.

Como simple referencia geográfica, pongo el itinerario a pie según Google Maps, pues no coincide con la ruta real que se sigue.


Año Santo Compostelano.
El año jubilar tiene su origen a mediados del siglo XV y se celebra siempre que el 25 de Julio, día de Santiago Apóstol, cae en domingo. Durante todo ese año permanece abierta la Puerta Santa, por la que acceden a la Catedral los peregrinos, que pueden obtener determinadas indulgencias o, incluso, ganar el Jubileo, la Indulgencia Plenaria, que se consigue cumpliendo los requisitos de visitar la Catedral, orar y recibir los sacramentos de la penitencia y la eucaristía. El último año santo fue 2021, pero se amplió a 2022 debido a la pandemia. Así que justamente nos iba a coincidir.

Formas de hacer el recorrido.
Al igual que las motivaciones, la forma de hacerlo es totalmente personal: desde la forma más modesta hasta viajes totalmente organizados, que te trasladan hasta el punto de inicio y te recogen al final para transportarte de nuevo al hotel. En fin, hay quien dice que el Camino solo se vive verdaderamente llevando todo el equipaje a la espalda y alojándose en albergues. A mi modo de ver, se trata de una interpretación tan válida como cualquier otra, ya que las circunstancias de cada persona son distintas y tampoco el desgaste que implica lo soporta igual todo el mundo. Con veinte o treinta años, la elección parece muy clara. A nuestra edad y con una pandemia aún latente, nosotros también lo teníamos muy claro: cuantos menos flecos sueltos, mejor.

Alojamientos.
Durante el verano, fue noticia la enorme afluencia de gente en Santiago, sobre todo, de peregrinos haciendo el Camino, así que decidí reservar los alojamientos con antelación para evitar cualquier contratiempo. Pensaba que septiembre sería menos problemático, pero todavía era época de vacaciones y no me resultó tan sencillo como presumía. Al final, me decidí por hostales y pensiones con precios entre 50 y 65 euros por noche en habitaciones con baño privado. Naturalmente, si se quiere ir de albergue, el asunto cambia completamente y la mayor incomodidad se compensa con un menor precio y otros alicientes, como convivir siquiera unas horas con otros peregrinos.

Mochilas.
Mi marido y yo somos senderistas, así que estamos acostumbrados a caminar, subir o bajar lo que nos echen. Sin embargo, por un problema de espalda, yo no puedo cargar peso, con lo cual me resulta imposible acarrear una mochila durante varios días, aun limitando la carga a cinco o seis kilos. Así que, ya puestos, los "chicos" también se apuntaron y contraté para los tres el servicio de transporte de mochilas de Correos. Es muy cómodo y resultó totalmente eficaz. Lo reservé online, poniendo los establecimientos de pernocta en el formulario que te proporcionan. Para este recorrido (el precio depende de las etapas que se contraten), nos costó 20 euros por mochila (también puede ser una bolsa o una maleta, siempre que no supere los 15 kilos). Se puede cancelar o modificar sin cargo hasta el día antes del inicio del Camno, es decir, del primer servicio. Por correo electrónico, me facilitaron unas etiquetas con códigos para pegar en cada mochila, que hay que dejar en el lugar habilitado por el alojamiento antes de las ocho de la mañana. Nosotros las depositábamos por la noche, antes de acostarnos, para estar despreocupados por la mañana. Los empleados de Correos las recogen y te las encuentras a tu llegada al siguiente alojamiento. Funcionó fenomenal. Sobre el contenido de la mochila, no voy a contar mucho porque depende del número de días, del itinerario y de la forma en que cada cual haga el camino. Hay muchas páginas especializadas que se pueden consultar. De todas formas, lo mejor es acarrear siempre lo menos posible, procurando huir de los “por si acaso”. Si resulta necesario, se puede comprar lo imprescindible (medicinas, agua, comida, productos de aseo…) en los pueblos de la ruta.


Transporte de ida y vuelta.
En esas fechas, había muchísimo movimiento de gente y los precios no eran baratos, pues las ofertas habían volado, si bien teníamos claro que lo que mejor nos cuadraba era el ferrocarril. Busqué billetes de tren desde Madrid a Sarria y me salió una combinación de AVE Madrid-Orense con trasbordó allí a un tren convencional hasta Sarria. En total, nos costó 43,25 euros por persona. La vuelta desde Santiago de Compostela a Madrid la hicimos directa en AVE, y el precio fue de 34,40 euros por persona.

Credencial y Compostela.
Aunque no era nuestro objetivo primordial, hay que recordar que para obtener la Compostela (la acreditación de haber efectuado la peregrinación a la tumba del Apóstol) es necesario recorrer, al menos, cien kilómetros a pie o a caballo, y 200 si se va en bicicleta. La veracidad del recorrido se demuestra con un documento llamado “credencial”, que acredita a su titular como peregrino y en el que se van estampando sellos a lo largo del itinerario en iglesias, albergues, posadas y otros establecimientos. Durante los últimos cien kilómetros se requieren dos sellos por día, mientras que en los anteriores solo se necesita uno. Los sellos siempre deben expresar la localización y la fecha, puesto que son una certificación de la presencia del peregrino en dicho lugar. En resumen, la credencial acredita que se es peregrino y que se está realizando el Camino (necesario para pernoctar en un albergue, por ejemplo), mientras que la Compostela certifica que se ha concluido la peregrinación con sentido cristiano o por motivación espiritual.

La credencial la facilita la Iglesia a través de Obispados, Parroquias, Cofradías o instituciones autorizadas. Normalmente, es gratuita. En mi caso, acudí a la Asociación de Amigos del Camino de Santiago, sita en la calle Carretas, 14, 6ª planta, de Madrid, donde también imparten charlas en las que guías expertos aconsejan sobre todos los aspectos del recorrido y responden a cualquier pregunta que se les plantee, incluyendo dudas sobre el itinerario, ropa que llevar, el contenido de la mochila, los albergues, etc. La credencial se entrega en persona, si bien es posible conseguirla para familiares o amigos llevando una autorización o una copia de su DNI. Asimismo, hay que indicar dónde y en qué fecha se va a iniciar el recorrido. En esta Asociación, que tiene un horario muy amplio de atención, cobran 2 euros por la credencial y también se puede comprar una funda de plástico para guardarla, que parece una tontería pero que resulta muy útil para que no se deteriore, sobre todo si llueve. Si no se puede conseguir con antelación, no suele haber problemas para obtenerla en el punto de inicio del Camino.
Fotografía de la cara exterior de mi credencial, la que no contiene los sellos.

Información turística.
Aunque las propias creencias, las motivaciones personales y el mismo itinerario constituyen los alicientes primordiales del Camino de Santiago en cualquiera de sus rutas, tampoco quise renunciar a conocer, al menos un poquito, los lugares más destacados que íbamos a recorrer, así que recabé información por anticipado sobre lo que podría visitar si me daba tiempo. Y no faltaron sitios muy interesantes.

Ya solo quedaba esperar que llegase el momento de la partida hacia Sarria, punto inicial de nuestro periplo hacia Santiago de Compostela.

Como apunte antes de empezar, decir que voy a referirme a los lugares mezclando las denominaciones castellanas y gallegas, conforme a lo que he ido leyendo al repasar mis notas para hacer el diario. Quizás resulte un poco caótico o incorrecto, pero así me resulta más sencillo. Además, está redactado con todo cariño y mi mejor intención. Por eso, lamento si hay alguna mención mal escrita y agradeceré cualquier corrección si viene al caso.
