Esa noche nos alojamos en Hospedaje Casa Avelina, en el mismo centro, junto a la Casa do Concello. Ninguna queja. Al llegar, nuestras mochilas nos estaban aguardando en recepción. Aunque me sentía bastante cansada, no quise dejar pasar la oportunidad de dar un paseo por el pueblo antes de cenar. Al salir, me crucé con un mojón que indicaba 67,117 kilómetros hasta Santiago.




Dando solo unos pocos pasos, me encontré en la Plaza do Concello, donde había una gran muchedumbre de gente sentada en las terrazas. Hacía una tarde estupenda y los peregrinos y turistas se contaban por cientos. ¿Soy exagerada? No sé.




Su monumento más destacado es la Iglesia de San Tirso. Y allí que me fui. A esa hora, la luz era horrible para hacer fotografías un poco decentes, así que pondré solo un collage no muy conseguido. Algo mejor, aunque un tanto tapada por los árboles, salía la panorámica del pueblo desde el jardín de la iglesia.


Estaba empezando la Misa del Peregrino, así que me quedé. Había mucha gente. El sacerdote la hizo muy amena, saludando al final a todos los peregrinos, preguntando por su procedencia. Aunque te lo imaginas, no deja de llamarte la atención que siempre respondía alguien a la mención de todas y cada una de las Comunidades Autónomas españolas para saludar a los procedentes de cada una. Y, en cuanto a países, había peregrinos de Argentina, Perú, Estados Unidos, Canadá, Méjico, Francia, Alemania, Irlanda, Japón… Imposible acordarme de las nacionalidades de todos los que respondieron. De repente, te das cuenta de la importancia que siempre ha tenido el Camino de Santiago a nivel internacional, quizás ahora más que nunca considerándolo como destino viajero, más allá de la motivación religiosa o espiritual.


Tras dar un breve paseo por el pueblo, me reuní con mi marido y mi cuñado para cenar. Mientras les esperaba en la Plaza, al mirar mi reloj, vi que aquel día había caminado 29,63 kilómetros. No constituía mi record personal, pero tampoco estaba mal



Tras buscar un rato infructuosamente, terminamos sentados en un restaurante muy sencillo del centro, donde nos pusieron un guiso tradicional con pescado, el único plato que ofrecían. Aunque nos quitó el hambre, no fue ninguna maravilla. Nuestra primera intención era probar el pulpo en A Nosa Terra, que tiene mucha fama, pero estaba a tope y con bastantes personas en lista de espera. Imposible, pues.