De cuando exploré Novi Pazar ✏️ Diarios de Viajes de SerbiaNovi Pazar, 10 de octubre de 2023. Lo primero que quería hacer aquella mañana era tomar un autobús para visitar el Monasterio Sopacani , que se encontraba a catorce kilómetros de distancia de la localidad musulmana . Dispondría de una hora para...Diario: Oteando la estela de la extinta Yugoslavia desde la actual Serbia⭐ Puntos: 5 (5 Votos) Etapas: 16 Localización: SerbiaNovi Pazar, 10 de octubre de 2023 Lo primero que quería hacer aquella mañana era tomar un autobús para visitar el Monasterio Sopacani, que se encontraba a catorce kilómetros de distancia de la localidad musulmana. Dispondría de una hora para poder explorarlo con calma, era el tiempo que requería el autobús interurbano para llegar hasta la última población y regresar nuevamente por el complejo ortodoxo, en dirección a Novi Pazar. En la estación de autobuses, me confirmaron la salida a las 10:30. Aprovechando la coyuntura, pregunté a qué hora salía el autobús hacia Nis al día siguiente. La taquillera, la más simpática de las que interactué en el país hasta ese momento, me escribió en un papel el horario y me informó que el billete debería comprarlo directamente en el vehículo. El primer autobús a Nis salía a las 07:30 AM. Antes, en el camino hacia la estación, me detuve a tomar un café con leche y nata (170 DRS) en una moderna cafetería con música tecno. Además, compré un simit (40(DRS), la rosquilla turca, en una panadería ubicada en el subsuelo. El panadero atendía desde una ventanilla al ras de la acera, donde los clientes debían inclinarse para recoger y pagar el producto. Se notaba la influencia turca en las regiones predominantemente musulmanas en los Balcanes. La mezquita Lejlek ,ubicada en la calle principal, no destacaba por nada; pasaba casi desapercibida debido a sus humildes dimensiones y su construcción estándar. Intenté entrar al pequeño patio para ver el interior, pero lamentablemente para mí, se encontraba cerrada. En la misma calle de Stevana Nemanje en un solar abierto se erguía melancólicamente un singular edificio decimonónico que se marchitaba como una rosa sin agua. Los hermanos Cavic ,la construyeron en 1911, como una copia idéntica de una casa en la ciudad portuaria de Tesalónica, pero nunca llegaron a vivir en ella. Según cuenta la leyenda urbana, no muy creíble, se decía que una maldición había caído sobre la familia Cavic, ya que el campanario construido en este edificio se utilizaba para vigilar a las esposas de otros hombres, quienes eran avisados. Lo que no pude descubrir si hacían tañer las campanas para delatarlas. Esto provocó la ira de algunas mujeres de Novi Pazar, quienes los maldijeron para que no pudieran residir en la casa. Sin embargo, después de la segunda guerra mundial, la campana se utilizó para menesteres menos enrevesados, para llamar a los estudiantes de primaria, el edificio se había convertido en una escuela durante bastante tiempo. Pude explorar alguna habitación desde el exterior, dado que el edificio estaba cerrado, probablemente por razones de seguridad, ya que su estado era ruinoso. Asomándome por una ventana entreabierta en una esquina del edificio, pude observar un escritorio y un pequeño armario con una importante capa de polvo y algunos papeles esparcidos por el suelo. También bajé al sótano a través de una pequeña escalera donde todavía quedaban los restos de una caldera. Era lamentable que no hubieran rehabilitado el edificio, que lo dejaran "morir". Al lado del citado edificio, en el lado opuesto de la calle principal, se ubicaba el modesto Museo Zar que albergaba una colección de piezas de carácter etnológico repartidos en dos plantas, las cuales no despertaron un gran interés en mí. No recuerdo la cantidad exacta que pagué, pero no fue una suma significativa. A las 10:25h regresé a la estación de autobuses. En el andén 5, se encontraba estacionado un microbús que, según el cartel del salpicadero, no indicaba mi destino tal como me había comunicado la primera vez que pregunté. El conductor me dirigió a la caseta de entrada del estacionamiento de autobuses para que consultara al vigilante. Al preguntarle por mi destino, se sintió impotente que no entendiera sus explicaciones en serbio, y en respuesta a su frustración no se le ocurrió idea más creativa que comenzar a gritar, como si alzar la voz fuera el mejor método para entenderse dos humanos que hablan lenguas diferentes. Su tono aumentaba progresivamente, y sus gestos se volvían más intensos, solo le faltaba patalear como un niño consentido. Al final, logré intuir lo que trataba de decirme: ¡Es el autobús que retrocede en el anden 4! ¡Corre! ¡Qué lo pierdes! Eché a correr como si tuviera la velocidad de Usain Bolt. Justo cuando las puertas estaban a punto de cerrarse, conseguí subir al vehículo. Me cobró 170 DRS. Bajamos, dos turistas austriacas y yo, aproximadamente cien metros antes del acceso a la entrada principal del Monasterio de Sopacani. Una pista de tierra conducía al recinto. La principal razón de parar antes fue que la carretera comarcal presentaba una pendiente considerable justo en la entrada principal, lo que dificultaba al conductor la transición de estar detenido el vehículo a estar en movimiento. Destacaba la iglesia de la Santísima Trinidad que tenía sus orígenes en una construcción que databa del año 1260 d.C. En esos momentos, el pórtico de entrada estaba repletos de andamios, ya que estaban restaurando los frescos exteriores. Alrededor, se podían apreciar los cimentos de otras estructuras donde parecían que arqueólogos trabajaban en su restauración. Su interior era pequeño, pero las paredes estaban repletas de pinturas que abordaban tanto temáticas religiosas como monárquicas, dos instituciones históricamente entrelazadas. No hay religión importante que no se haya politizado hasta extremos insoportables para la vida cotidiana de sus ciudadanos a lo largo de la historia. Incluso en la actualidad existen países donde la religión ha trascendido el ámbito de las creencias para gobernar de manera autoritaria sobre sus habitantes y decidir por ellos en qué deben creer. En el exterior, había una pequeña tienda de suvenires y productos locales, además de un minibar con una bonita terraza para tomar algo. Compré varios suvenires y pregunté al monje si el autobús paraba en el acceso principal, que contaba con un amplio descansillo, o en el lugar donde me había dejado antes. Convencido, me indicó que pararía en la entrada principal. Cuando el autobús salió de la curva y el conductor me vio, hizo gestos con los brazos y mostró en su rostro una evidente muestra de disgusto, aunque finalmente se detuvo. No comprendía por qué no estaba situado en el mismo punto donde me había bajado. ¿Había alguna señal de parada para que me reprendas de esta manera? Me habría gustado preguntarle en serbio. Llegué al mediodía a Novi Pazar y aproveché para visitar varios lugares más de interés. Volví al centro para contemplar desde el exterior una de esas obras de la época comunista que difícilmente se pueden catalogar, pero que al menos rompía con las patrones habituales de aquel periodo: el Hotel Vrbak. Actualmente sigue funcionando como tal. Cerca, al principio del paseo peatonal 28 Novembra, habían recreado una de las fuentes de madera otomana que estuvieron presentes en todo el territorio dominado por los turcos en la región de los Balcanes. Esta fuente, llamada Selbij. Me acerqué a la mezquita más antigua de la región (Alem Aitum) que se encontraba repleta de andamios. El patio interior contaba con un pequeño cementerio con lápidas que se asemejaban a setas de tallo alargado. En Novi Pazar ,al igual que en cualquier rincón de Serbia, resultaba complicado a simple vista distinguir a muchas personas por su credo. La mayoría vestían con prendas occidentales, incluyendo las mujeres. Algunas, ciertamente, seguían llevando alguna prenda representativa de sus costumbres religiosas, pero, en general, tenían más cosas en común que diferencias. Subí al Parque de la Ciudad, situado sobre una pequeña ladera y rodeado de una muralla en el lado del río Raska, restos pertenecientes a la Fortaleza Turca . Fue levantada en el siglo XV, por la misma persona que fundó la ciudad: Beg Isakovic. Recientemente habían restaurado la Torre de Vigilancia. En un lado del parque, en un moderno y pequeño anfiteatro, jóvenes parejas empezaban a descubrir los placeres de la carne, mientras otros, lo buscaban a través de inhalar y exhalar humo. Siempre hubo aventajados y desventajados, aunque los últimos siempre han sido, y siguen siendo, los más numerosos. Antes de dirigirme al norte de la ciudad. comí en una pizzería adyacente a un instituto. Después, caminé los tres kilómetros que separaban del lugar, utilizando la estimada ayuda de la tecnología. En una pequeña colina rodeada de gordas cruces ortodoxas se encontraba la Iglesia de los apóstoles Pedro y Pablo, considerada de las más antiguas del país. Esta iglesia formaba parte del antiguo Stari Ras, la antigua capital Serbia, reconocida Patrimonio de la Humanidad desde 1979. El lugar desprendía un aura misteriosa con aquellas desproporcionadas cruces bizantinas sobre una alfombra verde. La iglesia era sencilla y estaba cerrada. El día llegaba a su ocaso. El telón se bajaba una vez más en una ciudad diferente, a la que debía despedirme, seguramente para siempre; pero que dejaba en mí un bonito recuerdo. Índice del Diario: Oteando la estela de la extinta Yugoslavia desde la actual Serbia
01: Preámbulo circense
02: De cuando llegué a Belgrado sin haber pagado
03: De cuando descubrí lo bello que es Belgrado
04: De cuando mis pies me llevaron más allá de Stari Grad
05: De cuando Novi Sad no me entristeció.
06: De cuando gora no significa viva en vasco, sino montaña en serbio
07: De cuando aprendí a rimar Nerón con peron
08: De cuando el oso en Bajina Basta no se asomó
09: De cuando el segundo día de Bajina Basta se acabó en el pantano
10: De cuando una lavadora me dejó en Novo Varós
11: De cuando fui al mirador de Vranesa nº 1
12: De cuando necesité un día para llegar a la cercana Novi Pazar
13: De cuando exploré Novi Pazar
14: De cuando Nis sufrió
15: De cuando Nis me enseñó su pasado convulso
16: De cuando, colorín colorado, esto se acabó
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