El itinerario de la jornada fue de unos 190 kilómetros, más largo de lo previsto porque el día anterior no habíamos llegado al Faro de Finisterre, lo que nos obligó a retroceder hasta allí, dado el empeño que yo tenía en verlo, al fin, despejado.
Recorrido del día según Google Maps. Parece un poco lioso, pero no lo fue tanto


Cabo y Faro de Finisterre.
Se cumplieron las previsiones meteorológicas y el día amaneció espléndido. Ya en Finisterre, brillaba el sol sobre un cielo intensamente azul solo matizado por algunas nubes decorativas. Nada que ver con la lluvia y la niebla del día anterior. Como aún era temprano, conseguimos aparcar cerca del cruceiro donde se inicia el corto camino peatonal que lleva hasta el Faro más occidental de Europa, situado en el cabo que en tiempos antiguos se consideraba el fin del mundo.

El Faro actual se construyó en 1853, a 138 metros de altura sobre el nivel del mar, para proteger una costa sumamente peligrosa por la niebla, los escollos y sus traicioneras corrientes, razones que han conferido a la zona que va desde este lugar a A Coruña el significativo nombre de Costa da Morte.


Debido a su simbología, se trata de un lugar muy concurrido y al cabo de unos minutos, en domingo y con un día soleado, se acumuló mucha gente. Constituye, además, el punto final de la prolongación del Camino de Santiago, lo que implica realizar tres etapas más.


Tras asomarnos a todos sitios y hacer bastantes fotos, continuamos nuestro recorrido, si bien, de paso, paramos en el amplio Mirador de Talón, desde el que se contemplan unas vistas espléndidas del pueblo de Fisterra, la Playa de Langosteira, la bahía y el cabo con su faro. Supongo que no muchas veces se podrá distinguir el panorama con tanta nitidez.


Cabo de Touriñán. Faro y recorridos panorámicos.
A continuación, nos dirigimos hacia el Cabo de Touriñán, adonde llegamos por carreteras secundarias a las que nos condujo el navegador. Esta vez no nos importó, pues tenían buen firme y poco tráfico, y las condiciones meteorológicas eran perfectas para deleitarnos con los bonitos paisajes que surcábamos, a menudo entre espesos bosques.

Al contrario que en Finisterre, en el Faro de Touriñán apenas nos cruzamos con un par de coches y media docena de personas. Este punto forma parte del famoso “Camiño dos Faros”, una ruta senderista de 200 kilómetros que recorre los principales faros de la Costa da Morte, desde Finisterre a Malpica. Quizás en el futuro me decida a hacer alguno de sus tramos. Una amiga lo ha hecho hace unos días y me ha contado que le ha gustado mucho, aunque le ha resultado más duro de lo que se esperaba.

Por su posición, este cabo, el más occidental de la España peninsular y el segundo de Europa, se convierte en el lugar donde más tarde se pone el sol en la Europa continental dos veces al año, del 21 de marzo al 25 de abril y del 13 de agosto al 22 de septiembre. Esta pequeña península se adentra en el mar en torno a un kilómetro y su parte más estrecha es un istmo de estructura granítica de unos 150 metros de ancho y una altura máxima de 93 metros. En la parte norte, existe un faro construido en 1898.

Hay senderos por todo el entorno. Recorrimos algunos durante un rato, contemplando los islotes y escollos batidos por un mar no demasiado embravecido esa mañana.

Luego, ya en el coche, seguimos la ruta panorámica que anunciaban unos indicadores y que nos proporcionó algunas buenas vistas, si bien tampoco nos parecieron demasiado espectaculares.



Ponte do Porto.
De camino hacia nuestro siguiente objetivo, el Cabo Vilán, pasamos por esta localidad del municipio de Camariñas, que recibe su nombre por el puente que cruza el río Grande casi en su desembocadura a la Ría do Porto. Modificado en el siglo XX, su origen se remonta al siglo XIII y adquirió mucha importancia debido al comercio maderero. Más recientemente, su feria se hizo famosa por la venta y distribución de los encajes de Camariñas, que se exportaban a Estados Unidos, Cuba y otros países americanos.

Nos gustó mucho el sitio, sobre todo la calle que va paralela a las aguas de la ría. Estaba todo muy tranquilo, apenas sin gente. Compramos bebidas, buscamos un banco a la sombra porque pegaba fuerte el sol y nos tomamos tan ricamente los trozos de empanada de carne y bacalao con pasas que traíamos de Muxía. A veces lo más sencillo es lo que resulta mejor.


Luego, dimos un corto paseo hasta el puente, viendo por el camino la llamativa fachada exterior de la Iglesia de San Pedro, frente a la cual se ha situado una curiosa réplica de la Fuente de los Leones de la Alhambra de Granada.


Previamente, habíamos pasado por el pequeño núcleo de Cereixo, pegado a Ponte do Porto, donde se encuentran la Iglesia de Santiago y el Muiño de Mareas, que nos llamaron la atención por su aspecto medieval. Sin embargo, no paramos en ese momento y luego no nos cuadró volver. Una lástima. Otra vez será.
