Al llegar a Muxía, seguía lloviendo, con lo cual fuimos directamente al Hotel La Cruz, frente a la playa del mismo nombre, donde había reservado una habitación para esa noche por 85 euros. Nos gustó, un establecimiento cómodo y perfectamente situado.


Después de esperar un rato, dejó de llover y salí a dar una vuelta, siguiendo el plano que me había proporcionado la amable recepcionista del hotel. En realidad, no hay pérdida, pero siempre viene bien tener una referencia de los lugares más destacados.


Por la Rúa Marina, llegué a una plaza con unas esculturas que rememoran el fatídico hundimiento del petrolero Prestige, el 13 de noviembre de 2002, derramando más 64.000 toneladas de fuel que originaron el mayor desastre medioambiental de ese tipo ocurrido en España hasta la fecha. Y es que, aunque se ha recuperado la calidad del agua y la economía, el triste recuerdo de aquella tragedia aún sigue vivo en esta localidad pesquera y Puerto Xacobeo, que hoy cuenta con unos 4.500 habitantes. En sus calles, encontré un bonito panel informativo con diferentes rutas del Camino de Santiago.


En vez de por el sendero, fui por la calle que va pegada a la costa, junto a la carretera, un camino sencillo para todo el mundo y con buenas vistas. Pasé, además, junto a la Iglesia Parroquial de Santa María.


Poco después, llegué al Santuario de la Virgen de la Barca, cuyo origen se remonta a una pequeña ermita del siglo XII, donde se venera la imagen de la Patrona de los Marineros. Todavía no había empezado la Misa del peregrino, así que pude entrar a visitar su interior y subí también al camarín de la Virgen.



Muy cerca del Santuario, se encuentran las llamadas “Piedras del Milagro” (Pedra de Abalar, Pedra dos Cadrís, Pedra do Timón, Pedra dos Enamorados…), que, según la leyenda, formaban parte de la barca de piedra en que la Virgen llegó a Muxía para animar al Apóstol Santiago a predicar la fe cristiana en estas tierras paganas. Por lo demás, es un lugar muy bello, con unas panorámicas especialmente sugerentes durante la puesta de sol. En los alrededores, se encuentra también el Faro.


Al lado, aparece una enorme escultura de granito de 11 metros de altura y 400 toneladas de peso, denominada A Ferida, obra del escultor Alberto Bañuelos Forner. El monolito, partido por la mitad, expresa el reconocimiento a todos los que colaboraron desinteresadamente en la limpieza de la costa tras el hundimiento del Prestige.

Estuve mucho rato por esta zona, que me pareció imprescindible en cualquier visita a Muxía. Además, no hace falta llevar coche, pues se llega fácil y tranquilamente dando un reconfortante paseo de una media hora.


Desde aquí sale también un sendero que asciende a la cima del Monte Corpiño, desde cuyo mirador se divisan unas vistas estupendas de la población y de la Ría de Camariñas y Muxía, así como del Cabo Vilán y su faro, que se adivinan a lo lejos. También cuenta con una cruz, en cuyo pie suelen depositarse flores y ofrendas. El camino está empedrado, es corto y poco complicado. Merece la pena el pequeño esfuerzo.



Descendimos por el lado contrario, siguiendo las indicaciones del mapa, para ver la parte occidental de Muxía, sus casas, su costa y su playa.

El tiempo había mejorado y teníamos unos minutos disponibles antes de la cena, así que se nos ocurrió acercarnos en coche hasta el Parador de Turismo de Muxía, que está a unos cinco kilómetros, en una zona solitaria, muy cerca de la Playa de Lourido, a la que se tiene acceso directo desde el establecimiento hotelero. De camino, vimos un mirador, pero no paramos porque no nos pareció que la vista mereciese demasiado la pena. Fue un acierto, ya que se contempla todo mucho mejor desde el propio Parador.

Dicen que este Parador de lujo se ha construido respetando al máximo todas las normas medioambientales y cuidando el paisaje, de modo que no lo altere demasiado, lo cual no voy a discutir, claro está. Desde el propio edificio, así lo parece, pues está construido hacia abajo, como embebido en las rocas y con mucho césped alrededor, ocultando los muros. Sin embargo, enfrente, yendo por la carretera, se divisa el “mamotreto”, como un elemento extraño encastrado en una montaña impoluta por lo demás. No me gustó, independientemente de intereses económicos y de la calidad de sus servicios e instalaciones -que no pongo en duda. De nuevo, es mi opinión.


Esa tarde no había mucha gente y pudimos aparcar sin problemas, asomándonos también a los miradores que cuentan con parapetos transparentes para no perturbar la contemplación del paisaje. Se veía perfectamente Muxía y, al fondo, el Cabo Vilán. Las panorámicas me parecieron impresionantes.


De vuelta a Muxía, fuimos a cenar al casco histórico, a escasos cinco minutos caminando desde el hotel. Tomamos dos cervezas y tres raciones, una de percebes (estando en Muxía, tocan sí o sí), otra de navajas a la plancha y una tercera de almejas en salsa. Estaba todo bueno. En total, 58 euros.

En esta época, anochece tarde en Galicia, por lo que aún nos dio tiempo a dar un último paseo hasta el Faro de la Barca y contemplar una bonita puesta de sol.




Al día siguiente, antes de marcharnos, compramos unos trozos de empanada recién hechos en una panadería. El paisaje se veía diferente con el brillo del sol. Como conclusión, nos gustó mucho Muxía.

Te mando estrellitas. Abrazos.