La tercera jornada empezó, una vez desayunados, tomando el metro de Barberini hasta Repubblica, en su tiempo muy polémica por sus Ninfas desnudas, en busca de Bici & Baci, el sitio de alquiler de motos que más nos gustó por internet. Por si a alguien le interesa se encuentra en Via del Viminale 5, a muy poco de la estación del metro. Nos decidimos por una Vespa 125 cc y la alquilamos por una jornada entera, hasta las siete de la tarde. Con el precio te entran los dos cascos y un mapa muy práctico con las mejores rutas para no perderse nada.
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Así, sin más dilación, subimos al motorino dispuestos a tomar Roma en moto. Según nos habían prevenido, incluso en el hotel y en Bici & Baci, el tráfico romano es de lo más infernal. Así que salimos con mucha precaución, pero al poco ya parecía que íbamos en moto por las calles de nuestra ciudad.
Tomamos Via Cavour en dirección al Foro Romano. Al poco nos diluimos en el tráfico urbano como un motorino más, que si uno te adelanta por la derecha, que si yo apuro ahora por la izquierda, que si un coche pasa el semáforo en ámbar... pues nosotros detrás, y esas cosas. Al poco transitábamos por Via dei Fori Imperiale en dirección al mismísimo Coliseo. Brucelina no dejaba escapar un detalle con su cámara de video desde su posición privilegiada de copilota.
Había llegado el momento de parar e inmortalizar el momento, así que aparcamos la moto frente al arco de Constantino y nos tiramos las primeras fotos, incluso un japo se ofreció a inmortalizar el momento. Luego, la polizia, muy educadamente nos recordó que ese no era lugar para aparcar la moto, así que tuvimos que reanudar la ruta en Vespa.
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Así pues, seguimos la ruta del mapa pasando por la Termas de Caracala aunque no nos apeamos a verla, al poco, Arco di Druso y Porta de San Sebastiano para seguir en paralelo por el exterior de las murallas hasta la Pirámide, monumento funerario este que canta más que un pulpo en un garaje. Seguimos un rato más hasta los aledaños del Circo Massimo donde nos paramos para tirar unas fotos a la zona exterior del Palatino. Del Circo poco o nada queda, tan solo la explanada por la que corrían las cuadrigas. Cualquier otro resto romano escapa al ojo del profano.
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La siguiente parada fue el Trastevere. Así que pasamos por la zona próxina a la Boca de la Verita que visitamos el día anterior. Este tramo fue más fácil hacerlo ya que recordaba perfectamente cómo lo hicimos para llegar al Trastevere. Una vez allí. Stop. Visita la beata Ludovica Albertoni. No, no es una conocida de la familia, se trata de una estatua esculpida por Bernini y que es de un realismo tremendo. De hecho, la composición recibe el nombre de el Éxtasis de la beata Loudovica Albertoni. Dicho de otra manera: la Beata se está tocando. Sí, sí, lo habéis entendido bien, si en Santa Maria della Victoria nos pareció intuir que Santa Teresa tenía un éxtasis muy particular, en este caso no había duda alguna, la beata practica apasionadamente el noble y antiguo arte del onanismo y sino mirad las fotos para salir de dudas. Carai, si hasta parece que los querubines que la flanquean no pierden detalle los muy zorros, hasta incluso parece que la Virgen del cuadro intenta tapar los ojos del niño... no hay para menos ante este espectaculo de placer solitario.
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Allí estuvimos un rato a solas mirando esta escena de trabajos manuales antes de salir a la calle a refrescarnos un rato.
Proxima parada subida al Orto Botanico. Pasamos por la Fonte Acqua Paola hasta llegar luego al monumento a Garibaldi y poder tener una de las mejores vistas de la ciudad, y es que estábamos en unos de los lugares más altos con vistas a la ciudad. Desde aquí se podía ver desde el imponente Panteón, hasta el Castello sant Angelo, pasando por las más grandes iglesias de la ciudad. El Vaticano que en el otro lado pero también es visible si uno se dirige hacia la parte trasera del monumento.
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Tomamos luego el descenso en dirección al Vaticano. Genial entrar en motorino a la via della Concilliazione para encontrarse al final de la misma con la Basílica del Vaticano. No nos paramos porque teníamos pensado para la mañana siguiente la visita vaticana. Ahora tocaba salirnos de la ruta marcada para llegar al Ponte Milvio popularizado por la novela de Federico Moccia “Tengo ganas de ti”, así que tomamos una ruta a ciegas en pos del famoso puente tan visitado por las parejas romanas.
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Al principio la ruta fue sencilla, en paralelo al río. Hasta que llega un momento que te ves obligado a travesar hacia la otra orilla porque la carretera queda cortada por el paso del tranvía. Así que cruzamos y en cuanto pudimos volvimos a retomar la ruta en la orilla correcta.
Llegar hasta el Milvio no fue rápido. Tardamos tanto que hubo un rato que creí que tal vez lo habíamos pasado en la maniobra de sorteo del tranvía, pero no fue así, ya que un cartel indicaba que íbamos por la ruta correcta.
Para los que no hayan leído el libro os adelantaré que los protagonistas se juran amor eterno bajo una de las farolas del puente. De hecho ponen un candado de moto, y tiran la llave al Tíber para certificar ese amor. Tras el éxito del libro, centenares de parejas se desplazaban hasta el puente para seguir con el ritual del candado. Tantos fueron los amantes que pusieron candados en el puente que la farola cayó por el peso al río. Así pues el ayuntamiento habilitó unos cuantos puntos de anclaje para impedir que se pongan candados en las farolas y evitar así riesgo alguno.
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Yo tenía un candado preparado para la ocasión, tuneado con el chino careta y Audey en Vespa, así que lo colocamos y tiramos la llave al río. Para acabar de pulir el momento le cayó a Brucelina un regalito que también llevaba escondido en la maleta.*** Imagen borrada de Tinypic ***
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Aun era temprano así que retomamos la ruta en dirección a Piazza del Popolo. Aquí empezó el festival motero, y es que cuando estábamos a poco más de 50 metros de la plaza, nos encontramos por la calle cortada por obras, así que nos tuvimos que desviar, con tal mala pata que nos vimos obligados a tomar Via Flaminio pero en dirección contraria a la esperada, así que estábamos empezando a ir por el perímetro de los jardines de Villa Borghese. Sin saber cómo, tomamos una salida por la derecha y nos encontramos dentro de un parking. El vigilante con una cara de perro hambriento nos abrió la barrera de salida, así que volvimos a retomar la dirección correcta. Tras este Rally Romano, pasamos de la plaza del Popolo, ya tocaba comer y no estábamos para más aventuras, así que quiso la providencia (en Roma la providencia está siempre atenta) que encontrásemos Via del Corso que nos llevaría sin más complicaciones a la zona de la Fontana de Trevi. Pero no acabarón aquí las peripécias, a esa hora la gente salia del trabajo y estaban aceras y calles atiborradas de peatones, coches, motorinos, furgonetas y los más diversos medios de transporte inimaginables. Parecía imposible encontrar un sitio libre para aparcar. Si nunca vais a Roma quedaros con los sitios de parking de las motos, están más juntas que los Lacasitos en su bote, y otra ves... sí, la providencia hizo acto de presencia y nos bendijo con una plaza de moto justo en la calle que llevaba hacia la Fontana. Si esto no es un milagro no se como llamarlo.
Así que dejamos la moto bien aparcadita y nos dirigimos al hotel para salir de nuevo en busca de Roma, la misma cadena de comida que encontramos en el Trastevere. Las pizzas estaban geniales.
Después del descanso del mediodía fuimos a aprovechar las últimas horas de la moto. Así que bajamos por Vía del Corso hasta Piazza Venecia. Pasamos por el teatro y por la Bocca de la Veritta para retomar la ruta hacia el Pastel. Luego nos desplazamos hasta El Quirinale para ver la fachada de la residencia del presidente italiano y de postres ver una nueva fuente con Obelisco, la de Cástor y Pólux.
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El siguiente punto de interés fue Le Quattro Fontane. Se trata de unas curiosas fuentes ya que están colocadas en las esquinas de 4 edificios diferentes.
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Para aprovechar un poco más el tiempo de la moto nos metimos en medio del tráfico romano en dirección a Via Veneto. No se si será porque ya anochecía pero encontré el tráfico bastante más denso que por la mañana. Seguimos un buen rato sin ruta hasta llegar a la plaza de la Repubblica, con su fontana de ninfas desnudas y provocadoras que en otra época sublevó a los más recatados, así que aunque nos quedaba una hora de motio, dimos por finalizada la ruta para así poder ir a ver alguna iglesia más.
El alquiler nos salió por 75€, 70 por la moto más 5 de gasolina.
Al llegar a plaza Repubblica entramos en uno de esos locales que tienen la sana costumbre de acompañarnos en nuestros viajes. ¿Siempre? No, siempre no. Teníamos una deuda pendiente que saldar de nuestro anterior viaje a Amsterdam, y es que el payaso de Mc Donald's nos privó de sus WC, así que Roma iba a decidir el futuro de nuestra peculiar relación con el gigante americano. ¡Final feliz! Entrada libre, así que a aligerar un poco las gónadas. Fue una suerte que el payaso entrase en razón porque sino mi ira hubiese sido de campeonato.
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Así que tomamos de nuevo la calle y cruzamos la plaza para entrar en la iglesia de Santa Maria degli Angeli e dei Martiri. Está iglesia está incorporada a las ruinas de las termas de Dioclesiano. Nos sorprendió porque tras su fachada se encuentra una iglesia amplia y larga. Desde la calle no tienes ni idea de lo que hay dentro.
Al salir pillamos el metro hasta Piazza Spagna. Queríamos pasar por via Condotti, la calle de las tiendas de marca, para ver si había para tanto. Despues de ver algunos precios uno se va con la sensación que a más acaudalada es la gente, más compra memeces.
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Salimos de Via Condotti y cruzamos Via del Corso para internarnos por las callejuelas cercanas a Piazza Navona. Encontramos que los comercios ya empezaban a decorar con luces navideñas sus locales ¡y no estábamos ni a 1 de diciembre!
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Llegamos a Navona, nos acercamos a los puestos de venta de cuadros y por 10€ pudimos hacernos con dos cuadros de la propia plaza y de la Fontana de Trevi.
Luego, despues de cruzarnos con un Fiat 500 de los de toda la vida, nos dirigimos al Panteón bajo una luna llena que iluminaba las calles romanas.
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Finalmente llegamos al hotel donde zampamos una digestiva cena de frutas que habíamos comprado al mediodía en el mercadillo cercano a nuestro hotel en la propia Via del Lavatore, para acompañar los dos goles del Barça al Inter por la tele italiana, menudo lujo.