Antes de partir para Split queríamos terminar de ver la ciudad, así que bajamos al casco antiguo no muy tarde, se notaba la diferencia de personas respecto a ayer tarde. Nos animamos a subir a las murallas, es que 70 KN por cabeza picaban, aunque mereció la pena, las vistas desde lo alto son muy bonitas, con un mar de tejados rojos debajo y otro de agua azul al lado.
Se tarda un ratejo en dar la vuelta, son unos 2 km de murallas, en la parte sur de la muralla hay un bareto encaramado en el acantilado con unas vistas al mar estupendas, aunque el precio de la cerveza también es estupendo, 34 KN el tercio.
Pasamos a recoger las mochilas a casa de las abuelas y sobre las 12:30 cogíamos el autobús a Split (unos 90 KN el billete por cabeza, autobuses en Dubrovnik). Con las dotes de negociar que habíamos adquirido en Dubrovnik , conseguimos un apartamento con aire acondicionado, cocina y baño para nosotros en el centro también por 200 KN los dos, como íbamos a estar dos noches mejor poder hacernos algo nosotros para comer.
El Palacio Diocleciano estaba al lado, así que enseguida fuimos para allá. Al contrario de Dubrovnik, Split me sorprendió gratamente, tampoco esperaba mucho, la verdad. También habían bastantes turistas, pero la sensación era distinta, no se, me moló más el ambiente, más real.
De lo que más me gustó de Split fue perderse por las callejuelas del centro e ir descubriendo plazas y rincones nuevos, había algunos muy chulos, es muy curioso ver como se alternan muros y construcciones romanas con otras partes de edificios más modernos (aunque viejos de narices también), es todo una mezcla bastante interesante. La catedral estaba con boda, así que la plaza Peristil estaba bastante llena, con música y eso. Por la noche el paseo marítimo estaba muy animado, había conciertillos y se estaba muy bien por allí, hoy ya no hacía tanto calor.